Habían pasado varios días, en Zurvarat se sentía una paz inquietante, la gente estaba ansiosa, y muchos no volvían aún a las granjas.
Redhand a su pesar se había vuelto más cercano a Mork durante este tiempo, había hecho lo posible por no hacerlo, engañar al que ahora era su amigo, con la mujer que él consideraba su esposa, era para Red, algo desleal, y él nunca había sido así.
Se volvía a hacer de noche, Red volvía a subir al tejado, era tan incómodo como siempre, pero no era un problema, las pesadillas tampoco eran la razón por la que subía allí, solo era el lugar que ambos habían elegido para aquel romance prohibido.
Seradriel subió pocos minutos después, se sentó junto a Red y beso su mejilla, él la miró y la besó en la boca unos instantes.
-¿qué haremos?- le preguntó Redhand, acariciando la mejilla de la elfa con ternura;- No quiero hacer secreto esto para siempre-.
-Red, mañana hablaré con Mork, a solas, él debe entender-.
-yo no entendería aquello-.
-nunca hubo un matrimonio, ni alianzas, ni ceremonia, solo decidimos vivir juntos, yo no le pertenezco, soy libre de amar a quién quiera-.
Al escuchar la palabra amar, Red pensó en Kalair, ¿la amaba aún?, o su corazón era definitivamente de Seras. Ya no importaba, nunca más la vería, esta vida comenzaba de cero y Seradriel era la dueña de su corazón.
Iba a decirlo, le iba a decir a Seras lo que en ese momento sentía, pero una sensación lo alerto, un olor familiar, algo que le pareció tan aterrador, como la peor pesadilla que pudiera sentir ahora. Dio vuelta su mirada hacia el norte.
Separó sus manos de las de Seradriel, y sin importarle darle explicación alguna, saltó como un misil del tejado al suelo, tan lejos que poco tiempo le bastó para perderse entre el bosque.
La Elfa quedó durante un segundo, aterrada e inmóvil, pero luego decidió seguirlo, saltó también del tejado y corrió velozmente en la dirección en que se había ido el hombre que amaba.
No se percató que Mork estaba ahí, junto a la puerta, siempre atento a todo cuanto decían, todo cuanto hacían.
Redhand aceleraba su paso cada vez más, era una carrera frenética hacia un aroma que se volvía cada vez más intenso.
La noche era tan obscura que ya le costaba ver los espesos y peligrosos obstáculos del bosque.
El olor se volvió tan vivido justo al instante que retumbo en el bosque un sonido como si una cuerda de acero se cortase víctima de una tensión inmensa.
Red calló de rodillas, con el tobillo casi separado de su pierna. Miró lo que tenía al frente, era el olor de Kalair, tan vivo, tan intenso, tan impregnado en la bestia que se erguía como un monstruo sin razón a un par de metro de sus ojos.
-¡Por qué hueles a ella! - le gritó con furia.
Era un hombre un poco más bajo que Red, pero también terriblemente alto, su piel era pálida como la de un muerto, sus manos y piernas peludas como un sátiro mitológico, su cabello era purpura y abundante, le caía enmarañadamente hasta los pies. Sus ojos eran desquiciados, apuntaban hacia un lugar perdido, eran naranjos y de una forma muy poco humana. Su sonrisa era como un mal dibujo, exagerada, y mostrando un mar de colmillos.
-Tú debes ser- le respondió el monstruo; - Redhand, tú eres lo que estaba tan impregnado de ella, ella es mía, muy mía, Kalair ya no te pertenece-.
-¡Qué dices! - gritó incluso con más fuerza, con tanto odio que toda la vida del bosque pareció ocultarse de él, sus ojos, se tornaron luminosos, fantasmagóricos y endiabladamente rojos.
-digo lo que digo, Red... hand;- el monstruo tenía un pequeño animal entre sus manos, y de un mordisco pareció succionarle toda la sangre, lo dejo caer seco; - mi nombre es Zaharzim, sirvo... serví con vehemencia a mi señor Gar'Dal, pero ahora solo respondo a mi juicio, y al amor que tengo por Kalair, y el que tiene ella por mí-.
Pareció ser embargado por una ira como ninguna había sentido en su vida, ni como cuando mató a Olanzo, el primer novio de Kalair y su primera víctima. Esta vez sería igual, mataría a ese Zaharzim sin importar nada, si Kalair estaba en Xera se lo preguntaría a ella, pero ahora ese demonio moriría. Pero apenas podía moverse con el tobillo reventado.
Zaharzim miró directamente, esta vez, a Redhand, por un momento se notó lo aterrado que quedo ante la mirada fulminante del Soñador Oscuro. Entonces lo decidió, se transformaría.
Redhand llevó sus manos a la herida de su pie y la apretó con fuerza, cortando el sangrado de inmediato. Miró a Zaharzim nuevamente y sintió esta vez, como nunca antes, terror a una criatura. Se estaba deformando, metamorfoseándose en un lobo negro y descomunal, del tamaño de un rinoceronte, los ojos naranjos y una melena purpura era todo cuanto quedaba de Zaharzim.
Era ahora, la batalla por la obsesión que ambos tenían por Kalair.
El lobo se le abalanzó a Redhand, abriendo su hocico trato de devorar la cabeza del asesino, pero este desato su odio a través de "taladro" haciendo un festín de sangre a ambos lados del cuello de la bestia, que chilló como un animal herido, sufriendo, temiendo a la muerte a manos de una bestia más grande.
Zaharzim se apartó, tomó distancia, y para él terror de Redhand, el demonio se regeneró, como si de Azsael se tratase.
Se enfrentarían de nuevo y esta vez uno de los dos moriría, lo sabían.
Redhand había perdido noción de sus agudos sentidos y no pudo proveer quién le seguía por el bosque.
Seradriel saltó desde uno de los árboles, alzando por su cabeza su imponente hacha, la incrustó en el cuero del lomo de Zaharzim. Este aulló y se sacudió enviando a la Elfa varios metros lejos de él, desarmada y herida por la brutal fuerza del demonio.
-¡Nooo!- se escuchó un grave y ronco gritó, y luego un aullido de guerra.
Era Mork, corrió con determinación en contra del demonio y lo empujó hasta un árbol con una fuerza tremenda. Siguiendo el impulso tomó el hacha de Seradriel y se la clavó hasta que todo el metal quedó dentro del lobo.
-¡Mork!- gritó Redhand desesperado; - toma a Seras y llévatela de aquí, esta es mi pelea-.
-ahora es mi pelea maldito albino- le respondió el orco furibundo; - crees que no sé qué me han engañado todo este tiempo, que se han burlado de mí en el tejado de mi propia casa, maldito humano avaro, quieres todo para ti, hasta la mujer de esta bestia-.
Red se heló, tenía razón, pero ahora su prioridad era que Zaharzim no devorará a Seradriel, olvidó a Kalair en ese momento, solo tenía, debía y quería salvar a su amada Seradriel.
Zaharzim gruñó y lanzó un mordisco a Mork que por poco lo alcanza. Se sacudió con fuerza y el arma de Seradriel salió volando lejos, sus heridas volvieron a regenerarse.
Redhand gritó como un guerrero a las puertas del Valhala, y corrió con más ganas que físico contra el lobo descomunal. Pero, la fuerza del asesino era suficiente, empujo a Zaharzim tan lejos que se perdieron entre los árboles, lejos de Mork y la Elfa.
Este era el fin, Red pudo oír un rio correr al fondo de una cuesta, siguió empujado a Zaharzim hasta que lo lanzó barranco a bajo.
Lo vio caer, tomar forma bípeda nuevamente y zambullirse en el rio.
Era el fin, había ganado esta batalla. Pero, ahora tenía que enfrentar a Seradriel y Mork, les había fallado.