Día ?? de Primano, año 5?? de la era Suran
Hambre. Tristeza. Confusión. Las tres de vuelta, pero con una nueva compañera que no estaba presente en el pasado: Ira.
Arkas no tenía memorias concretas de su vida antes de que Vidion lo adoptara; para entonces, él era apenas más que un joven gato sin completo sentido de sí mismo, pero esas tres sensaciones lo acompañaban tan de cerca que era imposible no tenerlas grabadas en lo profundo de su alma. Vidion fue quien le dio esperanza, luego de encontrarlo medio muerto y acogerlo.
En ese entonces, Vidion aún era un hombre relativamente joven. Vivía en una solitaria torre a considerable distancia del poblado más cercano, y pasaba el tiempo encerrado ahí, estudiando. Arkas nunca entendió bien qué era lo que Vidion estudiaba tan apasionadamente, incluso luego de aprender a hablar, pero sabía que era importante, y sabía que estaba relacionado con esa energía extraña que más tarde vino a conocer como gram, y que algunos años aprendería a utilizar, si bien superficialmente. Tampoco es que pusiera mucho esfuerzo en entender, y Vidion nunca pidió nada más que su compañía.
Con los años, Arkas superó gradualmente su trauma y se convirtió en una espectacular pantera de ojos dorados. Cazaba de vez en cuando en los bosques de los alrededores, pero su prioridad siempre fue Vidion. El entonces más entrado en años académico tenía un aprecio enorme por Arkas, siendo la única compañia constante por mucho tiempo, y desde que notó cómo parecía entender sus palabras, se dio a la tarea de enseñarlo a entender, leer, y finalmente a hablar. Fue una tarea lenta, Arkas no era ningún genio, en estándares humanos al menos, pero en menos de cinco años ya eran capaces de mantener conversaciones decentes. Fueron tiempos llenos de gozo para ambos; mientras Vidion descansaba de estudios que no parecían progresar demasiado, Arkas se regocija a de poder hablar con su benefactor. Ambos disfrutaban las lecciones tanto, que cuando no hubo nada más de lenguaje que enseñar, Arkas empezó a estudiar el gram.
Si el objetivo era extender las lecciones, lo lograron por un amplio margen: el progreso era increíblemente lento, sobre todo porque Arkas no poseía entendimiento instintivo del gram como un magram tendría, sino que debía estudiar como un ser humano, pero a pequeños pasos fueron haciendo progreso. Arkas mostró especial interés en elementos ilusorios, como el agua, la niebla y las sombras, lo cual dificultó por varios grados su aprendizaje. Fue durante estos años de lecciones sobre el gram, mientras Arkas aprendía a percibirlo, sentirlo e influenciarlo, que los más increíbles cambios ocurrieron en Arkas. Al principio no era mucho, el gato simplemente se volvió capaz de sostenerse en 2 patas; conforme más lo hacía, sin embargo, su estancia se volvía visiblemente más estable, hasta que su forma bípeda se volvió tan natural como su forma cuadrúpeda, y sus pulgares crecieron hasta volverse de hecho útiles. Todo ello ocurrió en el lapso de 3 años, sin signos de detenerse, y accidentalmente se convirtió en la inspiración de Visión para lograr un avance mayor en su investigación. Arkas siguió mutando gradualmente por una década, hasta que su dominio básico del gram era decente y su forma era más cercana a un hombre bestia. Fue para entonces que la tragedia llegó.
Vidion era ya anciano, y Arkas llevaba más de 30 años viviendo con él. Su nueva forma le permitía hacer mucho más por su maestro, y había tomado el papel de mayordomo del viejo; su tamaño general no cambió mucho, pero ahora que se sostenía en dos patas, tenía la altura de un humano adulto relativamente bajo. Vidion nunca había cortado lazos con la civilización, y su investigación, aunque no de conocimiento público, de ningún modo era secreta. Era difícil sentir avaricia por los conocimientos que sus estudios aportaban, dado lo específicos, y desde cierto punto de vista inútiles, que podían llegar a ser, pero para cierto rey con un interés muy específico en lo que aquello podía aportar a su propio poder militar, era sumamente tentador.
Este caprichoso rey sabía perfectamente que para propósitos tan nefastos Vidion nunca aceptaría ayudar, por lo que tomó la drástica desición de usar violencia. Una tarde en la que la torre era rodeada de niebla, una tropa de mil soldados rodeó la torre, para amarga sorpresa de Arkas y Vidion. Ninguno de los dos era tan fuerte para enfrentarse a todos ellos, e incluso sus artes gram eran de poca utilidad, menos aún las de Arkas que se centraban en ilusiones, sin contar que aún no las dominaba por completo. Vidion reconoció el estandarte que llevaban, y supo de inmediato la razón de su invasión. Arkas vio la determinación en los ojos del anciano cuando se volvió y le pidió ayuda para empacar todos los libros, notas, diarios y objetos relevantes de su investigación, para luego ordenarle que se ocultara y huyera. El gato insistió en irse juntos, pero Vidion se negó, pesar visible en su rostro, explicando que las ilusiones de Arkas no eran suficientes para apoyar a dos personas, y aún con ellas, la única razón por la que él podía escapar era porque nadie sabía de su existencia. Arkas sabía lo importante que aquella investigación era para Vidion, así que después de un instante de duda corrió a las escaleras hacia abajo, conjurando ilusiones para no ser percibido. Evitó a los soldados que ya subían por el tercer piso, se coló en la cocina, que por fortuna no habían revisado muy meticulosamente, y tomó el túnel de escape que su maestro le había mostrado hacía años; Arkas recordó con lágrimas en los ojos cómo en aquel momento le pareció gracioso la existencia de tal pasaje en la residencia de un solitario viejo, y procedió con prisa en sus patas por el estrecho corredor. Desde cierta distancia, vio cómo eventualmente arrestan a su maestro, se lo llevaban, y dejaban la mitad de la tropa buscando pistas en la torre. Arkas se marchó poco después, temiendo ser encontrado.
Fueron días difíciles para Arkas; le resultaba imposible entrar a ningún pueblo, debido a que él mismo no era humano, mucho menos una ciudad, y aunque sabía qué reino se había llevado a Vidion, no tenía idea de dónde estaba o cómo llegar. Le tomó un mes encontrar direcciones correctas, mes durante el cual se vio obligado a recuperar parte de su origen salvaje para sobrevivir.
Llegó a la ciudad que era su objetivo sin un plan efectivo para el rescate, consciente de que era imposible entrar legalmente y sus artes gram eran muy débiles para ser efectivas. Todo el ciclo de ideas que transitaba por su cabeza se detuvo cuando la ciudad entró en su campo de visión, y Arkas tuvo la espantosa realización de que ya no necesitaba rescatar a nadie; o mejor dicho, ya no había nadie a quién rescatar.
Arkas había aprendido mucho de los libros de Vidion, leyendo en su tiempo libre, que era mucho, y había leído del trato que recibían los criminales más peligrosos en algunos lugares: podían haber muerto de muchas formas, y podrían haber sido castigados de diferentes maneras antes de morir, pero al final tomaban sus cuerpos y los exponían fuera de la ciudad, ya fuera en lo alto de la muralla o en explanadas especiales, por un período de tiempo, durante el cual usualmente la carne decaía y las aves de carroña despedazaban los cuerpos. Despues de una semana ya no quedaba mucho cadáver que tomar de vuelta. Allí, colgando en lo alto del muro, junto a los cuerpos de quienes pudieron ser horribles criminales, , Arkas reconoció a su maestro.
Tendría a lo mucho un día de colgar ahí, medio desnudo, y aún estaba relativamente intacto, por lo que aún eran visibles las cicatrices frescas que señalaban la espantosa tortura que debió sufrir antes de morir. Evidentemente, Vidion no les dio lo que querían, y por eso terminó en ese estado. Arkas pues casi consumido por la pena y la furia, pero conservaba suficiente sentido de sí mismo para saber que no podía hacer nada al respecto. Durante la noche, y bajo la cubierta de la lluvia incesante y la oscuridad, logró colarse hasta el muro, retirar el cuerpo de Vidion y huir de inmediato.
Con el conocimiento de la ruta, Arkas volvió a la torre en escasos 8 días; el olor del cuerpo se volvía insoportable, pero el gato perseveró hasta alcanzar su destino. Cavó una tumba en el patio trasero, enterró al anciano allí, y marcó el sitio con un grabado en una roca. Era un símbolo circular extraño que Arkas había visto múltiples veces, pero nunca entendió su significado; Vidion, sin embargo, hablaba en repetidas ocasiones de lo importante e imprescindible que aquél símbolo era en su investigación, y así, Arkas vio apropiado marcar su lugar de descanso con ello. No se quedó mucho tiempo allí, aún si ya no había soldados en las inmediaciones, era doloroso ver aquella torre vacía. Se tomó su tiempo para dar un último recorrido, grabando firmemente las memorias que yacían en aquel lugar; cerró la puerta, abandonó el lugar, jurando bajo su aliento que volvería con imparables poderes, y que entonces obtendría su venganza.
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«Hay una extrañamente vaga leyenda popular en los reinos de Treyan y Kraden, que en el pasado formaron parte del gran reino de Trishia; la gente común no parece saber mucho al respecto, pero en escalones medio a superior de la sociedad, se rumorea la existencia de un lugar conocido como la "Torre de Arkas" en el que es posible obtener cualquier conocimiento que alguien desee desesperadamente. Los rumores señalan que la torre debería estar en algún lugar del gran bosque de Koshva, en la región noreste que permanece cubierta permanentemente, pero nadie nunca ha dado con ella. El problema real, sin embargo, es el hecho de que quienes busquen seriamente el lugar, con verdadera sed de conocimiento, nunca vuelven a ser vistos después de entrar en aquél bosque, cuando aquellos que sólo sufren de terca curiosidad avanzan en círculos hasta salir de nuevo, agotados, rendidos y sin la menor pista. Desde reyes, nobles, académicos, mercenarios y soldados, todo tipo de personas han desaparecido allí, y hasta la fecha es un misterio el destino de aquellos que, en su imprudente persecusión de conocimiento, pusieron su de en tan oscura u poco confiable historia.»
Extracto de "Leyendas de los 4 Continentes", escrito por Santer Caron, 889 e.s.
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