Redhand ayudo a Mork a ponerse de pie, pero el orco estaba destruido emocionalmente, era culpa de él, de su débil mente, de su falta de fuerza, una vorágine de pensamientos no dejaba de torturar la psique del guerrero.
Aun así, siguió a Red en silencio.
Redhand sostuvo el cuerpo de Seradriel en sus brazos, y junto a su amigo caminaron de vuelta a Zurvarat.
Zarat respondería todas las preguntas que él le haría, o moriría.
Los habitantes de Zurvarat vieron en silencio como llegaba Red ensangrentado con su querida Elfa en sus brazos, al lado de él, con esfuerzo, caminaba Mork, con los brazos desgarrados.
La puerta de la morada de Zarat se abrió de un golpe de pie tremendo, rebotando el portón en la pared.
-¡Zarat!- llamó Redhand furioso;- maldito viejo zorro, es verdad esto, es verdad que este es un nido de cultistas, que nos enviaste a pelear tu pelea personal-.
Zarat estaba al fondo, en su trono de madera, pero sin mascara, un deforme rostro verde, arrugado y lleno de cicatrices y quemaduras dibujan el aspecto de un ser maldito.
-Sea lo que te haya dicho Fenrar, es probablemente verdad, tu estas destinado, sin embargo, en unirte a mi causa, a la de Zul'Nefar-.
-no me importa a quién sirves, ni que es lo que haces, nos engañaste y llevaste a Seradriel a morir- Redhand dejó el cuerpo de su amada en el suelo, el rostro de la Seras estaba sereno, como si hubiera muerto sin dolor, había sido instantáneo, de un segundo a otro ya no existía, esto, era irremediable; - dame una buena razón para no matarte-.
-No, joven Dark Dreams, ninguna de mis razones aplacara la ira que sientes ahora, si te hace sentir mejor mátame-.
Red saltó hacia Zarat y lo golpeo con el puño con tanta fuerza que rompió el trono en el que estaba sentado el anciano.
-algo nos trajo después de morir acá a Xera, un poder superior, ¿eso me dijiste? - preguntó Red, a lo que Zarat sonrió sabiendo a dónde iba el humano.
-Gar'Dal conoce una magia antigua, si es lo que preguntas, él puede revivir a Seradriel-.
Redhand no pudo evitar ilusionarse con aquello, a la entrada del salón Mork levantó la cabeza y agitando con inercia sus brazos los volvió a colocar en su lugar.
El medio orco caminó hasta el lado de Red y le miró, como si le pidiera permiso para algo, Redhand asintió.
Zarat quedó mirando a Mork un momento, le había criado como un hijo, le había salvado de la montaña ardiente, de donde él también provenía. Mork sería benevolente con él, se sintió aliviado, quizá para ver el plan del Culto cumplirse al fin.
-hijo mío- alcanzó a decir Zarat antes de que Mork le rompiera el cuello con una ira furibunda.
Red no haría daño a los habitantes de Zurvarat, por todo lo que ellos significaban para Seras, dejaría su destino en las manos de Mork.