Jueves.
Día 39.
Las rosas se desarmaron de su ramo, esparciéndose por los alrededores de la manta. Los jóvenes enamorados se encontraban besándose, uniendo sus labios una y otra vez sin desear separarse, aunque tuviesen que hacerlo muy pronto.
Saúl, ahora mantenía una relación prohibida con su novia, Yon. La primera y única ocasión en que conoció a los padres de su enamorada, fue suficiente para que lo rechazaran por su color de piel. Ahora, se encontraban en un pequeño espacio escondidos entre los arbustos.
La idea original había sido un día de picnic, pero en cuanto Yon vio llegar a Saúl con las hermosas y rojizas rosas, extrañó tanto su cálido cuerpo que no resistió en atraerlo hacia ella. Justo ahora, seguían tan unidos entre besos y caricias.
—Tenemos que irnos —jadeó Saúl, observándola fijamente antes de unir nuevamente, sus labios con suavidad—. Yon, te meterás en problemas si llegas muy tarde a casa.
—¿Cuándo será la próxima vez que te veré? No lo sé, tú tampoco —admitió con tristeza, recargándose en su hombro y rodeando sus hombros con los brazos—. ¡Prefiero un castigo si eso me deja quedarme más tiempo contigo!
—Yon... —Llamó con preocupación, comenzando a enfadarse.
Guardó silencio, esperando no tener que confirmar lo que sus ojos vislumbraron en la suave piel de su novia. Yon, se apartó en cuanto Saúl quiso revisar su hombro.
—¿Te golpearon? —Interrogó culpable, porque estaba seguro que había sido por esa cena—. Yon, lo siento...
—Se disculparon —interrumpió en voz alta, consiguiendo la fuerza de volver a dirigirle la mirada—. No volverá a pasar. Por favor, no te disculpes por un pequeño accidente.
—Supongo que ser presidente será mucho más complicado de lo que ya me suponía —suspiró con pesadez, abrazándola con suavidad una vez que Yon regresó a sus brazos—. ¡Ah, no quiero que vuelva a suceder! ¡Quiero llorar! —Gritó a todo pulmón, asustando a una persona que pasaba cerca de los arbustos—. ¡Michael Jackson, ayúdame a ser blanco!
—¡No, señor Jackson, no le haga caso! —Yon, no tenía una idea de quién era el cantante; por lo que creyó que mencionaba un fallecido familiar—. No tienes que cambiar para complacerlos, ¡eres perfecto así como eres, oppa!
—¡Dios, termina este sufrimiento llamado: No le caigo bien a mis suegros!
—¡¿Qué dirá nuestra niña si te viese así de derrotado?! —Frunció los labios, antes de darle una suave palmada contra el pecho—. Eres mi lindo cafécito que me da extra energía todas las mañanas, por favor, no llores por mis padres.
—Es que me imaginé que te sigan maltratando por mí —murmuró agobiado, fijando su mirada en el hombro de Yon—. Mi lindo lirio de loto, indefensa en su casa... ¡Preferiría trabajar para mantenerte segura, hasta que consigamos mejores trabajos juntos!
—Quisiera que me prometas que seguiremos juntos —pidió, ahuecando entre sus manos el rostro de Saúl, centrando su mirada en él—. Estoy segura que mis padres te aceptarán, sino lo hacen, está bien.
—Pero sé lo muy importante que son para ti.
—Mi familia, no debería juzgarme por mis gustos, por mi pareja o mis sueños —exclamó molesta, frunciendo los labios con solo recordar lo dicho en esa cena—. De todas formas, ya tenemos una familia donde me siento incluida y Jonatán, es la niña más dulce del planeta. ¡Qué mejor familia que la construida por uno mismo!
—Jamás te dejaré —aceptó, antes de besarla con ternura en la frente—. ¡Somos un equipo dinamita!
—¡Lo somos!
Yon fue la primera en abrazarlo, casi de forma instantánea, se sintió presionada contra el cuerpo de Saúl, manteniéndose firmemente unidos por un tiempo indefinido.
Cuando sus miradas se encontraron, sintieron un cosquilleo en los labios con el paso de los segundos. Desde aquella cena, donde el padre de Yon reveló un gran racismo en contra de Saúl, la joven pareja no había logrado verse hasta ese momento. No demoraron mucho en encontrarse unidos en un beso, como al comienzo del encuentro de ese día.
Lo que, originalmente, había sido una cita para comer se convirtió en una apasionante escenas entre besos y caricias. Saúl debía poner cierto alto al sentir las manos de su enamorada acariciando de más; esto cercano a las caderas y la nuca, donde Saúl reconocía ser muy sensible.
Ambos habían acordado que luego de la graduación de Saúl, se entregarían mutuamente en la intimidad; pero en ese instante, tanto Yon como Saúl estaban teniendo problemas en controlar el deseo.
—Uy, tenemos que detenernos —Saúl balbuceó con dificultad, sintiendo las mejillas acaloradas—. Se hará tarde, definitivamente, va a ser muy tarde y no te quiero causar problemas.
—Cinco minutos más —rogó, sin separarse tanto de su boca—. Por favor, ¿sí?
—¡Saúl, ¿en dónde estás?!
Ambos abrieron los ojos ampliamente, recordando que estaban al intemperie, solo con escuchar a Levi muy cerca de su pequeño escondite. No faltó que ambos se avergonzaran, pero de los dos, a Yon se le resaltaba su sonrojo.
—Sí, será mejor que retomemos esto en otro momento —comentó apenada, acomodándose la blusa que estuvo a segundos de ser quitada—. ¿Tenías planes con tus amigos?
—Por la noche... —Los dos observaron arriba de sus cabezas, contemplando las nubes arrebolados casi anunciando el crepúsculo—. Oh, cielos, ¿cuánto tiempo estuvimos aquí? —Habló en voz baja, al escuchar más cerca a Levi.
—Creo que mis padres sí me matarán esta vez.
El último beso que se dieron fue corto, casi sin rozar sus labios por la prisa que llevaban en arreglarse. Yon fue la primera en salir del escondite, luego de recibir las rosas devuelta en su ramo.
Cuando Saúl salió, revisando que su ropa estuviese alineada y el cinturón ajustado, brincó espantado al ver a Levi.
—¡Casi me da un infarto! —Gritó ahogado, llevándose la mano contra el pecho—. ¡No vuelvas a hacerme eso, Levi!
—¿Acabas de salir...?
—No es lo que parece —interrumpió, seguido de encajar la correa del cinturón.
—Saúl...
—Te dije que no —titubeó tímido, cruzándose de brazos luego de desviar la mirada—. No, Levi.
—¿Ya estás listo? —Se giró de lado, dispuesto a avanzar hacia su auto—. Andaba buscándote desde hace una media hora atrás para la pijamada.
—¿Qué hora es? —Sonaba un poco alarmado, pero siempre tratando de encubrir todo.
—Alrededor de las siete de la noche.
—No puede ser... van a castigar a Yon —susurró, cerrando los ojos con fuerza.
—¿Me dices qué te ocurrió? —Interrogó completamente confundido. Saúl estaba actuando muy misterioso para Levi—. ¡Parece que vas a llorar!
—¡Tal vez lo haga, solo ignora mis lágrimas de macho!
[. . .]
Para desviar el tema, Saúl estuvo comentando lo feliz que estaba porque Levi había decidido regresar al colegio. Sus amigos, no fueron los únicos que se alegraron con su regreso ya que, incluso los colegas de Levi le hicieron una pequeña fiesta de bienvenida, algo muy pequeño y discreto del ojo chismoso del resto de estudiantes.
Justamente en esos momentos, irían a la casa de Saúl para recoger a Jonatán y a David, quienes se quedaron esperando a Levi en lo que iba a buscar a su restante amigo.
—¡Papá Saúl, bienvenido! —Saludó Jonatán evitando mover mucho la cabeza. La madre de Saúl estaba trenzando su cabello, algo que desconcertó al mismo Saúl.
—Mamá, no creo que sea buena idea hacérselas a la pequeña. —Le pinchó la mejilla a la menor, regalándole una sonrisa cuando ella sonrió—. ¿No te duele?
—No, papá Saúl.
—¡Tonterías, se verá más hermosa y ya casi termino! —Exclamó la señora mientras fijaba su mirada en el resto—. Oh Levi, que bueno que regresaste, necesito que me le enseñes a Saúl la tienda donde vas a comprar.
—¿Y eso? —Interrogó curioso.
—Una comadre se me casa el sábado así que quiero preparar algo especial, son judíos y por eso prefiero tu consejo.
—Cualquier cosa que no sea de cerdo o langosta está bien —comentó sonriente con la noticia, luego de tomar asiento al lado de David en el sofá—. ¿Tienes sueño? —Preguntó con dulzura y en voz baja al sentirlo tambalearse en su lugar, hasta dejar caer la cabeza en el hombro de Levi—. Está bien, no tienes que hablar si estás cansado.
David intentó levantarse, sintiendo pena por lo ocurrido, pero el agotamiento impidió que pudiese moverse tan solo unos centímetros. Levi inclinó el cuello lo suficiente para besar su frente y apoyar la mejilla contra la cabeza de David.
—¡Estoy en casa! —Anunció el papá de Saúl, sorprendiéndose con las visitas que tenían—. ¿Quién está de cumpleaños?
—¡Bienvenido a casa, señor papá de papá Saúl! —Jonatán agitó las manos para saludarlo, aunque todo su cuerpo deseaba suspenderse para abrazarlo.
—¡Oh! No sabía que teníamos una fiesta de diversidad sexual. ¡Hubiera traído algún postre, de habérmelo dicho antes! —Se impresionó el adulto.
—Van a tener una pijamada con Levi, pero Saúl andaba con Yon y se le hizo tarde como siempre. —Su esposa se acercó para besarlo como saludo—. Pero sí, debiste traer algún postre para nosotros, porque es nuestro aniversario.
—Será mejor si nos vamos —susurró Saúl al ver la cara de su padre.
—¡Levi, muchacho, que grande estás! —El señor intentó desviar toda la atención que recibió hacia Levi—. Si el año pasado, a penas podías alcanzar a Saúl y ahora, estás a unos centímetros de alcanzarlo.
—No tengo idea de cómo lo hice —admitió sereno, volviendo a darle la atención a él cuando se quedó callado.
—¿Es tu novio? —Sonrió con aprobación, como si Levi fuese su propio hijo.
—En proceso —respondió risueño, abrazando a David cuando este buscó ocultar el rostro contra su abdomen.— Para allá vamos, a pasito, pero en proceso.
—Deja de usar al pobre de Levi como escudo —reclamó furiosa su esposa, cambiando casi de manera instantánea a un genuino asombro, cuando su esposo sacó un presente para ella—. ¡No me gusta que me hagas estás bromas!
—Feliz aniversario —respondió ante sus gritos con mucho humor.
—¡Ya nos vamos! —Saúl estaba sacando a todos sus amigos del escenario, esperando ya no tener que seguir viéndolos jugando entre ellos—. Los veré mañana.
—¡Espera, Jonatán! —Su madre tuvo que separarse de los brazos de su esposo, para buscar un pequeño regalo que tenía para ella—. Fui al mercado esta mañana y cuando lo vi pensé en ti.
—¡Un esmalte de uñas! —Chilló emocionada al recibirlo.
—Estoy segura que el turquesa te quedará muy bien —comentó alegre, siendo abrazada con fuerza por Jonatán.
—A mí me hace eso y quedo con la espalda quebrada —David tuvo las fuerzas para comentar, aun somnoliento.
La idea de hacer una pequeña pijamada se debía a seguir compartiendo más tiempo juntos, celebrar que Levi volvería al colegio y continuar ayudando a David, y escuchar la noticia que él tenía para ellos.
Una vez listos, se retiraron para ir a la tienda más cercana a la casa de Levi y hacer la mejor pijamada del mundo. Estaban conscientes de que habían pasado de fiesta más de lo que acostumbraban, pero querían intentar hacer su propia noche de películas sin la influencia de Lucas y el terror. Debían aceptar que esto último, solo era para que David no se asustase.
[. . .]
Los jóvenes se divierten, los adultos trabajan. L'amore, era conocido como el edificio más alto de todo el país al contar con un aproximado de veinticinco pisos; ya que nadie, a excepción de quienes trabajan ahí, conocían con exactitud cuántas áreas habían y el tamaño real del edificio.
La manera en cómo trabajan en el edificio fue meticulosamente planeado para evitar el masivo uso de los aire acondicionado y por defecto, una cantidad de empleados enfermos por el uso de los mismos. Las computadoras se mantenían frescas, no cabía duda en ello.
Benjamín, se tomó un momento para observar fuera de la ventana y contemplar la vista con la que contaban, sintiendo el aire entrante golpeando su rostro.
El curioso deseo de saltar por la misma ventana y terminar con el trabajo, pasó una vez más por su mente como en un caso similar a ese; pero había un problema y era, que de saltar, caería en un pequeño balcón fracturándose algún hueso y siendo rescatado por los italianos en la zona de modistas.
Al lado de Lucas, nadie seria capaz de ser suicida en el edificio, la misma estructura lo evitaba y los mismos empleados eran capacitados para esa clase de emergencias; fue por ello, que el día en que vio a Lucas colgando en su casa, su reacción fue buscar a cortar la soga y salvar su vida.
A Benjamín le dieron unas bellas ganas de vomitar. Curioso, sostener que el vómito era hermoso; para Benjamín, lo era por el pensamiento que desbordó en su mente otra serie de sentimientos.
Benjamín estaba casi seguro que comenzó a escuchar una voz, una muy sutil y casi susurrante; tan calmada, relajante y gruesa que erizó cada vello de sus brazos; una que estaba hablando tan cerca de su oído, como él mismo Lucas, ese día en que fueron a recoger a David. La voz, finalmente, dijo con claridad:
«Salta... Salta... Salta... porque de todas formas, te matarán».
—¿Ya vas a terminar? —Preguntó Esther, acomodándose el bolso y recargándose en el asiento de su esposo para ver cómo iba con el pedido—. ¿Se te olvidó el código, de nuevo? Te puedo ayudar, si necesitas el archivo del pedido pasado para Corea del sur. —Se inclinó lo suficiente para ver los papeles del pedido y señalar un punto especial—. Recuerda que, en el desayuno, ellos transmitieron su aprobación al proyecto de capas.
—Te puedes ir a casa, si quieres —respondió, apartando de su vista los papeles—. No he terminado y estoy seguro que voy a tardar un poco más.
—Benjamín, el señor te quiere ver ahora. —Gustavo estaba pasando por el área, aprovechando a darle el mensaje de Lucas, antes de continuar su trabajo en el área audiovisual—. Urgentemente.
—En lo que vas con Lucas, puedo ayudarte un poco con esto —sugirió amable, al verlo tan cansado y muy atrasado con el encargo—. Ya terminé con mi pedido, así que, no me molesta darte una pequeña ayuda.
—Ve a casa, Esther —pidió nervioso, luego de levantarse y darle un pequeño beso—. Voy a estar bien. Ya estás en marea baja y necesitamos que David esté en casa con nosotros; después te alcanzó y hablaremos con él, ¿sí?
—Está bien... —Bajó la mirada, disminuyendo su emoción al recordar y decir lo siguiente—. Ya que salgo temprano podría ir a renovar la orden de restricción, ya está por vencer, ¿no?
—Ese es mi trabajo, Esther —protestó molesto, presionando con fuerza sus propias manos al escucharla—. De todas formas, jamás tendrías el valor de hacerlo en contra de tu propio hermano. ¡Déjame ese trabajo a mí y vete a casa!
Continuó su camino a la última planta del edificio para enfrentar lo que Lucas desease comunicarle en ese momento. Durante el trayecto sintió miedo, un profundo temor de que fuese una trampa hacia él y que, al encontrarse solos, no sería capaz de pedir ayuda.
La oficina de Lucas, estaba tan apartada de sus futuros sustitutos que entrar podría ser un error fatal para Benjamín, eso sin haber contado que las puertas repelían el sonido. Nadie de afuera escuchaba lo de adentro y viceversa.
—¿Me llamaste, Lucas? —Preguntó tartamudo al entrar.
Lucas no se encontraba solo. Benjamín se encogió al ver a los italianos, observándolo detenidamente con hostilidad después de un comentario homofóbico que soltó en horas de almuerzo; ellos no eran parte del colectivo, pero sí había muchos en el área de diseño en quienes pensaron cuando Benjamín habló muy mal de ellos.
Se había ganado una reputación muy mal después de ello; tanto él, como Esther al defenderlo. Los italianos estimaban mucho a sus compañeros de quienes aprendían de vez en cuando; por lo mismo, ver a Benjamín en ese momento les amargó la noche.
—Adelante. Toma asiento, tal vez, un dulce o una galletita salada, pero no te quedes ahí parado toda la noche —habló Lucas, terminando de revisar el nuevo diseño para un vestido—. Hagan el prototipo de color vino y mejoren ese escote —comentó, señalando en el diseño para llamar la atención de sus empleados en él—. Queremos un vestido coqueto, no que se le salga un seno al cliente. Pídele a Giorgia que se lo pruebe cuando terminen, que a ella le gusta mucho este tipo de corte en la falda. Me avisan para estar presente y verificar.
—Buonanotte, signor Knight —se despidieron, avanzando a la salida dándole una última mirada a Benjamín, solo bufaron antes de retirarse por completo.
—¿De qué querías hablar conmigo? —Benjamín estaba terminándose una galleta, luego de sentirse ansioso con la presencia de los otros—. ¿Tendrás un poco de agua? —Tosió un poco.
—Tenemos un gran pedido que debe ir a Francia; otro, a Los Ángeles y uno a Honduras —inició la plática informándole su futuro trabajo, antes de servirle un vaso con agua—. Tenemos una cliente muy confiable en este último y por nada en el mundo podemos fallarle. Quiero que comiences a llamar, mover y planificar el pedido. —Colocó frente a él la carpeta de la orden.
—¿Y Corea? —Sus manos temblaron al levantar la carpeta y revisar una lista, que a simple vista, era un gran encargo—. Nuestra sección está terminando a penas con la administración.
—Solo faltan cinco personas para terminar con Corea; estos nuevos son especiales para ti, junto con la sala tres —le explicó, observando a Benjamín asustado por lo que significaba para él—. ¿No por eso te pago?
—¡Lucas, pero yo...!
—¡En horas de trabajo eres un empleado más! —Lo interrumpió sin dudar, inclinándose hacia él, logrando que Benjamín se encogiese en su asiento—. Tienes el mismo trabajo que todos, te toca una porción igual al resto y llevas una semana con Corea; solo te quedan cinco días para terminar ese pedido o alguien más lo tomará.
—He estado trabajando muy duro últimamente —murmuró, porque sabia que eso no lograría suavizarlo, pero lo intentó—. Quisiera un ayudante tan siquiera.
—Aquí no hay favoritismo o Esther no tendría que mover un tan solo dedo, por ser mi hermana —respondió con seriedad, tomando asiento en su lugar—. Todos están ocupados con lo demás. Puedes hacerlo que no estás solo y la sala tres, ya inició, así que, te sugiero que termines con el encargo de Corea pronto y continúes con el resto.
«Me tomará noches terminar con esto. ¡Es una locura!». Pensó afligido, leyendo los datos de los diferentes puntos. «Lucas me está dando este trabajo por una razón en especial. ¿Será que me quiere explotar por...?».
—Estuve pensándolo —Lucas volvió a hablar, de forma más tranquila ahora—. ¿Sabes? Han pasado años desde la última persona que tomó el puesto de secretario a mi lado; pero la economía, últimamente, solicita más empleos y cambio de personal. —Centró su mirada en Benjamín, guardando silencio por unos segundos, analizando cada pequeña acción del contrario—. Pensé en ti, para el trabajo. —Bajó la mirada a un pequeño portafolio, colocando sus manos sobre ella y volver a fijar su mirada en Benjamín—. Ya tengo planificadas mis vacaciones, me las pasaré revisando cada archivo de todos mis empleados para los despidos, los ascensos y el nuevo personal. Si no puedes con este nuevo pedido, entonces...
—¡Puedo encargarme! —Interrumpió, aferrándose de su única oportunidad de tener una vida más tranquila—. Lo tendré todo listo, me pondré al día con la sala tres y los últimos arreglos para Corea. Dame la oportunidad de mostrarte que puedo ser tu nuevo secretario.
—La tienes, justamente, entre las manos, Benny.
Benjamín se retiró y una vez fuera de la oficina, arrastró los pies de regreso a la planta baja. No le importó verse derrotado, ya que no había nadie observándolo. Todos los encargados, sustitutos y gerentes de elite ya se habían marchado a sus hogares; al bajar, se dio cuenta que todas las salas estaban vacías y con la luz apagada, menos la suya.
A medianoche, llegaría el siguiente turno de los empleados nocturnos, pero Benjamín debía terminar a tiempo o se quedaría encerrado en esa planta hasta que ellos llegasen.
Lucas siempre dejaba todo con seguro antes de irse a casa y el guardia nocturno se encargaba de abrirle a los empleados de la noche. No podría irse a casa, solo y a pie en medio de la oscuridad de la noche. Benjamín no tenía más opción que avanzar lo suficiente para terminar pronto y retirarse a su hogar.
[. . .]
—Se llama Miguel, ¿por? —Hubo un silencio que se alargó demasiado—. ¿Lucas?
—¿Qué ocurrió? —Levi preguntó, estirándose a lo largo del sofa, teniendo cuidado de que los gatos encima suyo no se cayesen—. ¿Qué quería?
—Lucas me llamó para preguntar por Miguel y luego colgó —respondió confundido, luego de guardar su celular—. Jonatán, deberías ir cuidando a Miguel, porque con Lucas no se sabe de nada.
—¡Levi, Levi! —Jonatán comenzó a dar pequeños saltitos, cargando entre sus manos el esmalte obsequiado—. ¿Puedes pintarme las uñas, por favor?
—No deberías pintarlas, mañana aún vamos a clases —dijo Saúl, comiendo un par de gomitas.
—Tiene razón, pero no me importa —exclamó Levi, estirándose para alcanzar un estuche floreado—. Mi abuela tenía uno transparente, usaré ese y mañana me acuerdas de pasarte el turquesa que te regalaron.
—¿Está lleno de esmaltes?
—No, esto es para hacerle manicura; primero tengo que empujarle la cutícula, cortarle las uñas, limar y arreglarlas —respondió tensó al no lograr alcanzar el estuche—. Ay, tendré que despertarlos.
Con una leve sacudida los gatos se estiraron, clavando las garras en el sofá antes de bajarse del torso de Levi. Se quedaron muy cerca de él, lamiéndose en sincronía lo que sorprendió a Saúl.
Una vez con el escuche acompañó a los felinos en el suelo mientras buscaba unas pequeñas herramientas para la manicura. Jonatán ya se encontraba frente a él para comenzar con una nueva experiencia para ella.
—¿Qué pasó? —Tanto Saúl como David observaron curiosos a Levi y sus manos—. ¿Acaso creían que nací con uñas tan perfectas? ¡Por supuesto que me las arreglo! No por nada se las arreglaba a mi abuela y ella a mí.
—¡Yo también quiero, quiero uñas muy bonitas, por favor! —Jonatán estaba tan emocionada por comenzar con la manicura.
—¡¿Por qué estás tan sucia?! —Interrogó al tomar la primera y comenzar a retirarle la suciedad.
—Es tierra —comentó, observando atentamente el trabajo de Levi—. Siempre ayudo a mi mamá en el huerto de la casa y me ensucio demasiado.
—¿Esto es una pijamada o estaremos jugando al salón de belleza toda la noche? —Preguntó David.
—Bueno, a tu esposo le gusta, amiga —Saúl exclamó afeminado, haciendo un ademán coqueto.
—Iré a comer...
David comenzó tomando algunas frituras saladas, solo con el paso del tiempo su garganta exigía beber algo. No presentó un gran interés por las gaseosas, tampoco por el agua. David deseaba algo que estuviese caliente y supiese delicioso.
—Levi, ¿tienes té de naranja? —Consultó, buscando en la alacena de la cocina—. Bueno, cualquier té está bien para mí.
—No, pero te puedes hacer una chocolatada, sólo busca en el refrigerador.
—¡Gracias!
El chocolate, jamás le interesó a David, esto cambio al vertir el líquido en una taza y observar el hermoso color de la leche achocolatada. Luego de calentarla en el microondas aprovechó que estaba hirviendo para vertir pequeños chocolates en su interior, admirando con sorpresa cómo se derretían fácilmente.
David pensó que sus pastillas estaban funcionando porque, al sentir el primer trago, quiso beberse todo el chocolate que Levi tuviese en la casa. Su estómago, en ese momento, parecía una fiesta real de diferentes sabores y muy malas combinaciones de comida con el chocolate caliente.
—¡David, ya casi terminan con la pequeña! ¡Ven rápido, para que escojamos la película que veremos! —Le dijo Saúl.
—¡Ya voy, amiga! —Ahora, David fue quien le respondió de forma burlesca.
Lo último que quedaba del chocolate fue ingerido rápidamente y solo de forma tambaleante, pudo acercarse a ver cuáles eran las películas a votación.
David amplió la mirada con horror, al ver las diferentes carátulas mostrando una más terrorífica que la otra. Para él, todas eran del género terror.
—¿Te sientes bien? —Preguntó Levi al notar que se estaba tambaleando.
—¡Yo quiero ver esta! —Jonatán señaló una de ellas.
—Pero es la que vimos con Lucas —Saúl, no quería repetir de nuevo la película de vampiros—. Otro día, mejor, pero esa no.
David sintió escalofríos al no ver lo que sus amigos observaban en la carátula; lo que sus ojos vieron fue la portada de la película de miedo que observaron en la casa de Lucas.
—David, ¿cuál escoges? —Interrogó Saúl, luego de aparte la descartada de esa noche—. Escoge bien, porque solo tienes un voto.
Levi brincó por el susto que le dio David al caerse del suelo, asustado y gritando. Todas las películas que Saúl le mostraban tenían la silueta borrosa del hombre que vio esa noche, sosteniendo una pala.
—¡No me dejes solo! —David se aferró de Levi una vez que este se acercó a ayudarlo—. ¡Ya no quiero ver ninguna película!
Los tres observaron a David, curiosos y confundidos por sus acciones. No estaba abrazando a Levi, al contrario, estaba aferrado con fuerza a una silla cercana a él.
—Parece que estuviese ebrio. —Saúl no pudo evitar soltar una pequeña risa—. Pero ¿qué bebió?
—Tal vez tiene sueño. Estuvo bostezando en la casa de papá Saúl —recordó Jonatán.
—Ustedes escojan la película, en lo que descubro qué le pasa —comentó Levi, acercándose para zafarlo de la silla que tenía tan firmemente abrazada—. David, aquí estoy. Ven, chiquito bello, que no te voy a hacer daño —al hablar con ese tono de voz tan juguetón, solo consiguió que sus perros se acercasen a los dos—. ¡David, ¿te tomaste toda la chocolatada?!
—Algo me dice que se drogó con chocolate —comentó Saúl, disfrutando del espectáculo para verlo intentar quitarlo de esa silla.
[. . .]
Benjamín, luchaba con lo que sus ojos observaban, asegurando hasta tres veces si el dato colocado era el real.
Terminó, luego de media hora, solo debía mandar el archivo y estaría comenzando al día siguiente con el nuevo trabajo; sin embargo, estaba completamente perdido con la mirada en la pantalla de la computadora. Apuntó con el dedo cada columna, siguiendo los números y letras para verificar una por una, esperando que todo concordara.
—Benjamín, ¿ya terminaste?
—No, aún no —respondió en voz baja, continuando su camino para no perder el hilo de los datos—. Me falta.
—¡Debiste terminar hace días, con eso!
—Ya casi acabo —titubeó nervioso, aun más, al haber parpadeado—. Unos minutos más y termino, lo prometo —exclamó alto, volviendo a colocar el dedo al comienzo para verificar nuevamente desde el principio—. No me falta mucho, mañana comienzo con la nueva orden.
—¡Pero qué estúpido! ¡Mejor renuncia, jamás terminarás, hijo de perra!
—Benny, ¿ya terminaste? —Lucas habló, llamando la atención del contrario—. ¿Te falta mucho?
Benjamín se tomó un momento para revisar su entorno y darse cuenta que estaba completamente solo, a excepción de Lucas, quien lo observaba tranquilo frente al interruptor de la luz.
—Terminé por hoy —respondió lo suficientemente alto para ser escuchado—. Dame un momento, por favor.
—Te espero —exclamó sereno, buscando a sentarse en una de las sillas más cercanas—. Esther me llamó para que te dejé en casa. Tómate tu tiempo.
Los números, letras y símbolos en la pantalla se mantuvieron igual, en orden, como debían estar; sin embargo, Benjamín no mandó el pedido al sentir que estaba completamente mal. Lo guardaría para el día de mañana, esperando encontrarse mucho mejor para revisarlo apropiadamente y poder enviarlo de una vez por todas.
En realidad, Benjamín estaba asustado, ya que esa voz era clara y tan segura de cada palabra; pero no había nadie a su alrededor hasta que llegó Lucas. Simplemente, ante los hechos, culpó la falta de sueño como único culpable de haber alucinado momentáneamente. Todo estaría mejor el día de mañana.
—Oye, Benny, mañana juegan nuestros equipos —comentó con picardía, sabiendo lo mucho que le gustaba a su cuñado apostar—. ¿Te ánimas al reto o pasas? Te recuerdo que te falta terminar de pagarme lo de la última vez.
—¿Para qué apostar? Siempre pierdes.
—Voy a pasar por esta vez —respondió balbuceante, centrando su atención en la pantalla a punto de apagarse—. Prefiero pagarte antes de volver a lanzarme a las apuestas, pero siempre veré el partido por diversión.
—¡Qué cobarde!
—Está bien —Lucas soltó con sencillez, reclinándose en la silla—. ¿Te parece si voy a la casa para verlo o vendrás a la mía con Esther? Podría preparar un asado o una sopa... ¡Mejor una sopa y traen a David! —Se rio por un momento antes de suspirar—. Mañana hará un buen sol, perfecto para preparar una sopa igual de caliente, ¿no lo crees?
—Mírame, no te ocultes, cobarde... ¡Mírame cuando te estoy hablando, estúpido!
—Ah, lo siento, no te escuché muy bien —se excusó, acomodando los papeles esparcidos por su mesa de trabajo, luego de asustarse con la última afirmación—. ¿Ir a mi casa o ir a la tuya? Dulce Señor, que pregunta tan difícil.
—¡Salta, salta frente a sus ojos!
—No tienes que ser tan cruel con David —continuó, manteniendo la mirada baja en el suelo—. Creo que...
—¡Muérete! ¡Salta del edificio, Benjamín! ¡Salta y muérete!
—Ven a mi casa —completó con un temblor en la voz. Alzó la mirada hacia los ojos pardos de Lucas y se aferró de la carpeta de trabajo—. Todos estaremos más seguros bajo la orden de restricción, Lucas, mañana mismo la renovaré bajo los mismos términos.
—Ah, sigue vigente —su voz indicaba que no le interesaba—. Me llevaré a David el fin de semana, mejor la renuevas el lunes. —Se levantó de su silla, haciéndole sentir pequeño a Benjamín por su altura—. Te dije que seguiría ganándote, Benny, porque ninguna orden me va a detener de seguir con esto hasta que se termine.
—¿Terminarse el qué? —Lucas frunció el ceño, mostrándose enfadado ante la pregunta—. Tú...
—Lucas, te matará.
—Mañana la renovaré —volvió a repetir con firmeza—. No quiero que te acerques a mi hijo —enfatizó en voz alta—. ¡No te lo voy a permitir, aunque me cueste la vida, no voy a dejar que te sigas acercando a David!
Lucas sujetó la muñeca de Benjamín, la que estaba a una corta distancia de golpear su rostro. El puño de Benjamín temblaba ante la insistencia de querer golpearlo, pero Lucas comenzó a avanzar, obligándolo a caminar en retroceso.
Cuando la espalda de Benjamín chocó contra el interruptor, la luz se apagó dejándolos a oscuras en la planta. Lucas no demoró mucho en chocar con fuerza su brazo contra la pared y hacer igual con la otra mano que llegó del mismo modo.
—Lucas —llamó nervioso al no poder mover los brazos—. Lucas, si me lastimas irás a prisión por seis meses, ¡si quiero sería un año entero!
—Solo te estoy sujetando —se excusó con una ronca voz.
—¡Suéltame! ¡Voy a gritar más alto si no me sueltas ahora!
—Hazlo, ¿tú crees que me importa?
—¡Estás loco! ¡¿Cómo te atreves a hablarme de ese modo?! —Benjamín se estremeció al sentir la respiración de Lucas en su cuello—. ¿Qué estás haciendo? —Interrogó asustado.
—¿No dijiste que ibas a gritar? —Susurró en su oído—. Vamos, adelante, que todo el edificio está listo para escucharte. ¡Grita todo lo que quieras! ¡Te reto! ¡Intenta meterte conmigo si te atreves!
La silueta de Lucas fue más clara una vez que los ojos de Benjamín se acostumbraron a la oscuridad. Tenía su rostro frente a él y entre más pasaban en silencio, más cerca se encontraba, incitándolo a gritar por ayuda.
Su cuerpo se estremeció al verlo sonreír, inclinándose con malicia hacia su rostro.
—Lucas... —Titubeó su nombre, sin conseguir que dejase de acercarse.
—Grita, si quieres ayuda o si quieres que siga —susurró, soplando directamente en sus labios—. Voy a destrozar cada parte de ti, hasta que te quedes como una miserable bola de...
Benjamín, despertó asustado, brincando en su asiento al sentir que estaba por caerse del mismo. No lo evitó, realmente se cayó al suelo, despertando de una terrible pesadilla.
Se encontraba solo, como lo había estado durante las dos horas que llevaba desde que Lucas le asignó su nuevo trabajo. Al levantarse, se sintió sumamente avergonzado por quedarse dormido; solo con ver algunos de los bordes de los documentos, cubrió su boca para acallar lo mejor que pudo el grito de frustración que soltó al verlos manchados de saliva.
—Oh, dulce Señor, Lucas me va a matar —susurró para sí mismo, viendo el desorden provocado en su área de trabajo—. Dios, ayúdame, por favor.
—Benny, ¿aún sigues aquí? —La risueña voz de Lucas logró espantarlo luego de aquel sueño—. ¡Por poco y te dejo encerrado aquí! A ver, ¿ya terminaste o necesitas más tiempo?
Su cuerpo se quedó paralizado. Por supuesto que no logró avanzar absolutamente nada, después de haberse quedado dormido y los problemas se intensificaban al ver su espacio desordenado, con algunas hojas sumamente importantes arrugadas y con el monitor de la pantalla apagado.
—¡Lucas, no me dejes aquí! —Gritó con pánico al verlo seguir bajando las escaleras.
—¡Te espero abajo, pero no tardes, muchachito!
—Respira, Benjamín, respira —se dijo a sí mismo, en lo que limpiaba un poco—. ¡Respira, por Dios! —Soltó suspirando con pesadez, tratando de encontrar la calma para hacer un único trabajo bien y no ser encerrado—. Renueva la orden y...
—¿No renovaste la orden? —Benjamín gritó, dejando volar las hojas por el aire al escucharlo hablar a sus espaldas—. ¡Oh, vaya, significa que me puedo acercar a David cuanto se me antoje! —Lucas comentó entre risas, siguiendo con la mirada a su cuñado, este tratando de recuperar sus hojas—. Cuidado, Benny, un día de estos y me lo llevo muy lejos de ustedes.
—No deberías estar bromeando con algo tan delicado —gruñó, sintiéndose desalineado con tanto desorden a su alrededor—. ¡Me amenazaste en tu casa, podrías ir a prisión si así quiero!
—¿Crees que me importa? L'amore no se caerá en un día sin mí —Se cruzó de brazos, al verlo fijamente—. ¿Quién te mandó a cortar la soga, si tanto quieres que me aleje de tu familia?
—¡Lo hice pensando en Esther, eres su hermano!
—¡Excusas! —Le dio la espalda, avanzando hacia el interruptor de luz—. Tú y yo, tenemos cuentas pendientes, Benjamín. No metas a mi hermana en esto o seré yo, quien te ponga una orden... Una de alejamiento.
Una vez más, se vio amenazado con aquel tono de voz tan serio y al mismo tiempo, peligroso. Lucas apagó la luz, dejándolo ansioso por dejar sus documentos devuelta a la carpeta para marcharse.
—¡Lucas, no me vayas a dejar encerrado! —Pidió, corriendo apresuradamente para bajar las escaleras—. ¡Lo de tu intento de suicidio, no tiene nada que ver con el ahora! ¡No puedes dejarme encerrado por haber cortado una soga!
Benjamín chocó contra la espalda de Lucas, cayendo hacia atrás sobre las escaleras. Lucas cerró la pequeña reja de la planta superior, luego de que Benjamín alcanzase a salir gateando fuera de la salida.
—No quiero que hables de ese día —vociferó con molestia—. Realmente, deseaba morirme y lo único que hiciste fue alargar mi vida. —Se encogió de hombros, frunciendo los labios—. Ni modo, sigo con vida y ya no tengo más deseos de morir; pero tú, no tienes ningún derecho de hablar cuando, lo único que haces, es renovar esa orden de restricción para que me aleje de David.
—Esa no es razón para...
—¿A ti, qué te importa? —Interrumpió, marchándose hacia la siguiente planta, luego de apagar la luz—. ¿Haces lo que haces por Esther y David? Bien, no cortes la soga a la próxima y hazle el favor a Esther de ya no tener que culparse por lo que hizo.
—¡Qué insensible!
—¿Yo? ¡Por favor, no seas tan hipócrita! A los dos los odian y tienen suerte, que aquí, no se despide por la poca popularidad que tenga un empleado o ya estarían sin trabajo desde hace años.
—Me refiero a que eres un insensible con Esther, ¡cuando ella hace todo por ti!
—¿Qué es un almuerzo en estos días, Benjamín? No tengo nada que estar haciendo en tu casa, ni en la vida de David o en la de Esther.
—Pero...
Lucas se giró levemente, observando a Benjamín tirado contra el suelo, luego de hacer el esfuerzo por alcanzarlo corriendo por las escaleras.
—¿Por qué lloras?
Las lágrimas de Benjamín llamaron por completo la atención de Lucas, sin sentir una clase de compasión o interés por saber qué las provocaba.
Sus ojos, completamente brillantes, brotando de los mismos esas hermosas lágrimas que caían y muy pocas, se deslizaban por sus mejillas. Lucas, estaba fascinado con la expresión de Benjamín pasando desde el miedo y el dolor en cada línea de su joven rostro.
—Creo que me doblé el tobillo derecho —informó indefenso, asustado ante la idea de que así era—. Me duele muchísimo y... no puedo levantarme.
—Oh, pobre bebé —exclamó con sutileza, casi rozando al desinterés por su situación—. Deja que te ayude.
Lucas, no esperó tener la aprobación de Benjamín para revisar su tobillo. En unos minutos ya se encontraba de cuclillas, quitándole el zapato y el calcetín para ver si presentaba alguna inflamación.
Con los primeros toques, fuertes y profundos, en la zona afectada Benjamín quiso apartar el pie de sus manos.
—Si quieres salir, tendrás que hacer lo que yo te diga, ¿entiendes? —Lucas le devolvió la atención—. Te va a doler, te lo advierto.
—Tan siquiera... dame algo para morder —pidió temeroso por lo que pasaría después.
[. . .]
David y Levi, recostados en el césped del patio, luego de haber luchado contra una silla que David juraba que era el mismísimo Levi. Ahora, con el auténtico entre sus brazos, descansaba un poco de su mágico viaje de colores.
La luna creciente se había dividido en el cielo y las estrellas bailaban de un lado a otro dejando un rastro de luz. David descansó la mejilla en el abdomen de Levi. Ver tantos colores como un caleidoscopio lo habían mareado demasiado; por ahora, estaba más feliz jugando con las hormigas que caminaban sobre el torso del contrario.
—¿Cómo te sientes? —Interrogó Levi, al sentirlo acariciarlo y sin saber por qué tan de repente.
—Uy, estoy súper cómodo, mi cielo —respondió emocionado por lo que veía frente a él—. ¿Qué hay de ti?
—Preocupado de que me hayan vendido una leche de chocolate con droga.
—¡Qué linda! —Buscó en el cuello de Levi, uno de sus insectos imaginarios—. ¡Las hormigas, son asombrosas!
—¿Te gustan las hormigas?
—Prefiero las mariposas. —Su diminuta compañera se esfumó como arena de su lugar, formando nuevas hormigas que David admiraba en el torso de Levi—. ¡Son como los transexuales! Viven la mayor parte de su vida siendo quienes no son, hasta que cambian a lo que serán por el resto de sus vidas y luego fallecen tan hermosas.
—David...
—¿Tú me amas? —Preguntó con un gesto triste, antes de enrollarse en el cuello de Levi, para besarle la mejilla—. Yo quiero que seas mi novio, Levi —pidió esbozando un puchero, antes de acercarse más a sus labios—. Por tu culpa, Lucas, tuvo que hablar conmigo de la sexualidad después de que tuve una erección pesando en ti... Tienes que hacerte responsable por mis sentimientos.
—¡Saúl, David me va a violar! —Gritó alarmado, antes de ser silenciado por los labios del contrario.
—Oh, dulce, Señor —exclamó palabra por palabra entre pausas, luego de haberse separado por un momento de Levi—. ¡Tus labios son tan deliciosos! ¡Saben a puro chocolate, que me los quiero comer!
—¡Saúl! —Volvió a gritar, porque estaba seguro que David lo mordería a la próxima—. ¡Caramba, Saúl, hasta que al fin llegas!
—¡¿Qué le sucedió?! —Saúl, no podía creer lo mucho que David cambio luego de beber una inofensiva malteada—. ¡Estaba bien tranquilo y ahora parece una gata en celo!
—¡Quitámelo, que me quiere bajar los pantalones!
—¿Todo está bien? —Jonatán asomó su cabeza por la ventana—. Me pareció escuchar enojado a papá Saúl.
—¡Ahí está mi oruga! —David fijo su mirada en ella. Separándose a voluntad propia de Levi, para ir a abrazar a Jonatán—. ¡¿Cuándo te veré volar como una mariposa?!
—¿Qué? —Saúl estaba confundido y Levi agobiado en el suelo.
—¡¿Jonatán, por qué las estrellas son el cielo?! —David no alcanzó a llegar con Jonatán, al caerse de espaldas devuelta al césped—. ¿Y si son el suelo y nosotros siempre caminamos boca abajo en lo que es el verdadero cielo? ¡¿Qué si las estrellas muertas son realmente, algo vivo, pero nosotros nos creemos algo con vida cuando en realidad estamos muertos?!
—Levi, llévalo a casa —murmuró Saúl, sintiéndose confundido ante las preguntas de David, porque continuó con ellas.
—¿Y si somos un sueño que tuvo Dios, pero él está dormido? ¿Toda la humanidad moriría cuando despierte?
—¡Levi, haz que se detenga! —Señaló hacia la puerta—. ¡Ya llevátelo a su casa, por Dios!
El viaje a la casa de David por casi se resume en un accidente automovilístico. David intentaba tocar todo lo que sus ojos veían y Levi trataba de maniobrar cuando la mayor parte de objetos que deseaba tocar, eran él.
—¡No piense mal de mí, en verdad no tengo idea de qué le ocurrió! —Levi estaba al borde de colapsar en el interior de la casa, una vez que Esther abrió—. ¡Le juro que no fumo cannabis!
—Ah... —Esther, no sabía, ni qué preguntar primero al ver a su hijo tambaleándose e intentando besar a Levi—. ¿Bebió algo?
—Una chocolatada caliente.
—¿Chocolate, dices? —Él asintió—. David, no puede comer chocolate porque...
—¡Mami, mami, mira a mi novio! —Gritó emocionado, cambiando a Levi por Esther para abrazarla con fuerza—. Aún no es mi novio, pero ya casi —susurró en su oído.
—Un trozo y se sentirá mareado, pero una taza entera... —Esther continuó explicándole lo que sucedía cuando David ingería chocolate—. Pobrecito, no se acordará de nada para mañana; pero ¡tranquilo, Levi! ¡Son cosas normales que le suceden a David!
—Mami, ¿tú me querrías, aunque sea gay? —Centró su mirada en los ojos de Esther, antes de escucharla reírse.
—Vete a tu cuarto, David —pidió tranquila, dejando que se retirara a la planta de arriba—. Disculpa a David, nunca habla en serio cuando come chocolate; hasta se pone a hacer preguntas sin sentido o acerca de Dios.
—Está bien —fue todo lo que alcanzó a decir en ese momento, luego de sentirse acorralado con la confesión de David hacia su madre—. Ah... Buenas noches.
—Buenas noches, Levi —concluyó, para cerrar la puerta sin más.
Levi se dio la vuelta, observando el pequeño desastre que hicieron cuando David obstruyó su mirada para el final. Deseaba quedarse a limpiar los depósitos de basura que arrolló con el auto; pero estaba en una pequeña fase de trance.
Una persona capaz de drogarse con chocolate y ver hormigas, mariposas y de cuestionar toda la existencia. Que mundo tan extraño en el que vivía. Cada día, Levi veía algo fascinante, pero esto último, viniendo de una persona importante para él, lo dejó exhausto.
Lo último que vio, antes de caminar hacia su vehículo, fue el auto de Lucas venir a lo lejos y forzando un poco la vista, Benjamín venía en el asiento de copiloto viéndose fatal y enrojecido.