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Chapter 27 - Imposible.

-Cuando niños, los ancianos nos enseñan a estar en sintonía con la luz de la Diosa- le dijo Seras a Redhand mientras ponía sus manos en su herida; - no era mi fuerte, pero debería ser suficiente como para que puedas caminar-.

Un fulgor dorado pareció aliviar el maltrecho pie de Red.

-Debo agradecer entonces a tus maestros, creo que será suficiente, Zarat dice que debemos ir lo antes posible por ese Fenrar-.

-Aquello, me parece lo más sencillo- Seradriel miró al suelo, triste, realmente le dolía haberle hecho tanto daño a Mork, había sido su pareja por 8 años, y ahora en un par de días había caído locamente enamorada del humano de cabellos blancos; -no sé cómo miraré a Mork nuevamente-.

-Hazlo como siempre, aunque, tal vez sea mejor que no le hables a menos que él te lo pida, es lo que haré yo, creo que está a un paso de sacarme la cabeza-.

Seradriel no pudo sonreír con la broma de Red, prefirió centrar sus pensamientos en la batalla que librarían en el campamento gnoll. Hace ya tiempo ella sabía la ubicación de aquellas bestias, pero sin un grupo de guerreros contratacarlo habría sido imposible, pero Redhand era un ejército en sí, solo esperaba que la fuerza del aparecido fuera suficiente contra uno de los discípulos de Gar'Dal.

Estaba por amanecer, Red y Seradriel salieron de la casona del anciano Zarat con un aire de: No importa qué, ganaremos.

A un par de metros estaba el enorme Mork apoyado en una viga, llevaba un enorme martillo de madera a la espalda y un hacha muy especial y elaborada que Seradriel había forjado pensando que podría cortar lo que fuera, un tanto diferente a la que uso para golpear a Red y Zaharzim.

-Traje tu arma- le dijo con una frialdad fingida, porque en el fondo estaba inconmensurablemente triste; - la limpié, es hora de ensuciarla nuevamente; - le sonrió sin querer.

-no dudes de eso, Mork- le contesto Seras tomando el enorme arma;- hoy libraremos este mundo de un monstruo-.

Redhand guardo silencio, el no necesitaba un arma, sus manos eran un arma imponente, más cuando estuvieran teñidas de rojo con la sangre de gnolls.

El grupo dejo Zurvarat en dirección al este. Ahí estaba su premio.

El campamento Gnoll estaba tranquilo, había apenas un par de guardias apostados en 3 puntos de una débil empalizada.

-Necesito que me sigan, no tengo dudas de que son buenos guerreros, lo sé, pero en vida fui un asesino, el sigilo es mi fuerte;- les dijo Red, los tres estaban ocultos y asintieron con la cabeza;- me adelantaré y mataré los guardias sin llamar la atención, cuando termine les haré una seña para que entren por la sombra de las tiendas, traten de ser lo más discretos posible, se colaran dentro de aquella tienda;- le señalo una de las carpas más amplias y que al parecer estaba cerrada por ambos lados- si es la de Fenrar griten, no sé qué tan fuerte es esa cosa, pero si lo es, yo gritaré, cargaremos contra los gnolls, déjenme a Fenrar a mí-.

-No somos tan débiles, humano- le dijo Mork molesto por la precaución de Redhand;- pero esta vez te haré caso-.

El semi orco y la Elfa se quedaron en los arbustos bien ocultos. Mientras Red se movió velozmente a su misión.

-¿por qué él? - le preguntó Mork bastante emocional a su compañera; - de todos estos años por qué él, tan insuficiente te fui-.

-hay cosas Mork, que no tienen explicación desde la razón-.

-es algo rebuscado, yo te amo con más intensidad que diez soles, siempre te lo dije, siempre te profesé... todo-.

-Mork, en más de 100 años nunca amé a nadie, y a ti si lo hice-.

-¡entonces! - reclamó el orco tratando de mantener su compostura.

-Te lo dije Mork, no sé por qué, también me duele, dejarte así-.

Antes de que pudieran terminar esa incomoda conversación, Redhand lanzó una piedra contra uno de los árboles, sobre sus compañeros, haciendo caer varias hojas.

Era la señal.

Se movieron agachados hacia la tienda y levantando las pieles entraron en ella. Para su suerte estaba desocupada, entreabrieron levemente la entrada para ver que hacía Red ahora.

El humano se movió entre las tiendas despachando varios gnolls en silencio. Se movía rápidamente, sigilosamente, pasaba por detrás de las bestias y les reventaba la cabeza o la columna, todas cuantas herramientas pudiera usar para acabar con ellos en silencio.

En el campamento había a lo poco 80 gnolls, estaban reunidos al lado del calor de una fogata, cuando el sol empezaba a levantarse por el horizonte.

No se daban cuenta, pero cada minuto que pasaba sus números se reducían rápidamente. Pero la idea de Redhand era clara, los mataría a todos él mismo, no arriesgaría que Seras fuera herida, eso nunca.

Red siguió en su carrera, entrando y saliendo de una tienda en otra, hasta que de pronto se escuchó un grito de dolor ahogado.

Era Seradriel, su figura salió de la tienda levantada del cuello por Mork. Aterrado Redhand se mostró, preparado para asesinar a quien fuera que la maltratase, pero al ver al orco quedo helado.

No podía ser Mork, pero lo era, sus ojos estaban iluminados por un fulgor sombrío. Justo detrás de él su verdadero enemigo se mostró.

-¡Suéltala Mork!, ¡solo te lo pediré una vez!- le gritó Red mientras los gnolls formaban un círculo, entre risas, en torno a la escena.

-La soltaré cuando tú hayas muerto- sonrió Mork poseído por un aura de odio infinita.

La figura que se mostró detrás de ellos parecía un hombre, medianamente alto, de contextura delgada, ataviado de pies a cabeza con vestimentas negras que emanaban la misma aura obscura que los ojos de Mork.

-Así que tú eres Redhand- se rio Fenrar a carcajadas.

-¡haz que la suelte!, o te deparará algo peor que morir; - gritó el asesino con odio visceral.

-El solo la soltará cuando ella muera, o cuando tus mueras, elige Redhand, tu vida o la suya-.

Red sabía que podía matar a Mork antes de que le hiciera más daño a Seras, pero entregar su vida, aunque noble no era una opción, Fenrar no tenía por qué cumplir con aquella propuesta.

-¡No!, Red no le hagas daño, por favor- Seradriel estaba llorando, pero estaba lentamente perdiendo la consciencia, Mork era grande y fuerte, si seguía así Seras moriría.

Redhand gritó enfurecido, sus ojos irradiaron una ira tan grande que todos los gnolls corrieron fuera del campamento, Mork pareció reaccionar por un momento y soltó a la elfa, quien herida calló de rodillas llevando las manos al cuello, tratando de tomar aire.

Fenrar retrocedió un paso, pero no se intimido como sus tropas.

-¡Sombras! - gritó Fenrar y el espacio que le rodeaba pareció desgarrarse, un ciclón de obscuridad lo envolvió y se vio enorme, dos alas sombrías se extendieron de su espalda; - Gar'Dal estará satisfecho con la muerte de otro aparecido-.

-¿Gar'Dal me quiere muerto?, es un halago saber eso del Rey de Xera;- Redhand se movió haciendo un círculo alrededor de Fenrar, se veía aterrador, incluso más que él con sus ojos desatados; - libera a Mork, es la última vez que te lo pido-.

-Eso no será posible- dijo Fenrar con la voz deformada por su oscura magia, una sonrisa pálida se dejó ver solo mientras movía los labios, luego la sombra la ocultaba inmediatamente, como si solo quisiera hacer ver su actitud de superioridad- veamos quien es más fuerte, claro, en un combate a muerte-.

Mork corrió con ira, poseído nuevamente por la magia de Fenrar, solo veía frente a él quien le había quitado todo cuanto amaba, nadie sobreviría, ni Redhand ni la traidora de Seradriel.

Mork dio un enorme salto y haciendo un puño con ambas manos se dispuso a golpear a Redhand, pero este solo le hecho una mirada y con un movimiento de su mano, tan rápido que se vio antes del soplido del viento, noqueo a su amigo, haciéndolo saltar, increíblemente, varios metros.

-Pero que aburrido eres, Redhand Redhand Redhand, que estúpido nombre tienes, tan estúpido como será tu muerte y de todo cuanto quieres-.

Red pensó que Mork había quedado fuera de combate, pero antes de que notara su error el enorme medio orco lo agarró con todas sus fuerzas con sus brazos, tan fuerte que incluso la sólida composición física de Redhand se vio lastimada, aún se hallaba exhausto de su combate con Zaharzim.

Red trató de zafarse del agarre de Mork pero no pudo. Se dispuso a lanzar un cabezazo hacia atrás con lo que definitivamente lo noquearía, pero aterrado vio a Fenar.

Había hecho una espada de sombras, y con ella había traspasado el pecho de Seradriel.

-¡Seras!- gritó Redhand con tanto terror como furia, tanta ira que no se molestó en ser cuidadoso con su amigo, extendió sus brazos con fuerza y desgarró los músculos de los brazos del orco que calló arrodillado, llorando, desde dentro, en el fondo de su cuerpo que no respondía a sus órdenes veía como la mujer que amaba caía herida.

-Lo siento, Red, esto se tornaba aburrido, un giro dramático es lo que necesitaba esta obra- rio el brujo desquiciadamente, pero no paso un segundo, Redhand corrió hacia él y golpeo con Taladro tan fuerte y devastadoramente que el brujo salió volando por una fuerza centrífuga, que si bien no traspaso su armadura sombría si lo alejo muchos metros de donde estaba, hizo agitar sus alas y pudo estabilizar su vuelo.

Red sostuvo a Seras entre sus brazos, sus ojos ya no brillaban, se habían apagado, Seradriel estaba irremediablemente muerta.

El humano acercó sus labios a los de la Elfa y la beso tenuemente, como si esperara que aquello remediara todo, pero no fue así.

Fenrar rio frenéticamente, comenzó a juntar energía vil, de un color verde toxico, tan densa que dos orbes viles se formaron, uno en cada mano.

-Sabes por quién luchas si quiera, Redhand- le gritó Fenrar para que escuchase a lo lejos.

Red le miró, sus ojos se veían tan rojos, tan sanguinolentos que habrían aterrado a cualquier débil de mente, pero Fenrar era poderoso e inteligente. El humano se puso en posición como si fuera un velocista y extendió su mano derecha hacia atrás, extendiendo todo lo que pudo su brazo, y en dirección contraria su otra mano, con ambas pareció imitar unas garras.

-¡Te engañaron Red!, Zurvarat pertenece al culto de dragón negro, son los malos, no lo comprendes, claro, tus amigos tampoco lo sabían, pero, qué más da, te salvé de actuar por ellos- Fenrar siguió hablando entre risas sórdidas; - claro no lo comprendes, no sabes nada de este mundo-.

-¡Mi nombre es Gar'Dal Dark Dreams!- gritó Redhand.

Fenrar escuchó impactado aquello, pero no podía ser cierto, ese enclenque nada tenía que ver con su maestro.

-¡Mi apodo Redhand el Segador de Muerte!-.

-¿Qué mierda dices?, ya perdiste la cordura, hombrecillo patético-.

-¡Mi lema Honor, Amor y Muerte!-.

Fenrar juntó ambos orbes viles, molesto por el discurso de Redhand, pero por qué le molestaba aquello, no podía ser real. Formó un orbe más grande, masivo y muy denso.

-¡Para ti Fenrar, hoy solo habrá muerte! ¡Cortaré tu alma de raíz!-.

-¡¡Gran Rey vil!!- gritó el brujo lanzando el orbe, del que nació un serpenteando un dragón verde que pareció engullir a Redhand en un instante.

Fenrar rio satisfecho, ni había sudado. Pero, aterrado vio como tenía los ojos de Redhand frente a los suyos, a esa distancia si sintió miedo, un terror tan grande que sintió que su cuerpo se reducía a nada, ¿o así fue?

Redhand en su estadía en la Tierra había entrenado una técnica con la cual vencer a cualquier rival, de forma rápida. Luego de su batalla con Zarkov, el zar de la droga de Moscú, que había desarrollado una bacteria que levantaba a los muertos como autómatas en un inútil intento de revivir a su hijo, sintió que incluso siendo tan fuerte y rápido había enemigos que podían superarlo, Zarkov era más rápido que él y le había hecho mucho daño en su pelea, tanto que al fin del día apenas tuvo lo necesario para salvar a Kalair de una muerte segura. 

La técnica que creó era un complejo salto hacia delante, fuerte y rápido, más de lo que cualquiera pudiera reaccionar y una serié de movimientos de manos que trituran todo aquello a su paso.

Esa técnica se llamaba:

¡¡Fantasia!!

Fenrar vio como si fuera en cámara lenta, pero no por aquello pudo reaccionar, es que ese hombre era en verdad su maestro Gar'Dal, El Rey Demonio, El Dragón Blanco, El Sexto Mago, como quiera que se hubiera llamado durante 6000 años, nada era coherente.

-¡¡Maestro!!- Gritó desesperado.

Su cuerpo de volvió pulpa en una tormenta de sangre.