Lunes.
Día 35.
Benjamín se mantenía encogido en su asiento mientras trabajaba en el comedor y había permanecido de ese modo desde que su hijo bajó de su habitación.
En la sala de estar se encontraba David viendo la televisión con los brazos cruzados sin prestar demasiada atención a lo que transmitían. Él debería estar en clases, pero sus últimas horas de diversión en el norte las pasó en un hospital a causa de su padre.
—¿Ya te tomaste los calmantes? —Benjamín preguntó para darse un receso de su labor.
—No deberías levantarte, papá —protestó sin dirigirle la mirada. David estaba muy enojado con él.
—Bueno, ahora estamos en las mismas —intentó reírse, pero al ver la mirada tan seria en el contrario solo lo abstuvo de hacerlo—. ¿Cuántas veces tengo que explicarte que no fue intencional?
—Ya vamos de nuevo —refunfuñó.
—¡Pusiste el pie muy cerca! —Se excusó con la misma frase de siempre—. No quise pasarte las llantas. No fue por querer enyesarte. ¡No soy el malo, solo fue un accidente, David!
—¡Papá, te vi acelerar! —Finalmente, David centró una hostil mirada en Benjamín—. ¡Todos te vimos acelerando! —Suspiró con pesadez, antes de volver su mirada en el televisor y la espalda hundida contra el sofá—. No sé por qué tuviste que ir por mí, si te dije que Lucas se había ofrecido en regresarme a casa.
—¡Eso es mentira! Lucas está de vacaciones, eso significa que te hubiese dejado al cuidado de un completo desconocido.
—Me sobreproteges demasiado —admitió casi tartamudo—. Sé que sigo siendo menor de edad, pero quiero hacer más cosas por mi cuenta y que me dieses más confianza.
Benjamín retrocedió en su lugar, sorprendiéndose por la peculiar forma en pedir más independencia. David jamás le había hablado de ese modo; a decir verdad, pocas veces se sentaron solos a conversar.
—¿Eso quieres? —Con una pregunta tan sencilla llamó la atención de su hijo—. David, ¿así te sientes?
—Sí... —Masculló, relajando sus brazos y alzando un hombro. Escuchaba su voz tan relajada y aun así, David no estaba tan seguro de confiar en esa tranquilidad—. Hay cosas que nunca me explicaste, tampoco te veo mucho y solo me quedo con Lucas unos días... y ya siento que los dos se van a matar entre ustedes.
—Espera, ¿cómo que hay cosas sin explicar? —Arqueó las cejas extrañado por la pregunta.
—Tú sabes, papá... Eso —susurró acercándose hacia él.
—¡Por favor, David! ¡Eso se aprende casi de forma natural!
—¡Para mí, no fue así! —Gritó avergonzado al recordar su primera experiencia en casa de su tío—. Lucas estuvo tan cerca de traumatizarme de por vida, ¡y me desmayé en su sala!
—¿Pero cómo...? Bien, olvidemos los detalles de lo que sucedió, pero... —Benjamín apoyó la espalda contra un cojín. Se le hacía difícil imaginar que un adolescente no conociera de la masturbación—. Ahora veo a qué te refieres y, en mi defensa, tu madre me dijo que estabas muy pequeño para la charla.
—¡Bueno, pero hace cuánto pasó eso!
—¡Perdón, David, no todo en la vida se trata de tu educación sexual! —Se alzó de hombros—. En mi mente, yo ya había cumplido con mi deber. ¡No me culpes por haberlo olvidado, cúlpate a ti por no haberme preguntado!
—¡No podía si jamás me dabas la confianza para preguntar por algo!
—Ya, ya no me grites o no llegaremos a nada —sentenció con seriedad luego de levantar su mano—. El punto es que no tengo la culpa de haberte pasado el auto encima, porque fue un accidente y ya... ¡Tampoco de no tener la charla, porque se supone que en la escuela te enseñan!
—Ya no quiero seguir con esto —murmuró desanimado, echándose a un lado con cuidado de no doblar tanto la pierna—. No quiero que actúes como Lucas, ni que discutan tanto y tampoco quiero sentirme así cuando pelean; solo quiero a mi papá de regreso y que todo vuelva a como antes de este año.
David cerró los ojos, dispuesto a descansar un rato aunque no fuese una posición tan cómoda para su espalda. En cambio, Benjamín se mantuvo en su lugar con los hombros bajos y una mirada cansada.
—Papá, desearía dejar de crecer. No quiero ser un adulto —fue lo último que escuchó por su parte.
Benjamín regresó a su lugar en el comedor, desplomándose con pesadez en la silla. Frente a él, su oportunidad de tener un ascenso estaba a un par de horas de duro trabajo; sin embargo, las palabras de David comenzaron a sonar con fuerza en sus pensamientos.
Ciertamente, reconoció no haber sido el mejor padre de la historia, ni darle la suficiente confianza para que David hablase sin temer por decir algo incorrecto. A lo largo de esos años lo único que había logrado conseguir Benjamín –como un logro indiscutible– fue mantener alejado a Lucas de David; incluso eso, a estas alturas, ya no contaba como un logro.
Luego de apagar la laptop, Benjamín salió de casa aunque estuviese en una situación delicada por su tobillo y sus heridas. Lo único que él necesitaba era pensar mejor las cosas, replantearse sus objetivos y, solo después de desayunar, volvería a casa con la mente más fría o eso deseaba conseguir.
[. . .]
El sonido de la lluvia cayendo en el metal, era tan apagado y distante que no parecía que lloviese por encima de su cabeza. Las luces de los faroles iluminaban el oscuro y estrecho lugar donde se encontraba; no por mucho, porque los autos dejaron de ser tan frecuentes y los tenues hilos de luz que pasaban por las rajaduras dejaron de iluminar el oscuro escondite.
David despertó ahogando un grito sin poder recordar esta pequeña descripción, ni el por qué su corazón se aceleró al mismo tiempo en que las manos se le enfriaron. Sintió un temor desconocido.
La sala, el comedor y la casa entera se encontraba vacía, solo contando con la presencia de David. El televisor anunciaba las noticias a un bajo volumen. Se acercaba una tormenta, por la buena temporada del año habrían varias al comienzo y finales del verano, junto con estas distintivas excepciones; algo que se agradecía después de varios años secos.
Levi:
»Quiero verte, pero tengo algunas cosas por hacer antes«.
»¿Puedo ir a las cuatro?«.
12:04
—¡Oh, dulce Señor! —Gritó avergonzado al revisar su celular.
David:
»Lucas«.
»Lucas«.
»Lucas«.
»Lucas«.
»Lucas«.
»Luxaa«.
»*Lucas, perdón«.
»¡No me ignores ahora!«
»¡Tío Lucas!«.
»¡Responde!«
»¡Lucas, responde!«
14:55
Lucas:
»Ay, no, tú sí que chingas«.
14:56
David:
»Me quedé dormido y Levi quiere verme en una hora«.
»Y quiere venir a mi casa«.
»Y mi papá no está«.
»Y...«.
»¿Qué hago? Se aceptan sugerencias«.
»Sin nada sexual«.
»Aclaro, porque viniendo de ti, no espero santidad«.
14:58
Lucas:
»Solo dile la verdad«.
14:58
David:
»¡Gracias!«.
14:58
Por un momento, sintió una ligera curiosidad en saber qué estaba haciendo su tío. Los mensajes de textos tan cortos y directos parecían un indicador alarmante para David.
David:
»¿Y qué haces?«.
15:00
Lucas:
»Coger«.
»¿Quieres un vídeo o una foto?«.
15:02
David:
»¡No quiero nada!«
15:02
Lucas:
»Bueno, no te enseñaré las conchas que recolecté«.
15:03
—¡Ah! —David aventó su celular contra el cojín más cercano—. ¡Me pervierte la mente sin siquiera esforzarse!
Rápidamente recogió su celular del suelo para poder mandarle un mensaje a Levi, siguiendo el buen consejo de Lucas.
David:
»Me quedé dormido...«.
»Pero sí quiero que vengas, por favor«.
15:07
Levi:
»Llevaré dulces del barrio«
15:11
El suave pumpuneo de la puerta llamó la atención de David. Podría tratarse de Levi o Benjamín, con una mayor probabilidad del último según él; no obstante, cuando se acomodó para impulsarse escuchó nuevamente el sonido, más una voz:
—Buenas tardes, vecino. —Cubrió su boca al escuchar la voz cantarina de aquel hombre—. ¡YUJU! Sé que estás en casa, acabo de escucharte hablar —ronroneó juguetón—. Vengo por tu tío.
David:
»¡¿Por qué hiciste que el hombre más depravado de todos apareciera en la entrada de mi casa?!«.
15:14
Lucas:
»Pero si yo estoy aquí«.
15:14
David:
»Es que no quiero decir la otra palabra...«.
»¿Llamaste a alguien para que viniera a verme?«
15:16
Lucas:
»Pues sí, tu masajista«.
15:16
—Lo que me faltaba —susurró.
—David —llamó su vecino con una voz más melodiosa, mientras golpeaba la puerta—. Vamos, David, sabes que un día entraré.
—¡No me puedo mover! Vuelve otro día. —Se cubrió con un cojín, como su única protección.
—Eso no será posible, estoy reservado toda la semana y mi horario es muy estrecho. —Abrió con cuidado la puerta, al probar suerte. Asomando su cabeza, amplió una sonrisa al encontrarlo—. Vaya, estás solo, ¿no, cielo?
David:
»Lucas pide ayuda, estoy a punto de ser...«.
»¡Lucas tengo miedo!«.
»¡Estoy asustado! ¡No quiero tener una primera vez con este hombre!«.
»¡Ni siquiera sé cómo es!«.
15:19
—¡Solo tiene que hacer su trabajo y luego marcharse! —Tartamudeó al tenerlo enfrente de él.
—Claro, lo haré. —Su sonrisa se tornaba pícara ante las expresiones faciales de David. Sacó de su pequeño bolso un bote, parecía un aceite especial—. Tienes que quitarte la camisa.
Lucas:
»¿Sigues virgen?«.
»Fui por helado«.
»No me quiero perder esto«.
15:21
David:
»Quiere que me quite la camisa.«
15:22
Lucas:
»Obedece«.
»Ya he ido con él y no hace nada«.
15:22
—¿Conoces a mi tío? —Interrogó mientras se quitaba lentamente la playera, analizando cualquier movimiento sospechoso que le indicase una advertencia.
—Oh, sí. —David estaba casi seguro de que esa respuesta sonó como un jadeo—. Tu tío tiene una hermosa espalda; jamás había visto a un hombre tan guapo como él. Me derrito de solo recordarlo.
—Comienza a darme miedo —admitió en voz baja.
David se mantuvo tieso mientras su vecino intentaba recostarlo en el sofá para comenzar con su trabajo. Lucas le había dado los detalles que indicó el doctor; según esto, David solo necesitaba enderezarse o terminaría con una mala postura.
Justo en ese momento, comenzó a frotar el aceite por su espalda para iniciar con un masaje y esperar a que David entrase en confianza con ello; una vez obteniéndolo, haría la fisioterapia.
—¡Está muy frío! —Se quejó un poco, teniendo temor de su vecino al sentir lo grandes que eran sus manos.
—Tranquilo, te haré sentir mucho mejor —aseguró con dulzura—. Deja que me encargue de todo.
—¿En serio sabe lo que hace?
—No por nada me gradué en la universidad, David —respondió risueño—. Soy masajista, pero también fisioterapeuta y me va muy bien con ambos trabajos. Demasiado bien, diría yo —exclamó con malicia.
—¿Así le hablabas a mi tío? —Su voz se agudizó por un instante.
—Tu tío me enseñó. Él me hizo así —admitió un poco avergonzado, por el hecho de imaginarse a Lucas.
David:
»¿En serio, Lucas?«.
»Pervertiste a una persona«.
15:31
Lucas:
»¿Y ahora, qué?«.
15:32
—¿Cómo que te hizo así? —Interrogó confundido, apoyando el mentón en el cojín y dejando su celular frente a él.
—Digamos que yo era heterosexual, antes de conocerlo; pero en el momento que conocí su hermosa espalda, no hubo vuelta atrás, quería tenerlo para...
—Por favor, por favor —interrumpió seriamente—. Omitamos algunas palabras.
—Bueno, bueno. —Deslizó sus manos por toda la zona de los hombros—. Me presenté muy tímido cuando comenzó a hablarme y no entendía a qué se debía esa atracción; solo sé que después de su visita, los varones comenzaron a ser un deleite visual para mí y comencé a fantasíar con tu tío, pero más que todo deseaba poder encontrarme de nuevo con su cuerpo desnudo y su...
—¡Lenguaje! —Gritó con una expresión de disgusto—. Estamos hablando de mi tío, no quiero imaginar eso.
—Eres tan complicado de satisfacer —suspiró sonoramente. Ladeó la cabeza, centrando su mirada en la pecosa espalda de David—. En fin, mi cuento de hadas se vio opacado por una bruja de nombre Aylen, porque tu tío comenzó a llegar acompañado y ya no volví a tenerlo para mí.
—¿Aylen? —Preguntó al recordar el barco.
—Sí, solo existe una persona en este país con ese nombre.
—¿Sabes si fueron pareja? —Consultó con sospecha.
—¡Claro que no lo eran! —Respondió molesto, esbozando un puchero al sentirse ofendido por la pregunta—. Trabajé para tu tío por la misma razón, porque Aylen se convirtió en su estrés de cada día.
—¿Qué pasó con Aylen y tú?
—Déjame contarte, pero tienes que voltearme y verme a los ojos por un momento.
—De acuerdo. —Previamente, se cubrió la boca por precaución cuando lo hizo—. ¡Qué raros!
Los ojos de su vecino eran de color avellana. La rareza que había encontrado David fue al ver que la pupila de un ojo era más pequeña que la otra; de hecho, la más grande parecía abarcar casi en su totalidad la iris. Ambos ojos, no parecían tener el mismo color por esa anomalía.
—Tu tío es todo un amor y espero que nunca lo dudes —comenzó con una voz dulce, sin resaltar la picardía de siempre. David podía estar escuchando la voz del enamoramiento o del amor—. Aylen me hizo esto; tampoco me contuve y le regresé el mismo trato. Cuando llegamos a emergencia tu tío se disculpó por lo que me hizo y me prometió una cena con la cual cumplió.
David no pudo ver la expresión honesta que reflejaba su vecino en esos instantes. De haberse volteado, se habría dado cuenta que no era todo lo que había visto por su ventana; aun así, David ya no tenía la misma imagen de su vecino con solo escucharlo hablar.
—Casi pierdo el ojo ese día, pero tu tío se quedó conmigo hasta que me dieron de alta y luego me acompañó hasta mi casa —continuó con la anécdota, alegrándose al ver que David estaba más relajado—. Esa cena es de los mejores recuerdos que tengo a su lado porque lo escuché reírse y me di cuenta, que se ve muy lindo cuando su nariz se arruga después de reír tanto.
—¿Cómo pudieron, por casi, dejarse ciegos?
—Aylen llevaba su anillo de compromiso, con el cual me golpeó directamente, y yo... —Guardó silencio, antes de retomar la historia con su voz normal—. Oh, vaya, ahora que lo pienso, tal vez me excedí cuando le di un puñetazo.
«Casi desfigura a una mujer por Lucas». Pensó abrumado al imaginarse las escenas.
—Si Aylen llevaba un anillo de compromiso, ¿quién dice que no se comprometió con Lucas?
—¡Porque yo me sé todos los chismes y ese jamás existió!
«Tal vez... Lucas sí sea santo». Negó la cabeza de inmediato, por no querer carcajearse.
—¿Y volvieron a salir? —David se sentía sumamente relajado a ese punto, sintiendo que su espalda era una clase de masa suave y cómoda—. Me refiero a Lucas y tú.
—No. —Se apartó un poco para limpiarse las manos, ya que el masaje había terminado—. Fue la última vez que lo vi; después, fueron contadas las ocasiones en que lo vi transitando y se veía tan diferente, que no me atrevía a hablarle.
—¿En qué sentido? —La voz tan melancólica de su vecino atrajo su curiosidad.
—Comenzó a beber más de la cuenta, se veía deprimido y hostil —respondió a media voz—. Nadie sabe qué le sucedió, solo su mejor amigo y él mismo.
—¿Qué sucedió con Aylen? —Se reincorporó rápidamente, con la mirada muy amplia y su sentido de la curiosidad hasta el cielo—. ¿No habrá sido que...?
—Ya te dije que no salían —interrumpió sin dudar—. Sí, admito que el comportamiento de tu tío surgió casi al mismo tiempo que la desaparición de Aylen, pero...
—¿Desapareció? —Preguntó al instante.
—Lo único que te puedo decir es que tu tío se veía derrotado; como si alguien le hubiese arrancado de las manos su sentido de vivir y él jamás ha parecido el tipo de persona que sufre por amores. —Luego de suspirar con sarcasmo, añadió—. Al contrario, todas las personas que se alejan de tu tío, sufren abandonos amorosos; ya es una maldición muy reconocida entre aquellos que lo rodean, pero estás muy joven como para entender eso.
[. . .]
A esa edad David no comprendía muchas cosas, en especial, la ciencia de la salud o la ciencia en general. Justo en esos momentos de soledad, luego de haberse quejado por horas cuando su vecino comenzó la fisioterapia, deseó poder moverse para pedir una disculpa.
Su espalda se sentía muy bien, tanto que sintió haber crecido un par de centímetros más. De forma exagerada, David estaba completamente seguro de que podría ver el mundo entero desde su nueva postura. Decidió mantenerse quieto –hasta que fuese de noche– para no desacomodar ni un tan solo músculo de su nueva posición.
Realmente, David no entendía nada de las maravillas de la salud, pero se sorprendió a sí mismo por mantenerse tan quieto. Rompió un récord personal, a decir verdad.
Tardó unos veinte minutos en moverse del sofá, subir las escaleras e ir a su habitación, para repetir el mismo trayecto de forma inversa y acomodarse nuevamente en el sofá. Fue en busca de sus pastillas y, nuevamente, de sus resultados.
La primera vez que habló con el psicólogo esperaba burlarlo. La mayor parte del cine, la televisión e incluso, algunos libros, se encargaron de proyectar una idea de superioridad en los psicólogos; pero la primera cita, resultó nada más que confirmar que así no eran los auténticos.
Su psicólogo, Jorge, vio a través de su comportamiento y terminaron la sesión temprano ante la negación de David en ser abierto a su problema. Sin embargo, con su nuevos resultados en manos David deseaba saber cómo lograban conseguir tantos datos en lo que le pareció una simple conversación. La salud, era un tema demasiado complicado de tratar, para David, era un alivio no tener como meta una de esas carreras con más años de estudio que de trabajo.
Por el momento, decidió tomar la laptop de su padre y navegar por las diferentes páginas de foros, en búsqueda de la opinión de otras personas, que como él, tendrían el mismo trastorno. Ninguno de los testimonios podría ser un psicólogo; pero conseguiría sentir que no era el único y de esa forma, reduciría la soledad de su situación.
Levi:
»Lo siento, estoy atrasado«.
»Tengo que regresar a casa antes de que llueva«.
»Llegaré lo más rápido que pueda«.
16:59
David:
»¡No te preocupes!«.
»Te espero«.
»Igual, sigo solo«.
17:00
La luz se cortó en el momento que un trueno retumbó fuera de la casa. Tanto la laptop como el celular saltaron en el regazo de David; pero ninguno de los dos objetos cayó al suelo. La pantalla de su celular se iluminó con la llamada entrante de Levi y atendió lo más rápido que pudo.
—¿Estás bien? —Consultó Levi con una voz opacada por los ladridos de sus perros—. David, ¿todo bien?
—Estoy aterrado —confesó tartamudo.
—Ve a tu cuarto y cubre tus oídos con la almohada, ¿sí? —Pidió con suavidad, escuchándose más claramente—. Deja la puerta sin seguro para entrar y espérame en un lugar visible. Prometo no demorar tanto, ya casi termino por aquí.
—De acuerdo. —Inhaló profundamente, antes de soltarlo en un grito con el siguiente trueno—. Te esperaré —titubeó nervioso.
—Te vere luego, trata de mantener la calma, señorito.
Una vez que finalizó la llamada un relámpago iluminó el interior de la casa por completo. David se quedó estático en el sofá por unos minutos; poco después, recordó la dulce voz de Levi al final y se concentró únicamente en subir a su habitación. Pronto se encontraría acompañado, por lo que no debía temer a nada más.
Difícilmente, logró llegar al inicio de las escaleras, ya en esos momentos, su espalda importaba menos. Con cuidado subió cada escalón temblando cuando un trueno sonaba; estos eran cada vez más frecuentes que los relámpagos y las alarmas de los autos se escuchaban a la lejanía de su hogar.
David se encontraba por la mitad de la subida cuando presenció una borrosa silueta, suspendiendo en el aire una pala. La reacción más rápida que tuvo fue hacerse para atrás, rodando rápidamente escalones abajo. Tener el pie enyesado no le impidió refugiarse en la cocina, donde podría conseguir una arma con la cual defenderse.
—David, ¿en dónde estás? —Escuchó una voz distante, era de un hombre.
«¡Oh, dulce Señor!». Cubrió su boca, como si lo hubiese gritado.
El estruendoso ruido de la lluvia le impidió seguir escuchando con claridad si aquel individuo se estaba acercando a su escondite. El tintineo del cuchillo que cogió lo tomó por sorpresa. Estaba sumamente asustado y el temblor de sus manos lo resaltaban.
—David —volvieron a llamarlo y esta nueva voz, le resultó familiar.
Pudo verlo con mayor claridad, un fino traje y genuinos gemelos de diamantes en las mangas de la camisa. Su mirada se amplió con sorpresa porque eso solo podría pertenecerle a una persona.
—¡David, ¿en dónde estás?! —La voz sonó con mayor claridad. Se escuchaba preocupado, casi al borde de la desesperación—. ¡David, responde!
—Lucas... —Musitó con dificultad, inclinándose hacia adelante con la intención de salir—. Lucas, aquí...
—Al fin te encuentro.
Su cuerpo entero se congeló con la desconocida voz. Lentamente, sus ojos buscaron al dueño de aquella silueta que lo atormentaba; pero no encontró nada más que la misma escena.
David salió casi saltando encima del atacante. No entendía por qué esta persona esperaba atacar a su tío; pero no habría ninguna respuesta en ese momento, porque nada de lo que presenció fue real. Tanto Lucas, como el misterioso hombre, desaparecieron de la cocina dejándolo completamente solo con el sonido de la lluvia.
—¡Lucas, creo que me estoy volviendo loco! —Gritó sollozando cuando su tío atendió la llamada—. Necesito esas terapias con Jorge, ¡las necesito pronto!
—¡¿David, en dónde estás?! —La voz del desconocido volvió a escucharse de lejos—. Me pareció haberlo escuchado por aquí.
—Lucas... Tengo miedo —confesó ahogado, buscando a encerrarse en su habitación—. Estoy escuchando voces y creo que los veo, a los que me hablan —explicó con dificultad.
—Tal vez, está escondido —escuchó hablar a un nuevo individuo.
—¡No te quedes callado, por favor! —Chocó su cuerpo contra la puerta, antes de colocarle el seguro.
—Aquí estoy, David —escuchar a Lucas logró calmarlo, aunque su voz sonase tan seria—. Quiero que respires profundo y me cuentes lo que está pasando.
—No creo que este ahí, ¿por qué se ocultaría de mí? —Consultó uno de los dos hombres.
—Estará jugando.
—Me están buscando —contestó tartamudo, sin conseguir inhalar con facilidad—. ¡Son dos hombres y los dos me están buscando; también te buscan para hacerte daño! ¡Te vi en la cocina de mi casa, pero desapareciste cuando casi te atacan!
—David... —Lucas tomó una pausa repentina, como si la llamada se hubiese cortado—. ¡Olvídalo! Eso no importa ahora, lo único que tienes que hacer es cubrirte los oídos y esconderte, ¡¿entiendes?!
—¡¿Cómo que lo olvide?! —Gritó molesto.
—A haon, a dó, muc is bó.
David centró la mirada a la puerta, al mismo tiempo en que bajaba el celular. Uno de los dos hombres se había acercado demasiado a la entrada, cantando suavemente el primer verso de una rima infantil. Lucas estaba hablando por la llamada sin saber que David no estaba escuchándolo; este de encontraba en un trance, sin reconocer que su corazón se había acelerado peligrosamente.
—A trí, a ceathair, bróga leathair, a cúig, a sé, cupán tae —continuó acercándose más, arrastrando los pies por el suelo. Se escuchaba más alegre al cantar—. A seacht, a hocht, seanbhean bhocht... David, sé que es tu parte favorita. Cantemos juntos —pidió casi susurrando en la puerta.
El hombre volvió a cantar desde un principio para darle una oportunidad de unirse al final; en caso de que David no respondiese, significaría que él no estaba ahí. Su única oportunidad de alejar a los intrusos era mantenerse callado, en completo silencio.
David se encorvó, echando el cuerpo hacia el frente cuando sintió un agudo dolor en su pecho, obligándolo a llevarse la mano contra la camisa para aferrarse de ella. Chocó bruscamente la frente contra la entrada, intentando mantenerse en pie ante el dolor; inclinó un poco la cabeza, dirigiendo su mirada al cielo falso de su habitación para contemplar la oscuridad en la que se sumergía. Sus labios se despegaron con suavidad, justo a tiempo para cantar:
—A naoi, a deich, císte te.
Su cuerpo cayó contra el suelo percibiendo débilmente la voz de Lucas por la llamada; sonando igual a como lo escuchó en la cocina, tan preocupado al borde de la desesperación. Lo último que percibió, fue el agradable olor de la tierra mojada.