«¡Basta ya de fingir, malvados! ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... Ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!»
El Corazón Delator, Edgar Allan Poe.
Un pequeño sonido. El corazón de David se aceleró con el primer sonido, uno acompañado con el roce de sus labios. Tuvo que tomar a Levi desde sus antebrazos, apoyándose de él cuando sintió el cosquilleo de su boca pasar más allá de su cuerpo.
Era cierto lo que le decían, al parecer, pero esa corriente eléctrica erizando cada parte de David eran como fuegos artificiales para él. Levi solo presionó sus labios contra los de David y estuvo por separarse sin más. No era de los besos más apasionados que haya tenido en su vida; pero con David el solo haber sentido sus suaves labios fue suficiente para sentirse emocionado como un primer amor.
No se habían separado, ni un tan solo centímetro cuando David apoyó su nariz contra la de él. Buscó en su interior las fuerzas para dejar de temblar, conseguir la valentía de intentarlo y no permitir que Levi se alejase. Sintió una chispa muy familiar, esa maravillosa sensación de mariposas en el estómago que solían invadirlo con frecuencia al verlo; esta vez se permitió que los cálidos y hermosos colores de la vida lo llenasen. Esperaba no sentirse avergonzado más tarde o arrepentirse por lo que haría a continuación; de una u otra forma, esperaba encontrar la respuesta en sí mismo.
David dejó caer sus labios contra los de Levi, sintiendo la presión entre ellos más que en el roce anterior. Su mente estaba asombrada y sus emociones se disparaban por saber que estaba dando su primer beso; incluso el hecho de que él mismo se animó a buscar más, era sorprendente.
Evidentemente, David no consiguió cesar su temblor, solo se intensificó cuando Levi tomó el control del beso moviendo sus labios, contorneando de una forma sensual con el labio y dirigiendo esos sonidos entre separaciones de sus bocas, antes de volverse a unir.
Levi acarició la mejilla de David y lo llevó a echar, levemente, hacia atrás la cabeza. Sus dedos se enredaban en el castaño cabello de David y con la mano libre, pasó hacia su cuello buscando acariciarlo en el camino a sujetarse de la nuca. No deseaba sobrepasarse demasiado por el temor de asustar a David y ahuyentarlo; pero ver lo bien que estaba reaccionando e incluso su participación en el beso, lograban desatar sus emociones.
—Detente —jadeó, dejando escapar su voz y el cálido aliento en los labios de Levi. Un poco más y David estaba seguro que se iba a derretir en el suelo.
—¿Cómo te sientes? —Consultó con amabilidad, abrazándolo cuando David se dejó caer entre sus brazos.
—¡Ya volví! —La voz de Lucas sonó luego de golpear la puerta—. Traje el almuerzo, será mejor que bajen en los próximos tres minutos o no voy a dejarles nada. Primer y último aviso. —Dio unos cuantos pasos lejos, antes de regresar y añadir—. ¡David, espero que no estés siendo cruel con Levi! ¡Déjate querer por un momento, tan siquiera!
El siguiente minuto fue de silencio entre ellos, en el cual Levi entrelazó sutilmente sus dedos con los de David. No hubo ruido, tal vez el único que podía percibir David era el latido de sus corazones. Levi pensaba separarse, para que fuesen juntos a almorzar, cuando los temblorosos dedos de David terminaron acomodándose contra los nudillos de Levi. Esperó un poco más en silencio, dándole el debido tiempo a David para acomodar sus pensamientos y poder hablar de forma tranquila. Presionarlo solo causaría una mala reacción de estrés.
—Me siento extraño —confesó en voz baja, seguidamente, centró su mirada en Levi. Con su mano libre frotó su estómago al sentir una acogedora sensación—. Me habían dicho que el dolor era por el estrés, pero esta vez, es diferente porque no es molestia lo que siento.
—A poco y no te embaracé con un beso, ¿cierto?
Levi rio ante su comentario. Cuando fijó su mirada en David, este lo observaba con un brillo en sus ojos y esto era debido a que había pasado tiempo desde la última vez que lo escuchaba reír. La sonrisa de Levi era tan contagiosa que David no rechazó la oportunidad de hacerlo también.
—Jamás había tenido tantos problemas para tener un beso —habló con calma. Negó con la cabeza varias veces, poniéndose nervioso ante lo dicho—. ¡Eso se escuchó tan mal! Me hace parecer que hubiese tenido millones de parejas. —Se llevó la mano contra el rostro, avergonzado por su comentario y en la espera de que David no lo tomase para mal.
—Levi... —Solo con escucharlo hablar en voz baja fue temible para el contrario; hasta que David lo abrazó, recargándose sobre él—. Levi, gracias —habló más fuerte, buscando refugio en su hombro—. Fue mi primer beso y... me gustó mucho.
—Estás temblando —señaló al corresponderle el gesto. No demoró mucho en escuchar un pequeño sollozo, causando que Levi se aferrase más a él—. David...
—¿Qué dirán mis padres?... —Se preguntó en voz baja.
Aunque Levi escuchó no respondió nada tomando en cuenta que era una autopregunta. Sabía que era un paso difícil aceptarse a sí mismo y uno mucho mayor salir del closet con familiares a los cuales uno no desea decepcionar.
David se tomó un segundo para dejarse un recordatorio mental. Debía agradecerle a Lucas por el pequeño apoyo que le sirvió de gran ayuda. Jamás se hubiese imaginado que aquel consejo de la película era verídica, al menos, agradeció que vio la señal a tiempo y justo en ese momento.
En efecto, ya no podía subir al techo por las ventanas de las casas tal y como lo había dicho Lucas, porque era más que probable que Dios le indicase que ahí no estaba la respuesta que quería. Esas no eran las ventanas que debía atravesar y solo se dio cuenta de ello al ver que Levi vestía con una camisa negra, nuevamente sin mangas –debido a su nuevo trabajo en el car wash–, donde estaba escrito en el centro de ella la palabra Windows, como el sistema operativo, pero con el mismo significado que buscaba David. Una ventana.
Pudo ser la simple casualidad de que al ver esa palabra lo relacionara a entrar en Levi, buscar una respuesta en él. Por otro caso, en ese momento actual, acurrucado entre sus brazos se permitió pensar con mayor claridad. Él mismo podía ser la ventana que debía atravesar para encontrar la respuesta; porque solo él era consciente de sus emociones y debía trabajar en conjunto para buscarse a sí mismo.
Sí, David tenía mucho que agradecerle a Lucas por el consejo y la ayuda. Nunca se hubiese aventado hacia ellos. Lucas lo lanzó justo a la ayuda que necesitaba
[. . .]
—¡David, David, al fin sales de ahí! —Lucas expresó aliviado, sin poder moverse de su asiento o separar las manos de su posición— Tu querida amiga quiere que rece antes de almorzar. ¡Me golpeó con el pan baguette por intentar comer sin esperarte! ¡Tienes que decirle que en esta nihilista casa no se bendice la comida, uno se la harta!
—Se demoraron mucho —comentó Saúl al observarlos—. ¿Está todo bien?
—Las cosas mejorarán —respondió David con una pequeña sonrisa al recordar su beso.
—¡Aún quedan asientos! —Jonatán irradió alegría al escuchar la respuesta. Una vez que todos estaban sentados volvió la mirada en el adulto de la mesa—. Listo, tío Lucas, la atención es toda tuya.
—Siempre ha sido así, niña, pero bueno, diré lo que quiera en esto y no me regañes si está mal. Te dije que no rezo. —Inhaló profundamente antes de suspirar y bufó, casi relinchando, tratando de relajar todos los músculos—. Bueno... Hola Dios, soy yo, Lucas, y como sabes no hago esto tan seguido a no ser que sea cuando voy a almorzar con Esther, así que, no tengo idea de cómo podrías ofenderte con esta oración... —Cerró los ojos cuando vio que los demás lo hicieron— En fin, gracias por este pollo Kentucky con sus cinco complementos a un precio razonable...
Abrió un ojo notando que Jonatán seguía con los suyos cerrados. Estaba por agarrar una papa a escondidas cuando sintió el golpe en su manos, causando que volviese a ponerlas juntas y suspiró.
—Ahora que nos tienes a todos reunidos aquí deberías ir haciendo que el judío sea tolerante ante esta comida ¡o mejor me lo perdonas por esta vez! Es que ya vi que, tal vez, la idea de que compré carne de cerdo de otro restaurante no le vaya a gustar nada. Si tienes al coronel del pollo a tu lado dile que su servicio apesta desde hace unos años atrás; entre otras cosas, sigue brindándole fuerza a los campesinos que cosecharon los condimentos de esta ensalada de frutas que no he podido comer tranquilo, en mi lugar favorito, desde que llegó David. De paso, haz que Gustavo haga su maldito trabajo de una vez por todas y repare el proyector de la sala siete... —Alzó los brazos proyectando una amplia sombra en la comida—. ¡No soy Moisés, pero bendice a estos chicos, amén!
—No puedo comer cerdo —exclamó Levi en voz baja.
—Esa fue una manera muy extraña de rezar —dijo Saúl, con temor de que la bendición terminase siendo corrompida por Lucas.
—¡Felicidades, tío Lucas! —Jonatán le regaló un abrazo—. Es tu primera vez rezando, con el tiempo lo harás muy bien.
—¿David, me pasas el pan? —Preguntó Lucas, frunciendo los labios ante la idea de que esos chicos volverían más seguido a su hogar y por lo tanto, rezarían más—. Me quiero hartar en comida por lo que reste del día.
—Me dejaste solo por más de veinte minutos, así que ahora, toma tus cosas por tu cuenta.
—Malagradecido —murmuró.
Todos se reunieron en el sofá para ver una película de terror, ya que ganó en la votación de mayor voto. David fue el único que votó en contra porque no era su genero favorito; esperaba más bien que su tío lo apoyase con la idea de leer el libro de cuentos estipulado por su profesor de literatura.
A David no le quedó de otra, pese a la decisión, no iba a sufrir de miedo por el resto. Trajo un par de almohadas de la habitación antes de que iniciaran; estas eran para hacer un fuerte con ellas y protegerse de todo tipo de sonidos escalofriantes mientras estuviese leyendo.
—Me alegra saber de que esa parte en ti nunca cambió —exclamó Jonatán con una sonrisa.
—¿Siempre hace eso? —Preguntó Lucas proporcionando apoyo a la muralla derecha de la impenetrable fortaleza de David—. Creí que era cosa de hace poco.
—Sí, es de siempre —respondió Levi del otro lado de la fortaleza, igual como un apoyo de las almohadas—. Lo mismo ocurrió cuando vimos Destino Final.
—Pero que exactitud la tuya para hacer un perfecto cubo —Lucas expresó nuevamente, inclinándose para ver a su sobrino acurrucado en el interior con su libro—. Deberías ser ingeniero.
—¿Ya podemos iniciar con la película? —Se quejó Saúl.
—No sé David, él es quien tiene mi laptop ahí adentro. —Con mucho cuidado levantó el techo del fuerte—. ¿Y bien? ¿Vamos a ver una película o nos quedaremos viéndote leer ahí adentro?
—Está bien —suspiró, dejando a un lado su libro—. Deja que lea un pequeño resumen para ver de que trata.
—Le quitas la emoción —replicó, introduciendo el brazo para quitarle la computadora.— Ya, ponla de una vez, David o te derrumbo la fortaleza.
—¡Deja de invadir mi zona de confort de esa forma, casi siempre quieres que me de un infarto!
Luego de una pequeña lucha de poder, finalmente, iniciaron a ver la película que se titulaba como Arrástrame al infierno. Lo que David no sabía era que todo era un planificado plan de Lucas para provocarle miedo; donde resultaría –si todo llegaba a completarse– con un David atemorizado y un Levi durmiendo en la misma cama por el miedo de este.
—¡Quítenla! ¡Detengan eso!
—David, solo han pasado cinco minutos —Lucas bufó antes de subirle más al volumen.
—Siento algo en la espalda... —Tartamudeó, cubriéndose el rostro llamando la atención de Levi con preocupación.
—¡Estás sentado detrás de los parlantes, solo son vibraciones, por un demonio! —Rodó los ojos. La puerta principal fue golpeada con fuerza haciendo que David gritará un poco—. Pequeña, por favor, hazme el favor de abrir que es la pizza que pedí. —Jonatán asintió.
—Buenas noches —Rubén se sorprendió al ser atendido por una desconocida.
—¡Lucas, déjame! ¡No me toques! —Gritaba David, luchando contra su tío para no ser amarrado y amordazado; porque sin duda alguna, no paraba de interrumpir la película con sus gritos.
—Hola Rubén, veo que ya vienes de terminar turno. Si no estás con el uniforme... —Lucas terminó de atar a David con las fundas de las almohadas, antes de centrar su mirada en él—. Pasa, estamos por ver una película de miedo, ¿o vas con Gustavo?
—Está trabajando ahora. —Su sorpresa se llenó de felicidad al verlo tan bien acompañado—. Aceptaré la invitación, ¡amo las película de terror!
—¿Ves? A él, no le dan miedo. —Se giró hacia su sobrino, quien lo observaba con hostilidad.
—¡Tío Lucas! —Jonatán llamó la atención de todos los presentes con su voz transmitiendo impresión—. Tu plegaria se realizó, el señor Gustavo está trabajando.
—Vaya, que servicio tan rápido —comentó, volviéndose en su puesto luego de colocar el techo de la fortaleza y acomodar la muralla caída—. Ahora sí, podremos ver esa película sin ninguna interrupción. Acomódate, Rubén, que viene empezando.
[. . .]
Una moderada lluvia cobró fuerza para el final. Once de la noche y la luz se fue al terminar la película, causando que Lucas aplaudiese por la buena sincronía de los hechos. Le dio, realmente, un toque muy convincente al terror.
Tanto Jonatán como Saúl, habían pedido previamente permiso a sus padres para quedarse. Levi, siendo independiente de los suyos, no se preocupaba por llegar tarde a casa.
—¿Qué te pareció...? —Al quitar las almohadas fuera, Lucas notó que su sobrino estaba temblando con la mirada pérdida en la oscura pantalla—. Por favor, dime que no te orinaste en mi sofá.
—¡Está muy asustado! —Comentó Jonatán asistiendo a su lado para abrazarlo—. Pobrecito, está aterrado —exclamó compadecida de él, acariciando su cabeza—. Voy a dormir con él esta noche, porque no creo que quiera estar solo.
—No, que no me joda —expresó Lucas tratando de buscar el momento ideal—. Ya tiene diecisiete años, no es posible que a esta edad tenga que dormir acompañado por algo tan falso. ¡Lo mejor que podemos hacer ahora es jugar! —Declaró con fuerza cuando la sala se iluminó con un relámpago—. Existe un maravilloso juego para esta ocasión. Esperemos a las doce e invoquemos al hombre de la medianoche, para contarle nuestros temores y jugar con él. —David se estremeció con el trueno, sintiendo que el sofá retumbó—. ¡Será divertido!
—Ya, dejen de asustarlo o sí se va a orinar en el sofá. —Levi se quedó atrás de David para poder quitarle la funda de la boca—. Es propenso a que le vaya a dar un infarto y lo están asustando. Se nos va a morir justo cuando quiere la ayuda.
—Lo haremos por votaciones —comentó, dirigiéndose a los demás—. Yo seré el primero en votar a que sí. Ruby, mi querido bomboncito, ¿te animas a jugar conmigo?
—Sí, está bien, ¿por qué no? —Se encogió de hombros—. No creo que algo pase y si pasa, sería muy interesante saber el qué.
—¡Eso! Así me gusta, que participen. —Volteó a ver a los más jóvenes—. ¿Qué hay de ustedes?
—Chicos, vámonos a dormir... —Suplicó David, observando atemorizado los disparates de su tío.
—Si tienes sueño te puedes ir, nadie te obliga a ti, pero tú tampoco puedes decidir sobre ellos.
—Yo me iré con David. —Bostezó Levi, frotándose la nuca—. Tal vez, en otra sí me una, pero mañana tengo que regresar temprano a casa para alimentar a mis mascotas. Probablemente, estén destrozando mi casa y a mi papá por los truenos.
—Aún no tengo sueño... —Murmuró Jonatán, logrando conseguir la mirada de David sobre ella.
—No, por favor, no lo hagas. —David sonó paranoico a ese punto.
—Tranquilo, yo la protegeré —exclamó Saúl, muy convencido por la actitud del resto—. También quiero formar parte de la diversión.
—Excelente, ya está decidido. —Lucas estaba más que feliz de que su plan haya funcionado—. Váyanse ahora o sino terminaran formando parte del juego sin querer.
Levi fue el primer en retirarse al estar sumamente agotado. David no demoró mucho en subir con él y ocultarse entre las sábanas de la cama cuando Levi abrió la puerta, fue casi de forma instantánea.
Una vez recostado y acomodado Levi solo observaba el gran bulto temblando, pero no podía ver nada más de David; este no había soltado su mano desde que la metió en el interior de su nueva fortaleza, con la esperanza de hacerle sentir acompañado en la cama. Si el miedo era demasiado en los próximos minutos, podría abrazarlo hasta que el temor desapareciera.
—¿Sabes? Esto me recuerda ese día que vimos Destino Final en la casa de Saúl y no parabas de temblar —recordó con una voz tranquila, antes de observar el redondo rostro de David contorneado por las sábanas—. Me abrazaste con tanta fuerza que me lastimaste la espalda con tus uñas.
David no respondió, observando su entorno en búsqueda de seguridad y tranquilidad. La lluvia sonaba tranquila a pesar de los relámpagos y los truenos. Levi estaba confundido con la expresión tan paranoica que mostraba David en ese momento. No era solo temor a una película, parecía una temible sensación de que sería atacado en cualquier momento.
—David... —Logró que su atención se fijase en él—. En la enfermería, te hice una pregunta, pero nunca pude saber qué responderías a ella. —Acarició los nudillos de su mano, esperando calmarlo muy pronto antes de dormir—. Si hubiese esperado un tiempo, ¿me habrías aceptado?
—No lo sé... —Murmuró menos alterado al sentir curiosidad por el comienzo de la conversación—. Estoy atascado entre lo que siento y lo que es verdad. —Bajó la mirada.
—¿Te imaginas amando a un hombre? —Interrogó con un tono suave.
—Quisiera saber cómo se siente, pero... —Alzó la mirada a los grisáceos ojos de Levi—. ¿No crees que debería iniciar primero a descubrir si me gustan las mujeres? Tal vez sí me atraen, pero no lo sepa... ¿Por qué es tan difícil saber quién eres?
—No te agobies tanto. Podemos empezar con algo sencillo, por ejemplo, ¿cuál ha sido tu experiencia más cercana con una mujer?
—A los doce, me cayó una monja encima en mi primera comunión, ¿eso cuenta cuenta como acercamiento femenino?
—¿Hubo algo de contacto?
—Las monjas no son sexy... Digamos que me cayó una bolsa de pudin en el rostro.
—¿Era una madre superiora o qué?
—Algo así, creo, solo sé que ella se avergonzó mucho porque sus pechos me cayeron en el rostro.
—Tal vez te traumó —soltó una pequeña risa, solo con imaginarse la escena—. ¿Ninguna otra experiencia más?
—Con Paris —confesó más tranquilo, alzando el tono de su voz con el repentino aumento en la lluvia. Ahora, era una verdadera tormenta eléctrica—. Cada vez que estoy con ella me siento incómodo, incluso cuando la vi con los vestidos me sentí muy extraño al ver su cuerpo de esa forma... No sentí ninguna atracción.
—Descuida, es normal sentirse así... —El sonido de un gran trueno interrumpió a Levi.
—Al fin te encuentro.
David se paralizó al escucharlo, la gentil voz de un hombre desconocido. Abrió de par en par los ojos con espanto, ante la presencia de una temible figura para él. Levi se asustó al verlo congelado con esa mirada de temor y su cuerpo estremeciéndose indefenso.
David, estaba presenciando, con lentitud y frente a sus ojos, a un hombre completamente empapado, estirando sus brazos hacia él mientras esbozaba una gran sonrisa.
En la planta de abajo, luego de haber explicado al resto que era una broma hacia David, Lucas tomó la vela que habían encendido y se dirigió hacia las escaleras luego de escuchar a su sobrino gritar. La burlona sonrisa que había mantenido mientras explicaba sus razones desapareció al escuchar atentamente la lluvia.
Al llegar arriba, David estaba llorando en los brazos de Levi. Ambos habían salido de la habitación luego de haberle jurado a Levi que había un hombre adentro. Lucas los iluminó con la tenue luz de la vela y fue entonces que David presenció una escena más espeluznante que la anterior.
—¡Lucas, abajo! —Gritó afónico, tirándolo para salvarlo de ser atacado.
La vela rodó, apagada, por el suelo. David reaccionó rápidamente con solo ver que un nuevo hombre estaba a punto de golpear a Lucas con una pala; sin embargo, luego de esperar el golpe que nunca llegó David alzó la cabeza para encontrarse que estaban solos.
—Tienes que creerme —titubeó a media voz al centrar su mirada con la de Lucas, se veía bastante serio, hasta molesto con él—. Había alguien, estoy seguro que casi te atacan con una pala... Lucas, de verdad... —Las lágrimas cayeron en las mejillas de su tío—. Había alguien detrás de ti.
—Debiste quedarte en la cama, dormirte y cubrirte las orejas como un niño asustado —separó muy poco los labios, hablando con suavidad y un poco de enfado al hecho de que David no parecía querer levantarse—. Desde que eras un niño, siempre has tenido miedo cuando cae una tormenta. —Desvió la mirada antes de añadir—. Mañana, llamaré a tus padres para que te recojan. No necesitas quedarte más tiempo aquí.