Jueves.
Día 32.
Fabricio guiaba a dos oficiales de la policía hacia la habitación de Lucas. Uno de ellos venía desde los Estados Unidos y la placa que mostró al llegar indicaba que pertenecía a la FBI; en cambio, su compañero venía desde Alemania y al ver la placa del contrario, sus labios se fruncieron levemente como si este tuviese envidia de ese puesto.
Ambos venían con un solo propósito. Fabricio no estaba muy feliz por la visita, menos al saber que venían por Lucas. El norteamericano le dio entrega de unas fotografías que Fabricio examinó levemente; pero al no poder darles respuestas claras tuvieron que buscar al único que los oficiales buscaban en ese momento, a Lucas.
En lo que caminaban hacia la habitación algunos de los huéspedes observaban preocupados a los oficiales, preguntándose qué había ocurrido.
—Deprisa —exigió el alemán, con un pronunciado problema en su pronunciación.
—Él duerme hasta tarde —aclaró Fabricio, sin poder mantener la calma en los oficiales—. Estará en su cama, tal y como se los dije desde un principio.
Desgraciadamente, al abrir la puerta fue Fabricio quien se llevó la sorprendente noticia de que Lucas no se encontraba en su cuarto. La ventana estaba abierta; la cama, impecable y en orden.
Los oficiales revisaron cada parte de la habitación sin encontrar las pertenecías de Lucas; ni nada que indicase que haya pasado la noche ahí. Ambos se volvieron hacia Fabricio con una expresión de disgusto.
—¿En dónde está? —Interrogó el norteamericano, bastante furioso por haber perdido su tiempo.
—Cuando quiere madruga —Fabricio susurró para sí mismo. No demoró mucho en sacar su celular para llamarlo, tratando de mantener la calma con los oficiales—. Ah... Tal vez no esté tan lejos.
—¡Usted dijo que dormía hasta tarde! ¡Lo necesitamos urgentemente aquí!
A Fabricio no le agradaban los extranjeros por ese pequeño detalle que presenciaba en el momento. La situación era delicada; de hecho, Lucas lo había abandonado con dos hombres que hablaban de forma graciosa el español.
A pesar de que procuraba mantenerse serio; de los dos, el norteamericano se expresaba de una forma exagerada y divertida. Fabricio solo esperaba no reírse en los próximos segundos o lo verían como un sospechoso.
—Lucas, ¿por dónde andas? —Consultó una vez que él contestó la llamada—. Necesito que vengas... es urgente.
Los tres se asustaron con la escandalosa bocina. Los oficiales se asomaron por la ventana para darse cuenta que Lucas estaba en su barco; observándolos con una maliciosa sonrisa antes de acomodarse su sombrero de paja que lo protegía del fuerte sol del mediodía. Extendiendo el brazo agitó la mano para saludarlos.
—¡Lucas Winndermire, no huirás de mí! —Aseguró el norteamericano.
Una vez que los oficiales se giraron en búsqueda de salir e ir tras él, Fabricio les dio la sorpresiva traición de haberse marchado primero con la evidencia recopilada por ambos. El primero en salir con rapidez fue el alemán. El norteamericano, en cambio, decidió salir fuera de la ventana en un esfuerzo de llegar y poder alcanzarlos antes de que Lucas zarpara fuera del puerto.
Habían pasado, aproximadamente, once años recopilando información como para ser burlados en ese momento. Admitían que se tomaron la situación con mucha calma; pero en el fondo creyeron que habían logrado ser más listos que Lucas, aunque sea una vez.
El alemán desaceleró al ver el barco a una distancia muy larga como para alcanzar el borde, incluso saltando; no obstante, el norteamericano siguió corriendo cada vez más rápido por el pequeño muelle.
—¡No saltes! —Le advirtió, ahora corriendo para detenerlo.
Fabricio, Lucas y el oficial alemán siguieron con la mirada al norteamericano una vez que saltó, agitando los brazos como si eso fuese a darle un impulso extra. Tocó el barco, habrá sido con la nariz estrellándose contra el borde, pero fue un logró para él haber llegado más lejos.
—Estúpido yanqui —tanto Lucas como el alemán exclamaron al verlo hundirse en el agua.
—¿Lo viste? —Preguntó el oficial cuando salió a la superficie—. ¡Lo toqué, estuve muy cerca de abordar el bote! —Gritó orgulloso.
—¡Ah, sal de ahí, idiota! —Reclamó molesto, negando con la cabeza ante una felicidad tan decepcionante a su parecer.
[. . .]
Fabricio centró su mirada en Lucas, una vez que estaban muy lejos de tierra firme, a lo cual se sorprendió por la tranquilidad en que estaba manejando la situación mientras leía y rompía los documentos que le entregó.
Lo poco que pudo ver fue un par de fotografías de hombres pelirrojos; pero Lucas no parecía contento con ninguno de ellos y la hoja era destruida. Una pequeña diferencia que notó fue el hecho de que las fotografías venían por parte del oficial norteamericano; en cambio, el alemán había traído una basta recopilación de información, mapas y las probables armas homicidas. Las últimas, sí decidió conservarlas.
—¿Acaso tienes un problema con el gringo? —Preguntó con una voz tranquila.
—Con él, no; pero su trabajo... es completa basura inservible para mí.
—¿Siguen buscando a Aylen?
—Oh, por supuesto que sí; de otra forma, no estarían aquí —respondió un poco desconcentrado—. Al menos, uno de los dos está haciendo un buen trabajo —aseguró al ver los informes en alemán.
—Es mi opinión, pero pienso que deberías dejar de estar jugando con ellos de esa forma.
—No estoy jugando con nadie.
—¿Podrías explicarme lo que sucede ahora? —Lucas bajó el informe para fijar su mirada en él al escucharlo nervioso—. Acaba de reconocerte como Winndermire y que yo sepa, tu apellido es Knight.
—No te entiendo —confesó somnoliento, previo a bostezar—. Exactamente, ¿qué quieres saber?
—La verdad y si es posible, justo ahora.
—Ya la sabes —expresó con un tono ronco—. Aylen Monroe, lleva once años desaparecido y esos oficiales lo siguen buscando.
—Pero ¿qué hay de este otro Monroe? ¿Por qué es tan especial para ti en este momento?
—Porque Aylen... ¡No! —Soltó entre risas, luego de levantarse de su silla—. De hecho, su familia entera lo ocultó de mí y ahora, planeo recuperar cada segundo perdido gracias a David y su gran bocota.
—El muchacho... —Fabricio desvió la mirada, pensando mejor en sus palabras al recordar la llegada de Lucas—. Eres el hombre más poderoso del país y no entiendo mucho de las cosas qué haces; pero creo que ya te tardaste demasiado con él, con David.
—¡Por eso tengo un plan de respaldo!
—¿Cuál es? —Interrogó sorprendido al verlo acomodarse devuelta en la silla de playa.
—Si lo mío con David no funciona, y estamos seguros que será un no, me iré a España a comenzar desde cero donde nadie de aquí me conozca.
—Con qué tranquilidad lo dices, como si el muchacho no intentaría buscarte por todo —comentó incrédulo, porque Lucas se veía demasiado confiado en su plan—. Y si las cosas funcionan, ¿qué?
—Dependerá de Benny.
—Necesito contexto...
—Ambos sabemos la verdad —comenzó con un tono tranquilo—. Estoy seguro que en estos últimos años él se doblegó por el miedo y no solo por lo ocurrido en esa noche; sino por lo que su esquizofrenia debe estar haciéndolo vivir cada día.
—¿Eso fue lo que estabas buscando en su expediente? —Alzó las cejas con notable impresión.
—Estoy sospechando que desarrolló otro problema, algo más para terminar de derrumbarse en este año y todo se alinea perfectamente.
—Este año... el chico cumple dieciocho, ¿cierto?
—Y Benny debe estar muriéndose por todo lo que le oculta a David.
—Si sabes la verdad de todo, ¿por qué no le pusiste fin a las cosas? ¡Al menos, por la salud mental del muchacho!
—¡Porque no quiero que David me odie de esa forma! —Confesó, antes de bajar la mirada con tristeza—. Es probable que, a este punto, Benny se lo haya dicho todo y la próxima vez que lo vea, David me evite como siempre lo ha hecho.
—Lucas... ya es tarde —habló con suavidad, acercándose para tomar asiento a su lado—. Perdiste demasiado tiempo y él se va a negar a vivir contigo; de por sí, la situación es demasiado complicada.
—Fabricio, no lo entenderías, ni jamás entenderás lo que David significa para mí —murmuró con ronquera, observando sus manos temblar un poco—. Nunca pensé que un pequeño bebé podría hacerme sentir diferente; ni que fuese capaz de darme más vida que cualquier otra persona. —Esbozó una pequeña sonrisa ante una imagen—. Recuerdo cuando comenzó a hablar y Esther se puso tan nerviosa al escucharlo decir "mamá"; pero ese día ella también fue feliz, así como lo fui cuando David me llamó.
—¿Él te llamó?
—Ese día me observó fijamente mientras me reía a carcajadas, porque también llamó a Benny "mamá" y fue muy gracioso, hasta que se fijó en mí y dijo mi nombre. —Desvió la mirada hacia el horizonte, notando que se estaban acercando a una playa—. Te digo que ese momento fue especial porque ya no me tomé la presencia de David como un chiste o una carga; solo con ver lo feliz que me hizo al llamarme por mi nombre y ver las emociones que él provocaba a todos supe que debía hacer algo.
—Ahora, se quedará sin familia.
—No, te equivocas —musitó, al ver a lo lejos un grupo de adolescentes—. Te equivocas... Ese día le prometí que yo sería su familia, sin importar las circunstancias.
—¿Y qué harás, si Aylen resulta vivo y regresa?
—Estoy preparado para cualquier clase de problema que se avecine; ahora, más que nunca, no me permitiré perder a David.
—¿Te lo piensas llevar a España?
—Es mi as bajo la manga en caso de que las cosas me funcionen en ese aspecto; ya es imposible que ese plan me falle y... ¡Pensemo en positivo! Tal vez a David le guste.
—Estás haciendo demasiado por el afecto de un adolescente y me pregunto, si de verdad vale tanto la pena hacer todo eso por él cuando debiste aprovecharlo de niño.
—Lo vale, para mí y David es joven aún, así que, pensaré que se acostumbrará aunque lo odie al comienzo.
—Seamos realistas, ¿qué tan probable es que termines con un final feliz a su lado?
—Bueno... —Centró su mirada en Fabricio, entrecerrando un poco los ojos por la luz del Sol y esbozando una pequeña sonrisa torcida—. En mis, casi cincuentas, lo único que David podría ser capaz de enseñarme es a...
—¡Ven, ven aquí, chiquita!
Lucas y Fabricio se giraron en su lugar. En la orilla de la playa había un pequeño grupo de varones, uno de ellos estaba grabando la escena y los otros se reían del pequeño can que habían arrojado al mar; este intentando regresar a salvo, antes de ser atrapado por su dueño y lanzado devuelta.
Lo que les parecía gracioso era el chillido de la criatura al ser tirada, lo cual provocó que Lucas se enfadara con cada carcajada que escuchaba por parte de ellos.
—Hijos de puta —murmuró con un gruñido bajo.
—Terminará ahogándose si... ¡Lucas!
En esta última ocasión, lo que parecía un chihuahua, se hundió en el mar causando un desinterés en los chicos; pero Lucas tomó la oportunidad para lanzarse e intentar rescatarla de una posible muerte.
Fabricio permaneció por la borda en espera de verlo salir. Lo primero que escuchó fue el chillido del animal, siendo lanzado hacia el barco; Lucas fue el siguiente en salir, extendiendo el brazo para ser subido por Fabricio.
—¡Oye, te acabas de robar a mi...!
—¡A mí no me vengas con mierdas! —Lucas gritó victorioso por su rescate, una vez de pie dentro del barco—. ¡Chau, mis amores! ¡La cuidaré muy bien!
Fabricio se encargó de regresarlos devuelta a las aguas más alejadas de la playa. Ahora, Lucas no tendría solo que encargarse de los oficiales; también se le sumaria ese grupo de chicos si les llegase a importar recuperar su mascota.
—Bravo, un perro. —No hubo respuesta alguna ante su notable desaprobación; no por salvarlo, sino porque los canes no eran sus favoritos— ¿Lucas?
—¿Quién se irá a casa conmigo? —Interrogó Lucas con una voz chillona y graciosa—. Tú, sí, tú te irás conmigo... ¡Oh, pero si eres una perra!
—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Fabricio, antes de reírse por ese tono de voz.
—¿Quién es una hija de perra? Tú, tú lo eres; eres una perra. Tu perra madre te parió y ahora eres mi perra.
—Lucas —exclamó más tranquilo.
—¿Quién es una sucia perra? —Arrugó la nariz al sentir el penetrante olor de su pelaje, sin cortar el de la boca al ser lamido en la mejilla—. Tú, tú hueles a pescado. ¿A quién le gustan las langostas? A mí, cielo, pero te enseñaré a comer.
—Ya no es divertido.
—¿Quién es un chihuahua feo? Tú no, tú eres bien bonita. Sí, sí, tú eres una chihuahua bien bonita.
—¡Lucas! —Gritó con fuerza, llamando la atención de ambos—. ¿Piensas adoptar a esa perra?
—Ahora se llamará Aylen —corrigió, antes de dibujar un arco invisible—. Aylen, mi perra fiel.
—Como que te entró sal en la cabeza, ¿no?
—¡Ay, mira, me está moviendo la cola! —Señaló entusiasmado, siendo perseguido por la pequeña—. ¿Quién está feliz de estar conmigo? Tú, perrita, ¿verdad?
—¡Ya deja de hablar así!
—¿Quién está enojado con nosotros? Él, sí, mira, él lo está... —Por un momento cargó de la pequeña chihuahua, antes de dejarla de regreso en el suelo y expresarse con seriedad—. Está bien, me pasé un poco, pero ya estamos concentrados y fijos en la conversación.
Lucas bajó la mirada notando que la canina se sentó, observándolo desde su posición en lo que se presentaba muy contenta moviendo la cola. Se sentó a su lado para cargarla nuevamente y continuar con su chillante voz.
—Un poquito más no hace daño. No, no hace daño, ¿verdad que no? No, a ti te gusta que te hable así de pendejo. Sí, a ti te gusta.
—Creo que ya recibiste mucho sol por hoy —murmuró con seriedad, regresando al timón para marchar devuelta al hotel—. Te daré el almuerzo y luego te marchas de aquí.
[. . .]
Aylen, solo llevaba tres horas con Lucas y se había convertido en una cachorra consentida, lo que Fabricio temió al verla siendo enrollada con una esponjosa sábana para el viaje de regreso a la ciudad.
Durante el camino Lucas sintió pesar por las condiciones tan desfavorables en la pobre. Se veía tan desnutrida, descuidada y terriblemente herida. El blanco pelaje ensuciado por tierra, arena y lo que Lucas supuso sería su sangre; ya que a lo largo del lomo habían varios huecos sin pelaje y con muy notables marcas. Se sorprendió de que ella había sobrevivido a tanto.
—Uy, niña, pero que cara —exclamó anonadado al verla bostezar—. Te quedaste dormida todo el viaje y aún tenés sueño.
La pequeña Aylen solo observó por un momento a Lucas, antes de bostezar y acomodarse de nuevo en su colcha. Permitió que Lucas acariciese su cabeza, al no sentir ninguna clase de peligro a su lado. Era imposible saber cuánto tiempo llevaba en manos de aquel grupo de chicos; por su comportamiento, parecía que llevaba muy poco conviviendo con personas.
Lucas dirigió su mirada al frente, esperando a que el semáforo se colocara en verde, justo cuando una peculiar escena se presentó ante él.
—¡Entrenador! —Gritó Natalia, en los brazos de Gabriel.
—¡Atácalo! ¡Solo tienes que golpearlo! —Le incitó afónico, yendo detrás de ellos.
—¡Pero es que me da mucho miedo intentarlo!
—¡A la carga, Saúl! —Levi llevaba en su hombro la pareja que le había tocado ese día— ¡Esta vez no te vas a escapar de nosotros! ¡Saúl, apresúrate!
—¡Sigue sin mí, Levi, salva a nuestro ángel!
Lucas cargó a la chihuahua para que pudiese verlos, perdiéndose por el sendero. Aylen no comprendía nada de lo que sucedía en su entorno; pero eso no detuvo a Lucas de explicarle las cosas.
—¿Los ves? ¿A la damisela en peligro y los caballeros sin armadura? Ellos serán tus mejores amigos también, ¿sabes por qué? Porque son de David, así que él debe compartir amistades contigo —expresó Lucas, acomodándola de nuevo en su lugar para tomar una ruta diferente a la de ellos—. Luego iremos a visitar a David para que te conozca.
La primera visita que hicieron juntos fue un veterinario para atender sus heridas. Según lo que le indicaron, Aylen tenía cinco meses de nacida, aproximadamente. Tardaron un poco más de una hora en atenderla completamente, colocándole un cono para que no intentase lamerse las partes que curaron.
En el transcurso, Lucas estaba notando ciertas expresiones de tristeza en su compañera desde que le colocaron ese cono. En el pasado, ya había tenido mascotas, aunque esta fuese la primera vez que adoptaba a un can; no obstante, imaginarse a sí mismo en su condición le indicó que había una cosa que podía hacer por ella y su ánimo.
Próximamente, fueron a una joyería de una calidad espectacular. La encargada parecía una dama muy fina, conocedora de cada gema preciosa en venta y quien estaba encantada por saber que Lucas también era un gran conocedor.
A la señora, le estaba cayendo de maravilla tener una conversación con alguien tan culto a su parecer; porque significaría que tendría un cliente que apreciaría muy bien los collares.
—¿Le obsequiará algún collar a su esposa?
—No estoy casado —respondió murmullando negativamente. Se inclinó a ver un estante que poseía una colección de collares pequeños—. Es para esta cachorrita que tengo en mis manos. A que es muy linda, ¿no cree? —Interrogó orgulloso de la pequeña en sus manos.
—¿A un animal? —Quedó ofendida de pensar que su mercancía quedaría bajo el cuidado de una mascota.
—Por favor, Aylen es una perra muy fina y solo lleva como unas cuatro horas conmigo —la defendió al escuchar el tono tan arrogante de la dueña.
—Me temo que no puedo venderle nada si es para un perro —efantizó su disgusto.
—Perra, señora. Aylen es una perra. —La nombrada movió su cola felizmente, pareciendo que ya reconocía su nombre; al fin que Lucas lo había estado repitiendo todo el camino a casa—. ¿Quién será una trillonaria canina? —Utilizó su graciosa voz para hacerla emocionarse—. Tú lo serás y no le des mucho a David, para que aprenda a pelear por sus propias cosas.
—¿Trillonaria? —Su boca quedó parcialmente abierta ante la afirmación indirecta—. ¡Usted, pobre diablo, me está tratando de tomar del pelo!
—Uy, señora, le voy a perdonar eso, pero no tengo idea de por qué se puso así de agresiva si estoy dispuesto a comprarle su colección.
—La única persona en esta isla que tiene ese título es...
—Señora, soy Lucas Knight —completó la frase ya frustrado de tanto parloteo—. No me haga perder mi tiempo, por favor. Tengo que ir a otros lugares más y estoy viendo que no llegaremos a nada pronto. ¿Me venderá los collares o no?
Lucas guardó la bolsita de compras bajo el asiento del copiloto. Una colección de ocho collares de gemas preciosas, perfectos y cómodos para el cuello de Aylen. Lucas tuvo que probarlo, esperando un poco para ver si era de la preferencia de la chihuahua; lo cual fue aceptado al ser bastante cómodo y ligero para llevar puesto.
En ese momento, Aylen parecía de mejor humor y Lucas estaba contento por ese vinculo que habían formado. A ambos les gustaba ir de compras y lucir glamurosos cuando lo deseasen; al menos, de esa forma lo sintió cuando la chihuahua se mantuvo despierta y resaltando su nuevo collar de diamantes con obsidianas incrustadas. Se veía radiante y no solo por el baño que recibió en el veterinario.
—¿Tú crees que me encariñé demasiado rápido de ti? —Un pequeño ladrido fue la respuesta ante la pregunta—. Sí, tienes razón, no me he encariñado absolutamente nada... Necesitas una casa.
Nuevamente ladró, casi gruñendo. Ese gesto sorprendió a Lucas, una vez que continuaron su camino por la ciudad. Aylen se escuchaba enojada ante la idea.
—Oh, no señorita, cuando seas mayor de edad tendrás que encargarte de tus propias cosas. No puedes vivir conmigo por siempre, es parte de crecer. —El siguiente ladrido fue doble y más calmado—. ¿Qué con David? Sé que nosotros dos, a penas llevamos menos de un día juntos y ya estoy pensando a qué universidad deberás ir, pero bueno... Tengo un plan y si no funciona, tú y yo viviremos en España, muy alejados de todo y de todos.
Lucas pensaba seguir gastando más dinero en Aylen; por ejemplo, comprar un libro acerca de la raza de chihihua para cuidarla apropiadamente. Todas sus mascotas siempre llegaron a superar el año de vida promedio de sus razas; por lo que Aylen, no iba a ser diferente bajo el cuidado de Lucas.
No obstante, deseaba visitar a David y confirmar si Benjamín le había dicho algo o si se mantenía callado. Al menos, durante el trayecto en línea recta por las calles, Lucas pensaba a dónde debería ir en ese momento y cuando menos lo imaginó, se encontraba muy lejos de la casa de su sobrino o del centro comercial.
[. . .]
Una anciana señora se encontraba en cuclillas frente un grupo de margaritas, cantando en voz baja una pequeña rima. Las manos le temblaban al acomodar la tierra alrededor de ellas y un pequeño viento sopló. Ella se dio la vuelta.
Lucas estaba detrás, a una notable distancia, observándola fijamente sin decir una sola palabra. Por supuesto, lo único que pudo hacer fue reincorporarse y enfrentar al hombre que había evitado en todos esos años.
—A haon, a dó, muc is bó —exclamó Lucas con lentitud—. David se la sabe, a pesar de que escuchó esa rima cuando era un niño y nunca más volvió a escucharla, hasta ahora.
—Soñé contigo —aseguró con una pausada voz—. Me pregunto si estás aquí porque te llamé de una forma indirecta o los dioses te habrán traído hasta mí.
—Siempre cambiante, anciana, es lo que me encanta de ti —vociferó encantando, esbozando una sonrisa que ella correspondió—. Me pregunto si sabrás que estoy molesto contigo. —Se sacó la mano del bolsillo de su pantalón, rozando levemente el pulgar con el índice—. No mucho, pero lo estoy.
—Todos cometemos errores, Lucas y sé que cometí demasiados en esos años, pero no espero nada con mi disculpa porque entiendo lo que ocasionó.
—¿Por qué no me dijiste que Benjamín era tu hijo? —Preguntó directamente, escuchándose con pesadez—. ¿Acaso Aylen te lo pidió?
—Benjamín era muy joven; pero sí, tanto Aylen como Margaret me convencieron de esconderlo —respondió suspirante y con cansancio—. Lo siento, Lucas, yo...
—Nunca me hacen caso —interrumpió con un tono grave. Observando las margaritas sembradas, se apartó un poco—. Tus hijos siempre me tuvieron miedo desde que les platiqué un poco de mi vida; como si, con eso, supiesen todo acerca de mí y mira nada más cómo resultaron las cosas.
—Tienes una gran suerte... Bueno, preferiría decir que tienes una poderosa maldición a tu favor —articuló risueña, viendo a Lucas sonreír también—. Todos los que intentan hacerte daño, sufren; lo mismo con los que tratan de jugar contigo y peor les va, a los que te abandonan por juzgarte.
—A mí no me interesa eso y, ahora que estoy aquí, quiero decirte que este año es mío.
—Lucas...
—No tengo nada en contra de Benjamín, anciana, lo sabes mejor que tus chismosos hijos.
—Entonces, no le quites su familia, por favor —titubeó notoriamente, sin poder devolverle la mirada fija a Lucas—. Vino hace poco a visitarme y no te imaginas lo mal que estaba cuando llegó.
—No debiste ocultarlo de mí, si tanto te preocupaba su salud mental.
—¡Sé que fue mi error! —Levantó una brillante mirada a causa de las lágrimas—. Te lo oculté todo, aunque me lo preguntaste en varias ocasiones; pero...
—Aylen, ya no está —habló en voz baja, llamando su atención—. No veo a Margaret por ningún lado y, a mi parecer, estamos completamente solos en el fin del mundo —aseguró, girándose en su lugar para corroborar que así fuese—. Pues dime, anciana, ahora que tu opinión es la única que puedes escuchar y no la de tus hijos, ¿también me tienes miedo?
La respuesta debió ser negativa. Lucas y ella se conocían por un tiempo mayor que la relación con Fabricio; porque al ser un adolescente, Lucas la conoció y ahí se formó su amistad con la anciana señora frente a él.
No era de extrañarse, ver el abrupto cambio en Lucas. A pesar de que estaba tranquilo su mirada reflejaba cierta hostilidad; así como su voz se tornaba pesada para ella y su apariencia, le recordaba aquella poderosa maldición que Lucas ignoraba por completo.
Sí. Ella le temía a Lucas porque estaba viendo lo que sus hijos siempre le comentaron; por las mismas razones que ocultó a su hijastro y por lo que estaba viendo en ese momento. Nunca se imaginó que aquel adolescente que conoció desde un principio, podría madurar de esa forma y verse tan peligroso.
—Lo único que quiero... es que Benjamín sea feliz.
Después de todo, Lucas sí era peligroso. No por ese momento, sino por todo lo que llevaba arrastrando desde hace años; ya que todos aquellos, íntimamente cercanos, conocían lo que ocurría a su alrededor.