Shanex se encontraba rodeado por completo de oscuridad, cuando el héroe trató de moverse hacia delante descubrió que estaba sostenido en el aire por algo invisible, enseguida, comenzó a divisar una luz justo delante de él y una fuerza misteriosa lo arrastró de inmediato hacia ella. La luz cegó al chico por completo y cuando pudo recuperar la visión tenía delante de él una escena familiar, aunque en ese momento la estaba viendo desde otra perspectiva.
Él tenía tres años y estaba junto a Leanorah y unos cuantos niños más hablando y divirtiéndose, en un instante llegó Morgja con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Chicos!¡Chicos! —gritaba el niño, mientras se acercaba corriendo hasta sus amigos, Morgja se detuvo justo delante de todos y llamó su atención enseguida.
—¿Qué pasa? —preguntó Shanex, curioso por el motivo por el que su amigo había ido corriendo hasta ellos con tanta alegría.
—¡He inventado un hechizo! —presumió el hijo de mercader.
Inmediatamente todos los niños comenzaron a rodearlo fascinados por lo que acababa de decir Morgja, ninguno de ellos había siquiera empezado a estudiar magia, así que estaban impresionados de que alguien de su edad hubiera logrado lo que muchos magos soñaban con hacer algún día. Los niños estaban matando a Morgja a base de preguntas y el hijo del mercader no sabía a cuál de ellas contestar primero.
—Seguro que se lo está inventando —exclamó Shanex celoso por la atención que habían empezado a mostrar los otros niños hacia Morgja, rompiendo el bucle de preguntas en el que se había visto sumido Morgja.
—No me lo estoy inventando —insistió Morgja enfadado por las acusaciones infundadas de su amigo.
Shanex le pidió al hijo del mercader que hiciera el hechizo para demostrar que no se lo había inventado para llamar la atención del resto de niños; todos los niños formaron un círculo alrededor de Morgja y este colocó la mano hacia delante.
—Fuerzas de la naturaleza, yo os invoco para que me asistáis en mi tarea, demostrad a mis rivales el poder y no mostréis clemencia, oh viento furioso e incesante, ven a mí, sopla con fuerza y permite que me abra paso hacia mi destino ¡Impulso! —gritó el niño, no obstante, no ocurrió nada, ni siquiera había aparecido delante de él un círculo mágico que indicara que estaba a punto de canalizar un hechizo—. ¿Por qué no ha funcionado? —pensó en alto, sorprendido porque no hubiera ocurrido nada.
Al ver que Morgja había fracasado a la hora de mostrarles el hechizo que había creado, Shanex comenzó a reírse, lo que provocó que todos los niños hicieran lo mismo.
—Sabía que te lo habías inventado —aseguró Shanex, dando un par de pasos hacia delante para ponerse en frente de Morgja—. Además, ¿Qué es ese nombre tan ridículo?¿Impulso? Los hechizos tienen nombres chulos como "Frostfire Flash".
—"Impulso" no es ridículo, es un buen nombre —dijo Morgja, enfadado—. Retíralo.
—No pienso retirarlo, fijo que los demás piensan lo mismo ¿O no?
Nadie dijo nada al respecto, dándole la razón al héroe, al ver que no solo nadie lo defendía, sino que todos estaban riéndose de él, e incitados por Shanex, habían comenzado a burlarse del nombre de su hechizo, Morgja comenzó a llorar, lo que provocó aún más risas y que empezaran a llamarlo llorón y otras cosas similares.
—¡Los nombres de los otros hechizos son los que de verdad son ridículos! —gritó antes de salir corriendo para dejar de escuchar las burlas de sus amigos.
Todo desapareció y lo único que quedaba del recuerdo del héroe era el llanto de Morgja tapado por completo por las risas de los demás niños, Shanex comenzó a mirar a su alrededor sin verse influenciado de ninguna forma por la visión de su pasado, no había ninguna luz más, tras unos segundos todo volvió de nuevo al silencio y entonces despertó.
Se encontraba en un cuarto blanco con muy poco mobiliario, él estaba tumbado en una cama, cuando se recostó pudo observar que era la habitación de un hospital y su torso estaba vendado; había recibido un hechizo de curación, pero no había sido suficiente para sanar por completo las heridas que le había provocado el ataque del Jeval.
Shanex trató de levantarse, no obstante, en cuanto apoyó el pie sobre el suelo comenzó a sentir un gran dolor en la pierna e inmediatamente se cayó al suelo.
—Tienes que descansar, el hechizo que te dio casi te mata —dijo una mujer, antes de que Shanex comenzara a escuchar los pasos de alguien con tacones caminando hacia él.
Shanex alzó la vista, se encontraba ante los pies de una chica un par de años más joven que él vestida con una camisa blanca, una chaqueta y una falda negras. La chica de ojos púrpuras llevaba su pelo rojo sujeto en una coleta y miraba con tranquilidad al héroe mientras esperaba a que este se levantara por su cuenta.
De nuevo, Shanex intentó ponerse en pie, a pesar de que la pierna le dolía y la caída había provocado que lo hiciera también el resto del cuerpo, el chico pudo conseguirlo el suficiente tiempo para sentarse al borde de la cama. Desde su nueva posición, el héroe pudo ver que la chica con la que estaba hablando era de baja estatura y probablemente le llegaría hasta el pecho si se ponía de pie.
—¿Quién eres? —preguntó el héroe, fingiendo que el cuerpo no le estaba doliendo como si lo acabara de embestir algo de gran tamaño.
—Me llamo Arfast, la heroína y yo os salvamos la vida a tus amigos y a ti —contestó la chica, instantáneamente el corazón de Shanex dio un vuelco y de repente todo el dolor que había sentido hasta ese momento había desaparecido.
—¿Cómo que tú y la heroína? —preguntó el héroe confuso. Arfast se tomó la pregunta del chico como una reacción natural al ser salvado por alguien tan importante por lo que no contestó nada y empezó a esperar a que Shanex se calmara—. ¿Dónde está esa heroína? —preguntó a continuación, la chica dibujó una pequeña sonrisa en su rostro y señaló hacia la puerta sin dar más instrucciones del paradero de la heroína.
Por tercera vez Shanex se intentó poner en pie, no obstante, en ese instante estaba demasiado enfadado como para pensar en el dolor que sentía y fue directo a la puerta.
La puerta conducía a un pasillo largo y angosto que poseía muy pocas puertas, el chico no sabía muy bien si tenía que seguir el pasillo o entrar a una habitación, pero, casi por intuición decidió entrar a la habitación que estaba junto enfrente de la suya.
En el momento en el que abrió la puerta, una fuerte brisa lo golpeó provocando que se pusiera de rodillas, el héroe, desconociendo qué era lo que había provocado esa reacción en él alzó la vista. Delante de él había una mujer sentada en un sofá, tenía las piernas cruzadas y ambos brazos apoyados sobre el respaldo mientras miraba al techo; la mujer se quedó un rato mirando fijamente al techo y a continuación agarró una espada oriental que tenía justo al lado miró hacia el frente para ponerse en pie usando el arma como bastón. La mujer vestía una camisa roja abierta hasta el final de sus abdominales, los cuales tenía entrenados y definidos y unos pantalones de traje negros; cubriendo sus ojos llevaba puestas unas gafas con el cristal tintado de negro y tapando sus manos unos guantes de cuero del mismo color. La heroína se sacó las gafas y miró con sus ojos carmesí al héroe.
—¿Quién eres? —preguntó Shanex, viéndose abrumado por la poderosa aura que emitía la presunta heroína que tenía delante de él.
—Ya te lo he dicho, es la heroína —contestó Arfast, entrando por la puerta para colocarse al lado de la mujer, y mostrando a Shanex que era más alta que él.
—No puede ser la heroína, yo soy el héroe —comentó el chico, golpeando el suelo como resultado de un berrinche por la impotencia que le hacía sentir esa mujer. La aseveración del héroe provocó que Arfast comenzara a reírse de él, cosa que no provocó la misma reacción en el chico.
—¿Dices que eres el héroe y casi te mata el Jeval? —exclamó la chica, clavando una estaca metafórica en el corazón de Shanex, la cuál le dolió igual que una de verdad—. En fin, supongamos que de verdad eres el héroe ¿Dónde has estado hasta ahora? Hemos salvado a mucha gente y no te hemos visto por ningún lado.
—Yo…Inicié el camino del héroe hace menos de dos semanas —justificó el chico, de nuevo, provocando la risa de Arfast.
—¿Y dices que eres el héroe? Keja lleva más de medio año salvando a la gente, ya se ha enfrentado al Jeval cinco veces y ha ganado en todas ellas.
—Si de verdad es tan buena, ¿Cómo es que el Jeval sigue vivo? —preguntó Shanex, aferrándose a lo que pudo para no perder de forma tan abrumadora contra los logros de la heroína apócrifa.
—Eso es porque…
Arfast apartó la vista avergonzada por el motivo por el que las cinco veces que Keja se había enfrentado al Jeval este había conseguido salir del combate con vida, tras unos segundos se sonrojó y miró con el ceño fruncido a Shanex.
—Es porque priorizó salvarme antes que darle el golpe de gracia ¿Vale? —explicó, dando a entender al héroe que la culpa de que el Jeval continuara con vida había sido por culpa de Arfast y sus carencias como compañera de la heroína.
—Y-Ya veo —exclamó el héroe, poniéndose en pie como si le fuera la vida en ello. Nada más levantarse el chico estaba a punto de ceder, no sabía como la heroína era capaz de ejercer esa fuerza sobre él únicamente con su presencia, pero, el hecho de que Arfast pudiera estar justo a su lado con tanta facilidad demostraba que incluso ella, que era el lastre de la heroína apócrifa era muy superior a él—. ¿Dónde están mis amigos? —preguntó con voz apagada, buscando salir de esa situación tan incómoda en la que se encontraba.
—Están en las habitaciones 304 y 308 —contestó Arfast, volviendo a la expresión con la que se encontró a Shanex.
El héroe abandonó la habitación como si su cuerpo estuviera siendo atraído por la tierra y cada paso le supusiera un enorme esfuerzo darlo; en el momento en el que la puerta de la habitación en la que se encontraban Arfast y Keja se cerró, la chica suspiró con fuerza y cayó sobre sus rodillas.
—Menos mal, no aguantaba más —exclamó la chica—. ¿Y bien?¿Crees que es el famoso héroe falso del que nos han hablado?
Keja lo negó con su cabeza y acercó la mano a Arfast para ayudarla a ponerse en pie. En cuanto ayudó a su compañera, la heroína apócrifa volvió a sentarse en el sofá, dejando su arma a su derecha.
—¿Seguro? Se ha autoproclamado héroe.
De nuevo, Keja negó con la cabeza lo que su compañera decía, dejándola sin palabras o argumentos.