Chereads / La tormenta adolescente / Chapter 24 - ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Chapter 24 - ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

«Poco tiempo después, el rey envió a Geronte, el Atiniense, con el fin de obligar a los judíos a dejar las leyes paternas y a no vivir más según las leyes de Dios».

2-Macabeos 6: 1.

Los gritos de Jonatán despertaron a David y a Levi. Parecía estar alterada buscando sus pastillas y corriendo por toda la casa en búsqueda de ellas. Aún, sin siquiera abrir los ojos, David se quejó luego de girarse en la cama con tal de quedar cara a cara con el contrario.

—Levi, despierta, ve a ayudarla. —Lo sacudió suavemente del hombro.

—¿Por qué yo? Lo hice la última vez que le dio un ataque en mi carro. Es tu turno, David. —Se acomodó entre las sábanas, dándose la vuelta para evitar la responsabilidad.

—Que lindos, parecen una familia con un bebé —expresó Lucas, antes de lanzar una palomita al aire y atraparla con la boca—. Esta comedia romántica está avanzando muy rápido.

—¡Lucas! —Gritó David, cubriéndose los glúteos por inercia en cuanto se sobresaltó—. ¡¿Qué haces ahí, si dejé la puerta cerrada con llave?!

—Es mi casa. —Se encogió de hombros—. Literalmente, has invadido mi hogar con tu séquito de adolescentes hormonales; simplemente, aprovecho la compañía y el buen humor juvenil del romance, es divertido grabarlos cuando duermen.

—¿Ronco? —Preguntó Levi reincorporándose aún adormecido; a lo que Lucas negó, para agarrar más palomitas—. Entonces es alguno de mis perros. —Volvió a acostarse, cubriéndose muy bien.

—¿Qué hora es? —David preguntó antes de bostezar. Ya que se había despertado, iría a ver qué sucedía con Jonatán.

—Casi son las once. —Observó por un momento su reloj de mano—. Tu amiguita ha estado lloriqueando como hace una hora y media.

—¡Virgen santísima, ¿por qué nadie la ayudó?!

Una vez que salió del cuarto fue tumbado contra el suelo por la misma persona que lo había despertado. Jonatán lo abrazó con fuerza mientras balbuceaba muchas cosas a la vez, David se sentía atrapado y asfixiado por la mala posición en que se encontraba.

—Jonatán. ¡Calma por favor, déjame respirar primero! —Pidió ahogado.

—¡Miguel, ya no está en la casa! —Sollozó aferrándose aún más de su cuello—. Y yo ya había hecho el desayuno para él.

—Pequeña... —Llamó Saúl con cierto grado de seriedad, más que de celos—. Si quieres podemos ir a dejarle la comida que hiciste para él. Cecilia me dijo en dónde estaría ahora. —Frunció los labios—. Claro, si quieres.

—Ayúdame. —David observó a Saúl, ya sintiendo que se desmayaría, mientras estiraba el brazo a lo largo para alcanzarlo.

—No quiero incomodarte, papá Saúl. Hoy tienes una cita con mamá Yon. —Se levantó del suelo dejando a David casi moribundo.

—Yo puedo ir. —David levantó la mano antes de llevársela al cuello—. Nunca he visto a tu novia... Esperen, acaban de decir que se llama John, ¿verdad?

—Luego te explico —comentó Saúl, dirigiéndole la mirada por un momento, antes de retomar de nuevo con Jonatán—. Es hasta en la noche porque tendré una cena con sus padres; pero podemos ir ahora, hacer lo que tú quieras y te dejo en casa antes de irme.

—¿No te molesta? —Preguntó tímidamente.

—Nunca. —Sonrió, pinchándole una mejilla—. Jamás me molestaría acompañar a mi pequeña. No por nada te adoptamos entre Yon y yo.

—¡Gracias! —Lo abrazó con la misma fuerza empleada en David; pero para Saúl no era agobiante, ya que ni siquiera podía rodearlo bien por su altura—. ¡Iré a cambiarme, pondré la comida en un empaque y nos iremos!

—David, ¿qué haces en el suelo? —Exclamó Lucas al salir del cuarto.

—Fui atacado por una boa constrictora en el cuerpo de un osito cariñosito... —Se encogió en posición fetal—. Necesito descansar un poco.

—Bueno, pero no te quedes toda la mañana ahí porque iremos de nuevo con el psicólogo y espero que esta vez cooperes.

—Un problema a la vez, tío Lucas. Uno a la vez.

—¡Cuánto drama te cargas, David!

[. . .]

Jonatán se encontraba en prendas menores, en el dormitorio asignado de la casa. La puerta estaba cerrada con llave, ya que no saldría en un buen tiempo.

Se observó al espejo notando su bóxer rosado con estampado de caramelos. Le gustan mucho los colores pasteles, pero siempre debía ocultarse de los demás. La poca privacidad que tenía para sí misma era al cambiarse de ropa y eran esos minutos donde se encontraba consigo.

Jonatán, biológicamente varón, era todo el pasado que ella conocía y aceptaba con el paso del tiempo. Era una verdad que no estaba dispuesta a rechazar, al contrario, la abrazaba cada vez más porque de esa forma nadie sería capaz de lastimarla con palabras. Los problemas de disforia casi siempre resultaban desatándose por su voz cuando se ponía ronca; sin embargo, desde el comienzo sintió la necesidad de explorarse y ahí se encontraba, observándose atentamente.

Cepilló su cabello imaginándose, cuando estuviese más largo para arreglarlo en diferentes peinados y poder utilizar las coletas que habían sido obsequiadas por su cuñado. Ahora que su familia, amigos y seres queridos sabían de su transexualidad no deseaba perder un minuto más fingiendo ser varón ante la gente. Deseaba florecer con tranquilidad toda la feminidad de su interior y buscar a ser más mujer de lo que ya era en ese momento; porque las palabras de Levi resonaron en su mente y Jonatán estaba segura de que era hermosa desde el momento en que se aceptó, en ese instante, en que dejó de ocultarse.

—Supongo... —Guardó silencio al ver las medias que se había probado—. No me hará daño usarlas por hoy —murmuró tímida, seguido de juguetear con los listones rosados.

Al salir de la habitación no se notaba que andaba puestas el par de medias. Saúl esperaba sentado en el sofá con el empaque del desayuno listo; aunque Jonatán era quien quería hacerlo todo, Saúl decidió ahorrar minutos para que ella pudiese ver a Miguel por más tiempo.

—¿Lista? —Preguntó al abandonar el puesto, a lo cual, Jonatán asintió contenta—. Entonces, vámonos.

Jonatán se despidió de todos abrazándolos, pero con David repartió muchos besos por sus mejillas a manera de disculpa por lo ocurrido con el último abrazo que le dio. Una vez listos para marcharse Saúl fue el primero en salir fuera de la casa siendo seguido con lentitud por Jonatán. Debían caminar hacía la parada de autobuses ya que Saúl no poseía vehículo, tampoco lo tendría hasta que no cumpliese veintiún años. Edad estipulada por su madre.

[. . .]

David recibió una llamada de sus padres. Al escuchar la dulce voz de su madre sintió que toda su mañana se había reiniciado y comenzado de una hermosa forma; sin embargo, no le agradó la manera tan preocupada en expresarse por su salud. Tuvo que explicarle brevemente que todo estaba marchando muy bien y después de ello, Esther tuvo que dejarlo porque Benjamín quería hablar con él.

—¿Cómo te sientes con Lucas? —Preguntó con preocupación—. Sé que puede llegar a ser muy insoportable; pero espero que te haya ayudado un poco en vez de empeorar las cosas.

—En realidad, estoy muy bien, papá —respondió escuchando un suspiro pesado por su parte causando un tartamudeo en sus palabras—. Dormí muy tranquilo estos últimos días y más porque los chicos vinieron de visita... —Volteó a ambas direcciones asegurando de que Lucas no estuviese cerca—. Bueno, admito que tiene una gran obsesión por la limpieza, por Batman y por querer asustarme cada vez que puede.

—Temí tanto porque algo malo te pudo haber pasado a su cuidado. Lo siento por haberte dejado con él, pero pronto volverás a casa y estarás mejor.

—No es para tanto. Lucas es bueno, es bien responsable y muy exigente por mi salud. —Dibujó círculos en el suelo con su pie, observando cabizbajo antes de añadir—. Papá, quisiera quedarme un poco más con él. Me siento mal por jamás haber tomado la iniciativa de visitarlo o de quedarme en el pasado en su casa, aunque sea una noche. Estos últimos días con Lucas han sido muy buenos. —Volvió a vigilar ambos lados, sin señal alguna de su tío—. Es muy divertido pasar el rato con él, en serio.

—¡Cuando quieras, los tres podemos ir a visitarlo! —Afirmó nervioso, así lo escuchó David—. No es necesario que te quedes más tiempo con Lucas.

—¿Me van a recoger hoy? —Preguntó desanimado, frunciendo los labios con solo pensar en irse—. Lucas me dijo que me llevaría con el doctor hoy —mintió, porque a su padre no le gustaba la idea de un psicólogo—. ¡Un día más, por favor!

—¿Por qué? —Su voz sonaba con un tono de alarma—. ¿Te dijo algo para que, de repente, quieras quedarte? David, si ese hombre te amenazó con algo, ¡dímelo ahora y te voy a buscar de inmediato!

—Papá, suenas paranoico —afirmó suspirante, casi soltando una pequeña risa—. ¡Ustedes dos siempre intentan matarse cuando se ven y mamá está de testigo! ¡Voy a estar muy bien! —Recargó su peso en la pierna contraria y le dio la espalda al pasillo—. ¿Papá, por qué no quieres que me quede aquí? —Preguntó curioso solo con escucharlo tan preocupado—. ¿Está todo bien en casa?

—¡No pasa nada en casa! —Gritó molesto—. ¡Solo me preocupa que te quedes más tiempo con ese ebrio suicida...! —Guardó silencio de golpe, sin completar a más.

Ambos se quedaron en silencio. Benjamín no finalizó la oración, cuando Esther comenzó a preguntar en voz alta:

—¿A quién te refieres con suicida?... Benjamín, ¿qué sucedió?

David bajó la mirada sin decir nada solo con escuchar la insistencia en su madre, la preocupación y el miedo con la respuesta que Benjamín se negaba a darle.

—David...

—Papá, me quedaré más tiempo con Lucas, solo uno o dos días más —luego de interrumpir fue separando el teléfono de su oído—. Descansen bien, no se preocupen por mí. Todo va a estar bien —concluyó para colgar la llamada.

—¡Soy el hombre de la pala! —Gritó Lucas detrás de él, abriendo de un portazo la puerta.

—¡Lucas! —Se llevó la mano contra el pecho—. ¡Si me quieres muerto, mejor asfixiame mientras duermo!

—Diablos, ya habías terminado de hablar. —Frunció los labios sintiéndose decepcionado—. Quería asustarlos a los dos.

—Ya no podré seguir durmiendo al lado de Levi por tu culpa.

—¡Bueno, en ese caso, me puedes ayudar limpiando todo lo que ensuciaron tus amigos justo ahora! —Esbozó una amplia sonrisa maliciosa, antes de frotarse las manos—. Los inodoros, la loza, toda la planta de abajo, la ropa... ¡Tú dime qué vas a limpiar y te doy la escoba!

David se tomó un momento para observarlo, detenidamente. Ese hombre, quien era su tío, el mismo que sería capaz de vestirse de rojo para un funeral o que no asista tan siquiera a uno, por ir a desayunar; quien lo estuvo ayudando todos esos días, haciendo muchas bromas de mal gusto y planes meticulosos para su propia diversión.

David no podía creer que ese indiferente hombre pudo ser capaz de pensar en el suicidio; al mismo tiempo, su vida tan solitaria podría cobrar sentido en esa acción. Al escuchar a su madre sospechó de que Lucas no dijo nada con su intento de acabar con su vida; es probable que solo su padre y Lucas supiesen de ese día, y fuese por esa razón que se llevaban tan mal.

—¡Te tardaste mucho, me quedo con la sala! —Gritó burlesco, antes de correr hacia las escaleras—. ¡Te quedarás con la ropa, la loza y los inodoros! ¡Buena suerte!

—¡Lucas, espera!

No perdió más tiempo, girándose rápidamente para perseguirlo hacia la planta baja. David quería escucharlo de su boca, saber si realmente lo que había dicho Benjamín era cierto y de serlo, conocer la razón detrás de su decisión.

—¡Hola, muchachos, ¿hay alguien en casa? —David escuchó la voz de Rubén en la puerta.

—¡David, es la pizza que ordené! —Informó Lucas en la cocina.

Rubén estaba sonriente cuando David abrió la puerta al saber que Lucas seguía muy bien acompañado; sin embargo, solo con ver la expresión angustiada en David relajó sus labios y dejó caer la caja sobre sus brazos.

—¡Lucas, ¿en dónde estás?!

David tuvo que apartarse con la rapidez en que Rubén invadió la casa, esperando tener la respuesta del contrario con la misma velocidad. David se encaminó hacia la cocina escuchando atentamente la sorpresa en la voz de Lucas y la notoria preocupación en Rubén.

Se acercó lo suficiente, como pudo haberlo hecho en el pasado –para ver a Benjamín sonreír con un Lucas malabarista– y observó a Rubén revisándolo, desde el cuello hasta los brazos e incluso, tratando de quitarle la camisa en busca de marcas.

—Lucas... ¿en verdad pensabas suicidarte? —Preguntó anonadado con las acciones presenciadas.

—¿Pasó de nuevo? —Rubén centró su mirada en los ojos de Lucas, antes de ahuecar su rostro entre sus manos—. ¡Lucas, mírame y responde, por favor!

—Pero... ¿Quién demonios te lo dijo? —Observó fijamente a David, al no poder creer lo que escuchaba—. ¿Cómo sabes eso?