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Chapter 23 - Área Segura

El bosque brillaba con los trozos de luz que el reflejo del sol de la tarde en las gotas de lluvia que descansaban en cada superficie de los alrededores, y los insectos entonaban una melodía digna del crepúsculo que lentamente caía en el horizonte. Goran se acercaba a su fin, y aunque aún caía suficiente agua para mantener la humedad, el cielo azul, limpio de nubes grises, no dejaba lugar a dudas. Me encontraba trotando río arriba, prestando atención al entorno a pesar de mi cansancio de la cacería del día, debido al problema que había retrasado usando los aguaceros como excusa: debíamos seguir moviéndonos.

Nunca fue mi idea asentarme en la zona, mucho menos tomar ventaja del nido de ninguna otra creatura; ahora que el clima lo permitía, y mientras aún no veíamos la blancura de Novan, debíamos aprovechar la oportunidad para reanudar nuestro progreso, pero no podía tomar desiciones precipitadas, y por eso me encontraba fuera tan tarde, cuando por lo general descansaba: reconocimiento del terreno. Conocía bastante bien el territorio del anfitrión, pero no me había aventurado mucho más allá. Mi primera vez fue durante aquella primera cacería del derfen con mis hermanos hacia poco menos de un mes, y desde entonces, si bien no volví a llevar a mis hermanos a cazar presas grandes, sí volví al claro un par de veces más, buscando la razón de aquella inquietud que sentí en ese lugar.

No me tomó mucho trabajo llegar a la conclusión de que el fenómeno era causado por el anfitrión y el territorio que reconocía como suyo. La inquietud era provocada cuando salía del territorio y por ende de su protección. Hice varios viajes en los siguientes días, sin ir demasiado lejos, tratando de reconocer los límites del territorio del anfitrión mientras me acostumbraba a la presión que el ambiente desprotegido generaba; probablemente viví así antes, pero era complicado reacostumbrarse de nuevo después de varios meses de refugiarme con otra potencia tan abrumadoramente superior a mí. Supuse también que esa era la razón por la que no habíamos tenido tantos problemas mientras vivíamos ahí.

Aquella tarde, sin embargo, decidí tomar un paso más allá, y salí con la intención de explorar más lejos fuera de la protección. Debía asegurarme de cuán peligroso resultaría, y de las peculiaridades del terreno. Creí haberme acostumbrado bastante bien a la presión, y tenía confianza en mí dominio de las sombras para ocultarme y escapar si era necesario. Había practicado diligentemente mis habilidades todo ese tiempo, y mi maestría del camuflaje era remarcable; estaba aún lejos de perfección, claro, pero no sería capaz de notar ninguna diferencia a corto plazo. Adicionalmente, empezaba a vislumbrar otro camino en el que podía emplear las sombras, pero me llevaría un tiempo entenderlo.

Llegué al claro en breve, cuando la luz rojiza del atardecer empezaba a desaparecer, y las sombras de los árboles tomaban posesión del bosque para dar la bienvenida a la noche, tal como esperaba: la oscuridad nocturna me daría mucha mejor cobertura, y dado que me aproximaba a lo desconocido, ninguna precaución estaba de más. Me apoyé en los desnivelados cantos por los que la cascada caía, y llegué a la cima en unos cuantos saltos. El camino adelante no lucía muy diferente, pero la presión era más potente, al punto de que la inquietud de la que me había deshecho en los días anteriores volvió de inmediato. No me acobardé, sin embargo, y dispuse el gram a mi alrededor para ocultarme al menor signo de peligro. Usando cada truco de sigilo que conocía, me aventuré sobre el curso del río.

No podía estar seguro de si la presión era causada por enemigos en los alrededores o por alguna otra creatura tan poderosa como nuestro anfitrión, y no sabía cuál posibilidad era peor para nosotros, pero la duda no detuvo mi exploración. En el lecho y las orillas del río las rocas seguían predominando, interrumpiendo la constancia del bosque en la que el río habría encajado perfectamente; el lecho permaneció a un nivel casi constante de altura, haciendo giros hacia la izquierda. La presión no dejaba de aumentar, si bien lentamente, y la valentía que me llenaba cuando partí empezaba a vacilar. Antes de que me acobardara y huyera, sin embargo, un grito espantoso y ligeramente familiar llegó a mis oídos, seguido de inmediato por un gruñido extraño que casi parecía un siseo. Tuve una premonición, y me acerqué cuidadosamente a observar lo que asumí sería una pelea. Llegué a un pequeño claro recién formado a la orilla del río, con gran cantidad de árboles que yacían en el suelo, rotos, alrededor del sitio que tenía todas las señales de no haber sido un claro hasta algunos minutos más temprano.

Lo primero que fui capaz de ver fue un enorme gorila negro visiblemente agitado, dando puñetazos al suelo a su alrededor. No se ven muy a menudo en el bosque, y aquella era la primera vez que veía uno desde que había quedado solo, en especial en tal estado de frenesí. Lo segundo que noté fue el cuerpo flácido de una serpiente, de un color verde musgo casi camuflado en el lienzo de colores del bosque, hecha pedazos en el suelo bajo los puños del gorila; ambas criaturas, si bien no se comparaban al anfitrión, eran realmente gigantescas para mis estándares, y era incapaz de verme frente a ellos y sobreviviendo. Sólo podía imaginar que aquellos eran los que habían estado peleando hasta hace unos momentos, y me resultaba evidente que el primate había ganado. La escena no tardó en probar mi error, sin embargo, cuando una serpiente idéntica a la primera, o lo que supuse era idéntico a cómo se veía el montón de carne pisada que llegué a ver de ella, se deslizó por entre los árboles justo cuando el ganador se volteaba para marcharse y bajaba la guardia, hábilmente se enroscó desde el pie, arreglándose para subir hasta el cuello de su víctima y clavar sus colmillos antes de que el gorila tuviera un momento para reaccionar. La serpiente permaneció inmóvil por dos largos minutos, soportando cada brutal golpe y sacudida, hasta que de forma gradual el mono empezó a perder vigor y fuerza, eventualmente cayendo de rodillas. No había manera de que sobreviviera ahora, a la vez que vi algunas otras serpientes más pequeñas aproximarse al claro. Lo tomé como mi señal para retirarme.

Aquella expedición me enseñó que el área en la que me encontraba era mucho más mortal de lo que creía, y que la única razón por la que estábamos a salvo muy probablemente se debía a la presencia del anfitrión en el área, de cuya influencia casi me había alejado demasiado esta vez. Pasaría muchísimo tiempo antes de que pudiéramos escapar por nosotros mismos, si acaso alguna vez lo hacíamos.