…Esa luna creciente
se dejaba ver de noche y de día.
Nos hacía olvidar de nuestros
temores y fracasos
con la simpleza de sus ojitos
y la sencillez de su sonrisa.
Ahí estábamos frente a un camino
muy largo por recorrer,
dos jóvenes adultos sin miedo a perder.
Ya no era una soledad de a dos,
sino una familia de a tres.
Esa palabra mágica como el cielo
que te lleva a lo inimaginable
y te hace sentir que jama estarás solo.
Conjunto de sentimientos donde
todo comienza, pero nunca termina.
Donde los valores de la vida
se ponen en juego y ella misma
te va enseñando como seguir.
Mi adulta jovencita,
mi luna creciente y yo
nos agarramos bien fuerte de la mano
por qué el sendero de la magia
era muy grande y lo teníamos que aprender…