«El que tiene amor no hace mal al prójimo; así que en el amor se cumple perfectamente la ley».
Romanos, 13:10.
Una hermosa mañana cálida se anunció luego de la tormenta torrencial. Un clima despejado, agradable y muchos charcos en donde saltar justo como debía ser la temporada veraniega. El evento climático pasado se encontraba, según las noticias, abandonando el país por la zona sur.
David estaba despidiéndose de sus amigos. Jonatán y Saúl estarían en el centro comercial comprando un par de vestuarios que Jonatán amó casi al instante; en cambio, Levi tenía que encargarse de sus mascotas y probablemente, de su padre malherido por el miedo de más de quince perros.
—¿Vas a regresar? —David preguntó titubeante al ver que ya estaba por marcharse.
—Por supuesto. —Esbozó una sonrisa amplia, regresando para colocar sus manos sobre los hombros de David—. ¿Qué te parece si salimos hoy en una cita? Por supuesto, sin mucho compromiso más que amigos con derecho. —Su sonrisa torció haciendo resaltar un poco sus dientes. Poseía un gran encanto al hacerlo.
—¿Con derechos? —Exclamó algo tartamudo y confundido con el término.
—Lo estuve pensando todo este tiempo. Concluí que me había sobrepasado algo con pedirte de un solo que fuésemos novios, entonces podemos estar en un punto medio e ir despacio si quieres. —Se encogió de hombros—. Me dijiste que deseabas estar seguro si te gustaban o no las mujeres, así que, esto sería conveniente.
—Me parece una buena idea. —Su mirada no se enfocaba en un lugar en específico, estaba evitando que se le notase el sonrojo—. Te veré a las tres, Levi.
—Es una cita. —Con delicadeza pasó su mano por la mejilla del castaño y postró sus labios en la frente de este—. Hasta luego, David. Come bien y descansa un poco más.
Una vez que se marchó David cerró la puerta para apoyarse en ella y dejarse caer hasta el suelo; sus piernas parecían gelatina tambaleándose, sus labios eran unos fideos blandos y todo su cuerpo quería derretirse ante las emociones que ya no intentaba ocultar. Estaba muy feliz con saber que las cosas estaban mejorando.
—Estos novios de manitas sudadas —Lucas expresó con seriedad, antes de llevarse la taza de café a la boca—. Y solo fue en la frente —murmuró.
—¡Silencio, tío! —Se suspendió alzando los brazos tal cual como un pájaro a punto de volar—. Hoy es un día de gloria para mí, para estas sensaciones nuevas y para la humanidad —habló cantarín mientras caminaba hacia Lucas, como si flotase en las nubes—. Tengo una cita con el chico más inteligente del colegio.
—Ya me preocupó que seas bipolar. Hace tan solo un día estabas llorando con toda tu alma por una película humorística —Sorbió un poco de café—; Ahora, pareciera que estoy viendo una novela romántica... ¿David?
—¿Qué haré? —En menos de nada se encontraba tirado en el suelo con una mueca de tristeza, se hallaba en forma de estrella tratando de estirarse aún más—. No sé qué se hace en una cita y mucho menos sé qué es un amigo con derecho. No sé por qué acepté sin saber antes en lo que me metía.
—Así que, conque esto son las hormonas adolescentes de las que tanto me comentó Rubén —murmuró para sí mismo luego de tomar otro sorbo.
—Creo que... mejor no voy.
—¡Idiota! ¿En verdad piensas perder la oportunidad de salir con el chico que te hace dudar de tu sexualidad?
—¡Tienes razón! —Se levantó enérgicamente, antes de encorvarse— ¡Pero no sé qué hacer, tío Lucas!
—Por eso mismo quiero que te largues de mi casa —volvió con la seriedad en su voz—. Cuánto drama —murmuró.
—¡Me tienes que ayudar!
—¿Por qué yo? Ni que fuera mi alborotado cuerpo hormonal.
—¡Porque tú eres el que lee libros de adultos! Has visto más citas normales que cualquier persona pudiese tener en su vida, así que, debes saber qué se hace en estas situaciones tan desesperadas.
—Claro, citas normales —expresó con sarcasmo, tratando de ocultar su sonrisa burlona tras la taza.
—¡Ayúdame Lucas! ¡Ayúdame! —Lo sacudió con fuerza.
—¡Báñate, viste ropa muy cómoda, espera a que sea la hora, ve con tu chico de cuerpo de dios griego y ten la mejor cita de todas!
—No tiene un cuerpo totalmente de dios griego... —Frunció los labios antes de separarse de Lucas al recordar el único detalle que no hacía a Levi característicamente griego—. Olvida que dije algo, por Dios, dejemos las cosas como antes. ¡Tío Lucas, pero no sé qué hace en una cita!
—¿Es que piensas que tendrás sexo en la primera cita?
—Siento curiosidad de preguntar con respecto a eso, pero también me da cierta alerta de que viniendo de ti no va a ser una explicación muy bonita y amable.
—David, una cita no es nada más que pasar el tiempo juntos; es casi probable de que solo te lleve de paseo en el auto o hagan algo que solían hacer cuando eran amigos.
—Voy a caminar un poco, me relajaré lo suficiente y volveré para cambiarme e irme... —Inhaló profundamente para luego soltar todo el aire en un suspiro—. Todavía queda mucho tiempo antes de las tres, solo tengo que dejar de preocuparme. Gracias, Lucas.
—Sobrino... —Lo llamó con ternura al verlo con la intención de marcharse.
—¿Sí?
—Bueno, papito, ¿usted cree que voy a limpiar la taza que rompiste con tu alboroto o que se limpiara sola? —Señaló el suelo manchado de café, incluso los pies de Lucas—. No te irás hasta que esta área quede reluciente.
[. . .]
Los charcos de agua por las calles reflejaban las hermosas nubes, daba la sensación de que hubiese pedazos de portales que te llevarían al cielo al pisarlos. Ciertamente, era un día con la iluminación perfecta que resaltaba los tonos verdosos de las hojas. David pensó que con esos colores tan vividos Levi destacaba más en un paisaje así.
—Hey, chico, ¿me pasas el balón?
Su burbuja de ilusión se vio reventada con la gruesa voz de un varón, tanta fue la sorpresa al escucharlo que casi choca contra una anciana que paseaba a su perro salchicha.
Se giró bruscamente en búsqueda del balón y solo al tenerlo en sus manos volvió la mirada hacia el dueño. David sintió nervios al ver que se movilizaba en silla de ruedas a lo cual se apresuró para no observar tan detenidamente y regresar el balón pasándola por encima de la malla.
Luego de separarse fue a tomar asiento sobre una banca que se encontraba cercana a la entrada de lo que parecía una universidad. Algo que David podría mencionar de vivir con Lucas era la tranquilidad de la residencial; era como si todos los vecinos se conocieran desde siempre, donde no sería cotidiano encontrar peleas y solo se encuentra una aura de paz absoluta.
Un leve sonido llamó la atención con terror ya que estaba detrás de él. La experiencia de la noche regresó en ese momento al sospechar que algo se encontraba a sus espaldas y en ese instante, a plena luz del día, sería lo mejor para descubrir quiénes eran esos hombres.
—¡Te atrapé! —David gritó al caer sentado junto a la persona que había sacado del escondite entre los arbustos.
—¿David? —Con una velocidad casi descomunal la persona regresó atemorizada a su escondite ante la presencia de más individuos.
—¿Estás bien? —Preguntó el entrenador de los varones, antes de escuchar varios maullidos entre los arbustos.
—Sí, sí. —Asintió con bruscos gestos de la cabeza—. Solo es mi gata, señor. ¡No se preocupe!
—De acuerdo —expresó con extrañes al escuchar el maullido. Para sus adentros pensó que el animal estaría en celo por el sonido.
—Ya se fue —murmuró al arbusto mientras gateaba más cerca del lugar—. Jonatán, ahora me tienes que explicar qué haces ahí —chilló preocupado de que volviesen a verlo.
—¡No quiero! —Su voz daba la certeza de que acababa de hacer un puchero—. Dime tú qué haces por aquí.
—¡Espera un momento, creí que estabas con Saúl!
—Eso fue hace cinco horas. —El arbusto se estremeció—. Ya es mediodía David.
—¿Mediodía? —Quedó perplejo creyendo que solo había caminado unos minutos, era probable que con los quehaceres que le encomendó Lucas, se le fuera el tiempo—. Que nervios, falta poco para las tres... —Agitó la cabeza tratando de quitarse las ideas negativas—. ¡Dime, yo sé que pasó para que te ocultes!
—Te vas a reír... —Expresó con tristeza.
—No, no... Mira, sé que fui un completo torpe la última vez, pero seguirás siendo mi mejor amiga y yo siempre te apoyaré, ahora más que nunca, mi total apoyo al mil. Completa tolerancia a todo. —Se acercó más hacia el arbusto—. ¡Vamos, cuéntame! ¡Parezco un loco hablándole a una planta!
—Es que... —Asomó su rostro entre las hojas y las pequeñas flores que crecían del mismo. Sus ojos estaban brillantes por las lágrimas que aún no brotaban, pero lo que más le llamó la atención a David eran las mejillas ruborizadas de su amiga—. ¡No, no quiero decirte, ni papá Saúl lo sabe! ¡Ni siquiera mi hermano! —Volvió a ocultarse—. ¡Vete, David!
—¿Por qué no quieres decirlo? ¿Es algo malo?
—¡Sí! —Admitió penosa.
—Trataré de adivinar y eso es válido —murmulló pensativo—. A ver... —Rascó su cabeza como si adentro de la misma todas sus neuronas estuviesen tratando de trabajar rápido—. Si yo fuese una chica tan inocente como tú... Veamos, estamos en una residencial y enfrente hay una cancha de voleibol. Todo da a que... ¡¿Quieres jugar con ellos pero te da pena porque no eres invalida?!
—¡No! —El arbusto volvió a estremecerse.
—¡Dame crédito, es difícil pensar como mujer! —Se quejó notoriamente—. ¿Al menos, me dirás cuándo me acerque?
—No... —Murmuró.
—Estabas ruborizada... —Recordó para tomarlo como una pista.
—¡No es verdad! —Interrumpió.
—¡Ay, dulce Señor! Creo que ya sé... —Volteó a ver a otro lado al recordarse a sí mismo, por lo que comprendía su situación. Murmuró bajo con una expresión avergonzada—. Te gusta uno de los muchachos del equipo, ¿cierto?
—No... No me gusta nadie... —Su voz se quebraba entre débiles balbuceos.
—Mentir es malo, Jonatán.
—¿En verdad que no te vas a reír de mí?
—Que me caiga un rayo si lo hago.
—De acuerdo... Voy a confiar en ti mi más grande secreto. —Suspiró con temor, antes de que el arbusto se estremeciera a lo lejos y David tuviese que seguirla a pie—. ¿Ves a ese chico de allá? Es el libero, tiene una camisa de color diferente al resto. ¿Puedes verlo?
—¡Oh, sí! Es el mismo que me pidió que le pasara el balón.
—Bueno... —Suspiró al mismo tiempo en que las hojas se expandieron un poco—. Él me gusta... —Podía notarse en su voz lo muy apenada que se encontraba con admitirlo.
—Pero, eso no es nada malo.
—¡Es que pienso cosas pecaminosas al verlo! —Las hojas se sacudían mucho, como si lo estuviese pensando en el momento.
—¿El qué? —David dudó en que realmente fuese algo malo, ya la conocía.
—En tomarlo de la mano... y que me dé un beso en la mejilla... —Su voz suave le daba un encanto de ternura a la situación—. ¡Deja de preguntarme! ¡Yo no debo pensar estas cosas porque son muy malas!
—Jonatán, eso no es nada malo, al contrario, es súper dulce que lo quieras atesorar de esa forma. ¡¿Por qué no querías decírmelo?!
—Porque no tenía idea de cómo reaccionarías si te lo decía. No quería que te pusieras paranoico de que supieras las dos cosas a la vez. ¡Te dije que era complicado cuando me preguntaste la última vez!
—Un momento, ¿conoces al libero desde antes?
—Sí, él estaba en mi grupo del coro en la iglesia.
—¡Eso fue hace ocho años atrás, Jonatán!
—¡Lo sé! ¡Soy una pecadora desde muy joven! —Intervino con sollozos.
—Vamos, vamos, el chico no se ve nada malo.
—¡No lo veas, por favor, yo lo vi primero!
—¡Ya tengo a Levi! —Tosió con fuerza al escucharse—. Mejor no hablemos de mí, que me pondré más nervioso y no quiero eso —murmuró—. ¿Al menos, sabes cómo se llama?
—Su nombre es...
—¡El balón, Miguel! —Gritaron los chicos en la cancha.
—Hey.
La masculina y ruda voz de Miguel, por muy simple que fue la palabra, hizo que Jonatán centrara su mirada en él cuando se asomó. Lo primero que pudo notar fueron los resaltantes rulos dorados de su cabello. Todo el recorrido terminó al quedarse en sus ojos color miel.
El chico se encontraba sudado con su camisa ligeramente pegada a su cuerpo por el contacto. El color de su equipo le hacia vestir algo de color blanco por lo que era casi transparente y por su condición, parecía ser que había entrado muy bien sus brazos para sostenerse de ellos.
—¿Hey, me pasas el balón? —Preguntó agitado, señalándolo.
—¡Aquí tienes! —Jonatán salió de su escondite al sentir que el balón estaba arriba de su cabeza; esto solo causó que Miguel se asustara, pero recibió el balón después de que ella saltara.
—Gracias. —A pesar del susto, observó detenidamente a Jonatán de cabeza hasta el torso, porque era todo lo que veía, y esbozó una amplia sonrisa—. Hey, saltas muy bien, deberías considerar unirte a algún equipo de voleibol.
—De hecho, una amiga me está enseñando —exclamó algo tímida, sin poder despegar su mirada de él— Se llama Cecilia, está en la liga femenina de esta universidad, pero sigue siendo estudiante de secundaria en el instituto femenino.
—¡Oh! Hey, hablas de la muralla de chocolate. —Volvió a sonreír—. Sí que la conozco. ¡Ella me ayudó con mis bloqueos! Hey, la admiro muchísimo.
—¿Bloqueos? ¿Tuviste algún problema? —Interrogó con suma preocupación.
—Hey, creo que lo confundiste con otra cosa. —Le mostró el balón—. Cuando no quieres que tu oponente haga un remate, lo bloqueas justo en la red.
—¡Oye, Miguel! ¡¿Qué tanto haces?!
—Oh... Tienes que volver.
—Hey, luego de este partido tenía planeado ir a entrenar con la muralla, ¿cuándo tienes tus citas de práctica con ella?
—Cada vez que yo quisiera... —Parpadeó seguidamente creyendo que estaba soñando el momento.
—¿Hey, te gustaría que practiquemos juntos? ¡Eres una persona con suerte si puedes verla siempre!
—Sí, me encantaría muchísimo.
—Te veo allá entonces. —Sacó su mano por uno de los orificios de la valla— Hey, soy Miguel, alias el tío Si*¹, mucho gusto en conocerte...
—Jonatán... —Estrechó su mano.
—Hey, Natt, te veré luego. —Guiñó su ojo, antes de retirarse.
—No volveré a lavarme esta mano hasta que sea hora de comer —comentó embelesada observando su palma—. David, ¿lo escuchaste? ¡Me dio un apodo, soy su Natt! ¡Tengo un apodo!
—Dios, tiene demasiado favoritismo o algo hice mal —murmuró berrinchudo, frunciendo los labios al sospechar que Miguel sí sería un dios griego completo.
[. . .]
David tuvo que correr para llegar a la casa de Lucas, luego de haberse distraído tanto con Jonatán y los detalles de cómo conoció a Miguel. Lucas se encontraba leyendo y sin despegar la vista de su libro le habló a David con su característico tono despistado.
—¿Sabes qué hora es? Tienes menos de diez minutos para bañarte.
—¡¿Qué?! —Observó rápidamente el reloj—. ¡¿Por qué el tiempo pasa tan rápido?!
—Deberías relajarte, te vas a poner nervioso... —El toque suave de la entrada provocó un silencio en la sala—. Vaya, que rápido es ese chico. Tienes un tremendo partido entre manos, David.
—¡Distráelo! —Suplicó corriendo hacia arriba.
—Yo no accedí a hacerlo, David, pues se va a quedar esperando afuera —habló Lucas al voltear la siguiente página. Una vez más tocaron la puerta y él alzó la vista—. ¡Pasa, Levi, que está abierto! ¡Ni que fueras un vampiro que necesita permiso para entrar!
—No, pero me arrestarían por allanamiento si no tocase la puerta primero. —Se dirigió al adulto después de cerrar la puerta detrás de sí—. ¿Dónde está David?
—Acicalándose a lo mejor o el clásico, echarse desodorante para no apestar tanto. —Regresó la vista hacia las páginas—. ¿Algún lugar en especial a donde lo llevarás?
—A un prado, está un poco lejos de aquí, pero vale la pena porque es silencioso.
—¿Qué? ¿Le revelarás que eres un vampiro?
—No lo soy, me quemaría con el Sol, ¿no lo crees? —Se tomó un instante para leer el lomo del libro que tenía—. Cielos, esa es la saga de vampiros que brillan... ¡Con razón me dices eso!
—Es que... —Cerró el libro interponiendo los dedos para no perder la página—. Quiero saber qué leen actualmente los jóvenes ahora, pero esto es demasiado extraño para mí, no lo siento tan creíble como en otros acerca de vampiros.
—¿Por qué? Si es la saga más aclamada de este año.
—No pasó ni una semana y en el primer libro se enamoraron. A eso lo llamo: Amor a primer olida.
—¡Estoy listo! —Gritó David bajando apresuradamente y por un momento, estuvo cerca de quebrarse la pierna—. Lamento demorar.
—Él, sin duda alguna es una Bella. —comentó Lucas, volviendo a retomar su lectura—. No dejes que coma chicle mientras camina, capaz y queda en coma por tropezarse.
—Lo tomaré en cuenta. —Rio bajo mientras se acercaba a David—. ¿Nos vamos?
—Sí. —Sonrió amplio, siguiendo a Levi detrás de él—. ¡Adiós, Lucas! Jonatán quiere hacer una pijamada aquí, así que, te dejo a cargo de la comida. ¡Gracias, tío! Te quiero. ¡Nos vemos más tarde! —Se despidió con un gesto de la mano para luego seguir al azabache.
—Por favor, es un vampiro de más de cien años. ¿Qué tan bueno está para no sentir la pedofilia? —Expresó dirigiendo la vista a la entrada—. ¿Oye, como que una pijamada? ¿Cuántos años tienen? —Inhaló profundamente por la nariz para soltarlo por la boca. David ya se había marchado como para saber cuánta gente llegaría a su casa—. Tal vez, Alice tenga un consejo para tratar con adolescentes precoces. —Se acomodó en su sofá para buscar entre las páginas al personaje mencionado—. Solo ella vale la pena. Solo ella. —Suspiró con una sonrisa al encontrar una escena de la susodicha.