Dos días después David iba a ser recogido por sus padres por la tarde, ya habían confirmado que llegarían después de trabajar. En esos últimos días Lucas se encargó de llevar a David al colegio, recogerlo y llevarlo con el psicólogo; justo ese día iba a recibir una noticia acorde a sus evaluaciones.
Se encontraba sentado en una silla muy esponjosa y, de cierta forma, incómoda para él. El único castigo físico que le había dado Lucas en todos esos días pareció suficiente para sentir sus glúteos de la misma forma esponjosa e incómoda que la silla. David lo describía como sentarse en gelatina.
El psicólogo, un hombre de estatura media, entró llevando consigo los resultados que fue a buscar con su asistente. Tomó asiento detrás del escritorio y abrió la carpeta.
—Bien, David, ya tenemos todo para comenzar —exclamó sonriente, sonando con la misma calma con la que se presentó al principio, como si siempre estuviese susurrando en voz alta—. Me alegra que te hayas abierto más que la última vez; pero necesitamos trabajar mucho con tu confianza.
Bajó la mirada al pequeño manojo de hojas engrapadas, las tomó con suavidad en sus manos y repartió las copias. Una para cada uno.
—Lo vamos a leer juntos, puedes hacerlo con la vista en lo que yo te lo leo en voz alta, ¿sí? —David asintió, sin más qué decir centró su mirada en los resultados—. Perfecto, comencemos.
[. . .]
Jonatán se encontraba de espectadora, observando en silencio el partido de voleibol de la universidad, en medio de toda la multitud que aclamaba al equipo de Miguel.
Como alguna vez mencionó Miguel, se le proporcionaban un par de prótesis como al resto de jugadores que no poseyesen ya su extremidades pagadas. Víctor se encontraba en la primera línea como bloqueador y él era uno de estos casos que no debía devolver nada al entrenador; solo en ese momento, sin su ropa tan holgada y oscura, Jonatán se dio cuenta de que la pierna izquierda era una prótesis de la más alta calidad.
—¡Tío Si, por aquí! —Gritó Víctor.
A pesar de que Víctor llamó su atención, el balón pasó del lado contrario para rematar en el equipo contrario. Una muy planeada trampa que aprendieron con unos jugadores de baloncesto.
Jonatán se sentía sorprendida con el voleibol. Al practicar con Cecilia no era extrema, ni dura con Jonatán; al contrario, la mayor parte de los partidos amistosos fueron muy entretenidos y divertidos. Ahora que veía al equipo de varones contra el de mujeres, se asombró de la gran batalla que se desencadenaba frente a sus ojos.
Cuando Cecilia entró a la cancha, luego de dar mantenimiento a su pierna, la mayor parte del público guardó silencio ante su presencia. Miguel la admiraba muchísimo por ser la mejor bloqueadora de su equipo y durante los próximos siete minutos, Jonatán quedó atónita con la forma tan rápida de empatar.
El último set terminó dándole una victoria a Cecilia. A pesar de que habían empatado para el final, ella construyó la muy aclamada muralla de chocolate con el resto de sus compañeras y solo con su remate, ganaron oficialmente.
—¡Hey, gracias por el partido amistoso! —Miguel fue a felicitarla, aunque estuviese bastante ahogado.
—Tío Si, no hay de qué —exclamó amistosa, estrechando su mano—. ¡Te felicito, tus recepciones mejoraron!
—Hey, fue gracias a ti y... —De repente, Cecilia se sorprendió al verlo callarse de repente.
—¡Hablas de Jonatán! —Decidió ayudarlo a recordar, antes de reírse—. Oye, pero me pareció verlo por aquí o tal vez fue idea mía.
—¿En serio? —Giró el cuello hacia el público, buscando entre las bancas sin poder dar con ella—. Hey, nos vemos después, Cecilia.
Jonatán tuvo que colocarse de puntillas para poder observar por encima de los universitarios. Al ver que Miguel se estaba marchando, decidió que esperaría afuera mientras él regresaba sus piernas.
El campus de la universidad era espacioso, con una distancia notoria entre los edificios y facultades con las que contaba. Si Jonatán se graduaba, próximamente, sería parte de esa prestigiosa universidad pública.
Miguel estaba abandonando el gimnasio, movilizándose en su confiable silla de ruedas y retirándose con aparente velocidad. Poco después, Víctor había salido disparado recordándole a Miguel algo que Jonatán no pudo escuchar; pero fuese lo que fuese, hizo que Miguel desacelerara lo suficiente para alcanzarlo.
Jonatán había llegado con la idea de hablar tranquilamente con Miguel. David, por poco creíble que sonase para Lucas, le dio el consejo de intentar hablar claramente con él y de no cometer el mismo error de él hacia Levi. Podría ser que Miguel, ni siquiera lo reconoció el día anterior.
A pesar de que su intención era hablarle, continuó caminando detrás de él a cierta distancia.
—Hey, ¿cuánto más me seguirás... —Miguel se detuvo de golpe, hablando con carraspera—. Josselyn? —Una vez que Jonatán se paró frente a él, la observó fijamente a pesar de que ella no lo hacía—. ¿Qué haces por aquí?
—Quería hablar contigo por lo que viste la última vez, pero ya no supe cómo empezar —respondió con timidez, sintiendo que sus labios temblaban demasiado.
—Hey, eso fue impactante para mí... —Hizo una pausa, pensando mejor las palabras—. Seré franco, no es la primera vez, pero siempre es confuso para mí hablar con ciertas personas del colectivo LGBT.
—No es fácil decirlo, tampoco —admitió titubeante, dirigiéndole, finalmente, la mirada—. Debo admitir que me sentí halagada cuando me dijiste que era bonita.
—Lo eras... —Arrugó la frente en confusión—. O lo eres aún. ¡Hey, perdóname, pero en serio me confunden! —Suspiró molesto al no poder hablar de la mejor forma.
—Miguel, lo único que necesitas saber es que mis pronombres son en femenino, porque soy una chica —explicó tranquila, sintiendo que una sonrisa se formaba en sus labios—. Eso, sí que es sencillo, como:
«Ella es...».
«Te presento a una amiga».
—No necesitas saber más que eso, pero entenderé si no quieres volver a verme. —Su sonrisa se torció y apartó la mirada—. Pude notar que te tomó por sorpresa, al menos para mí, sentí que te pareció incómodo.
—¡Hey, no te preocupes! —Se frotó la nuca con suavidad cuando Jonatán volvió su mirada en él—. Soy un poco olvidadizo, es todo. Hey, pasé bastante tiempo con estrés postraumático y mi mente se desordena de vez en cuando. Si habrás notado que hasta tengo este problema con repetir la misma palabra.
Sorbió por la nariz frotándose un poco la punta de la misma y murmulló. Verla ahí, parada frente a él sin presentar ninguna señal que Miguel conocía de un caso anterior, fue curioso a su manera.
—Hey, perdóname si en el futuro se me sale decirte Jonatán, a lo mejor, lo olvidé por un momento... Bueno, te confieso que ahora estoy confundido, porque no sé si estuve con Jonatán o Josselyn, o...
—Miguel, dime Natt. —Dibujó una pequeña sonrisa en sus labios—. Natt, así me llamaste la primera vez, suena lindo cuando lo dices y no causa ninguna confusión. Llámame Natt.
—Mi mente da vueltas ahora. —Rió suave, pero nervioso—. Hey, Natt, tengo que irme pronto a clases; pero...
Para Jonatán fue enternecedor ver como Miguel estaba sonrojado, aunque no supiese la causa del mismo. Actualmente, Miguel estaba sumamente nervioso y su mente trabajaba por no decir algo erróneo frente a ella. En el pasado, había conocido a una persona transexual y tal parecía, con sus acciones tan meticulosas, que no le fue muy bien al hablar.
Jonatán amplió la mirada solo con ver lo tembloroso que estaba Miguel, mucho más al querer hablar y solo soltar con tartamudez las palabras.
—¿Quieres comer helado conmigo? —Señaló con ambas manos, flexionando y estirando los brazos repetidas veces, la dirección que debían tomar—. Hey, son muy deliciosos —afirmó tartamudo, antes de encogerse en su silla y girar el cuello a un lado—. Hay de frutilla o de algodón de azúcar. Me gusta bastante el de sabor a chicle, pero hey, podemos ver qué otros sabores hay —comenzó a hablar muy rápido.
—¡Claro, me gusta mucho la idea! —No dudó en abrazarlo, sintiendo como se erguía rápidamente—. ¡Estás temblando mucho, Miguel! —Señaló con sorpresa en la voz, antes de posicionarse detrás de él—. Te ayudaré a moverte, tal vez, sigues muy cansado después del partido. ¡Vayamos por ese helado!
Miguel tuvo que cubrirse el rostro durante el recorrido por el campus, al no desear que nadie de sus amigos cercanos lo viesen tan nervioso por una pequeña cita.
En su mente, estaba seguro que había actuado de una forma tan nerviosa como si Jonatán fuese un individuo totalmente diferente; sin embargo, solo con escucharla y verla desenvolviéndose, se percató que seguía siendo la misma persona con la que estuvo hablando desde el comienzo.
Justo en ese momento, viéndola devorar una copa de helado –mientras el cono de galleta se derretía en la mano de Miguel–, se sintió aún más confundido que antes porque Jonatán, no estaba actuando, en ningún sentido, como la última persona transexual con la que convivió Miguel.
De hecho, Miguel estaba confundiendo dos situaciones totalmente diferentes y eso, sería un futuro problema entre estos dos individuos.
[. . .]
Cuando Esther y Benjamín llegaron a la casa se encontraron con la sorpresa de que ambos estaban dormidos en la sala, con una caja de donas a medio terminar y la televisión encendida en un canal de películas.
Esther ya no podía esperar más. Deseaba llevarse a David de regreso a casa, después de haber escuchado la historia que su esposo había ocultado de ella. Esther no deseaba dirigirle la palabra a su hermano, ni a su esposo; solo quería devuelta a David en sus brazos.
—Mamá —llamó somnoliento, al sentir las suaves sacudidas de sus manos. David se lanzó a sus brazos, feliz por volverla a ver.
—Mi niño, ya llegué por ti. —exclamó con suavidad, aferrándose a su reciente, cuerpo pesado por toda la comida de los últimos días—. Mañana iremos a misa por el miércoles de cenizas —informó, antes de arreglarle algunos mechones despeinados de la frente—. Vamos a casa, David.
Benjamín observó a su esposa retirarse con la mayor velocidad que David alcanzase a moverse en ese momento. A sus espaldas, escuchó un leve quejido de un Lucas bastante somnoliento.
—Gracias por cuidarlo. —Su mirada se centró en la salida, el único objetivo que tenía en esos momentos—. Esther, está un poco molesta, pero te llamaré para almorzar cuando se tranquilice.
—No te escuché, Benny. —Se removió del sofá sin hacer mucho ruido para acercarse con sigilo a su oído—. Disculpa, es que por la edad mis oídos ya no captan idiotas, solo a personas —susurró, para luego soplar un cálido aliento en el interior de su oreja.
—Por favor, no hagas una escena —pidió bufando, antes de frotarse contra el hombro su oreja húmeda.
Benjamín estaba dispuesto a retirarse al terminar de decir todo lo que Lucas necesitaba escuchar. Lucas, no permitió que se marchara cuando lo abrazó de espaldas, cubriendo con rapidez su boca para que Benjamín no gritase.
—David, te delató sin siquiera saberlo —exclamó entre risas, muy suaves, pero tan burlonas que Benjamín se sintió acorralado—. Por supuesto, tuve que mentirle para que no sospeche nada; pero ahora, sé que fuiste tú quien cortó la soga cuando me quise ahorcar, tú llamaste a Rubén para que me encontrara... —Volvió a acercar la boca a su oreja, sintiendo como Benjamín se estremecía con sentir su respiración tan cerca de su cuello—. Todo acerca de este año, realmente, se hizo tan excitante, Benny —susurró con malicia—. Me voy a asegurar de seguir ganándote.
Lucas se despidió desde la entrada de su casa, observando a Benjamín retirándose asustado hacia el auto. David se veía bastante animado por saber que Lucas pensaba llevarlo de paseo el fin de semana; según lo que dijo, sería un discreto recorrido y tal vez, un día para nadar.
David, ya había visto que el patio trasero poseía una piscina, moderadamente grande. Ya ansiaba poder sumergirse y refrescarse, flotando por un tiempo en la cristalina agua; incluso de invitar a sus amigos para una mayor diversión entre todos.
Esther estaba conduciendo ese día y siguió de la misma forma, cuando Benjamín tomó el asiento de copiloto para calmarse.
David pasó todo el recorrido hablándoles de lo que descubrió con el doctor y su posibilidad de sufrir un infarto. Intento mostrarles las coloridas píldoras que Lucas compró para él; algunas eran vitaminas, otras eran para fortalecer sus defensas y que su apetito volviese.
Esther, al estar más concentrada en el camino solo asentía con la cabeza o comentaba superficialmente; sin embargo, Benjamín no podía dejar de pensar en las palabras de Lucas y sentirse altamente amenazado, solo con haberlo sentido presionar con fuerza al abrazarlo de forma tan desprevenida. Benjamín, giró su cuello en dirección hacia Esther, solo deseaba poder observarla una vez más, así como se encontraba, tan sonriente.
Benjamín estaba seguro que tarde o temprano, sin poder acudir desesperadamente por ayuda, Lucas terminaría con su familia feliz y con su pacífica vida. La voz tan gruesa y firme de Lucas, incluso al susurrar, formaron en el interior de Benjamín una sensación de malestar a causa del miedo.
Al escuchar a David, hablar tan bien de Lucas, confirmaba sus sospechas de que ya era demasiado tarde.
Lucas iba a terminar con todo y Benjamín, deseó no haber cortado la soga de ese día.
—Se acerca el reinado de Paris —David exclamó sorprendido, luego de subir a su habitación y revisar los mensajes de texto—. Paris... —David suspiró con calma ante la situación. Comenzaría a hacer las cosas bien consigo mismo.
Tomó su pequeña mochila, con la cual se había ido a la casa de Lucas, para buscar el baño y encerrarse un momento por privacidad.
Con cuidado, de la misma delicada forma que su psicólogo, sacó sus resultados para leerlos una vez más. Toda la mañana había estado pensando detenidamente en las respuestas. Al seguir siendo un menor de edad, Lucas tuvo que saber superficialmente la información sin atentar tanto a su privacidad; ya que David necesitaría un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina, la sugerida fue sertralina, para el trastorno que fue identificado en él.
Tanto Lucas como David, se sorprendieron ante la noticia. Había un trauma, tan desarrollado y palpable que requeriría de una terapia de exposición prolongada en primer lugar; lentamente, se iría abordando el resto de terapias, como la de procesamiento cognitivo, de reestructuración cognitiva, entre otras.
David adelantó las páginas que mostraban una introducción, los aspectos que se evaluaron, un par de comentarios y consejos, para llegar finalmente a sus resultados finales.
Acarició con la yema de los dedos el nombre de su condición actual. Sintió miedo al verlo escrito, pero era una verdad que debía aceptar por su salud.