Viernes.
Día 38.
El pequeño hámster fue despertado con los primeros rayos del sol entrantes en la habitación. Observó atentamente las cortinas de color celeste. Aquel pequeño animal se veía pensativo, tan atento a la ventana desde su pequeña esfera y nadie más que el hámster sabía lo que dentro de su mente sucedía.
—¡Ah! —Levi brincó en su cama, asustado al escuchar los ladridos y maullidos grotescos—. ¡¿Ahora quién mordió a quién?!
Se suspendió con rapidez presenciado la pequeña escena que había espantado su sueño. El hámster estaba muy despierto y ansioso por comenzar un nuevo día –sea lo que sea que un roedor pudiese hacer de interesante–.
Había pasado y, continuaba aún, pasando por encima de las colas de los gatos; acto seguido, el felino maullaba y los perros contraatacaban. Era el caos, dentro de una habitación.
Levi observó a Huesos, su confiable compañero de rescates, este seguía dormido con la cabeza apoyada en su almohada especial. El pecho del animal se expandía con cada inhalación y todo lo soltaba a ronquidos.
—Conque eras tú el que roncaba —murmuró Levi, antes de volver a recostarse a su lado para dormir un poco más. Tal acto, se vio interrumpido con la alarma de su celular y los ladridos de Huesos—. ¡Mejor dejo a cargo al hámster de despertarme!
Los gatos observaban hostiles a los enérgicos canes que esperaban a que Levi se levantara para jugar. Cuando la puerta fue abierta todos salieron ladrando y bajando las escaleras, mientras Levi avanzaba al paso elegante y lento de los felinos.
Al llegar abajo se encontró con sus huéspedes muy ansiosos, esperando a que comenzara el servicio de comida y entretenimiento gratis. Tanto perros como gatos, esperaban que Levi encendiese el televisor.
—Por favor... Les doy comida, agua, les quito las pulgas y los dejo compartir de vez en cuando mi cama. ¡Tienen todo mi amor humano a animal que pudiese tener cualquier otro! —Alzó los brazos con dramatismo, blandiendo con desesperación—. ¡Hoy no quiero ver Dora, la exploradora!
Los perros no se hicieron esperar, ladrándole a Levi por no apresurarse. Faltaba poco para que comenzara el programa y nadie, más que los mismos animales, tenían sus razones para amar un programa de televisión en especial. Lo único que Levi pudo hacer, fue obedecer y encender el televisor.
En cuanto los canes observaron su programa favorito emitiéndose regresaron la atención a los vistosos colores y ladraron cuando Levi pasó frente a ellos por un momento, tratando de cruzar la sala para subir nuevamente y prepararse.
Levi, necesitaba espacio al ver que la cantidad de animales era más grande que el espacio en la casa. No había tenido mucha suerte en conseguirles un hogar, después de todo, la mayoría estaban sumamente cicatrizados por las peleas impuestas por sus antiguos dueños y otros, como era el caso de Huesos, estaban muy viejos.
—Necesito más espacio para todos. —Arrugó la frente mientras frotaba sus párpados.
La casa poseía dos baños, uno de ellos tenía una gran tina y esta era se uso público. Levi pensaba ir a bañarse hasta que recordó que las tortugas que encontró –perdidas en la carretera– estaban ocupando ese espacio. Lo único que pudo hacer fue revisar al resto de animales en el interior del baño, como los pájaros, para ver el progreso de sanación en sus heridas.
A Levi le encantaba ayudarlos, sacarlos de esos peligrosos lugares y llevarlos con el veterinario, un pequeño lugar especial y gratuito para estas ocasiones; pero estaba sospechando que todos los perros y gatos de la planta de abajo, estaban abusando demasiado con quitarle el televisor por las mañanas. Había de conseguirles un hogar antes de que fuese demasiado tarde.
No le quedó de otra que ir al baño que ocupaba en la habitación de su abuela. Le gustaba entrar a la recamara en ocasiones especiales o hacer los rezos cotidianos en la misma, pero nunca invadió el cuarto de baño hasta ese momento.
Al entrar estaba tal y como ella lo dejó, con un agradable olor a sus viejos perfumes; seguía limpio haciendo resaltar el blanco que pintaba las paredes.
Levi dejó su ropa con cuidado en la tapa del inodoro y luego entró a la tina que poseía de igual forma una ducha. Permaneció inmóvil mucho tiempo recibiendo el chorro de agua por su espalda. No podía evitar recordar los buenos momentos con su estimada abuela y pronto, sintió reseca la boca.
—Quiero fumar —musitó.
[. . .]
Benjamín se encontraba en su cama, observando el cielo falso de su habitación. Esther se había marchado a trabajar, luego de pedirle que se fuera.
Hubieron días donde podía levantarse e ir a trabajar, aunque significase tener que encontrarse a Lucas y mucho más, verse solo a su lado; pero esos últimos días había sido difícil querer levantarse para trabajar, pidiéndole a Esther que se fuese primero.
Su tobillo, se había doblado. No era algo que podría mantenerlo fuera de L'amore el tiempo que deseaba; de hecho, aún debía asistir a trabajar ese día después de rechazar la propuesta de Lucas con quedarse descansando en casa.
Su familia, se estaba fragmentando después de haber pasado años tan pacíficos. Finalmente, Lucas había conseguido darse cuenta que Benjamín había llegado ese día a su casa e impidió su suicidio.
—Papá, ya me voy al colegio. —David se mantuvo detrás de la puerta al hablar—. ¿Necesitas ayuda para bajar?
—Qué tengas un buen día en clases, hijo —fue todo lo que respondió y no muy amable, porque estaba enfadado con él—. ¡Recuerda que debes rezar antes de subirte al autobús!
—¡Hoy me voy con Levi! —Anunció desde las escaleras.
«¿Quién es Levi?». Se preguntó confundido.
Estuvo a punto de salirse de su cómoda posición en la cama para revisar; sin embargo, al estar sumergido entre una esponjosa sensación estimó que había pasado meses desde la última vez que se sintió tan tranquilo en cama. Prefirió quedarse, aprovechar la comodidad y esperar a obtener ánimos de ir a trabajar ese día. Lucas llegaría por él en una hora.
—Benny, ¿ya estás listo o sigues durmiendo?
Benjamín puso en blanco los ojos al escuchar su voz. Justo cuando pensaba dormirse, escucha a Lucas detrás de la puerta y eso implica que está atrasado en el día. Largó un suspiro antes de removerse de la cama, arrastrando los pies por la alfombra y llegar hasta la puerta.
—Llegaste muy temprano —admitió molesto, recargándose de la perilla antes de abrirla—. Acabo de...
Lucas no se encontraba esperando, ni siquiera estaba en casa. Benjamín observó a ambos lados del pasillo sin encontrar una sola señal de su presencia; de haberse ocultado para asustarlo, habría escuchado la madera rechinar con los pasos. Benjamín, ni siquiera escuchó a Lucas acercarse la primera vez.
Bajó a la cocina en búsqueda de un objeto que no había tocado desde hace un par de semanas atrás. Ahora, comprendía que no estaba cansado, simplemente, los efectos habían desaparecido.
Su lata de café, especial y exclusiva de él, estaba completamente vacía. Mes a mes compraba los sobres para meterlos ahí luego de haberlo combinado con sus pastillas; asegurando de esa forma que nadie más lo bebería porque era un medicamento especial que debía tomar. Esther, ni David conocían que Benjamín ocupaba medicarse, pero eso, era otra historia a parte.
—¿Por qué tienes esa cara de amargado? —Consultó Lucas, antes de llevarse la manzana a su boca—. Si quieres te regreso a casa y descansas el resto del día; después de todo, tienes que subir todo el edificio a pie. —Fue desacelerando en caso de que Benjamín aceptase—. Podrías agravar la situación.
—Deberías poner un ascensor —comentó bajo, sin concentrarse en nada más que en sus manos—. Para situaciones como estas.
—¡Eres el primero que se dobla el tobillo y se pone a llorar porque se asustó! —Benjamín se encogió en su asiento, sintiéndose avergonzado por la escena—. Todos aceptan los días de descanso para mejorar, solo tú decidiste regresar al día siguiente.
—Sigo pensando que un ascensor sería lo ideal.
—Ya hicimos la encuesta y nadie, incluso tú que votaste en no, quiere un ascensor.
—¿Ya es tarde para votar que sí?
—Benny, a veces eres chistoso —comentó entre risas, desviando la mirada por un momento hacia él—. De los dos hermanos, eres el que más me hace reír y yo disfruto mucho de una buena carcajada.
—En otras palabras, soy un payaso para ti y jamás me tomarás en serio.
—Nunca dije eso —protestó, avanzando luego de que el semáforo cambiase de luz—. De no hacerlo, jamás te hubiese pedido que fueses mi secretario.
—Siento que debiste darle la oportunidad a Esther —su voz se tornó ronca al hablar—. Ella, es sumamente inteligente, rápida y ordenada.
—Esther viene rechazando el puesto desde el primer día que comenzó a trabajar para mí. —Ladeó la cabeza hacia su dirección—. Al contrario de ti, quien lleva desde el primer día luchando para conseguir ese puesto y ya llevas, nueve años aquí y sigues luchando.
—Eso... me animó un poco —confesó cabizbajo—. Nunca me imaginé que te habías fijado en mi esfuerzo desde el primer día; menos cuando tienes tantos empleados.
—Ando en todo, Benny, y sigo en todo —afirmó con emoción, esbozando una amplia sonrisa.
—Si es así... —Levantó la cabeza, centrando su atención en Lucas—. ¿Por qué no nos dejas tranquilos, si sabes que vas a dañar a David y a Esther con la verdad?
—Eso quisiera saber de ti —habló con tranquilidad, tomando lugar en el estacionamiento del edificio, antes de dirigirle la mirada—. ¿Por qué cortaste la soga, si sabias que no me iba a detener? —Benjamín se quedó inmóvil en su lugar, preso en el miedo que sentía al escucharlo tan burlón—. Benny, somos los únicos que saben la verdad completa y sabes muy bien, que no pararé hasta el final de todo.
Benjamín chocó contra la puerta, al ver a Lucas acercarse más hacia él. Con cierta torpeza intentó buscar, muy desesperadamente, la manija del auto para poder salir. Lucas lo tomó por el cuello, acercando la boca a su oreja para susurrar entre risas:
—Te mataré por haberte metido conmigo, Benny.
Benjamín, se giró sobre el colchón de la cama, luego de haberse quedado dormido desde que David se marchó de la casa. Observó atentamente el espacio que Esther ocupaba en la cama y se dio la vuelta para no verlo de nuevo. Sus pesadillas, se habían estado haciendo recurrentes y más reales que antes; pero al mismo tiempo, entendía que todo se debía por la misma razón que se le mostró en su sueño: Ya no estaba medicado.
[. . .]
—David, David, ¿tus padres te dijeron algo por lo de ayer? —Jonatán preguntó curiosa, revisando después si el efecto del chocolate seguía vigente—. Espero que no te hayan castigado.
—En primer lugar... —Se acomodó en su puesto—. ¿Qué ocurrió ayer? ¡No puedo recordar nada después de que bebí esa chocolatada!
—Ocurrió esto. —Levi bajó su labio inferior sin apartar la mirada del camino. Había una mordida muy visible si hacía eso—. ¡Qué salvaje, señorito!
—¡¿Qué?! —Levi se desvió un poco de la calle luego del grito.
—Dios, soy yo de nuevo y es urgente... —Habló Saúl en la parte de atrás.
David no podía creer nada de lo sucedido en la pijamada. Comenzó a comprender el por qué Levi lo trataba de señorito; en efecto, Levi contó que de regreso a casa rogó por ser tratado de esa forma únicamente por Levi. Cada palabra le hacía avergonzarse de sus acciones bajo el efecto del dulce.
Cuando llegaron al instituto los que caminaban cercanos al auto observaron la escena más extraña de sus vidas: David estaba abrazando a Levi, pidiendo disculpas por todo lo que hizo; Jonatán, tuvo que tomar el control del volante al ver que Levi no podía ver nada a causa de David; en cambio, Saúl continuaba su pequeña plegaria para sobrevivir.
Ese día, el entrenador tenía una noticia importante qué enunciar. Las olimpiadas estaban cerca de llegar y todos los bachilleratos del instituto de varones como el de mujeres competían por los trofeos; rara vez ganaban los varones, pero este año con la presencia de Jonatán el entrenador estaba seguro que ganarían.
—Como saben —inició el entrenador— todos los años hacemos estos juegos con las vecinas pomposas y mueve faldas. —Gruñó dirigiéndoles una mirada furiosa a sus varones—. ¡Por culpa de eso ustedes débiles, flojos y buenos para nada hacen a este instituto perder trofeos! Este año seré muy cuidadoso al elegirlos... ¡Levi vas a dentro!
—¡¿Qué?! —Levi intentó mantener su expresión de disgusto, pero era más probable que fuese una broma.
—¡He dicho que vas adentro!
—Ay, pero... ¡¿Por qué yo?!
—Usarás tu preciada física para el lanzamiento de bala de cañón y eres lo suficientemente alto para jugar baloncesto.
—¿Me puedo negar a esto?
—¡Por supuesto! —Sonrió ampliamente, dirigiéndose hacia él para continuar hablando—. Te veré el próximo año y el que le sigue, luego el que le viene, hasta que logres graduarte.
—Entendí, ya comprendí. —Se fue a sentar en la banca de elegidos por el entrenador—. Esto es peor que hacer la tarea ilustrada de su hijo.
—El siguiente es Saúl, lo mismo te ocurre con aquél de atrás en baloncesto.
—¡Sí! —Levi alzó los brazos con emoción—. ¡No estaré solo en esta agonía! ¡Ese es mi negro!
—Idiota, ya te dije que no puedes decir eso tan fuerte, imagina que otro negro te escuche —lo regaña cuando se fue a sentar con él.
—Pero David me enseñó un documental del reverendo King y su oponente, el ministro Malcolm —se excusó, sabiendo de antemano que antes de decirlo estaba mal—. Él dijo que "negro" se consideraba un insulto antes, pero luego, esa palabra les haría ver que no deben estar avergonzados de lo que son y él lo movilizó como un bien decir.
—¿En dónde viste eso?
—No tengo idea de cómo se llamaba el canal, pero esa noche nos dormimos muy tarde viendo todo el documental en la casa de Lucas. —Una amplia sonrisa se dibujó en sus labios, producto de un recuerdo que le pareció gracioso—. Esa noche, supongo que no fuimos los únicos que se divirtieron desvelándose.
—¿Qué?
—¡Cállanse ustedes dos que el resto no escucha! —Ordenó el entrenador. Suavizó su expresión para la siguiente persona, su salvadora—. Jonatán, te llamo porque eres mi campeón de carrera. Estarás con aquellos dos en la recta final, pero igualmente participaras en la individual. Todavía no he descubierto todos tus dotes y es por eso, que no te sentaras aún. Irás con el resto a realizar las pruebas, ¿sí?
—¡Copiado, entrenador! —Jonatán ya estaba calentando, dando saltos en cuclillas y estirando sus piernas.
—Ya casi puedo saborear ese trofeo. —Suspiró con una sonrisa al verla; nuevamente, cambió su gesto—. David...
—¿Sí, entrenador? —Titubeó.
—A la banca de rechazados —Señaló la del extremo contrario—. Irás a alguna olimpiada, por ejemplo, de ortografía, pero no a esta, muchacho. Comienza a trabajar en los proyectos para reponer este evento y tal vez, consigas pasar mi clase.
—Oh, dulce Señor, gracias por hacerme tan inútil, deportivamente.
—¿Entrenador, qué hay de mí?
—Gabriel, no tienes nada de malo y cuento contigo para ciclismo —respondió con seriedad, chocando contra él al tener la misma estatura—. Sé que no eres epiléptico —susurró, sin encontrar sorpresa en sus ojos—. Comienza a correr por la pista o tendrás problemas en la rectoría.
Un gruñido fue todo lo que respondió. Gabriel, obedeció a la orden comenzando a correr por la pista, yendo a un ritmo moderado, pero bastante constante.
—¡Profesor de mi vida, entrenador que más quiero en el colegio, mi sol, mi...! —Levi tuvo que inclinarse hacia Saúl para susurrarle—. Ya se me acabaron los halagos para llamar su atención.
—Di algo de sus músculos —sugirió, no tan convencido.
—¡La estatua en vivo de Hércules!
—¿Qué quieren? —Se giró hacia el par, no sin antes frotarse los temblorosos párpados.
—¿Nosotros qué vamos a hacer, si somos las súper estrellas? —Preguntó Levi, observando al resto comenzar a correr por la pista.
—Guardar silencio, quedarse sentados y observar al resto.
—¡Después de todo lo que he hecho por su hijo, ¿me paga de esta forma tan aburrida?!
—¡Bueno, vayan con David! —Se alzó de hombros, sintiéndose harto de escuchar a Levi quejándose más de lo normal.
—¡David, aquí vengo, señorito!
—¿Esos son tus amigos? —El entrenador le preguntó a Saúl, luego de ver a Levi tropezar con una roca—. En especial, ese desequilibrado.
—Mis mejores amigos, entrenador. —respondió con calma, viendo a David asistir a Levi después de la caída. Saúl asintió con la cabeza, marchándose hacia ellos—. Los mejores que tengo.