La sensación, o mejor dicho, la falta de sensación que me asaltó duró un mero instante, pero fue suficiente para aterrorizar me, antes de que inmediatamente sintiera el suelo de nuevo. Los ruidos del bosque se habíam detenido casi por completo, y la brisa que golpeaba mi rostro era extraña, desconocida. Fue la voz del humano la que me recordó que seguía con mis ojos cerrados.
– Adelante, abre los ojos. –Hice como me dijo, y la vista que me recibió me dejó sin palabras.
Creo que he dejado bastante claro que había vivido la totalidad de mi corta y ajetreada vida en el mismo bosque, si acaso en diferentes regiones del mismo —porque ya había adivinado que aquel bosque era enorme, mucho más de lo que yo estaba enterado— así que no conocía ningún otro escenario o ambiente, hasta aquel momento, al menos. El ligas en el que nos encontrábamos era la cumbre amplia de una montaña, desde la que se alcanzaba a ver una expansión de bosque inimaginable en tamaño; la expresión "mar de árboles" me vino a la mente, pero desde que no estaba seguro de qué era un mar, dejé el pensamiento pasar de lejos. La imagen de aquella alfombra de verde, decorada con rastros de niebla en el horizonte que no terminaban de disiparse, y en la cual posaba mis ojos por primera vez, me encantó de una manera que al día de hoy, habiendo presenciado vistas mucho más mágicas, me resulta inolvidable.
Fue la voz del anciano, de nuevo, la que me sacó de mi trance.– Movámonos, que el pequeño necesita tratamiento de emergencia.
Fue entonces que recordé la condición de Jak, y tragándome la culpa y vergüenza de haberlo olvidado por siquiera unos momentos, me di la vuelta para seguir al extraño, que ya tenía al cachorro inconsciente en sus brazos, con Kass siguiendome de cerca. Nos aproximamos a una cabaña bastante limpia y ordenada, ubicada bajando la ladera en la otra dirección. Detrás de la cabaña se alzaba un bosquecillo abierto, y tras él levantaba otro pico de montaña lo suficientemente alto para no permitirme ver más, el cual me dejó muy claro que ni siquiera estábamos en la sima de aquella montaña. Contuve mi curiosidad por la vista que podría presenciar desde la verdadera cumbre, y seguí a mi compañía hacia la cabaña.
Tuve cierta aprehensión al llegar a la puerta, porque sabía de primera mano que no éramos usualmente bienvenidos en hogares humanos, pero un gesto del viejo me dio el coraje, y me dejé pasar por el portal. El interior era tan limpio como el exterior sugería, y mi mente, como de usual, captó de inmediato las cosas presentes y ausentes: había muy poco mobiliario, sólo un sofá bastante amplio con una mesita de té, una mesa pequeña con 2 sillas y una estantería de libros bastante grande. Alcancé a ver la entrada a lo que parecía ser la cocina en una esquina opuesta y una puerta cerrada frente a la mesa, antes de que entráramos a una tercera habitación. El cuarto, de tamaño mediano, según mis estándares, estaba casi vacío, a excepción de un gran colchón en el piso contra la esquina. El anciano puso a Jak ahí mismo, antes de empujarme a mí y a Kass fuera murmurando algo sobre cómo seríamos una molestia, y cerrar la puerta detrás de nosotros.
Pasamos algunas horas en el sofá, sólo esperando; Kass fue capaz de dormir una buena porción de ese tiempo, a diferencia de mí, que me encontré incapaz de mantenerme quieto y terminé dando vueltas alrededor. La cocina estaba mucho mejor provista que la sala, incluso si no sabía qué eran aquellas cosa o cómo usarlas, y encontré otra puerta que, aunque cerrada, el olor a excremento me dijo lo que tenía que saber sobre la utilidad del cuarto. No mucho después, llegué a mi límite y decidí salir. No me llevó mucho tiempo recorrer todo el bosquecillo detrás de la cabaña; un lugar un poco demasiado tranquilo para mis estándares de lo que un bosque debería ser, pero agradable en sí mismo, con sus árboles de altura media dispersos que dejaban espacio más que suficiente para correr a través. Lo habría disfrutado mucho más de no haber estado en el ofuscado proceso de liberar estrés mientras corría. Aunque me sobraban ganas, por precaución, decidí no escalar la cumbre contigua.
Mi carrera acabó conmigo sentado en el alto al que llegamos en primer lugar, contemplando nuevamente lo que mi mente, en contra de mi voluntad, ya había decidido reconocer como un mar de árboles. Le presté más atención esta vez, en un intento por distraerme de pensamientos inútiles, y empecé a ver más detalles. Las hojas de los árboles se movían casi por turnos, dejando en evidencia la enorme magnitud de aquél bosque que el viento no lograba recorrer con prontitud, y dejaba tras de sí un rastro de ramas danzantes que regresaban a su quietud gradualmente. El viento en ocasiones también traía, cuando venía en mi dirección, reducidos sonidos, casi desvaneciéndose, de lo que habría sido en su origen un magnífico rugido, los cuales me hacían imaginar la clase de bestias que habitaban ese lugar. La niebla en el horizonte, ya retirada, daba una visión aún más amplia de la jungla, y todo aquello, en su conjunto, me generaba un extraño sentido de familiaridad; no me resultó extraño encontrarme sospechando que aquél era otra región del mismo bosque en el que había vivido toda mi vida, y sin embargo, mi intuición dictaba que en algún momento viví en alguna parte de aquella tierra que entraba en mi campo de visión.
No estoy seguro de cuánto tiempo pasó antes de que llamaran por mí: el sol no había bajado mucho en el horizonte, así que asumí que quizá habría sido un par de horas, incluso si se sintió mucho más largo que eso. Encontré a Jak, aún inconsciente, alrededor de una nueva manta que no cubría para nada el olor a sangre, pero su expresión y gestos ha no mostraban el dolor que recordaba.– Tardará unos días en recuperarse, pero ya no corre peligro, al menos. –No fue hasta que realmente escuché aquellas palabras que el alivio me inundó, a la vez que la ansiedad que había ido creciendo con los días me abandonaba de golpe. Sentí mis miembros casi doblarse por el alivio, y con algo de trabajo logré sostenerme; no quise molestar a Jak en su descanso, así que con una última mirada, me retiré débilmente a la sala de estar. Kass seguía dormida, y sintiendo el cansancio acumulado empezar a agobiarme, me dejé caer alrededor de ella. El sueño se apoderó de mí casi al instante, y entre dudas y consuelos, perdí la consciencia.