Sábado.
Día 37.
Benjamín se encontraba en la sala justo a tiempo para comenzar a trabajar desde la comodidad de su hogar. El día anterior, al intentar subir las escaleras –en sus condiciones actuales–, solo consiguieron empeorar la situación luego de subir el décimo piso.
Lucas, al ver su entusiasmo por querer trabajar, le concedió una laptop para continuar su pedido desde casa, al menos, hasta que pudiese regresar el lunes.
—Buenos días, papá —saludó David, con un suave tono.
Por un momento, lo observó de reojo notando que estaba muy bien vestido a pesar de que era un sábado a las ocho de la mañana. Se llevó a su boca la taza de café, simple y sin ningún medicamento mezclado, para beber un poco con la esperanza de no quedarse dormido.
—¿Le avisaste a tu mamá que saldrías? —Preguntó, bajando la taza al sentir un sabor tan amargo—. No me comentaste de nada —chasqueó la lengua, luego de estirarse para alcanzar la azúcar—. ¿Ya no tengo ningún derecho a saber lo que haces?
—Papá, saldré con mi tío —informó del mismo tono. David, no quería molestarlo en nada—. Ya les había dicho que vendría por mí.
—¡¿Con Lucas?! —Estuvo a punto de caerse de su silla con la noticia.
—Sí, voy a nadar en su piscina —añadió, untando mermelada en una tostada—. Me quedaré todo el fin de semana con Lucas, hasta se ofreció traerme de regreso el lunes después de clases.
—David... —La bocina del auto interrumpió su repentino temor. Benjamín señaló a la entrada, sin despegar la mirada de su hijo—. ¿Es él?
—¡Llegó temprano! —Alcanzó a decir entre bocados—. Ya me voy, papá.
David tuvo que asomar la cabeza fuera de su casa para decirle que lo esperase; seguido de ello, subió a su alcoba para buscar su confiable mochila de viaje.
Benjamín estaba cabizbajo, golpeando suavemente con sus dedos la madera de la mesa. Suspiró con pesadez, luego de impulsarse para poder caminar hacia la entrada y salir de la casa a enfrentar a Lucas.
—¡Buenos días, tortolito! —Lucas estaba tan sonriente al verlo enfadado. Bajó sus gafas de sol, para guiñar su ojo y causar una reacción más colérica en el contrario—. ¿Ya conseguiste terminar con Corea?
—¡¿Qué planeas con acercarte a David?! —Interrogó molesto, arrugando casa facción de su rostro.
—Ay, no, mi vida —exclamó con aparente malicia, ideando enfadar lo más que podía a Benjamín con sus palabras—. Te vas a arrugar como un anciano si sigues así.
—¡Deja de jugar conmigo, sinvergüenza! —Agitó con furia las manos, rechinando los dientes entre ellos—. ¡No me provoques y responde!
—Aclarame una cosa... —Habló con seriedad—. ¿Por qué siempre te asustas, cuando yo me acerco? Es como, si hubieses hecho algo tan malo, pero tan malo que yo te atacaré sin dudar.
—¡Ya estoy listo! —Gritó David entusiasmado, corriendo hacia ellos con su mochila—. Adiós, papá. ¡Te veré el lunes!
—Nos vemos,Benny. —Esbozó nuevamente su sonrisa y acomodó sus gafas—. ¡Piensa en lo que pregunté!
El auto se perdió de vista a la velocidad con la que aceleró Lucas luego de que David tomase asiento. Benjamín, no tuvo más opción que regresar al interior de la casa y continuar el trabajo.
Esther estaba bajando las escaleras. Su trabajo había terminado por momentos y podría descansar un par de días antes de la siguiente orden. Al aproximarse a la cocina escuchó un golpeteo de zapato, muy ruidoso y constante, sobre el suelo.
Benjamín se encontraba sentado mordiéndose la punta del pulgar, mientras observaba la pantalla apagada de la laptop. Esther se acercó, pero solo hasta que tocó su hombro, Benjamín reaccionó a que ella había ingresado a la cocina.
—¿Qué te pasa? —Interrogó con dulzura, acercándose detrás de él—. No me gusta que estemos peleados, por eso te estoy hablando ahora, para que podamos resolverlo juntos y que ya no hayan secretos entre nosotros.
—Es tu hermano —respondió ansioso, sintiendo el metálico sabor de su sangre—. David, está pasando más tiempo con él y parece que le agrada.
—Lucas, también es su familia y tiene derecho a convivir con David —protestó, colocando ambas manos sobre los hombros de Benjamín, presionando con cierta fuerza—. Estás muy estresado. Deja de pensar en Lucas y concentrate en terminar tu trabajo; para que podamos pasar la Semana Santa con nuestro hijo...
—¡Lucas, no es su familia! —Interrumpió molesto, apartando las manos de Esther de sus hombros—. Por esa misma razón tiene una orden de restricción, para proteger a David, ¡porque ellos no pueden ser familia!
—¡Lucas es su tío y es todo! —Dio un par de pasos al frente, para poder enfrentarlo de cara—. Es mi hermano y sé que no ha sido la persona más estable en estos últimos años; pero confío en él y sé que jamás le haría daño a David...
—¡Despierta ya, Esther! —Se levantó de su asiento, golpeando con fuerza el comedor al suspenderse—. Lucas, ahora es un alcohólico, un asocial y depresivo hombre. No es nadie para David y así, se tiene que quedar por nuestro bien.
—¿Qué más... me ocultas? —Preguntó a media voz, centrando su mirada fijamente en él—. Levantaste una orden en contra de él, monitoreas todas las visitas que pueda hacernos y siempre estás a la defensiva cuando se acerca a David. —Benjamín quiso apartar la mirada, incluso girar el cuello a otra dirección; pero Esther ahuecó entre sus manos el rostro de su esposo—. ¿Qué hizo Lucas, para que no puedas contarme?
—Dame tiempo, Esther —pidió balbuceante. No pudo verla, no si iba a mentir—. Confía en mí, como siempre lo has hecho desde que nos casamos, pero espera un poco más y yo te contaré la verdad.
[. . .]
David, estaba tratando de escapar del auto al descubrir que no irían a la casa de Lucas. Al ver que tomaron un camino diferente no dudó en querer huir si era parte de un plan; esta sospecha era cada vez más clara, solo con escucharlo reírse.
—Aguanta un poco más y ya te podrás bajar —anunció entre risas, asegurando el cinturón de su sobrino para que su escape fuese menos probable—. Si te consuela algo, Levi es parte de este día.
—¡Lucas, te pasaste!
Tanto David como Lucas giraron el cuello en dirección al retrovisor, observando que habían pasado de lejos el auto de Levi y a él. Cuando Lucas retrocedió, presionó el pequeño botón para liberar a David y este, finalmente, pudo salirse del auto.
—¡Tío Lucas! —Jonatán se apresuró a abrazarlo con fuerza una vez que se reunieron todos.
—Vaya, pero qué bonitas uñas, niñita —comentó, tomándole las manos para observar mejor el color turquesa—. Te pusiste bien coqueta hoy, picarona, pero eso es bueno porque te tengo una sorpresa. —Se tomó un momento para revisar su reloj de muñeca—. Ya debería estar aquí.
—Y luego, me dijo que todo era un trampa —David terminó de explicarle a Levi lo que vivió en los últimos minutos—. Por eso quiero irme contigo.
—Te ibas a ir con él, de todas formas —comentó Lucas, llevándose las manos a la cintura—. Me llevaré a Saúl y Jonatán...
La llegada de una camioneta interrumpió las instrucciones de Lucas, aunque fue justo a tiempo. Tanto Saúl como Jonatán reconocieron el auto de Víctor; pero no entendían qué hacía él por esa zona.
—¡Hey, señor Knight, lamento la demora!
El corazón de Jonatán se aceleró al escuchar su voz viniendo desde el asiento izquierdo. Miguel abrió la puerta, saliendo y caminando con un par de prótesis similares al diseño de Víctor; por lo tanto, era de un material resistente y duradero.
—Irá con él —completó su frase, antes de tomarle la mano a Jonatán, quien se había escondido detrás de Lucas—. Ven, no le tengas miedo porque ya hablé con él.
Cuando Miguel vio a Jonatán su mirada se amplio de la misma forma que la última vez que la vio, vestida con aquel atuendo rosado. Jonatán, se vistió con una blusa turquesa, unos short que cubrían la mitad de sus muslos y unas zapatillas. A simple vista, Miguel se vio avergonzado por haberla visto sin disimulo alguno.
—Te quiero en medio de nosotros cuando continuemos el camino —comenzó a darle las instrucciones—. Jonatán irá contigo y como eres mayor de edad, espero un gran sentido de la responsabilidad en ti.
—¡Hey, seguro! —Esbozó una pequeña sonrisa, antes de agitar la mano para saludarla—. Cuidaré muy bien de Natt, señor.
—¿Estás lista? —Se dirigió a Jonatán, hablando de forma tranquila al verla tan nerviosa—. Si no quieres irte con él, siempre puedes venirte conmigo y Saúl tomará tu lugar con Miguel.
—Tío Lucas —musitó, haciendo un pequeño ademán para que se inclinase. Jaló con suavidad de su camisa, hasta conseguir que se agachase a su altura—. Las piernas de Miguel —exclamó.
—¿Sus piernas? —Volvió la mirada en él para observarlas—. ¿Qué tienen de malas? Se las compré ayer, luego de ver uno de sus partidos de voleibol.
—¿Hiciste eso... por mí? —Consultó anonadada, con una brillante mirada en sus ojos.
—No pongas esos ojitos de pulga pedorra. —Lucas desvió la mirada, mientras se reincorporaba—. Disfruta del presente y ten algo bueno para recordar en el futuro, niña. Ve con Miguel, no le tengas miedo porque sea más alto ahora.
Lucas se regresó a su auto contando con la presencia de Saúl en el asiento de copiloto. Al verlo tan pensativo, supuso que algo le sucedía.
—David me contó que tienes una novia de dudosa caracterización —comentó, arrancando el motor para marcharse y guiarlos hacia el norte del país—. ¿Por qué no la trajiste? Pudimos tener una linda fiesta en la playa.
—Tenemos problemas —respondió desanimado, centrando su mirada en el paisaje—. Me hubiera gustado, no crea que no.
—¿Algo que el viejo Lucas pueda hacer por ti?
—Dudo que el dinero pueda influir en una mente —respondió, tomándose un momento para ver por el espejo y notar lo feliz que estaba Jonatán—. ¿Por qué le compró piernas a un completo desconocido?
—¿Acaso no era ese Miguel? —Interrogó confundido.
—Es él, pero...
—Entonces, no es un desconocido; simplemente, es el platónico de Jonatán.
—Me está diciendo que le compró un par de piernas a un chico, ¿solo porque a Jonatán le gusta? —No podía creer lo que escuchaba y esperaba obtener una respuesta clara.
—¿Me vas a juzgar por lo que haga con mi dinero? —Frunció el ceño en confusión—. De todas formas, Miguel trabaja conmigo ahora en el área de carga —añadió, encogiéndose de hombros—. Lo que gasté se me devolverá algún día o tal vez no, pero a mí qué me importa.
—Es muy sospechoso —admitió, luego de un largo silencio entre ellos—. La gente no es así de amable.
—¿Acaso no eras tú, quien sueña con ser presidente?
—Significa... que puedo hablarle de mis problemas y me ayudará, ¿eso quiere decirme?
—Llegaremos al norte en tres horas, muchacho. Si es tiempo suficiente para que me digas qué te pasa, puede que te eche una mano con tu problema.
—¿Acaso es una clase de Jesucristo?
—Con acceso a las llaves de San Pedro, bebé —imitó la voz de Rubén, para añadir finalmente—. Siente el poder del arcoíris, querido.
[. . .]
Los guardias de seguridad impidieron que Benjamín siguiese avanzando, una vez que llegó a la residencial a buscar a David. Luego de que Esther se marchara de casa, se decidió que iría a buscarlo para regresarlo a casa.
—Buen día, soy Benjamín Monroe, mi nombre está anotado en la lista —informó a los guardias—. Voy a la casa de Lucas Knight.
—El señor Knight, no se encuentra en casa desde esta mañana —contestó el encargado de revisar la información—. Está de vacaciones.
—Debe haber un error...
—¡Hola, Benny! —La cantarina voz de Rubén interrumpió la conversación—. ¿Vas a entrar?
Benjamín se giró para poder observarlo. Rubén parecía estar muy cargado con varias bolsas de compras y el olor que emanaban de ellas daba la indicación de que eran dulces o frutas.
—Sí, tengo qué —respondió nervioso—. Tendré que dar la vuelta para salir de aquí. ¿Necesitas ayuda?
—Me sería de maravilla justo ahora, tesoro.
Benjamín se giró del lado opuesto para poder abrirle la puerta del copiloto. Rubén colocó todas las bolsas en ese espacio y ocupó el asiento de la parte trasera. Los guardias le permitieron ingresar al ser reconocido por Rubén; pero estarían atentos de que el auto volviese a salir.
—¡Cuánto tiempo sin verte! —Exclamó feliz, inclinándose hacia delante para verlo mejor—. La última vez que nos vimos fue para testificar en la desaparición del alcalde; pero me di cuenta que levantaste una orden en contra de Lucas, ¿por qué? —Interrogó curioso, inclinando levemente la cabeza.
—Fue una medida de precaución —respondió con dificultad. Rubén sonaba igual a Lucas en ese momento, tan firme y sin titubear—. La verdad, no quiero tocar ese tema ahora. Espero que no te moleste.
—No, para nada, entiendo que debe ser incómodo para ti. —Benjamín estuvo por hablar cuando Rubén interrumpió nuevamente—. ¿Buscabas a Lucas?
—Busco a David —confesó preocupado, con la esperanza de obtener información—. ¿Sabes en dónde está?
—¿David? —Repitió confundido por la pregunta—. David no está en la casa de Lucas, ni siquiera Lucas está.
—Me dijeron que está de vacaciones.
—¡Oh, por supuesto! Ayer me dijo que se iría al norte a vacacionar —respondió contentó, antes de señalar el estacionamiento—. Déjame ahí, Benny.
—Rubén —llamó en voz baja, tomando lugar en el espacio vacío de la calle—. Rubén, eres muy cercano a Lucas, ¿cierto?
—¿Se te ofrece algo en especial?
—¡Nada tan extraordinario! —Confesó con cierto ánimo, centrando su mirada en él—. Lo único que quisiera saber es si te ha mencionado algo con respecto a David.
Luego de que Rubén hablase Benjamín tuvo que retirarse al ser buscado por uno de los guardias para desalojar el estacionamiento.
Benjamín sintió un leve sofocamiento por lo que subió todos los vidrios del auto para encender el aire acondicionado. Estaba decidido a perseguirlos con tal de que David no lograse llegar hasta esa zona; porque sin duda alguna, sucedería algo malo con él de tocar el norte.
Un penetrante olor a azufre hizo estornudar a Benjamín. Casi de forma instantánea, irritó bastante sus fosas nasales con el pútrido olor. Decidió avanzar un poco más, lo suficiente para dejar atrás la terminal y poder encontrarse solo. No era frecuente que los capitalinos viajasen al norte, si no eran vacaciones.
«El olor se está intensificando». Pensó con temor, apagando rápidamente el motor del auto. «¡Tengo que apresurarme a salir de aquí!».
—Benjamín...
Presionó con fuerza los ojos, impidiéndose a sí mismo ver lo que se estaba aproximando por su izquierda. El auto se estremeció con los bruscos movimientos de Benjamín, tratando de colocarse en la parte de atrás y conseguir un lugar más estrecho para él.
—Para este sábado se pronostica una tormenta eléctrica —escuchó atentamente la radio, como única distracción—. Es, sin duda alguna, una de las más fuertes que se haya registrado en Daruema y tocará el país desde el norte esta misma noche.
Benjamín abrió los ojos con sorpresa al escucharlo, sabiendo de antemano que David estaría asustado y, probablemente, Lucas no sabría qué hacer ante el miedo del contrario.
—Entre otras noticias, un estudio reciente confirma que el agua es transparente y no de color azul, como dichos populares suponían —continuó escuchando la radio, antes de que Benjamín se levantase de su hueco para observar el frente—. Los científicos, ante el nuevo descubrimiento, no se hicieron callar ante su descontento.
El cuerpo de Benjamín se desplomó en el asiento trasero. Sus piernas, difícilmente, quisieron mantenerlo en pie al percatarse de un pequeño detalle que había omitido ante la situación. La radio, que continuaba transmitiendo noticias, debería estar apagada ya que el auto entero lo estaba.
—¡Benjamín! —Volvieron a llamarlo, esta vez, mucho más cerca—. ¡Mírame, Ben!
—¿Por qué te ocultas? —El suave susurro cerca de su oído causó escalofríos por su espalda—. Benjamín, míranos.
—¡Aquí abajo, muchacho!
Sus ojos se abrieron ampliamente, horrorizado al encontrarse el origen de aquellas voces que comenzaron a multiplicarse, pidiendo toda la atención de Benjamín.
Las hermosas pecas que adornaban todo su cuerpo, en especial, el dorso de las manos se habían conectado entre ellas como pequeñas grietas en su piel.
Cada vez que una voz hablaba, la forma más similar a una boca se movía en su piel; siendo más que suficiente para que Benjamín tuviese pavor de lo que observaba y huyese fuera del auto. Las bocas, si se podían tratar de ese modo, presentaban formas monstruosas y geométrica. Nada parecido a la de un humano.
Benjamín corrió por un tiempo frente al bosque donde había dejado su auto, sintiendo que el descomunal dolor en su tobillo pasaba como un cosquilleo a sus rodillas y de ahí a los escalofríos que escalaban por su espalda como ciempiés.
—¡Seguimos aquí, Benjamín! —Anunció una de las voces más cercanas a su oído.
Por un mal tropiezo con unas raíces cayó sobre la tierra, raspando la palma de sus manos al intentar amortiguar la caída.
Benjamín no tardó mucho en querer encontrarse nuevamente en pie; sin embargo, al ver su entorno –rodeado por frondosos árboles– la situación se complicó al ver los grandes ojos que se formaban en la corteza de los árboles.
Su respiración se agitó al mismo tiempo en que la frente le sudaba en frío. No importaba a qué lado observase había algo cada vez peor al asecho. El tobillo le palpitaba, ni siquiera prestaba una considerable atención a su dolor; porque todo lo que deseaba en ese momento era escapar de ese siniestro lugar.
Lo mejor que pudo hacer para sí mismo, fue quedarse en posición fetal, cubriendo lo mejor que podía sus orejas y cerrando con fuerza los ojos. Tarde o temprano, tendrían que dejarlo en paz.
[. . .]
Con el paso del tiempo los colores caían por el horizonte. La playa estaba muy cerca de ellos al sentir el cambio de clima y la humedad aumentando.
Los tres autos se estacionaron frente a una gran casa, al decir grande, era como una mansión digna del ricachón de Lucas; pero para la sorpresa de los más jóvenes, era un hotel.
—A ver, ¿sigue vivo? —Consultó Lucas, al ver a su sobrino tirado en el suelo empedrado—. Levi, reporta los daños.
—No sé qué pasó —confesó preocupado, ayudando a David para levantarse—. Poco después de atravesar la mitad del bosque comenzó a sentirse mal, pero no teníamos claro qué pasaba.
—Lucas... —David centró su mirada en él. Su cuerpo estaba delicado, luego de haber vomitado lo que comieron en una parada—. Lucas, ¿ya había estado aquí?
—Sí, para tu cumpleaños, pero eso fue hace años, David.
—¡Lucas Knight, ¿en serio viniste?! —Escucharon una nueva voz integrarse a ellos. Muy gruesa, pero de tono enérgico y alegre—. ¡Ven aquí, pequeño bastardo!
—¡Fabricio! —Exclamó con entusiasmo, llegando hacia él para estrechar sus manos, antes de abrazarse—. Solo te vi y ya me dieron ganas de beber.
—Hola, Lucas —Levi llamó su atención—. David está aquí, muriéndose por si se te había olvidado.
—Lo conseguiste —exclamó Fabricio con sorpresa al verlos—. Lucas...
—Lleva a mi sobrino adentro —interrumpió, alejándose de su amigo para atender a David—. Que se vaya modo princesita —añadió, luego de suspenderlo para que Levi lo cargase en sus brazos.
—Ah, ya vas a ver cuando me sienta mejor —murmuró David, dirigiéndole una mirada hostil—. Vine a divertirme, no a que me hagas bromas.
—¡No te veo quejándote por estar en sus brazos! —Alcanzó a decirle—. Ustedes, también vayan adentro a curiosear. Nosotros los alcanzamos luego.
Miguel junto con Saúl ayudaron a llevar el poco equipaje adentro del hotel, mientras Jonatán comentaba lo hermoso que era el paisaje, casi se podía escuchar las olas rompiéndose contra las rocas.
Fabricio, al ver la reacción en Lucas –cambiando de emoción a seriedad–, entendió que no había sido buen momento para hablar, hasta que estuviesen a solas.
—Llevas más de diez años sin venir al norte; técnicamente, llevas toda la adolecencia de ese niño sin venir a divertirte con tus amigos —exclamó Fabricio con un tono sereno y comprensivo—. Lucas, nunca conseguirás el amor de ese niño.
—Cuida tus palabras, Fabricio —confesó entre risas. Su semblante se relajó luego de reírse, ahora, se veía bastante serio al concluir con—. Divertirme con mis amigos... ha pasado mucho más que solo diez años.
Miguel observaba a Jonatán, siguiéndola con la mirada y sonriendo cuando ella hablaba de esa forma tan dulce. Se veía sumamente feliz, tarareando canciones y dando saltos de un lado a otro. De todos, ella era quien estaba curioseando todo el hotel.
Cuando Lucas entró Miguel tuvo que dirigir su atención en él para saber qué pasaría a continuación. A juzgar por el carácter tan serio con el que ingresó, era seguro que tenía algo importante qué decirles.
—Es de mi agrado informales que me enamoré, jóvenes ilustres —informó con cierto tono de elegancia y profundidad—. Mi enamorada se encuentra en la playa justo ahora, así que, ¡vengan conmigo a conocerla!
—Tranquilo, David, de seguro es una de sus bromas. —Levi tuvo que evitar la brusca suspensión de David al escuchar la noticia. Debía descansar un poco más.
—¿Cómo se llama? —Preguntó Saúl para seguirle el juego.
—Su nombre es Aylen —respondió encantando, girándose en su eje para retirarse—. ¡No tarden mucho!
—¡Espérame, Lucas! —Levi se sorprendió, porque solo lo descuidó un momento y David, ya se encontraba persiguiendo a Lucas—. Creí que no te gustaba nadie, ni que creyeses en el amor y mucho menos... ¿Qué es eso? —Preguntó confundido, después de hablar tan rápido.
—¿Sabías que a los barcos las tratan de ella? —Interrogó, avanzando su camino por la arena—. Pues, esta es Aylen. Fabricio y yo, acordamos que él la repararía para la próxima ocasión en que viniese aquí y mira, se ve como nueva.
—No sabía que existiese una orientación sexual hacia los barcos —murmuró David, acercándose más.
—No te pases de listo conmigo —exclamó risueño. Aprovechando la distracción en su sobrino, Lucas lo suspendió para tirarlo dentro del barco—. ¡Iremos a dar una vuelta!
—¡A la próxima, avisa que me vas a lanzar! —Gritó David, asomando la cabeza por el borde—. ¡Abusivo!
—¿De qué nos perdimos? —Consultó Levi al llegar con el resto.
—¡Suban, iremos de paseo! —Los ánimo Lucas, antes de subir por las escaleras.
—Me dan miedo las alturas —comentó Jonatán, encogiéndose al saber que estarían en el mar—. Quisiera quedarme a jugar en el hotel.
—Hey, puedo quedarme a cuidar de Natt —ofreció Miguel, acercándose al barco para escuchar mejor a Lucas—. Alguien tiene que quedarse por si acaso.
—Ya decía yo que alguien no había estado hablando mucho —comentó risueño, fijando su mirada en Miguel, luego en Jonatán—. Llévala a comer si tiene hambre o vayan a recorrer los alrededores; pero eso sí, Fabricio te vigilará porque no quiero accidentes este fin de semana.
—Hey, puede confiar en mí —aseguró sonriente, apresurándose a regresar con Jonatán—. Natt, ¿quieres quedarte conmigo?
Jonatán desvió la mirada hacia Lucas, quien la animaba a aceptar la salida con Miguel; pero con mayor aceptación, exclamó:
—¡Si tienes problemas, solo le gritas: Cacao caliente!
—¡Lucas, ¿volverás a molestarme con eso?! —Preguntó un Fabricio avergonzado, apareciendo como esperaba Lucas.
—¿Lo ves? ¡Llegará de inmediato si necesitas ayuda!
Miguel no comprendía por qué Jonatán lo evitaba tanto. Lo mejor que pudo hacer en ese momento, después de que el barco zarpara, fue ofrecerle su mano para regresar al hotel con ella. Jonatán dudó al comienzo y terminó solo sujetando el dedo meñique de Miguel.
—Hey, Natt —suavizó su voz para hablar, ya no deseaba apartarla más de lo que se comportaba—. Si dije algo malo, puedes decírmelo y me corregiré.
—No entiendo —exclamó confundida, inclinando el cuello para alcanzar a verlo fijamente.
—Es idea mía o, hey, ¿me estás evitando?
—¡No! —Respondió inmediatamente, ampliando la mirada con sorpresa—. ¿Por qué sientes que te evito?
—Ah, hey, cuando nos vimos no parecía que te querías ir conmigo en el auto y ahora, tampoco parecías estar de acuerdo en que te cuidara... ¿Dije algo malo?
—No, no dijiste nada malo, nada malo —respondió segura, tomándolo completamente de la mano—. Miguel, es solo que... eres mayor que yo por tres o cuatro años y me pone nerviosa quedarme a solas contigo.
—¿Hey, por qué?
—No es momento para hablar de eso —contestó tímida, desviando la mirada de regreso al camino—. Quiero estar contigo, pero es mi primera vez quedándome sola de esta forma. Ten paciencia conmigo, por favor.
La espalda de Miguel se enderezó al sentir la cabeza de Jonatán chocando contra su brazo, aferrándose a él mientras entraban al hotel. Fabricio los seguía a la distancia, dispuesto a ofrecerles algo de cenar; pero en cuanto Miguel centró su mirada en Jonatán, notó algo en particular.
—Hey, Natt, ¿tienes sueño?
—¿Me dejarías dormir contigo? —Interrogó somnolienta, frotándose con cuidado el párpado.
—Ah... —Sus labios temblaron, evitando que tosiera al atragantarse con un poco de saliva—. Hey, sí, no tengo ningún problema... —Guardó silencio, buscando con notorio nerviosismo las escaleras—. ¡Vamos arriba!
Jonatán avanzó, jalando con suavidad del brazo de Miguel al sentir que estaba caminando muy lento. Él, seguía pensando constantemente en lo poco que sabía de la transexualidad y solo ver a Jonatán caminando, observar su adormecido rostro y escuchar su voz tan dulce causaban en su interior varios pensamientos desorganizados.
Desde un comienzo, al escucharla cantar el primer día en el coro, Miguel se había sentido atraído hacia Jonatán; pero ahora, con la noticia de ser una chica transexual, encontró que ya no estaba seguro de aquellos sentimientos juveniles. Se sentía confundido con respecto a quién era, en realidad, Jonatán.