Desperté empapado y desorientado; tardé varios segundos en caer en la cuenta de que estaba sufriendo de las primeras lluvias de Goran, y unos más en reconocer que estaba perdido. A decir verdad, dejé de prestar atención a mi entorno a mitad de mi carrera, más o menos, así que no había forma de saber dónde estaba, y aunque mi visión nocturna era excelente, estaba lejos de ser suficiente para reconocer puntos de referencia en medio de un bosque enorme, en un área desconocida, bajo un cielo nocturno que ni siquiera deja pasar la luz de las estrellas gracias a las nubes de humedad. Considerando las circunstancias, ya era una bendición que fuera capaz de ver mis alrededores inmediatos.
Los cachorros yacían enterrados en mi costado, inconscientes; suspiré de alivio al ver que no se habían movido mientras yo mismo estaba incapacitado. Ver los últimos vestigios de mi manada allí dormidos me provocó un ataque de tristeza, pero lo reprimí de inmediato: mi prioridad era protegerlos, y debía enfocarme en eso. La pena sólo hará la tarea de sobrevivir más difícil. Los tomé con cuidado en mi hocico y, agradecido de que nada malo ocurriera mientras tomaba mi descanso forzado, marché.
La ansiedad empezó a carcomerme por dentro meros minutos después. La naturaleza no es un sitio amable, y mi situación era ya bastante mala sin considerar el problema de tener que cuidar de 2 cachorros de apenas un mes de edad por mi cuenta; el futuro no era alentador. Lo ideal habría sido una cueva o grieta de algún tipo, pero encontrar una en tan poco tiempo requeriría muchísima suerte, y no iba a arriesgar nuestras vidas en suerte, por lo que tomé la siguiente mejor opción que se me ocurrió: trepar un árbol.
No tomó mucho tiempo hallar un árbol suficientemente grande para arreglar un espacio en sus ramas; todos los árboles de esa arboleda continental son gigantes de todos modos. La parte difícil empezó cuando traté de escalar el tronco con ambos cachorros en el hocico, cuando hacerlo sin nada encima ya era bastante complicado. Fallé unas cuantas veces, y cuando alcancé una posición cómoda, mis patas ya empezaban a sangrar por el esfuerzo de no caer de espalda y lastimar a los pequeños. Digo cómoda, pero realmente sólo era cómoda para los cachorros; el sitio que elegí era más pequeño de que aparentaba, y acabé colocándome al borde, con mi espalda casi colgando en el aire, rodeando a los cachorros. Sobra decir que no pude dormir esa noche.
La mañana, o lo que asumí era la mañana, a juzgar por la claridad que invadía la oscuridad lentamente, tardó demasiado en llegar. Para entonces los cachorros ya habían despertado una vez antes de dormir de nuevo, y sentí punzadas de culpa al sentirlos hurgando en mi estómago, en busca de pezones que no estaban allí; descarté el pensamiento al convencerme de que sobrevivirían de todas maneras. Bajé cuando cuando consideré que había suficiente luz para navegar el bosque con normalidad, ye di a la tarea de buscar un refugio decente.
Decidí rastrear el curso del agua de lluvia, con la esperanza de dar con un río eventualmente. Quizá fuera porque el único Goran que había experimentado fue junto a la manada, pero había empezado a notar lo calmo que era el bosque. No me refiero al silencio, que sólo hacía acto de presencia cuando el sonido de las gotas contra las hojas, la madera y el suelo dejaba de importar, sino a la quietud de los animales. Podía verlos: roedores asustados entre los arbustos, pájaros alertas en los árboles, incluso algunos reptiles en busca de presa, pero ninguno emitía el menor ruido, y por instinto, opté por hacer lo posible para hacer lo mismo.
Tardé dos horas en alcanzar el río que buscaba, una ancha banda de agua que podría haber confundido con un lago si el agua no fluyera en una clara y evidente dirección. Fue allí donde sacié mi sed y la de los cachorros, donde finalmente tuve que descansar de la carrera del día anterior, la escalada al árbol y la noche de vela, y donde me encontré perdido en cuanto a qué hacer a continuación.
Recordaba vívidamente que debía huir de los humanos, y aunque estaba seguro de que no nos perseguirían muy lejos a causa de las lluvias, cual fuera la distancia que corrí el día anterior era todavía muy cerca para sentir cómodo y a salvo. El problema era que no podía hacer muchos avances cuando tenía que cuidar de dos infantes que de ninguna manera podían seguirme el ritmo. No tenía más opción que sentar base en una zona cercana, criarlos y esperar unos meses a que fueran capaces de correr por su cuenta. Sería perfecto si fuera un sitio al que ningún anal pensará en acercarse, desde que tarde o temprano me vería obligado a dejarlos solos para cazar.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de cascos detrás de mí, y de inmediato vi a un pequeño grupo de derfen, uno de ellos aproximándose al río a mi lado, recordándome que las fuentes de agua naturales son puntos y reunión para animales. Consideré, por el más breve de los instantes, atacarlo, pero sabía muy bien, y el sujeto en cuestión también lo sabía, que yo no sería capaz de ganarle a una banda de derfen por mi cuenta, así que lo dejé tranquilo y seguí descansando. Los derfen permanecieron alrededor cerca un rato antes de irse, y poco después me levanté yo también. Tenía un refugio que encontrar.