Chereads / El Protector De Maran / Chapter 11 - Capítulo 10:

Chapter 11 - Capítulo 10:

Mientras avanzaba por los pasillos del ayuntamiento, Morgja podía ver varias puertas abiertas, al mirar a su interior, pudo divisar un escritorio, una pizarra y varios pupitres en su interior, lo que indicaba que el ayuntamiento era también el lugar donde tenía lugar la educación de los habitantes de Maran, aunque, el chico se preguntaba si de verdad hacia falta, al fin y al cabo no parecía que hubiera muchos habitantes en el pueblo y todos ellos parecían ser demasiado mayores como para recibir clases de nadie.

—¿Hay muchos niños en el pueblo? —preguntó Morgja, mientras seguía a Taley por el amplío pasillo.

—Unos cuantos, los granjeros tienen cinco hijos, dos de ellos son pequeños, los rancheros cuatro hijos, y en su caso son tres los que todavía son niños, Wilna tiene dos nietos y los doctores tienen cuatro —contestó la mujer, antes de detenerse delante de una puerta cerrada, indicando que ese era el lugar al que tenían que entrar en ese momento. La mujer llamó tres veces a la puerta, y enseguida la voz desgastada de un hombre le dio permiso para entrar, a continuación, Taley le hizo una señal al chico para que entrara delante de ella.

Nada más entrar, Morgja vio a un anciano con pelo a los lados y una gran calva en la parte alta de la cabeza, al principio, el hombre tenía sus ojos azules clavados en unos papeles que tenía sobre su escritorio; después de escribir en uno de ellos, el alcalde dirigió su vista a Morgja, alterándose al instante.

El anciano se levantó de su asiento y fue corriendo hasta el chico al mismo tiempo que le preguntaba qué tal estaba y qué le había pasado, calmándose únicamente cuando Taley se adentró en la habitación.

—Dios, casi haces que me dé un infarto —exclamó el alcalde, regresando a su asiento—. Deberías cambiarte, podrías asustar a alguien más —sugirió, señalando la mancha de sangre en su ropa.

El alcalde hizo un gesto a Morgja, intentando que el chico se sentara en una silla delante de su escritorio, al ver que el chico no hacia ningún movimiento interpretó que no lo había entendido y se lo pidió con palabras.

—No, gracias —se rehusó Morgja, manteniéndose firme en el sitio—. Sólo he venido a presentarme, soy Morgja y…

—Lo sé, has venido a ser el nuevo guardia del pueblo ¿Verdad? Me han hablado de ti, y me han insistido bastante en que añada tu posible admisión como punto del día en la reunión de mañana —explicó el anciano, interrumpiendo al chico—. Creo que deberías olvidarte del asunto e irte, no van a aceptar a otro guardia, y menos a alguien a quien no conocen —añadió, volviendo a dirigir la vista a los papeles sobre su mesa.

—Probablemente tengas razón, pero no voy a ir a ningún sitio, si te han hablado de mí seguramente te han comentado mi situación, no voy a perder nada si me quedo, al contrario, puedo solucionar todos mis problemas.

—Ya veo, te deseo suerte entonces.

Tanto Morgja como Taley tomaron la frase del alcalde como señal de que la conversación había terminado, pero, antes de que la mujer atravesara la puerta, el alcalde la llamó.

—¿Qué opinas tú de Morgja?¿Le confiarías la protección de Maran?

La guardia se dio la vuelta y miró de reojo al chico durante un instante, para proceder a tomar aliento.

—No hace mucho que lo conozco, pero me parece una persona horrible, fría y manipuladora, además es un insensato y aunque planifica sus acciones, lo hace al mínimo; además ha estado sonriendo desde que nos hemos visto por primera vez, incluso cuando estuvo a punto de morir, no es normal y me provoca escalofríos, siento que oculta algo detrás de ella; finalmente, no, no le confiaría la protección de Maran —respondió la mujer, sin reprimirse aunque la persona de la que estaba hablando estuviera delante.

—Ya veo —repitió el alcalde, poniéndose en pie para dirigirse hacia Morgja—. Ven, quiero hablar contigo, Taley, ve a dormir, no puedes estar pendiente de la seguridad del pueblo las veinticuatro horas del día —ordenó, sin detenerse para esperar una respuesta. Taley quería negarse a lo que le había pedido su jefe, pero a pesar de que lo había llamado este continuó caminando, ignorándola por completo. Morgja siguió al alcalde en silencio, el hombre estuvo callado hasta que salió del edificio—. ¿Has escuchado algo sobre la historia de este pueblo? —preguntó, mirando a los alrededores mientras pensaba a qué lugar llevar al chico.

—No ¿Es algo que deba saber?

—Hombre, considero que todos en Maran deberían estar al tanto del peligro en el que se encuentran, y podría influenciar en tus ganas de vivir en este pueblo y protegerlo.

Antes de que pudiera preguntarle a qué peligro se refería, el alcalde comenzó a caminar hacia la zona que Morgja no había visitado, obligando al chico a seguirlo para descubrir la respuesta.

—Seguramente te has preguntado por qué un pueblo tan humilde como es Maran tiene un muro tan inmenso rodeándolo —comentó el alcalde, mientras recorría todo el camino hasta llegar a una bifurcación.

—Mentiría si dijera que no se me ha pasado por la cabeza —contestó el chico, parándose para ver hacia donde lo iba a llevar el alcalde. El anciano giró hacia la derecha y comenzó a caminar fuera del camino pavimentado, dirigiéndose hacia lo que parecía ser una arboleda.

—Verás, todo empezó hace 500 años durante la guerra entre Lakko y el Jeval, este lugar era un punto clave propiedad del señor oscuro; Lakko lo sabía y organizó una incursión que tuvo gran éxito, todo el lugar quedó devastado, hasta que nuestros ancestros llegaron a Maran, un par de años después de la destrucción del Jeval —explicó el anciano, deteniéndose en medio de la arboleda, justo al lado de una grieta de unos dos metros.

—Vale, lo entiendo, Maran está construido en las ruinas de una fortaleza del último Jeval ¿Es eso lo que debería darme miedo? —preguntó Morgja, imperturbado por la noticia.

—Ojalá, eso es solo la punta del iceberg —contestó el anciano—. Como te he dicho este era un punto clave para la guerra y el Jeval, el caso es que sigue siéndolo; y ahora que se rumorea que el monstruo ha vuelto, lo más probable es que Maran acabe siendo su objetivo.

—¿Entonces solo es un rumor? —preguntó el chico, confuso por las palabras que había escogido el alcalde para decirle que el Jeval había resucitado.

—Bueno, sí, eso nos ha dicho Reginleo y él es la persona que más viaja de Maran.

—Lamento decirte que el Jeval lleva casi dos décadas y media vivo, dudo bastante que le interese este pueblo.

El alcalde se quedó sin palabras ante la noticia, por un lado no se creía lo que Morgja le aseguraba, confiaba mucho en Reginleo y no era capaz de imaginar por qué le habría mentido, pero por otra parte Morgja procedía de la capital y parecía decirlo completamente en serio.

—Pe-pero, aunque Maran no sea un objetivo a corto plazo, podría serlo a largo, y eso no es el único peligro de Maran —aseguró el hombre.

—Vale ¿Qué más hay por aquí? —preguntó Morgja, manteniendo la sonrisa.

—¿Ves este agujero? Es una de muchas salidas del subsuelo de Maran, debajo del pueblo hay una gran cantidad de madrigueras y mazmorras en las que viven monstruos de todas clases, y muchas veces salen por estas salidas para asaltarnos; hemos intentado taparlas, pero siempre aparecen más —informó el anciano, señalando el gran agujero a su lado.

—Sin duda es peligroso —mencionó el chico, de nuevo impasible por la noticia—. Aunque es más un motivo para que me contratéis que para que me vaya asustado.

—Tie-tienes razón, y ahora que lo pienso el muro lleno de monstruos también lo es —murmuró el hombre, vencido por las contestaciones que le había dado el chico.

—¡Bien! Cuento con que me apoyes mañana en la reunión —exclamó Morgja, dándose la vuelta para regresar al pueblo y continuar conociendo al resto de habitantes.

El chico ya estaba casi en la salida de la arboleda, entonces escuchó un silbido y poco después recibió el impacto de una flecha en el muslo derecho; Morgja se echó la mano hacia la herida y se arrancó la saeta. A sus alrededores no había rastro de su atacante, pero, de nuevo escuchó el silbido de una flecha atravesando el viento; el proyectil procedía desde el frente, Morgja seguía sin ser capaz de localizar a su enemigo, pero, decidió correr hacia la zona de la que procedía la flecha.

Morgja recibió el flechazo en el hombro izquierdo y continuó corriendo hacia su atacante, después de unos metros avanzando pudo divisar a lo lejos a una persona corriendo para alejarse de él, y, seguramente volver a dispararle desde lejos.

A pesar de que el atacante conocía mejor el lugar y se encontraba ileso no era capaz de detener la persecución o siquiera de distanciarse de Morgja; poco a poco el cansancio comenzó a apoderarse del enemigo de Morgja y gracias a ello a hacer que su velocidad se redujera, permitiendo al chico acortar distancias entre ellos. Su atacante era una mujer enorme, tanto de estatura como de anchura, desde la posición del chico solo se podía ver su gran espalda y los musculosos brazos que poseía; de repente, la mujer se dio la vuelta, en su mano tenía una hachuela y la precipitaba hacia la cabeza de Morgja con intenciones homicidas, a pesar de la repentina acción de su atacante el chico no se detuvo y la embistió, tirándola al suelo y provocando que arrojara su hacha.

Morgja se puso sobre el estómago de la mujer y le agarraba el cuello con la mano izquierda mientras trataba de empujar la flecha a través de su hombro con la mano derecha. A pesar de la posición y la situación en la que se encontraba, la mujer permanecía inmóvil, su pelo negro, el cuál hasta el momento de la embestida llevaba recogido, estaba disperso por el suelo como si se tratara de un charco, y sus ojos rojos brillaban y tenían la pupila alargada verticalmente.

—¿Puedes decirme por qué intentas matarme? —preguntó el chico después de retirar la flecha de su hombro.

—Sólo ahorro trabajo a los guardias.

—¿Qué…

Morgja recibió un golpe por la espalda, pero cuando miró de qué se trataba no vio a nadie, enseguida recibió otro golpe, esta vez en la cabeza; cuando el chico miraba en la dirección de la que provenía, recibía otro golpe en un sitio y desde una posición diferentes. Al cuarto golpe su agresor cambió el tipo de arma, y en lugar de darle golpes, le hacía cortes.

Finalmente, Morgja se había distraído tratando de buscar al causante de los ataques furtivos, y la mujer pudo aprovechar para golpearlo en la boca del estómago y sacarlo de encima de ella. La mujer agarró su hacha y se puso en pie mientras Morgja se recuperaba del golpe.

—Lo has hecho decente —exclamó, extendiendo su brazo izquierdo de forma horizontal, enseguida un búho blanco apareció posado en este.

—Un búho invisible —murmuró el chico, al mismo tiempo que apretaba su puño en el suelo—. Bueno, puedo decir lo mismo, así que deberíamos dejarlo en empate —comentó, manteniendo la compostura y la sonrisa, a pesar de que su posición era muy desfavorable.

—No, gracias, acabaré contigo antes de que Maran corra peligro.

La mujer alzó su brazo, preparada para partir la cabeza del chico en dos, momento en el que Morgja se puso de rodillas y lanzó la tierra que había agarrado previamente; la mujer puso el brazo derecho delante de sus ojos antes de que el chico hiciera su movimiento, en un intento de prevenir la ceguera temporal, no obstante, comenzó a escuchar a su búho alborotándose, la tierra que Morgja había arrojado estaba dirigida al animal; aprovechando la confusión de la mujer, el chico se puso en pie y le dio una patada en la pierna, desequilibrándola y permitiéndole tirarla al suelo; mientras su contrincante se precipitaba al piso, el chico agarró el búho con su mano izquierda, y a continuación volvió a ponerse sobre la mujer, esta vez de pie, para evitar otro golpe en el estómago.

—¿Lo dejamos en empate? —preguntó el chico, aún más sonriente.

—No pienso dejarte con vida —contestó, intentando alcanzar su arma para clavársela en la pierna al chico y volver a sacárselo de encima.

—He oído que los búhos pueden girar mucho sus cuellos sin que les pase nada ¿Puedo ponerlo a prueba? —preguntó, agarrando al animal con la otra mano, mientras este seguía alborotándose, tanto por la tierra en sus ojos como por el agarre de un desconocido.

—De acuerdo —dijo la mujer, cediendo ante el chantaje de Morgja—. Lo dejaré pasar, no le hagas nada.

El chico se bajó de encima de su contrincante y esta se recostó extendiendo los brazos hacia él, intentando recuperar a su búho.

—Toma —dijo el chico, poniéndose en cuclillas para que le fuera más fácil a la mujer alcanzar a su mascota—. Ahora dime ¿Quién eres y por qué me atacas?

—Me llamo Bright, soy la cazadora de Maran, y te ataco porque eso es lo que hago —contestó la mujer al mismo tiempo que limpiaba a su búho.

—¿Atacas a la gente porque sí?¿Cómo lo permite Taley? —preguntó el chico extrañado.

—¿Gente?¿Estás de broma? Ataco a los monstruos si me cruzo con ellos.

—¿Entonces por qué me atacas a mí? —preguntó el chico aún más confuso.

—Porque eres un monstruo —respondió sin ningún atisbo de duda.

—A ver, he hecho muchas cosas cuestionables, pero llamarme monstruo es un poco…

—Déjalo, no puedes engañarme —interrumpió Bright—. Mis ojos son especiales, y me permiten ver la naturaleza de los seres vivos; no sé cómo es tu apariencia, mejor dicho, no sé cómo te ven los demás, pero yo veo lo mismo que cuando veo a un monstruo —aclaró, haciendo entender a Morgja el motivo por el que lo había intentado matar.

—Deberías practicar cómo explicar esa habilidad tuya, cualquiera se confundiría con ella —mencionó el chico—. En cuanto a mi supuesta naturaleza de monstruo, puede que tengas razón y sea idéntica, no lo puedo desmentir ni confirmar, pero, sí de verdad fuera un monstruo, os hubiera matado a ti y a tu búho, el alcalde me ha enseñado dónde está una entrada al subsuelo, sólo tendría que arrojar allí vuestros cadáveres —comentó, provocando un escalofrío en la cazadora.

—¿Por qué te desharías de los cuerpos? —preguntó, al no ser capaz de ver el motivo por el que un monstruo intentaría ocultar su asesinato como si fuera un humano.

—Eso me recuerda, me llamo Morgja, he venido para ser el nuevo guardia de Maran —contestó el chico, haciendo que Bright se diera cuenta del motivo por el que ocultaría los cadáveres.