«Por eso, al caer el bueno no queda en tierra, porque el Señor lo toma de la mano».
Salmo 37: 24.
Durante el camino, de regreso a casa, Lucas le exigió a Levi que se sentara en el asiento del copiloto y este pudo sentir la mirada del adulto observándolo varias veces en lo que iba del recorrido. Levi no estaba seguro si se debía al hecho de que estaba sosteniendo el empaque de ensalada o si era por algo más.
Al llegar a la casa lo que había mencionado Lucas era real. David aún no había despertado, ya que no se encontraba en ninguna parte de la sala o el comedor –donde estaban la mayor parte de los libros de Lucas–.
Levi y Lucas fueron los primeros en subir a la planta superior para buscar a David; sin embargo, cuando Lucas entró no pudo evitar carcajear al ver la postura de David sobre la cama.
—¡Hoy no, Satanás! —Gritó David, cubriéndose la retaguardia.
—¡Mi sobrino tiene tremendo culo! —Expresó entre risas logrando que David se asustara y se reincorporara.
El somnoliento chico solo podía ver a su tío ya que el resto del entorno estaba borroso. Un flash le aturdió por un instante haciendo que rápidamente frotase sus párpados.
—¡Lucas! ¡¿Por qué hiciste eso?!
—Solo mírate —respondió entre risas suaves.
Con los ojos entrecerrados y formando una mueca se observó en la fotografía que no era muy favorable para él. Sin darse cuenta había dormido abrazando una de las almohadas cilíndricas que son de la misma altura que un jugador de basketball promedio, por lo que estaba entre las piernas del chico y lo que no era muy bien visto era el color amarillo de la funda, todo en sí, daba la apariencia de que estaba sentado en una banana gigante.
—¡Lucas, borra eso! —Gritó alarmado, no solo porque sus posaderas resaltaban mucho, sino por la mala posición que presentó.
—Levi, si quieres te la envío. —Se giró para notar que el azabache estaba de espaldas en la entrada—. Oh, vaya, entonces también lo viste.
—¿Ver el qué? —Jonatán preguntó curiosa al llegar con Saúl.
—¿Qué hacen ellos aquí? —Interrumpió David en voz baja, mientras se cubría con una almohada—. ¡Tío Lucas, ¿qué hiciste?
—Mira, eres como Rapunzel —aseguró Lucas con suma seriedad.
—¿En qué sentido? —David preguntó confundido, sin encontrar similitud con la princesa—. ¡¿Y eso qué tiene que ver con esto?!
—¡En lugar de arrojar tu brillante cabellera rubia, arrojaste tu brillante futuro amoroso por el inodoro!
—¡Lucas, solo responde y dime qué intentabas con esto! ¿Matarme, acaso?
—Todos vamos a hablar —afirmó tranquilo, tratando de llamar a la calma—. David, ya es momento de que tanto tú aceptes lo que ocurre en tu entorno, como ellos deben ver cómo te encuentras ahora. —Alzó las manos hasta la altura de sus hombros—. No se preocupen, habrá receso para almorzar porque olvidé comprar tu desayuno.
—¿Y esto? —Preguntó Saúl con el recipiente que antes llevaba Levi.
—Eso es mío. —Se le acercó para tomarlo—. Pasen adelante, tomen asiento, supongo que esto será un poco largo... —Observó el reloj de pared—. ¡Oh, pero yo me tengo que ir! No voy a demorar mucho. Mínimo unos veinte minutos, así que, hablen entre ustedes y si David les llega a vomitar pues limpien.
Concluyó Lucas seguidamente de abandonar la habitación cerrando la puerta detrás de sí. David pudo escuchar los suaves pasos de los chicos que buscaban cómo acomodarse en el cuarto. Realmente, no deseaba abordar ese tema ya que sentía su corazón latiendo muy lento, pero no pudo evitar sentir un aceleramiento al escuchar la voz de Levi.
—Déjame ayudarte.
[. . .]
Nuevamente, estaban reunidos los cuatro amigos que se separaron cuando los secretos se revelaron. Unos a otros se habían ocultado a sí mismos por lo que pudiese decir el contrario; sin embargo, ahora que tres de ellos estaban más unidos que a principio del año escolar, solo les faltaba recuperar a su orador de libros, a su pequeño torpe amoroso y pésimo a la hora de socializar.
—David... —Jonatán lo llamó con dulzura—. Cuando estés listo, puedes dejar de ocultar tu cara.
David sintió el peso de su amiga hundiendo un poco la cama cuando se sentó. De forma casi instantánea abandonó la almohada, con la que estaba tan aferrado a ella en su rostro, cuando su instinto le advirtió algo.
—¡Jonatán! —Se alarmó Saúl, quien se levantó rápidamente de su asiento.
Jonatán siempre tuvo un problema con las alturas, en menos de lo que pudiese esperarse, ya se sentía mareada con solo haber pasado unos instantes encima de aquella cama.
David la abrazó antes de que se cayese contra el suelo. Cuidadosamente, atrajo a Jonatán hasta el centro del colchón, de tal forma, que no sintiese que estuviese en un lugar tan alto; seguidamente, le extendió una de las almohadas más frías que tenía por el momento para que se refrescara.
—Gracias. —Sonrió tímidamente como si fuese la primera vez que hablasen.
Ahora que se encontraba enfrentando la realidad David los observó uno a uno en silencio.
El cabello de Jonatán había crecido, era una verdad que había ignorado desde el comienzo y ahora que sabía las razones, en su interior pensó que le sentía bien el cabello largo. Saúl se miraba más alto que antes y no era de esperarse porque provenía de una familia alta, aquella almohada de funda amarilla solo podría alcanzarlo hasta la nuca; pero en su rostro se veía un peculiar agotamiento y si David debía adivinar de qué trataba, sería por ayudar a alguna persona como suele hacer.
Cerró los ojos con fuerza al haber dejado a Levi de último. El día anterior lo había visto, en el centro comercial igual. No había día donde no pensara que siempre se lo encontraría aunque sea transitando por la acera de la calle. No importaba las veces que pudiese verlo, la misma reacción surgía como siempre, sus latidos se aceleraban.
—¿Te encuentras bien? —Escuchó la voz de Levi con cierto tono de preocupación.
Al abrir los ojos se encontró con aquella mirada grisácea; la misma con la que se conocieron el primer día que David ingresó en el colegio, ciertamente, en esa ocasión toda la jornada había sido un total caos hasta que apareció Levi.
«¿Cuántas veces lo habré visto ya?». Pensó al verlo fijamente, sorprendiéndose de no haber apartado la mirada.
Sus mejores recuerdos del año pasado en la secundaria habían sido con él; del inicio del presente, también podría admitir –en voz baja– de que no había cambiado en lo absoluto, la misma mirada de ojos grises que demuestran tantas emociones, a pesar de que aún le faltaba descubrir más.
Ahora en la habitación no se encontraban los mismos chicos del año pasado, ingenuos y esperando a que la secundaria nunca acabase.
Los presentes en el cuarto serían en el futuro el nuevo presidente de la República; una hermosa y enérgica doctora o veterinaria, o ambas, porque ella siempre ha sido capaz de todo; un futuro escritor y si la paciencia le surgía, un profesor de colegio y por último, un futuro hombre judío de ciencia. Todos tan distintos en muchos aspectos, pero por dentro eran iguales porque son seres humanos.
David bajó la mirada al recordar las veces en que hizo sentir mal a Levi, desde el momento de la confesión en que lo abandonó, hasta la última vez que hablaron y lo vio llorar. En verdad se lamentaba, pero no sabía cómo expresarse en ese momento.
—Lo siento mucho... —Los tres pudieron escuchar la repentina voz quebrada de David—. Los lastimé tanto a todos. —Sus labios temblaron mientras alzaba la mirada.
—Yo te perdono —Jonatán habló con ternura—. Nunca podría odiarte porque eres David, mi mejor amigo y entiendo muy bien lo que se siente estallar de emociones, de mucha energía y terminar lastimando a quienes quieres. Nunca podría odiarte, David.
—En verdad... no merezco tenerlos como amigos —expresó luego de secarse las mejillas.
—No digas eso —Saúl interrumpió con la misma voz calmada, mientras se acercaba lentamente—. Debe ser duro, pero siempre hay una solución a todo, solo debes seguir intentándolo hasta que se agoten las opciones y luego crear más hasta que finalmente seas feliz. —Torció una sonrisa, un poco nervioso con lo siguiente—. Te seré sincero, sí me hiciste enojar bastante la última vez hasta que, tanto Jonatán como Levi, me hicieron comprender mejor cómo debías estar sintiéndote, de atrapado.
—¿Puedo abrazarte? —Jonatán pidió penosa al saber que interrumpió a David, quien estaba por responderle a Saúl.
—Sí. —Le regaló una pequeña sonrisa, antes de soltar el aire al sentir el impacto de su cuerpo.
—Te extrañé mucho... —Admitió luego de abrazarlo con la mayor sutileza que pudo, según ella.
—También te extrañé. —Se aferró de Jonatán, ya que deseaba consentirla más. Lo último que hablaron en su habitación no había sido algo de lo que se sintiese orgulloso—. Aunque me hayas perdonado, quiero hacer cualquier cosa que tú quieras.
—¿Cualquier cosa? —Interrogó con un discreto tono burlón.
—Lo que quieras —rio por lo bajo, esperando que su deseo fuese leer la Biblia.
—Deja que te ayudemos —pidió, separándose para centrar una mirada preocupada en él—. Tío Lucas, nos lo dijo.
—Eso será algo difícil... —Bajó la mirada.
—Pero eso no es todo —articuló Saúl—. También con tu otro problema, el de identidad. —Tomó asiento en el borde de la cama—. A nosotros no nos importa si eres heterosexual o parte del colectivo. Cuenta con nosotros para apoyarte, seas o no, sería mejor quitarse la duda ¿no lo crees?
—El tío Lucas dice que es posible que por eso te sientas muy presionado —añadió Jonatán.
—Chicos, yo...
—¿Pueden dejarnos unos minutos a solas? —Levi intervino con un tono algo ronco y suave.
Los dos que estaban en la cama estuvieron de acuerdo en ello, ya que tenían planeado un discreto plan de reconciliación desde antes; sin embargo, antes de retirarse abrazaron a David mientras le recordaban que solo serían unos minutos nada más.
Cuando la habitación quedó en silencio, el castaño no pudo evitar tomar en cuenta que en todo ese momento a solas Levi no se había apartado de la esquina del cuarto, estaban a una notable distancia de separación.
—Levi... —Su intento de iniciar la conversación desapareció cuando sus palabras carecieron de fuerza.
—No, está bien, no te fuerces mucho —expresó algo nervioso, antes de señalar la cama—. ¿Puedo sentarme contigo?
—Sí... —Asintió con la cabeza al notar que su voz había sido muy suave como para oírse.
—Te ves mejor —murmuró con una pequeña sonrisa torcida luego de sentarse en la esquina de la cama—. Recuerdo que... —Suspiró cuando la voz le tembló—. en la enfermería te veías terrible.
—Estoy asustado... —Confesó sin dirigirle la mirada.
—¿A qué?
—A lo que pueda haber en el futuro.
—No tienes que responderme a esto —inició con suavidad—. Solo es una pregunta nada más y es para ayudarte a concentrarte en el tema. —Quedándose en silencio, estiró su mano hasta tomar del mentón a David y hacerle alzar la mirada—. Antes que todo esto sucediese, ¿qué sentías por mí? Olvida que hubo una confesión de mi parte; solo recuerda tus sentimientos y piensa en ello.
Inevitablemente, David se quedó observándolo directo a los ojos y era la primera vez que se mantenían de esa forma tanto tiempo. David pudo notar que con el paso de los segundos, el gris en la iris de Levi se tornaba algo azulado. Se veía muy hermoso, como un arco rodeando la pupila. El suave roce de sus dedos por su mentón le daban cierto cosquilleo, intencionalmente, se movió para poder sentirlo mejor y solo al comenzar a reaccionar de que le gustaba la caricia, cesó.
—No sé cómo responder. —Desvió la mirada y le tomó la mano para zafarse de él—. Tal vez... sí me sentía atraído por ti.
—¿Te daba asco sentir eso?
—No. —Negó con la cabeza seguidamente de dejar la mano de Levi sobre la cama—. Pero... —Fijó su mirada por un momento—. Siento que estoy haciendo algo mal.
—No todo lo que sientes que está mal, necesariamente lo sea. —Esbozó una pequeña sonrisa—. ¿Te preocupa lo que otros piensen?
—Supongo que sí. —Sonrió de lado para volver a su posición anterior—. Creo que tengo algo de ansiedad social. —Bajó la mirada hacia sus propias manos las cuales temblaban notoriamente.
—Aún estás a tiempo. —Tomó sus manos evitando que continuase temblando—. Yo... —Presionó sus propios labios para dejar de hablar.
—¿Sucede algo? —Volteó a verlo para darse la sorpresa de que ahora era él quien evitaba verlo.
—En verdad, ya no quiero que te sigas agobiando. —Lentamente le dirigió la mirada—. Aunque no lo pareciera, estoy muriendo de nervios ahora.
—¿Estás...?
—Déjame probar una cosa, por favor —interrumpió sin dudar—. Si te sientes mal, me detendré sin rodeos.
—Levi, tus manos también están temblando —exclamó preocupado.
—Por favor, solo dime si aceptas. ¿Aún confías en mí?
—De acuerdo. —Nuevamente asintió y con un leve carraspeo anunció—. Sí, aún puedo hacerlo.
—Cierra los ojos. —Exhaló el aire que tenía acumulado mientras David hablaba—. Recuerda que me detendré cuando quieras y tienes todo el control de la situación.
—Lo entiendo.
[. . .]
Pasaron un par de minutos en completar el primer paso que pidió Levi. Se encontraban con las manos unidas, pero no con los dedos entrelazados. David cerró los ojos, inhalando y exhalando cuando Levi lo indicaba logrando de esta forma calmar su acelerado corazón.
Sintió como una de las manos de Levi se deslizaba para librarse, bastó unos segundos para sentir la caricia en su mejilla por la misma extremidad. El tacto a su piel se sentía agradable, Levi era delicado con él y solo haber visto, anteriormente, lo mucho que le agradó a David ser acariciado quiso hacerlo ahora para consentirlo.
En menos del minuto la otra mano también se unió al juego en sus mejillas, pero ambas se detuvieron mientras los pulgares rozaban cerca de sus párpados, limpiando las lágrimas que por una razón desconocida habían comenzando a derramarse.
—¿Me detengo? —Preguntó con suavidad—. ¿Te hice acordar de alguna cosa?
—No —respondió con la voz temblorosa a lo primero—. Sí recordé algo, pero... —Bajó el mentón por un momento.
«Estás siendo tan amable conmigo, a pesar de que te abofeteé... ¿Por qué lo haces? No creo que lo merezca». Pensó, soltando su voz en el comienzo de un sollozo.
—Está bien, no tienes que decírmelo ahora —interrumpió para que David no se sintiera presionado a responder—. Continuaré con lo siguiente.
David sintió que el espacio entre ellos se redujo cuando Levi se deslizó por las sábanas, hasta detenerse a cierta distancia.
Un cosquilleo recorrió toda su médula al sentir una de las manos de Levi pasar por la mitad de su espalda, la otra pasó cercana a los hombros. No podía comprender en qué posición estaban. Levi lo atrajo hacia su abdomen, encerrándolo en un abrazo.
Por un momento, David abrió los ojos visualizando la piel de Levi, hasta ese instante notó que era fornido –nada comparado a Gustavo, pero era bueno para los gustos de David–, podría estar casi seguro que todas esas veces llevando sacos de comida para los animales le debió proveer un buen cambio y ahora, con el trabajo de car-wash estaría más ejercitado.
—Estás haciendo trampa —Levi susurró en su oído.
Inesperadamente, David sintió su mirada clavada en él. Al ver más allá de los brazos del mismo se dio cuenta que había un espejo apoyado en la pared, que lo delataba en su no tan discreto vistazo.
La cabeza de Levi se apoyó sobre la de David, ahora él cerraba los ojos mientras se aferraba a él; poco después de eso, David le regresó el afecto rodeándolo con sus brazos, hundió su frente contra el abdomen de Levi y sorpresivamente, su pulso se había acelerado.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó alarmado al escuchar el corazón de Levi— Estás agitado.
—Solo... —Tragó saliva mientras se separaba con lentitud, permitiendo que David disfrutase un poco más del abrazo—. Solo falta una cosa más, ¿sí?
—Antes, dime que estás bien.
—David... —Ahuecó el rostro del contrario en sus manos. Se lamió con rapidez el labio inferior al sentirlo reseco—. Ahora, soy yo quien está asustado del futuro, pero si no lo intento, entonces siempre cederé al miedo. —Presionó con fuerza sus párpados antes de seguir hablándole—. Por favor, vuelve a cerrar los ojos —concluyó, fijando su mirada hacia los ojos de David.
Suavemente asintió con la cabeza. El espacio entre ellos se acortó. David seguía viendo a Levi mientras cerraba los ojos, podía ver que cada vez más, Levi se acercaba sin soltarlo del rostro.
No lo presionaba para retenerlo, en cualquier momento que quisiera, David podría decirle que se detuviera y Levi cumpliría su palabra en detenerse. Teniendo entrecerrados los ojos, la silueta del contrario era bastante borrosa a ese punto; podía comprender el por qué estaba nervioso, ya que en ese instante él mismo lo estaba cuando sintió el cálido aliento de Levi en sus labios.
—No tengas miedo de mí, por favor... —Susurró, estremeciendo a David con el cálido aliento que acariciaba sus labios—. Ya casi terminamos.