«Los que padecéis porque amáis, amad más aún. Morir de amor es vivir».
Los Miserables, Víctor Hugo.
David estaba disfrutando del paisaje a pesar de que Levi estuviese conduciendo muy rápido. Esperaba que llegasen a tiempo para mostrarle el prado con calma. Levi se aseguraba de conducir a la velocidad estipulada por los letreros que pasaban de lejos, ya que al tener una licencia de principiante era necesario que su padre lo acompañase al usar el auto. Esperaba no encontrarse con ningún policía.
«¿Me habré bañado bien?». David pensó nervioso, sin mover mucho los brazos. «Siento que fue una ducha muy rápida».
«Kol haschalot kashot». Levi se repetía una y otra vez en su mente.
Llegaron más lejos de lo que David conocía de la carretera, atravesando un camino de tierra. Estacionó su auto bajo la sombra de un árbol y Levi esbozó una gran sonrisa al saber que habían llegado a su destino.
Levi bajó, adelantándose para estirarse e inhalar profundamente el olor de la tierra mojada. Llegar a ese pequeño lugar lo llenaba de energía. David observó el entorno viendo lo despejado que se encontraba, en realidad, no había ni una sola persona más que ellos dos, el vasto pasto del suelo y los frondosos árboles.
—¡Vamos, a partir de aquí hay que caminar! —Levi esbozó una sonrisa.
—¿En dónde estamos?
—En mi lugar especial. —Cogió de su mano para guiarlo por el pequeño bosque—. Cuando era un niño, mis abuelos solían llevarme aquí.
—Es realmente, muy hermoso. —Se aferró de su mano, permitiéndose admirar más su entorno.
—¡Aún no lo has visto todo!
Sin más que añadir el recorrido fue en silencio, de vez en cuando, Levi mencionaba algún pequeño detalle del bosque. La tormenta de la noche pasada también había hecho su andada por allí. La tierra en algunos pasos que daban era más lodo que tierra sólida, pero Levi estaba tan sumergido en llevarlo al punto exacto, que no le molestaba el resto de cosas.
—¡Ya casi llegamos, solo tienes que cerrar los ojos! —Arqueó una ceja, sumándolo a su sonrisa pícara—. Te guiaré por lo que reste del recorrido.
—Está bien, Levi. —Soltó una risa pequeña. Obedeció a la orden sin dejar de sonreír—. Listo. ¡Intenta guiarme lejos del lodo!
—Por precaución... —Se colocó detrás de él, mientras le cubría los ojos con las manos—. ¡Bien, sigue caminando que no falta mucho!
—Siento que nos vamos a caer. —Caminó agitando los brazos enfrente de él, por si tocaba algo—. ¿Qué tanto falta? Lo último que vi fue un gran muro de arbustos.
—Ya, ya, detente aquí. ¡Solo teníamos que atravesarlo! —Anunció, pasando las manos de sus ojos hacia los hombros de David—. Solo deja que te acomode un poco... —Lo giró unos cuantos centímetros y terminó de posicionarlo—. ¡Espera, espera, me tengo que colocar también, pero no hagas trampa!
—No lo haré, me voy a aguantar —exclamó con suaves risas al escuchar a Levi tan divertido.
—¡Yo te aviso, espera...! —Su voz se cortó con el repentino golpe—. ¡Maldita sea!
—¡¿Levi, estás bien?!
—Sí, sí... no te preocupes, solo dame un segundo más. —Hubo silencio luego de escucharlo dar un par de pasos más—. ¡Abre los ojos!
Una vez que los abrió se quedó boquiabierto al ver el lugar. En primer lugar, estaba Levi agitando sus manos con un estilo de dedos de jazz, arrodillado con los brazos extendidos.
El paisaje en sí estaba dividido en muchas zonas. Lo primero que había visto fue el prado, para luego atrevesar el bosque y finalmente, llegar al centro del mismo. Lo mágico del panorama era que estaba repleto de muchas flores. Había una gran variedad de flora en los alrededores y, como David había sospechado desde la mañana, Levi sí que resaltaba entre todos los tonos verdosos de las hojas.
Levi se levantó sin poder ocultar las manchas de lodo cuando se había deslizado, pero no debía preocuparse al tener un riachuelo al lado. David seguía observando todo el paisaje que se veía tan irreal. El único lugar que había visto tan vivo de vegetación era el lago donde solía ir a pescar con Jonatán; pero ahora, se encontraba como en uno de sus libros clásicos, donde algunos miembros de la realeza suelen ir a cazar.
—Esto es como un edén —expresó, aún cautivado y sin dejar de ver su entorno.
—Me alegro que te guste. —Se acercó cuidadosamente de, no volver a deslizarse—. Cada vez que quiero estar solo, tener un poco de paz y tranquilidad, suelo venir aquí. David, cuando quieras lo mismo, yo puedo traerte.
—Pero es tu lugar especial.
—No, por mucho que lo desee, este sitio no es mío y no puedo poseerlo, pero lo aprovecho antes de que todo esto se convierta en un nuevo pueblo, una nueva fábrica, una nueva carretera... —Torció la sonrisa—. Los humanos hacemos cosas despreciables; sin embargo, tal vez tú y yo ya no existamos cuando ya ni siquiera existan flores en este lugar.
—Tienes mucha razón. —Alzó la mirada a unos pájaros que sobrevolaban de una rama a otra—. Gracias por compartir conmigo este momento. Espero que nadie descubra este lugar por muchos años más, en verdad, lloraría si algo llegase a pasarle.
—¡Toma! —Gritó lanzándole agua antes de reírse.
—¡Ah, Levi! —Rió al verlo dentro del riachuelo—. ¿Acaso esa agua no está sucia?
—Es transparente. —Le mostró la que había recogido en sus manos—. ¡Oh, mira! Sin querer atrapé un renacuajo.
—Sí... —Comenzó a agitar su ropa—. Creo que también sin querer me lanzaste muchos con lo último... ¡Oh, dulce Señor, no!
—¡Ahí van más! —Exclamó entre risas.
—¡Basta, estás siendo imparcial! —Se unió a la guerra de agua, donde tenía una enorme desventaja—. ¡Ah! Levi, no fue justo, me tiraste un pescado.
—No... —Formó una línea recta con sus labios—. Estoy seguro que era una rana.
—¡Eso ya fue asqueroso!
—¿Acaso nunca jugaste con estos animales de pequeño? —Rió al ver la mueca de asco en David.
—Jonatán, me hacía atrapar mariposas, no ranas.
—Yo solía saltar con sapos, me parecía curioso saber a dónde iban. —Terminó de limpiarse lo que pudiese de la ropa—. Mis abuelos se sentaban entre las flores, mientras yo metía renacuajos en un balde. Me ensuciaba mucho más que ahora.
—Tuviste una linda infancia. —Le regaló una sonrisa—. ¿Qué más hacías? Me gusta cuando hablas de tus abuelos, siento que te hace sentir bien expresarte.
—Ellos siempre estuvieron más unidos conmigo. —Ambos salieron en busca de un lugar en donde sentarse. Uno que estuviese limpio—. Cuando eres un niño judío, te permiten hacer muchas cosas y a los trece eres como un hombre adulto. A mi abuela le encantaba hablarme en hebreo, siempre tenía una frase para casi todo a lo que yo sentía duda y la más memorable para mí fue: Kol haschalot kashot.
—Mira, aquí podemos sentarnos. —Apuntó hacía un tronco. Los dos se acomodaron y dieron un vistazo hacia el lugar—. Continúa por favor. —añadió con una sonrisa.
—Todos los comienzos, son difíciles —exclamó sereno centrando su mirada en un árbol—. Ese es su significado y por eso, no me rindo muy fácilmente ante las situaciones que se me presenten. Desde siempre sentí que era algo diferente al resto. Me molestaba, de hecho. —Volteó su mirada hacia David—. También me preguntaba si estaba mal lo que sentía; ya que mis padres me leían las leyes y todas las anécdotas de nuestro pueblo, que yo no paraba de culparme por deshonrarlos.
—Tu abuela fue la primera en saberlo, ¿cierto?
—No. El día que hablé de mi sexualidad quise que todos lo supieran, así sin más, de golpe. Pasaría lo que tuviese que pasar. —Apoyó sus manos a sus lados y alzó la mirada al cielo—. Mi madre no lo tomó bien, esa fue la primera vez que me levantó la mano y me abofeteó.
—Lo siento... —Se encogió en su lugar—. Te hice recordar algo malo cuando lo hice.
—No. —Rio por lo bajo—. Ese día no fue tan malo porque no lloré cuando mi madre me golpeó, tampoco cuando se fue mi padre diciendo que no quería un hijo como yo... —Sonrió de manera nostálgica—. Lloré cuando mi abuela me abrazó con delicadeza y volvió a repetirme su frase de consuelo y añadió esto: Estoy orgullosa de que te busques en el camino de la vida.
—Entonces...
—Ese día, cuando me abofeteaste... —Interrumpió—. Lloré porque me hiciste acordarme del porque no quería rendirme contigo. Me acordé de mi abuela y sabes que aún me duele su partida. —Unió su mirada con la de él—. Eres más que solo un rostro pálido y enfermo, David; muy dentro de ti, esperas a salir para poder descubrir los verdaderos rayos del sol y no tengo ningún problema con ayudarte o esperarte, si así lo quieres.
—No tenía ni idea de todo esto —comentó al abrazarlo y hundir su rostro en el abdomen de Levi.
—Te confieso que me alejé creyendo que podrías mejorar solo, pero en realidad, todos necesitamos ayuda de vez en cuando y que alguien nos recuerde que no está mal sentirse mal. —Suavemente sobó la espalda de David al escucharlo llorar—. Es decisión tuya, pero si me lo permites en el futuro, me gustaría ser quien te enseñase el lado positivo del mundo.
—Ya basta, me voy a deshidratar por llorar tanto.
—¿Tienes puesto maquillaje?
—No, pero aun así, me siento fatal cuando lloro. —Se separó con un notable rostro enrojecido—. Soy un manojo de desorden.
—Pero conozco a alguien que le encantan los desórdenes. —Le regaló un beso en la frente junto a una sonrisa graciosa—. Este judío de aquí. —Se apuntó a sí mismo con los pulgares.
—No entiendo cómo lo haces... —Sonrió mientras se limpiaba las lágrimas—. Siempre me haces sentir mucho mejor, de una manera diferente que con Jonatán... ¡Jonatán! —Gritó asustado.
—¿Le ocurrió algo a la pequeña?
—¡Dijo que quería una pijamada, lo había olvidado! —Se levantó del tronco sacudiéndose la parte de atrás de los pantalones. Un repentino estornudo le hizo pensar lo peor—. Creo que ya me resfrié.
—Espera —Levi pidió al seguirlo, tomándolo de la muñeca.
—Mande...
Fue, perfectamente, interrumpido con los labios de Levi sobre los suyos. David no podía dudar que la sensación parecía nueva, como si volviese a ser su primer beso, ya que sentía un agradable cosquilleo en su boca cada vez que sentía los labios de Levi. Una vez más, fue algo suave y sencillo, pero el Levi se sentía feliz al notar que David participaba más en el beso.
—¿Nos vamos? —Preguntó con un tono suave.
—Sí, sí, está bien —balbuceó embobado, sintiendo en su interior cierta tristeza por separarse.
«Oh, dulce Señor... ¿Por qué hiciste que los besos fuesen tan adictivos? Me volveré loco si me da uno cada día. Necesito ser más...».
Su corazón se aceleró cuando imitó la acción de Levi al verlo alejarse demasiado. Justo cuando sus miradas se encontraron, a pesar de que David estaba consciente de que no podía agitarse demasiado esos días, ahuecó entre sus manos el rostro de Levi para buscar sus labios en un beso.
«Tú... me gustas, Levi. Tú me haces desear aventurarme hacia lo desconocido».
[. . .]
Llegaron muy tarde a casa y solo se percataron de ello al entrar, encontrándose más personas que el día anterior.
—¡Hola! —Jonatán saludó dando saltitos detrás del sofá, haciendo señales a David.
—Hey. —Asintió Miguel, quien estaba sentado en ese sofá.
—Oh, a este pequeñín te referías —comentó Cecilia, la compañera de baile de Jonatán, quien comía unas galletas antes de que viese a David—. Sí, ya lo había visto rondando por el instituto.
—¿Qué pasó aquí? —Preguntó Levi entre susurros a Saúl, quien estaba alejado de los otros tres y se veía muy desanimado.
—Solo aparecieron con ella. No sé qué más decirte —respondió con una mueca al sentirse reemplazado por el motivo de que Jonatán le prestaba más atención a Miguel que a él.
—¡Lucas! —Llamó David, a lo cual se escucharon unos pasos provenir de la cocina.
—Hoy, se va a hacer la mejor pijamada de todas... —Lucas estaba disfrazado como la cabeza de la familia Cullen—. ¡Según esta revista de adolescentes hormonales que compré en una tienda!
—Algo me dice que terminaremos bebiendo cosas de color rojo —murmuró el azabache—. Debo admitir que se ve muy bien con el disfraz.
—Prueba los bizcochos primero —Saúl sugirió al ser lo que estaba comiendo—. Son los más deliciosos.
En ese instante David deseaba que algo, cualquier cosa –por muy pequeña que fuese–, interrupiese toda esa bochornosa escena. No iba a pasar y por eso se rindió fácilmente, tomando uno de los bocadillos que estaban con Saúl y sentándose a su lado. Sería una larga tarde para él.
Las próximas dos horas todos, a excepción de David, disfrutaron de las dos películas que conformaba la saga hasta ahora. En dichas horas David se propuso a leer la Biblia para saber un poco más de los judíos y su historia.
—Estoy que reviento —expresó Cecilia mientras el resto asentía y acariciaban sus inflados estómagos—. Ha sido la mejor fiesta de vampiros que haya tenido en mi vida.
—Fue mucha comida, Lucas —comentó David cubriendo su boca para evitar eruptar.
—Tío Lucas, tío Lucas aún quedan actividades para hacer. —Jonatán se miraba normal, como si los quince bizcochos y los dos litros de limonada roja no hubiesen sido nada—. Por favor, lee la siguiente actividad, por favor.
—¿En serio? Que alguien me mate, entonces. —Al volver la mirada en la revista notó que estaba escrito una actividad extra; pero al ver la mirada en Jonatán no pudo simplemente oponerse, no si podía ser capaz de hacer travesuras con ello—. ¡Vamos a hacer cosplay de un personaje! Aunque no tengamos los vestuarios idénticos, sirve de todas formas colocarse una peluca y remedarlo. La actividad se basa en que el otro adivine quién es.
—¡Yo voy por los vestuarios! —Jonatán ya iba por el pasillo de arriba cuando gritó.
Lucas hizo la farsa de que todos escogerían a su personaje de acuerdo al papel y turno que les tocase. Hizo lo posible de que a Jonatán le tocase el último lugar con un personaje femenino.
—¿Es... Es en serio? —David bufó al ver lo escrito.
—Todos vamos a participar, así que, ve buscando peluca —expresó con malicia sabiendo que había hecho trampa con todos.
—Me tocó Edward —dijo Levi sin quejarse al saber que David era la pareja del personaje escogido.
—Soy Alice... —Titubeó Jonatán aferrándose con los dedos de aquel papel, esperando que Lucas lograse lo imposible.
—¡Hey, yo soy el chico de Alice! —Comentó Miguel, quien no tenía ni la más remota idea de todo el plan de Lucas.
—¡Bien, bien! Vamos a vestirnos y comencemos con el juego —anunció Lucas.
—Hey, Natt. —Se acercó hacia ella hablando en voz suave—. ¿Podrías ayudarme a escoger entre la ropa? No recuerdo cómo lucía ese vampiro y no te quiero poner en vergüenza.
—Sí, no te preocupes... —Tartamudeó siguiéndolo a la sala para ayudarlo—. Hace frío, ¿no lo crees? —Disimuló su verdadero motivo por castañear.
Miguel, durante las horas previas a la llegada de David y Levi, comentó que en sus horas dentro de la cancha de voleibol se le proveía un par de prótesis prestadas. Cuando Lucas escuchó que Miguel debía regresarlas al terminar, sospechó de que había algo muy malo detrás de ello.
No parecía tener ningún problema con usar sus brazos para movilizarse por la casa, pero una vez fuera usaría su silla de ruedas.
Jonatán sentía las mejillas ardiendo al ver que se estaba sacando la camisa y no podía evitarlo. A los ojos de Miguel era un varón como él. Lo mejor que pudo hacer fue distraerse revisando la ropa que se pondría.
—Hey, ¿qué te parece? —Preguntó al terminar de vestirse, extendiendo los brazos y esbozando una sonrisa—. ¿Me dejarías morderte el cuello? —Bromeó entre risas.
—Perfecto. Te ves increíble, podrás imitar muy bien a Jasper.
—¡Bien, sigues tú! Hey, quiero ver tu transformación a Alice. —Sonrió de lado.
—Soy el último, prefiero no cambiarme ahora... —Murmuró titubeante—. Lo siento, me voy a comer otro bizcocho. ¡Me dio mucha hambre!
—¡Ding, dong! —Rubén canturreó detrás de la puerta, antes de tocar con fuerza.
Miguel decidió atender en lo que esperaba a Jonatán. Al abrir la puerta, Rubén se sorprendió con su presencia y luego con la de Cecilia, por último, con la del resto de adolescentes siendo liderados por Lucas. Se giró para ver a Gustavo, que esa tarde lo estaba acompañando, y esbozó una amplia sonrisa.
—Está tan bien acompañado.
[. . .]
Uno a uno fueron pasando dando lo mejor de sí para poder interpretar a su personaje. David, quien fue el primero, no hizo absolutamente ningún esfuerzo en imitar a Bella porque no deseaba participar en ese juego; en cambio, Levi se estaba luciendo en su papel logrando animar a su malhumorado David cuando terminaron turno.
—¡Sigo yo! —Exclamó Lucas, lanzándole una cámara a Levi—. Toma fotos de mis mejores ángulos y todas las que puedas.
—Jonatán, ¿no te vas a vestir? —David se le había acercado dejando la peluca sobre la mesa—. Ya casi es tu turno. ¿Qué sucede?
—Tengo miedo —admitió temblorosa al ver a Miguel de espaldas—. Es la primera vez que seré yo misma en público, aunque deseaba usar la peluca larga, me da miedo que suceda algo malo.
—Tranquila, ¿sí? Todos están jugando, no pasará nada; pero sí ocurre, Saúl se ve muy frustrado que no se contendrá si ese chico intenta dañarte.
— ¿Dónde está mi adorada, preciosa, divina, maravillosa y querida hija, Alice? —Preguntó Lucas, canturreando al ser su personaje femenino favorito—. ¡Qué salga ya mi princesa!
—Con esa actitud no le llegas, ni a un pelo, al hombre que interpretas —dijo Rubén entre suaves risas.
—Ya viene. —respondió David, tomando asiento entre Levi y Saúl—. No tardará mucho.
—¿Quién sigue entonces? —Lucas preguntó, mientras revisaba sus fotografías.
—Hey, sigo yo. —Se acercó Miguel.
—No es justo, ya eras rubio, no tuviste que usar peluca como los demás. —Lucas frunció el ceño al verlo solo con un cambio de ropa—. No importa, te doy créditos por la buena combinación de chaqueta y pantalón.
—Hey, esos créditos no me pertenecen. Natt me eligió el vestuario.
—¡Alice! ¡¿Ya estás lista?! —Gritó Lucas al impacientarse, era su personaje favorito de quien hablaban, debía verla ya.
—Aquí estoy... —Respondió con timidez.
Todos dirigieron su mirada hacia Jonatán. Usaba una peluca a la altura de los hombros; combinó un vestido corto de tono gris con un chaleco morado muy oscuro. Lucas estaba tomando fotos casi instantáneamente, era la primera vez que el grupo de adolescentes lo veían llorar de la emoción o simplemente, de derramar lágrimas.
Lucas estaba más que feliz porque la imagen mental que había hecho de Alice la vio en Jonatán, esa sí era su vampiresa; aunque amase ambas versiones prefería quedarse con la que le regaló Jonatán en ese momento.
— Espero que lo hayan disfrutado, imbéciles —comentó Lucas secándose sus lágrimas al notar que lo habían grabado con varios celulares—. No vuelvo a llorar.
—Hey, te ves muy hermosa, mi doncella. —Miguel se acercó, esbozando una coqueta sonrisa que ruborizó las mejillas de Jonatán. Estaba intentando mantenerse en su papel.
—Ya acabamos todo, me cambiaré ahora —Jonatán exclamó apenada con escucharlo, dejando a Miguel con la duda de si había dicho algo incorrecto—. Me dio sueño.
—¿Qué le ocurre? —Lucas preguntó en voz baja a David—. Creí que eso era lo que quería y me pregunto, ¿cómo modificó su voz tan repentinamente?
—Ah, eso, ya había nacido con cuerdas vocales femeninas; en el coro de la iglesia, se le notaba mucho —susurró en respuesta—. Jonatán, siempre cantaba con las niñas.
—Aún con eso y ¿no te diste cuenta de nada? —Arqueó ambas cejas esbozando una mueca chistosa con los labios—. ¡Qué gran amigo!
—¡Hey!... —Alzó la voz.
—¡Hey! —Los dos centraron su mirada en Miguel quien interrumpió antes de cubrirse la boca—. Lo siento, no por nada me llaman el tío Si. Hey, es un problema que tengo. No me presten mucha atención.
El resto del plan malvado de Lucas no funcionó debido a que Jonatán quería dormir con Saúl y no con Miguel; por lo tanto, ya que Cecilia –a simple vista– era la única mujer en la casa durmió en un cuarto separado, mientras tanto, a Lucas le tocó compartir su cama con Miguel y no podía comprender cómo había terminado en aquella situación.