Tras separar a Morgja de Bright, los habitantes de Maran se pusieron entre los dos por si acaso el chico intentaba continuar con lo que había empezado; delante de todos ellos se encontraba el alcalde.
—¿Por qué has intentado matar a Bright? —preguntó el hombre, esperando que Morgja tuviera un buen motivo por el que atacar a una persona que se había rendido.
—Es lo que me pidieron César y Maber —contestó el chico, echando la culpa al guardia y a la recepcionista. Todas las miradas se dirigieron inmediatamente hacia ellos. Maber se levantó y se acercó a la muchedumbre, buscando defender lo que habían hecho.
—Veréis, es cierto que le pedimos a Morgja que detuviera la pelea entre Bright y Taley, no obstante, nosotros no le dijimos que matara a ninguna de las dos, eso fue solo cosa suya y nosotros estamos tan sorprendidos como vosotros de que lo hubiera intentando sin necesidad ni reparo —explicó la mujer, dirigiendo de nuevo el odio de los ciudadanos hacia el principal causante de este.
—Entiendo, Morgja, vete de Maran, no queremos gente como tú por aquí —ordenó el alcalde, obviando por completo el hecho de que se había decidido que iban a contratar al chico y tomando la decisión sin consultarlo con nadie.
—¡Espera! —gritó César, poniéndose en pie y colocándose al lado de Maber—. No puedes echar a Morgja, hemos decidido que va a ser el nuevo guardia de Maran.
—¿Qué clase de guardia mata a la gente que tiene que proteger? —preguntó Gosl, metiéndose en el asunto y contestando por el alcalde.
—Vale, Gosl, es cierto que se ha pasado un poco, pero…Seguro que se arrepiente y…
—Para nada —interrumpió Morgja, haciendo que César lo mirara con confusión.
—Estamos intentando que no te echen lo sabes ¿Verdad? —preguntó César para asegurarse de que Morgja dejara de decir cosas que lo pusieran en un compromiso aún mayor.
—Lo sé, pero tampoco voy a mentir, hice lo que hice porque he considerado que sería lo mejor, Bright es una persona muy problemática y conflictiva, si sigue con vida habrá más peleas —explicó el hijo del mercader, manteniendo su sonrisa como si lo que había dicho fuera a solucionar todos los problemas que se había buscado con sus decisiones—. En fin, es una lástima no poder quedarme aquí, no diría que le he cogido cariño, pero sí que es un lugar agradable.
Morgja se dio la vuelta y comenzó a caminar mientras César lo llamaba para que no se rindiera y continuara insistiendo en convertirse en el nuevo guardia de Maran, al ver que el chico no le hacía caso fue corriendo detrás de él para intentar convencerlo.
—¿Ya está?¿Simplemente vas a rendirte en cuanto todo se tuerce un poco? —preguntó el guardia, esperando que Morgja se dignara a contestarle.
—Así soy yo, darlo todo no es lo mío, da igual lo que esté en juego, pero eso no importa —contestó Morgja sin detener su paso—. ¿Por qué te importa tanto? Solo nos conocemos desde hace un par de días.
César no pudo contestar a la pregunta del hijo del mercader, su única respuesta era que le hacía ilusión tener un compañero de trabajo con el que hablar y pasar el tiempo, ya que Taley sólo lo veía como un estorbo que no se merecía su rango, y no había muchos más chicos cercanos a su edad en el pueblo.
—No te mereces que te echen —exclamó el guardia, omitiendo la pregunta que le había hecho Morgja—. Te voy a ser sincero, eres violento, misterioso y que siempre estés sonriendo me provoca escalofríos, pero, siempre que has hecho algo ha sido para ayudar y sin esperar nada a cambio, no me pareces una mala persona, más bien diría que eres como una oveja descarriada que no encuentra su lugar, por eso creo que deberías quedarte e intentar hacer las paces con la gente de Maran.
Morgja se paró en seco y se giró hacia César, provocando que el guardia comenzara a sonreír como un tonto por el pensamiento de que había llegado al hijo de mercader y conseguido convencerlo para quedarse.
—César, eres demasiado ingenuo, y no se te da bien juzgar a las personas —exclamó Morgja, acercándose a César para quitarle la espada—. En serio ¿Cómo puedes ser guardia? —preguntó antes de levantar el arma. César cerró los ojos, esperando que el tajo de Morgja fuera lo suficiente rápido y certero como para matarlo sin sufrimiento—. Pídele a Taley que te ayude a entrenar o acabarás muerto cuando menos te lo esperes.
César abrió los ojos cuando escuchó a Morgja hablar de nuevo, desconcertado miró detrás de él; tirado en el suelo estaba el cadáver de un monstruo humanoide grande y musculoso con características de cocodrilo, en el centro de su cabeza tenía clavada la espada de César.
—¿Y si te ofreciera un trabajo como maestro? —preguntó César de repente, girando la cabeza de vuelta hacia Morgja. El hijo del mercader se detuvo un momento, para a continuación, negarse totalmente a enseñar a César—. ¿Por qué? Conseguirías un empleo y podrías quedarte en Maran, además, me ayudarías a ser un mejor guardia.
Morgja regresó al lado de César para continuar hablando con él, aunque no tenía la intención de aceptar la oferta del guardia.
—Nunca he enseñado a nadie y dudo bastante ser capaz de hacerlo —contestó el chico, esperando que su respuesta fuera lo suficiente convincente para que César desistiera en su idea.
—Seguro que es fácil ¿Tú has tenido un maestro? —preguntó el guardia de repente.
—Sí —dijo Morgja. Por un momento parecía que la sonrisa artificial del chico iba a borrarse, no obstante, este fue capaz de mantenerla y fingir que la mención de su maestro no le había afectado en absoluto.
—Pues ya está, solo tienes que hacer lo mismo que hizo él contigo ¿Cómo te entrenó?
—Ella me entrenó de la forma más eficaz posible —respondió de nuevo el hijo del mercader, corrigiendo al mismo tiempo la equivocación que había tenido César.
—¡Perfecto! Eso quiere decir que imitándola podrás hacerlo a la perfección —aseguró el guardia, alegrándose al escuchar que la maestra de Morgja había sido tan buena instruyéndolo.
Morgja soltó una pequeña risa y colocó la mano sobre el hombro de César, al principio el guardia pensaba que todo había salido bien y el hijo del mercader aceptaría su oferta, pero enseguida vio que se equivocaba.
—No deseo que nadie pase por el mismo infierno que pasé yo, el entrenamiento de esa mujer dejó muchas secuelas en mí, y la mayoría no son buenas ni agradables —explicó Morgja, antes de quitar la mano del hombro del guardia—. Lo siento, pero no puedo ser tu maestro, olvídate de eso y pídele a Taley que te entrene, seguro que es estricta, pero no dudo que conseguirá hacer de ti un buen guardia.
—¡Una semana! —gritó César de repente, desconcertando a Morgja que estaba a punto de comenzar su camino hacia la salida de Maran de nuevo—. Enseñame durante una semana, no tiene que ser de la misma forma que te enseñaron a ti, solo piensa qué es lo más importante que debo saber y explícamelo.
—Una semana de entrenamiento no te servirá de nada.
—Puede ser, pero, te dará tiempo a conocer a la gente de Maran y demostrarles que no eres un mal tipo, puede que reconsideren lo de contratarte como guardia —comentó el guardia, explicando a Morgja cuales eran sus verdaderas intenciones.
Morgja suspiró con fuerza, y a continuación, aceptó la propuesta de César, a pesar de que no tenía muchas esperanzas en que fuera a ocurrir lo que este esperaba.
—¿Dónde me voy a quedar esta semana? —preguntó Morgja, haciendo entender a César que iba a aceptar ser su maestro. La pregunta del chico hizo que César se quedara sin palabras durante un instante, el guardia no tenía previsto que Morgja fuera a aceptar su propuesta y no había pensado en eso.
—Esto…En la posada de Elfle, yo te pagaré la estancia de la semana.
—¿Cómo que en la posada? Gran parte de Maran me odia y me tiene miedo, literalmente me han dicho que me vaya del pueblo ¿Cómo esperas que me dejen quedarme en la posada? —preguntó Morgja, perdiendo la compostura por culpa de la falta de planificación de César.
—Elfle no te odia —aseguró, a pesar de que sabía perfectamente que ella había votado para no contratarlo como guardia—. Seguro que no le importa que te quedes una semana más en su posada, sobre todo si tenemos en cuenta que no será gratis.
—¿Por qué me sigo dejando convencer por vosotros? —exclamó el chico, antes de empezar a caminar de vuelta a la plaza del pueblo.
Los dos chicos llegaron enseguida a la plaza del pueblo, todos los habitantes de Maran habían regresado a sus respectivas casas, o por lo menos ya no estaban en ese lugar, el único rastro que quedaba de las peleas era la sangre que habían perdido tanto Taley como Bright. Morgja se quedó un rato quieto mirando el charco de sangre que su rival había dejado en el suelo, deteniéndose a pensar en que, aunque su idea de matar a Bright para que dejara de haber problemas en el pueblo era la mejor, tal vez no era la correcta. César no se percató de la pausa de su acompañante y continuó caminando hacia la posada, obligando a Morgja a reanudar el camino para evitar la posibilidad de toparse con alguno de sus opositores sin la compañía de, probablemente, el único que lo apoyaba y quería que se quedara en Maran.
Al llegar a la posada de Elfle, el primero en entrar al edificio fue César; en ese momento, la dueña de la posada era la que estaba en el mostrador para recibir a los huéspedes, de nuevo, leyendo un libro, aunque no se trataba del mismo que la había visto leer Morgja. La chica saludó con una gran sonrisa a César, hasta que vio que se trataba del guardia entonces le preguntó bruscamente qué quería. Morgja entró a continuación, haciendo que la chica pegara un pequeño grito, que fue ocultado por todo el alboroto que había en la taberna en ese momento.
—¿Qué hace él aquí? Lo han echado del pueblo —preguntó la chica, señalando a Morgja de forma hostil y descarada.
—Lo he convencido para que sea mi maestro, así que quería que…
—Ni hablar —contestó Elfle sin escuchar lo que le iba a pedir el guardia.
—Pero no has escuchado lo que te iba a pedir —indicó el chico, asumiendo que Elfle no había sido capaz de deducir lo que le iba a pedir.
—"Quería que viviera aquí mientras tanto" mi respuesta es no, no quiero que se hospede en mi posada una persona como él, seguramente incluso ha matado gente —expuso la chica, tras demostrar que sabía perfectamente lo que César le iba a pedir.
—Así que "Elfle no te odia" ¿Eh? —preguntó retóricamente Morgja mientras avanzaba hasta el mostrador—. Entiendo que no quieras tenerme en tu posada, no voy a mentir, sí he matado gente en el pasado, pero…
—Pero ¿Qué? —preguntaron tanto César como Elfle al ver que Morgja se había callado de repente sin terminar lo que tenía que decir.
—Me he quedado en blanco, iba a decir que he cambiado, pero hace menos de una hora que he intentado matar a alguien, así que se daría cuenta de que estoy mintiendo —contestó el chico, pensando seriamente qué decir para cumplir con el capricho de César—. ¿Y si mientras me hospedo aquí me convierto en tu muñeco de prácticas? Estoy seguro de que quieres mejorar en la cocina, o al menos que tu comida no sea letal para sus consumidores.
—¿Te comerás cualquier cosa que haga? Morgja déjalo, no sobrevivirás una semana en esas condiciones, busquemos otra solución —pidió César, menospreciando la comida de Elfle, y provocando que la chica se enfadara tanto que le lanzó el libro a la cara.
—De acuerdo, pero, no esperes quedarte aquí solo con eso, también quiero que me pagues el precio del hospedaje con comida incluida —negoció la chica, asegurándose de que Morgja no se quedara en la posada de forma casi gratuita.
Morgja aceptó la propuesta de Elfle, y se fue a la habitación que había abandonado previamente para dormir, siendo seguido por César, y al mismo tiempo interrumpido.
—¿No tienes que vigilar la entrada? —preguntó Morgja, buscando echar sutilmente a César para poder dormir tranquilo.
—Debería, pero seamos honestos, aunque aviste un peligro no voy a poder enfrentarlo, mientras Taley esté inconsciente tengo las manos atadas —contestó el guardia, demostrando una falta de profesionalidad terrible.
—Lo primero es que se supone que tienes que avisar a los habitantes de un peligro para que puedan escapar o prepararse para enfrentarlo, lo de acabar con él es algo secundario aunque preferible, lo segundo es que si de verdad ves un peligro, toques la campana y yo acudiré para ayudarte, por último ¿Estás seguro de que Taley está inconsciente ahora mismo? Tenéis magia y esas tonterías, seguramente Elfle o Reginrah la han curado y está buscándote enfadada por abandonar tu puesto de trabajo.
En cuanto Morgja mencionó la parte de la magia, un escalofrío recorrió la espalda de César y el chico salió corriendo de la habitación, esperando que el hijo del mercader se equivocara.