Miércoles.
Día 40.
Los rayos del sol se hicieron camino a través del cristal de la ventana, pasando lentamente por las paredes pintadas de amarillo hasta llegar a los ojos de un pequeño niño que descansaba plácidamente en la cama de su hermana.
Paris estaba terminando de aplicarse un par cremas en su piel. Ella ya llevaba un tiempo despierta desde antes de que el sol saliera, porque requería un par de horas en cuidar apropiadamente su cuerpo si deseaba conseguir ser una modelo de L'amore.
Una vez que se cambió con el uniforme salió de su cuarto con su suéter reposando en su brazo, en lo que esperaba dejar de sentir tan húmeda su piel. Se dirigió al comedor para servirse un plato de cereal, pero no le agregó azúcar o leche. Comenzó a comer hojuela tras otra mientras leía el libro que había adquirido hace algunos días atrás.
—Paris. —Su voz no pudo incomodar más a la chica, solo faltaba que quisiera sentarse en el comedor con ella—. Paris, necesito un favor.
Un hombre, alto de cabello rubio sucio y desordenado, llegó a la planta baja llamando a su hija. Para su sorpresa no había ni una sola persona en el comedor, lo único que encontró fue la taza de cereal vacía y bien lavada en su respectivo lugar.
Paris ya se encontraba caminando sin prestar mucha atención de sus pasos; en cambio, las palabras en aquellas páginas la llevaban a diversos mundos de su imaginación. No demoró mucho en llegar al instituto ya que de hecho le quedaba muy cerca; para ese entonces, ya llevaba su suéter puesto.
—¡Paris! —Gritó Cecilia acercándose a ella con un temor sumamente curioso para Paris.
—Hola, ¿sucedió algo? —Abandonó la lectura para poder prestarle atención a la chica frente a ella. Le regaló una sonrisa al verla tan enérgica y nerviosa.
—¡Necesito ayuda! No logré hacer más de cinco ejercicios en física elemental, ¿me darías las respuestas del resto? —Uniendo las manos, comenzó a rogarle formando un puchero en sus labios.
—¡Por supuesto! —Colocó un separador en el libro para poder guardarlo y sacar al mismo tiempo su cuaderno. No demoró mucho en soltar una pequeña risa ante su comportamiento—. Toma, deberías apresurarte porque es la primera hora.
—Mira, ella es tu competencia —murmuraron un grupo de chicas a cierta distancia—. Bueno, no te preocupes. Paris, jamás ha tenido atractivo físico.
—La anoréxica nunca podría ganarte —habló otra en voz alta, con la intención de ser escuchada.
—¿Estás bien? —Cecilia caminó al lado de Paris, para poder tomar asiento frente a un comedor—. Sabes que la competencia es muy pesada, pero ¡no te desanimes! Créeme, solo se sienten intimidadas. ¡Si fuese lesbiana, saldría contigo por lo linda que eres, Paris!
—No tienes que hacer ese tipo de comentarios para hacerme sentir mejor. —Rió por un momento, solo con verla tan preocupada—. Yo no compito para ganar, solo me quiero divertir un poco. Es nuestro último año en la secundaria, ¿para qué hacerles caso a personas que ni me conocen?
—¡Esa es la actitud, por eso ganarás!
—Vamos, vamos, apresurate o no terminarás a tiempo —reclamó, dándole varias palmadas a las hojas del cuaderno—. No te puedes quedar otra vez en física elemental, Cecilia.
A la hora de la clase Cecilia pasó dormida la mayor parte de la asignatura, causando que la profesora la reprendiera frente a sus compañeras.
Paris comenzaba a sentirse algo mareada a mediados de la segunda hora. Ella no entendía si era por los problemas de matemáticas que se presentaban o si estaba por enfermarse muy pronto. Prefirió no intervenir en la concentración de la profesora y continuó, consiguiendo que, con el paso de la clase dejase de sentirse mal.
La siguiente clase iba a quedar libre por la ausencia de una instructora; sin embargo, al ser miércoles de cenizas la mayor parte de la institución quedaría vacía antes de concluir la jornada. La profesora de informática se encargó de ocupar esa hora para adelante temas.
—Tienen que crear un documento en cada programa de Microsoft, ¿comprenden? Es muy fácil y tienen las instrucciones a mano, así que inicien.
—Paris. —Cecilia se inclinó para poder observar la pantalla de su amiga—. ¿Cómo se sumaba en Word?
—Ese es para escribir documentos. —Soltó una pequeña risa al verla tan confundida. Ese día, se había estado riendo demasiado—. Tienes que ir al otro, el del logo verde.
—¡Cielos, no sabía que había uno de color verde! —Su entusiasmo era similar al de una niña pequeña.
—Me preocupas un poco —admitió sonriente, mientras avanzaba en el trabajo—. Te duermes en clases, no sabes usar una computadora... Cecilia, ¿qué planeas estudiar en la universidad?
—Seré entrenadora —respondió rápidamente, dándole clic a muchos iconos del programa—. Ya me cansé de que digan que los profesores de educación física nunca hacen nada más que ladrar ordenes; así que, cambiaré eso en la vida de algún grupo de estudiantes. Es todo lo que espero conseguir en el futuro.
—Disculpe, profesora. —La señorita francesa se asustó cuando la mayor parte de las miradas se centraron en ella—. ¡Ah, ¿qué me miran tanto?!
—Es por tu acento, eres una extranjera poco usual —Paris respondió sin apartar la mirada del monitor. Su voz sonó muy neutral, pero al mismo tiempo, reflejando molestia por la distracción—. Los únicos franceses son los del barrio y los que trabajan en L'amore.
—¿Se le quedó algo? —Preguntó la profesora, para terminar rápido con la distracción de su clase.
—Sí, venía por mi cuaderno —respondió balbuceante, sintiéndose intimidada por el resto de miradas que iban dejando de prestarle atención.
—Adelante, entonces. Vaya rápido y no haga tanto ruido.
—Aquí tienes. —Paris volvió a interrumpir para extenderle el cuaderno—. Lo encontré en el suelo, tal vez, esté un poco sucio. Creo que alguien lo pisó al salir.
—Gracias. —Lo tomó con cierta mueca de desagrado, para luego marcharse con velocidad de ese lugar.
—Ustedes se llevan muy mal —murmuró Cecilia—. ¿Cómo harás cuando sea el reinado, si ella es la única jueza?
—No me preocupo por eso. —La volteó a ver con una sonrisa de lado—. Solo me voy a divertir y hacer mi mayor esfuerzo.
[. . .]
Al finalizar la hora todas las señoritas de último año, de los diferentes bachilleres, salieron del edificio para abordar el autobús y dirigirse a la clase de vals en su instituto hermano.
Cecilia se sentó con Paris mientras terminaba de trenzar su esponjoso cabello, el cual Paris observaba anonadada al terminar en finas trenzas. Cecilia comentó acerca de los recientes y pasados partidos de voleibol que había tenido durante los pocos meses que había transcurrido el año.
Cecilia debía explicarle algunas cosas técnicas para una mejor comprensión de lo que comentaba; a pesar de ello, Paris seguía sin comprender muy bien lo que describía, pero la escuchaba atentamente.
—Luego apareció el pequeñín con sus otros dos amigos agarrando una pancarta que decía: ¡Tu puedes muralla! y abajo tenía dibujos de barras de chocolate.
—Ese niño Jonatán te ha tomado cierto aprecio, aunque solo seas su pareja de baile.
—¡Él es amable con todos! Al principio, algo tímido, pero si se lo dispone se convierte en una cacatúa parlante.
—¿Acaso te gusta? —Preguntó con picardía al verla tan berrinchuda.
—¡¿Qué dijiste?! —La pena que ruborizaba sus mejillas no pudo ser percibido por Paris, ya que su tez oscura favorecía esas situaciones—. No, es solo un niño, me alcanza por debajo de los pechos. —Frunció los labios con solo recordarlo—. Además, creo que es gay.
—¿Por qué lo dices? —La plática de repente tomó interés para Paris.
—Ya te había contado de Miguel, el tío Si de la liga masculina, ¿no? —Paris solo asintió para continuar con la historia, aunque dentro de ella, estaba casi segura de que el nombre le era familiar—. Bueno, me contó que Jonatán fue hasta su departamento para darle el desayuno o que sé yo, pero lo importante es que no paraba de ruborizarse estando con Miguel.
—¿Solo por ello? ¿Al menos, le molestó a Miguel?
—En realidad, dijo que se veía súper mega lindo de esa manera, pero no tengo idea si le molestó. Que yo sepa, Miguel no ha tenido muchas parejas. —Se tomó una pausa para recordar algo—. De hecho, solo tuvo una novia según lo que me dijeron sus amigos o algo así... —Soltó una pequeña risa—. Ahora que lo recuerdo, ¡creo que fue uno de sus mismo amigos con quien salió por unos años!
—Estoy confundida... Si salió con uno de sus amigos, entonces no le molestaría nada del niño porque también es gay.
—Miguel es extraño, Paris —confesó agobiada con solo recordarlo en la última ocasión—. El poco tiempo que práctico con él se la pasa exclamando: Hey; pero es tan repetitivo que no tengo idea si es alguna clase de tic lo que tiene. —Se acomodó en su asiento antes de suspirar—. Todos dicen que es hetero, pero jamás ha hablado de su sexualidad. El más cercano a Miguel es Víctor, pero ese chico siempre parece malhumorado o que odia a todo el mundo y por ello ni me le acerco. El chisme está incompleto, Paris, perdón por eso.
—Comprendo, bueno, sería mejor no seguir con eso si no tenemos ninguna pista de ellos. —Negó con la cabeza mientras reía—. ¡Ni siquiera nos gustan como para tratar de saber todo!
—¿Qué hay de ti? —Centró su mirada en Paris—. Te la pasas mucho tiempo con ese chico David cuando vamos de visita... —Sonrió ampliamente cuando se le vino el recuerdo a la mente—. ¡Lo vi hace poco tiempo! Jonatán me invitó a una fiesta muy rara para ver películas y David llegó con un chico... —Se quedó corta al olvidar su nombre—. Se llamaba...
—¿Levi? —Preguntó en voz baja.
—¡Exacto, ese mismo! —Paris no pudo evitar sentirse incómoda, algo que Cecilia captó rápidamente—. ¿Ocurrió algo?
—No, continúa por favor, solo me acordaba de algo que dejé en casa. —Sonrió nuevamente.
—Bueno... Paris, ahora que lo pienso mejor, estoy completamente confundida. —Esbozó un puchero, arrugando la nariz con mantener ese pensamiento constante en su mente—. ¡Todos ahí, probablemente, eran homosexuales! David llegó con ese chico Levi y en ningún momento paraban de sonreírse o acurrucarse en el sofá; Jonatán se vistió de mujer mientras iba con Miguel, pero bueno, de ellos aún dudo que sea eso, están en probables... —Desvió la mirada un momento para murmurar—. El tío de David se veía sexy y lo debo admitir, pero creo que no le interesa tener una relación.
—¡Ah, Cecilia! —Suspiró con una leve risa pícara—. Debe ser mayor de edad.
—Los hombres mayores me gustan mucho —refunfuñó con labios de pato—. ¡Mi querer un maduro!
—¡Basta, que me provocas mucha gracia! —Cubrió su boca cuando notó que su risa sonaba muy fuerte—. Sigue con tus especulaciones.
—Ahora, esto es para mayores de dieciséis... —Observó a su alrededor, esperando no ser escuchada por nadie más—. Listo, tú tienes mayoría de edad para lo siguiente. —Se acercó aún más hacia Paris, murmurando para poder hablar—. Hubo una pareja, cien por ciento confirmada que era gay.
—¿Cómo lo sabes?
—Llegó un mesero o creo que un repartidor de pizza con su novio —respondió, volviendo a ver a su alrededor para luego continuar—. Primero me sentí incómoda, porque era la única mujer en ese lugar y ese hombre se veía como un oso. ¡Me dio mucho miedo! Daba muy mala espina, te lo juro.
—¿Y si eran amigos?
—Deja que te cuente lo que pasó después. —Se acomodó muy bien en su lugar, quedando cada vez más cerca de Paris, casi apunto de aplastarla contra la pared del bus—. Por la noche, escuché que habían regresado y ya todos estaban dormidos. —Se mantuvo en silencio por unos segundos, murmullando pensativa—. Creo que estaba el tío de David, ese mesero y su novio, y alguien más; realmente, no sé cuántos habían porque estaban hablando en voz baja.
—Nuevamente te cuestiono, Cecilia, ¿qué tal si eran amigos?
—¡No lo eran! —Suspiró con pesadez, revisando por última vez su entorno—. Bien, te diré lo que pasó al final de todo. —Paris se encogió al verla acercarse a su oído, pero esto fue para susurrar—. Escuche gemidos muy sexuales.
—¡Oh, dulce Señor! —Se cubrió la boca al ser vista por el resto de sus compañeras. Tuvo que acercarse más a Cecilia para poder murmurar—. Escuchaste la intimidad de alguien.
—Creo que entre homosexuales lo hacen muy bien, ¡es mi hipótesis! —Aseguró tranquila, aunque la sorpresa en los ojos de Paris le dieron a entender que deseaba saber el porqué—. Mira, te contaré un poco, el que se notaba que era la mujer de la relación, o sea, ese mesero, no paraba de pedir más o de decir que era muy bueno. ¡Me compadezco del tío de David! Te dije que habían como cuatro, pero luego solo escuchaba a esos dos porque el tío había regresado a su habitación —explicó con normalidad, viendo las mejillas de su amiga teñirse en rosado—. Creo que el mesero en una dijo: Javier, más rápido, más...
—¡Ya no sigamos! —Sus mejillas se habían enrojecido hasta las orejas, formando una muy clara distinción entre su piel blanca—. Eso fue algo muy fuerte... ¿Cuánto tiempo los estuviste escuchando?
—¡No llegué hasta el final! El sueño me podía más que el chisme, Paris.
Lo que restó de camino al instituto fue suficiente para que Paris pensara más en la situación. No podía creer que David o un familiar muy cercano al mismo, permitiese ese tipo de situaciones con la casa llena de visitas; sin embargo, Paris reconocía que Cecilia era demasiado entrometida y pocas veces se dormía temprano.
Probablemente, los había encontrado a altas horas de la noche o pasada la medianoche, hora normal que reconocía como el horario de Cecilia antes de dormir. Con honestidad, Paris se lamentaba porque aquella pareja homosexual fuese escuchada por su amiga. Sintió una vergüenza ajena.
[. . .]
Paris se separó de Cecilia en cuanto llegó Jonatán para hablarle. Aprovechó la oportunidad para escabullirse y retirarse a la enfermería del instituto. Una vez más, se sentía bastante mal y dolorida.
—Paris, ¿te perdiste? —Al escuchar la voz de Levi, se quedó inmóvil en su lugar—. El salón está del otro lado.
—Hola, Levi —saludó con calma, avanzando nuevamente por su camino—. Me siento un poco mal, es todo.
—Son por las...
—Sí, exactamente eso —interrumpió, sin dirigirle la mirada cuando Levi logró alcanzarla—. No sabía que tenías problemas con David, pero me contaron que ya están bien, ¿no?
—Poco a poco estoy volviendo a estar bien con él. ¡Me va de maravilla ahora! Por cierto, te venía a contar que tienes un admirador secreto, ¡qué emocionante, ¿no?! —Levi guardó silencio al verla tambalearse, caminando más despacio y con cierta reacción de dolor—. Paris...
—¡Gabriel, vuelve aquí!
Levi no pudo evitar el choque que se presento de forma instantánea frente a sus ojos. Escucharon el grito de la enfermera desde el interior de la habitación; no obstante, la puerta fue abierta con rapidez y el fugitivo, Gabriel, chocó contra Paris en su intento por escapar.
La enfermera se encontró con la moribunda Paris en el suelo, mientras Levi observaba cómo huía a lo lejos aquel problemático varón.
—Oh, vaya, el siempre confiable, Gabriel —exclamó sereno, luego de colocarse en cuclillas para ayudar a Paris—. No soy quién para juzgar, pero si tuviese un par de senos tan delicados como los tuyos... usaría sostén e iría con un doctor.
—Aún me pregunto, cómo te enteraste de toda mi vida con un par de palabras que compartimos ese día —murmuró desorientada, soltando un par de quejidos al sentir un intenso dolor en la zona impactada—. Mejor no me lo digas.
—Enfermera, aquí le dejo a otra moribunda —exclamó risueño, consiguiendo que la mujer frunciera los labios—. Debería contratarme como asistente.
—Lo único que deberías de hacer es cuidar a tu noviecito —exigió molesta, antes de revisar que Paris estuviese bien—. Es más, ponte a trapear en lo que estoy trabajando.
—¡Ay, no! —Enarcó las cejas con sorpresa, seguido de ello se vio preocupado y no dudó en ingresar a la enfermería—. No puedo creer que haya vomitado de nuevo.
Paris entró cojeando, no porque tuviese algún problema con una de sus piernas, sino porque el dolor que sentía en su pecho no le permitía movilizarse con normalidad.
Al escuchar la voz de Levi, tan preocupado y a la vez regañando con cierta fuerza, fijó su mirada en él para conocer al novio a quien la enfermera hizo burla. El primer pensamiento de Paris al escuchar eso, fue que la estudiante francesa ya no tendría con quién bailar.
—Deberías ir con un doctor... —Comenzó la plática la enfermera, obstruyendo su visión hacia la pareja—. Luego, con un psicólogo o un terapeuta.
—¡Estoy bien, solo necesito tapar mi cuerpo y nada pasó!
—¿En serio? —Al tomarla del brazo, con cierta fuerza aplicada, escuchó a Paris chillar por el dolor—. Sé que me das dinero solo por limpiarte y ayudarte, pero...
La ayudó a caminar más rápido, para atenderla en el baño de la enfermería y continuar hablando con mayor privacidad. Aprovechó que Levi estaba tan distraído para cruzar la habitación.
—No es sano que ocultes así tus quemaduras —completó, luego de ayudarla a quitarse el suéter—. Se pueden infectar u ensuciar con la lana del suéter; pero no es todo, ¡mira lo descuidadas que están!
—Me lo acaban de decir, muchas gracias —gruñó al sentir el algodón presionando contra su pecho—. ¡Eso duele!
—¿Por qué no haces nada? —Bajó la mirada hacía la herida para seguir con su labor—. Aunque no me incumba, tomé este trabajo para ayudar y no solo por dinero, y te seré honesta... Te estás descuidando mucho.
—Sí, sí, ya escuché —murmuró.
—¿Entonces?
—¡No es sencillo decir las cosas, mucho menos conseguir el dinero para el tratamiento! —Alzó la mirada para inspeccionar el cuarto y buscar una distracción ante el dolor—. Prefiero continuar así, hasta que encuentre a alguien que me entienda y con quien pueda hablar de esto. ¡Alguien que no sienta lástima porque mi madre murió!
—Si es que no pierdes los brazos primero. —Arqueó ambas cejas prosiguiendo a limpiar sus brazos—. Paris, si te estás castigando por lo que pasó...
—¿Enfermera? —Tocaron con suavidad la puerta—. ¡Trajimos a Gabriel!
—¿Quién es ese? —Paris ladeó la cabeza, recordando que fue el mismo que choco contra ella en primer lugar.
—Un chico que finge ser epiléptico —bufó sumamente enfadada con escuchar la noticia. Negó varias veces con la cabeza antes de darse la vuelta para abrir la puerta—. Siempre lo hace para escapar del colegio y lo más probable es que volvió a hacerlo frente a un profesor.
—¿Por qué lo siguen trayendo si solo finge? —Interrogó confundida, en lo que se cubría para no ser vista por los otros.
—Porque solo yo sé que está fingiendo —respondió calmada—. Espera hasta que se seque y luego te aplicaré un ungüento para aliviar la comezón, también te quitará el dolor por momentos.
Una vez que la enfermera atendió a Gabriel dejándolo sobre una cama, regresó con Paris para poder terminar de quitarle algunas costras de la piel, limpiar muy bien y aplicar el oloroso ungüento para su dolor.
Levi ya se había marchado junto con el novio mencionado por la enfermera; solo se encontraba Gabriel, la misma encargada del lugar y Paris. Estaba llegando tarde para la clase de danza, lo cual la preocupaba ya que no deseaba llegar tan olorosa a medicina.
Una vez más, observó al chico postrado en la cama, sin comprender cómo era posible que siguiese estudiando si su simple apariencia le dio una mala sensación. Desvió la mirada hacia la enfermera, preguntándose por qué lo defendería tanto para ocultar una enfermedad inexistente.
Paris se asustó, pegando un pequeño brinco en su lugar, cuando vio a Gabriel levantarse y correr rápidamente hacia la ventana más cercana. Con aquella velocidad logró saltar e impulsarse a llegar, se sujetó con fuerza y en un pestañeo, se había escapado nuevamente sin hacer mucho ruido.
—Enfermera...
—Déjalo —expresó serena, encargándose únicamente en atender a Paris—. Mi única responsabilidad en este instituto es atender a sus estudiantes; no para atender sus problemas de conducta. Gabriel, no quiere estar aquí y yo no soy quién para obligarlo a quedarse. —Alzó la mirada, centrándose en Paris—. Fingir epilepsia es todo lo que tiene para escapar; pero tarde o temprano, fingir podría convertirse en realidad y aquí estaré, haciendo mi trabajo cuando eso pase.
[. . .]
Paris llegó corriendo al salón de usos múltiples luego de esperar más de veinte minutos en la enfermería. Esperaba que David no se enfadase por hacerlo esperar, aunque la fortuna era tener dos horas de danza suficiente para ponerse al día con él.
Necesitaban mejorar los giros, moverse al ritmo de David y esperar que dejasen de chocar contra las demás parejas a su alrededor. Paris había estado revisando algunos vídeos de años anteriores, tratando de aprender un poco más y poder liderar a David; solo esperaba que ese día estuviese de buen humor, para no tener que quedar sola por un llamado a la rectoría.
—Levi...
Paris, solo necesitaba empujar la puerta y entraría al salón; pero al escuchar la voz de David, se quedó inmóvil frente a la entrada.
—David, ¿qué haces? —La sorpresa en la voz de Levi e incluso, la del resto de alumnos, tentó a Paris de entrar y saber qué ocurría—. Vamos, levántate.
—Monroe, ¿tienes algún problema? —El profesor se unió a la conversación, escuchándose muy cerca de la entrada—. Te pido, amablemente, que te levantes del suelo.
—Quiero hacer las cosas bien, profesor —titubeó nervioso—. ¿Puedo cambiar de pareja? Me gustaría mucho que Levi fuese mi nuevo compañero de baile.
—Monroe... —Los murmuros de sus compañeros no se hicieron esperar—. ¡Guarden silencio! —Su voz se fue alejando, acercándose hacia David—. ¿Estás seguro?
—Sigo descubriéndome, pero quiero intentarlo con Levi —respondió más seguro que antes—. Paris, es increíble, pero ella se merece una mejor pareja de baile y yo, siento que al lado de Levi estaré mejor. No levanté la mano al comienzo porque...
—Está bien, no tienes que forzarte a darme explicaciones.
—¿Qué pasará ahora? —Interrogó ansioso, escuchándose cómo se levantaba del suelo para caminar hacia Levi—. Ah... Lo siento, espero que no te moleste.
—Él y yo, desde un comienzo, estábamos seguros que solo bailariamos hasta conseguir una pareja adecuada —comentó la estudiante francesa—. Bailaré con Paris, ya que se quedará sola. Tendríamos que hablarlo cuando llegue, ¿cierto, profesor?
—Procuremos decirle que tiene la oportunidad de buscar una nueva pareja, si no se siente contenta con la unión; del mismo modo, le pido que también escoja una nueva —respondió, dirigiéndose nuevamente a la entrada—. Tienen hasta mitad de año para cambiar de pareja, sino pueden bailar con un familiar.
Paris chocó la frente contra la puerta al escuchar las noticias. La revelación de David la había sorprendido, sintiendo un escalofríos recorrer su espalda al conectar los hechos en la enfermería. Ellos eran una pareja. Cecilia, incluso había planteado la idea; pero Paris nunca creyó que fuese una realidad.
Decidió no ingresar a la clase por dos razones; la primera, para que David no se sintiese culpable por cambiarla y la segunda, porque no deseaba bailar con esa mujer.
A la hora del receso se ocultó en la misma banca donde se había sentado cuando Levi se presentó con ella; le pareció demasiado molesto que una vez más, él regresara.
—¿Qué quieres? —Preguntó malhumorada.
—Dejé mi mochila aquí —respondió tranquilo, colocándose en cuclillas para buscar entre los arbustos y dar con ella—. ¿Lo ves?
—¡Espera, ¿cómo recibes las clases sin ella?! —Se había sorprendido tanto que olvidó lo malhumorada que estaba.
—Es para cambiarme la ropa por educación física —explicó mejor, antes de encogerse de hombros—. ¿Por qué no fuiste a la clase? Tienes otra hora después y pienso, que deberías ir.
—¡No quiero bailar con ella! —Se cruzó de brazos luego de agitarlos en negación—. Prefiero perder la clase a tener que bailar con ella.
—¿Por? ¿Alguna clase de problema femenino?
—¡No te interesa!
—Bueno, ahí te me cuidas.
—¿Siempre eres así? ¿Tan sabelotodo? —Refunfuñó, desviando la mirada para evitarlo completamente—. Sigo sin comprender cómo supiste acerca de mis quemaduras.
—Me dijiste que no lo querías saber.
—¡Ay, pero qué mandadito!
—No soy Yahvéh, tampoco un profeta. —Negó con la cabeza, antes de tomar asiento a su lado—. Me baso en un método de posibilidad, si aún sientes curiosidad por saber cómo lo sé. La posibilidad te lo enseñan en matemáticas y se refuerza en la universidad. —Levantó dos dedos y notó que Paris estaba observándolo con atención, aprendiendo de lo que decía—. Si tienes un problema con dos posibles respuestas, cabe un cincuenta cincuenta de probabilidad que dé a alguna de las dos. Al aplicarlo contigo, una disminuyó en veinticinco y me quedé con la otra.
—No te estoy entendiendo —bufó, sintiéndose mareada con solo imaginar números—. Eres un sabelotodo sin remedio.
—¿Si me hago el ofendido te hará sentir mejor contigo misma?
—Tal vez. —Cruzó los brazos nuevamente, frunciendo los labios con solo escucharlo tan calmado.
—A la próxima, entonces... —Se levantó del lugar, dispuesto a marcharse con sus amigos—. ¿Y bien? ¿Qué hay de malo en la francesa? —Se giró, observándola fijamente.
—¡Absolutamente todo!
—¡Oh, vamos! Debe haber algo para que la odies tanto.
—¡No la odio! Simplemente... no me agrada.
—Tiene que haber un motivo de que te "desagrade" —enfatizó con un tono burlón.
—¿Podrías decirme por qué aún sigues aquí, hablándome? ¡Deberías estar besando a tu novio!
—Eso será en mi casa o en mi auto, lo que él prefiera. —Se estiró a lo largo, antes de arquear las cejas—. Bueno, ¿pensaste que era falso? —Paris quitó su incredulidad, para volver a fruncir los labios—. Mira, creo que fui un poco o muy rudo contigo; así que, al verte aproveché para hacerte compañía y ver si te lograba convencer de asistir a la siguiente clase. Existen dos opciones.
—¡Deja de usar tus probabilidades en mí!
—Es inevitable, siempre ando analizando las cosas desde varias perspectivas —exclamó risueño—. Sirve para casi todo.
—Oye... —Habló en voz baja, bajando la mirada a sus manos—. Si le digo a alguien más acerca de mi problema, ¿cuál es mi probabilidad de que me vean con lástima y me traten de menos?
—Depende de a quién quieras decírselo.
—Por ejemplo, a David.
—Cero coma cero uno por ciento, por no decir cero. —Paris no podía creer esa respuesta, se veía muy claro cuando centró su mirada en Levi, enarcando una ceja y formando una mueca—. Él no te vería con lástima, desearía poder ayudarte a que te deje de doler; no te vería de menos, se vería de menos por no haberse dado cuenta y haberte lastimado en el pasado; no te trataría diferente, solo tendría más cuidado de no lastimar tus heridas. —Por un momento, se quedó murmullando de forma pensativa—. Se sorprendería al principio porque no es algo que él vea todos los días, pero luego sería demasiado natural.
—¿Qué hay de mi admirador secreto? El que me comentaste que tenía.
—¡Vaya, sí alcanzaste a escucharme! —Esbozó una amplia sonrisa, muy pícara al verla sonrojarse—. Seria un completo shock emocional cuando te vea sin el suéter, pero de todas formas siempre va a desear que estés bien y te cuidaría para que nadie te lastime o te autolastimes.
—Suena como un príncipe azul, ¡eso es muy falso! —Expresó sin mucho ánimo.
—No, es igual que con la película de la Cenicienta; aquella hermanastra malvada con el panadero, ¡eso es mucho mejor que un príncipe!
—Un panadero. —Soltó una pequeña risa—. Me gusta la idea, pero esto no es un cuento de hadas.
—¿Tú crees? —Cruzaron miradas por la forma en cómo lo dijo, tan llena de incomodidad, como si Levi creyese en los cuentos de hadas—. Yo no creía en eso, me parecía que era mucha fantasía, pero conocí a una Bestia que me parece está buscando a su Bella.
—¿En serio?
—¡Sí, es el tío de David! Él es adinerado, tiene muchos libros y es amable cuando quiere, pero aunque tenga todos sus "sirvientes" hechizados, es más probable que le aparezca una pareja.
—¿Qué pasa si no sucede?
—¡Pues seguirá siendo bestial! Pero al menos, sabemos que esa parte de la historia está aquí en un mundo aparentemente real.
—Y a mí me toca un panadero. —Desvió la mirada hacía las pequeñas flores que crecían cercanas a ellos—. Lo siento, Levi.
—¿Por qué? —Parpadeó varias veces consecutivas al no entender la razón.
—Creí que eras malo, pero hablar contigo después de un rato es divertido. —Sonrió para centrar su mirada nuevamente en él—. Disculpa, por haber sido tan ácida al principio.
—¡Ah, no te preocupes! Todos los que han hablado conmigo me dicen eso. ¡Estoy acostumbrado!
—¡Chopin! ¡Te necesitamos en el laboratorio! —Gritó el instructor de química, desde una de las ventanas del instituto.
—Ya tienes que irte, Chopin —Paris soltó una risa escandalosa al escucharlo.
—¡No me culpes por los apodos que me dan! Cuando tienes profesores como colegas, te dan apodos tan extraños que solo los que están en el grupo comprenden.
—¿Cuál sería el significado del tuyo?
—Una rarísima comparación con el cielo nocturno. —Esta vez, se rio junto a Paris al escuchar carcajear nuevamente—. Bueno, ya me tengo que ir.
—Levi —llamó rápidamente, antes de que se marchase—. ¿Cuál fue la opción que ganó, para saber que estaba mal?
—Eres idéntica a David —respondió sonriente, dándose la vuelta para avanzar—. Entre más aprendo a convivir con él, más similitudes encuentro entre ustedes dos.
Paris se mantuvo sentada en esa pequeña banca, pensando en la conversación que entabló. La curiosidad de saber quién era ese admirado secreto la impulsó a querer regresar a la clase; pero solo imaginarse teniendo que bailar con la francesa, logró mantenerla sentada y pensativa.
Un panadero, no un príncipe. Le gustaba la idea de que alguien fuese tan amable como para aceptarla con todo y quemaduras; con sus altas y bajas, de malhumor o en sus mejores momentos. Si existiese realmente, una persona de esa forma, Paris imaginó que ya no tendría que imitar a la francesa para lucir como una modelo parisina porque ese admirador secreto, la aceptaría incluso con libras de más.