Chereads / El Protector De Maran / Chapter 10 - Capítulo 9:

Chapter 10 - Capítulo 9:

Mientras tanto, en Maran, Morgja todavía estaba durmiendo a pesar de ser ya las cuatro de la tarde, sin embargo, no llegó a pasar un minuto cuando el chico se despertó, alguien había entrado en su habitación de forma mucho más brusca a la que había utilizado César el día anterior.

—Despierta, tenemos cosas que hacer.

Morgja enseguida reconoció la voz de la guardia del pueblo, así que levantó su torso y se recostó sobre el cabecero de la cama para mirar a Taley; la mujer, en ese momento con su pelo azabache suelto, no llevaba su armadura puesta, en su lugar vestía una camiseta de manga corta azul, unos pantalones negros y unas botas del mismo color, y llevaba a su espalda la espada con la que había matado a Libar el día anterior.

—¿Qué es lo que se supone que tenemos que hacer? —preguntó el chico, entonando con mayor fuerza el "tenemos" para que la guardia se diera cuenta de que él no tenía ninguna obligación de hacer nada que no quisiera hacer.

—César me ha explicado con más calma todo eso de que vas a ser el nuevo guardia del pueblo, no me gusta la idea, y no creo que solo porque Maber intente convencer a todos de que te contraten vayan a hacerlo, pero, sigue existiendo la posibilidad de que pase —explicó la mujer, para poner en situación al chico antes de decirle lo que tenían que hacer—. Así que por eso, voy a llevarte por el pueblo para que conozcas a sus habitantes, es bueno que un guardia conozca a la gente que protege, si no quieres no voy a obligarte, pero podría serte útil, al fin y al cabo, mañana habrá una votación cuanta más gente conozcas más posibilidades habrá de que te contraten —comentó a continuación, apoyándose sobre la pared para esperar a que el chico le diera una contestación sobre lo que iba a hacer.

Morgja se puso en pie inmediatamente sin decir nada y comenzó a caminar detrás de la guardia, ambos se dirigieron enseguida a la entrada de la posada; Elfle estaba en la recepción esperando a ver si en algún momento entraba algún cliente, cuando la chica vio a Morgja estuvo a punto de hablarle, sin embargo, recordó lo que había pasado el día anterior, lo que provocó que se quedara callada por culpa del pensamiento de que el chico seguiría enfadado con ella por haberlo curado y no querría que le hablara.

—¿César te ha presentado a alguien ya? —preguntó la mujer para no presentarle a la misma persona dos veces.

—Solo a Jachell —contestó el chico.

—Cómo no, ni para presentar gente es capaz de hacer un trabajo decente —pensó la guardia en alto por lo inútil que había sido su compañero, una vez más—. Vamos, hay muchos sitios a los que ir.

Taley y Morgja comenzaron a caminar hacia la plaza del pueblo; girando hacia la herrería cuando llegó el momento, a lo lejos podía escucharse el sonido de un martillo golpeando un trozo de metal de forma constante a un ritmo medianamente rápido; la guardia se detuvo delante del edificio y a continuación, Morgja hizo lo mismo.

—Ahora vas a conocer a Sagar, así que vigila lo que haces, se pone nervioso con los desconocidos y se asusta con facilidad —explicó la mujer, antes de abrir la puerta hacia la herrería.

Taley entró en la herrería como si se tratara de su propio hogar, la entrada era exactamente igual a una tienda normal y corriente, los productos estaban en estanterías y escaparates y al fondo había un mostrador y una puerta, de la cual provenía el ruido que llevaban escuchando desde el momento en el que se aproximaron a ese lugar. La guardia fue directa hacia la puerta mientras Morgja miraba detenidamente todas las cosas que el herrero había fabricado y tenía a la venta, el chico no sabía muy bien cómo serían a la hora de utilizarlas, pero a simple vista le parecían obras de una calidad similar a las que había en las herrerías de Lakkonia; cosa que no era habitual verse en un pueblo, a menos que este se considerara un pueblo de tradición herrera.

—Deja eso por el momento —susurró Taley, intentando que Morgja dejara de mirar las armas y herramientas y fuera hasta donde estaba para poder presentarle a Sagar.

—¿Por qué susurras? —preguntó el chico, bajando la voz tanto como había hecho la guardia por la posibilidad de que algo malo fuera a pasar si levantaba demasiado la voz.

—Ya te he dicho que Sagar se asusta con facilidad.

—¿Y susurrar para que no nos escuche y aparecer de repente no será peor? —preguntó el chico, al ver que había ciertas fallas en la lógica que estaba siguiendo la guardia.

—No, bueno, en teoría sí, pero es como un animal salvaje, si alzas mucho la voz cerca de él se asustará igualmente y escapará, no creo que escape, pero sí que lo asustarás, además, no vamos a aparecer de repente, primero llamaremos a la puerta para que sepa que estamos aquí —comentó la mujer, antes de llamar a la puerta y que un fuerte grito se escuchara al otro lado, señal de que a pesar de todo lo que había hecho la guardia para no asustar al herrero todo había sido en vano y se había llevado al menos un pequeño susto, haciendo que Taley se llevara las manos a la cabeza por culpa de lo estúpida que acababa de parecer.

El constante martilleo cesó justo después del grito de Sagar, y en un instante, la puerta hacia la herrería se abrió, dejando ver a Morgja la apariencia del herrero; a pesar de su oficio, el herrero era un chico delgado, de complexión débil y joven, probablemente uno o dos años mayor que él; su pelo, a pesar de su edad, era de color blanco, sus ojos dorados tenían grandes ojeras debajo de ellos y en ese momento vestía una camiseta blanca llena de suciedad debajo de un delantal castaño con varios bolsillos, unos pantalones verdes y unos zapatos castaños y llevaba puesto un par de guantes negros.

—Ta-Taley ¿Qué haces aquí? —preguntó el chico, tartamudeando por culpa del miedo que parecía tenerle a la mujer con la que estaba hablando.

—He venido a presentarte a Morgja, ha venido buscando ser guardia en Maran y mañana se decidirá si lo contratan o no —explicó Taley, señalando a Morgja, haciendo que Sagar mirara hacia el chico.

—En-Encantado...Soy...Soy Sagar —dijo el chico, todavía más aterrorizado a la hora de hablar con Morgja—. N-No sé como saldrá todo, p-pero, si necesitas a-a-algo, no dudes en...Ha-Ha…¡No puedo! —gritó el chico, antes de cerrar la puerta de golpe.

—Supongo que ha sido demasiado para él, en fin, vamos al siguiente sitio, todavía falta mucha gente a la que conocer —exclamó la guardia, actuando como si lo que había ocurrido con Sagar fuera lo más normal del mundo, antes de comenzar a caminar hacia la salida de la herrería.

Morgja se quedó un rato mirando hacia la puerta que había cerrado el herrero de golpe, al principio estaba preocupado por el estado de este, pero, se calmó en cuanto escuchó que Sagar había comenzado a trabajar de nuevo, golpeando con mayor rapidez y fuerza lo que estaba forjando. Morgja salió de la herrería poco después, Taley ya estaba caminando hacia su próximo destino, obligando al chico a acelerar su paso para llegar hasta ella lo antes posible. La guardia estaba caminando de nuevo hacia la plaza pasando por completo de llevar a Morgja hacia las otras dos tiendas que había en esa zona de Maran o al hospital.

—¿No nos estamos olvidando de visitar lugares? —preguntó el chico, buscando descubrir si Taley lo estaba haciendo a posta o simplemente lo había pasado por alto por algún otro motivo.

—Las otras dos tiendas son la tienda del granjero y la tienda del ranchero, son unas personas muy molestas, todos en ambas familias lo son, así que si quieres conocerlos tendrás que esperar a que César termine su turno y conocerlos con él, o ir a conocerlos tú mismo, porque yo no tengo ganas de acercarme a esos sitios —contestó la mujer, explicando por qué se había saltado dos tiendas—. En cuanto al hospital, los médicos de Maran son, bueno, también son molestos, en su caso porque Elfle está en el pueblo, desde que se convirtió en maga todo el mundo recurre a ella para que cure sus heridas y esa clase de cosas, solo dependen de ellos cuando se enferman, cosa que no suele pasar con frecuencia, el único motivo por el que todavía no se han ido a la bancarrota es porque van a ejercer la medicina a domicilio a ciudades cercanas, y se encargan del resto de problemas que la magia no puede solucionar, en este caso, son molestos porque presionan mucho a quien entra en el hospital, están desesperados por ejercer la medicina en Maran y se obsesionan demasiado con ello, hasta el punto en el que es incómodo estar cerca de ellos en el hospital —comentó la mujer a continuación, haciendo pensar a Morgja, que en efecto, esos doctores parecían ser molestos, incluso más que su médico particular en Lakkonia.

Mientras hablaban, dos personas que venían de la zona del pueblo que Morgja todavía no había visitado llegaron hasta la plaza y seguían caminando en dirección a ellos, uno de ellos era un hombre muy alto, de complexión fuerte, el hombre tenía el pelo corto y una gran barba de un tono similar al de Taley y sus ojos eran de color verde; vestía la ropa que el padre de Morgja solía llevar puesta, pero claramente era mucho más barata, si no lo hubiera conocido previamente, el chico hubiera asumido que él se trataba del herrero del pueblo. Al lado de ese hombre, caminaba un chico de alrededor de un metro sesenta de alto, el chico con una complexión bastante femenina tanto en el rostro como en el cuerpo en general, aparentaba tener la misma edad que Elfle; su pelo estaba rapado por completo y si no fuera por sus cejas de color negro no se podría saber cuál era el color de su cabello, sus ojos eran del mismo color a los del hombre. El chico vestía una chaqueta negra de manga corta encima de una camiseta roja, sus pantalones de color verde oliva eran también cortos y dejaban expuestas sus piernas carentes de pelo y en lugar de zapatos llevaba sandalias blancas.

—Esos son Reginrah y su padre Reginleo —dijo Taley, en cuanto vio a los dos acercándose a ellos.

Morgja se había imaginado que Reginleo sería un hombre bajo y gordo, como la mayoría de mercaderes con los que sus padres habían negociado, así que ver que el hombre era totalmente lo contrario a lo que se había imaginado, le provocó una unión entre nervios, por lo imponente que se veía el hombre, y emoción, por el hecho de que era el mismo hombre que se había negado a continuar haciendo negocios con su padre.

Al ver a Taley, Reginleo y su hijo se detuvieron delante de ella y comenzaron a mirar fijamente a Morgja, el chico con interés, y, aparentemente, algo emocionado mientras que su padre lo miraba con odio, como si supiera quién era y de dónde venía.

—¿Quién es este chico? —preguntó Reginleo con una voz grave y profunda, que encajaba a la perfección con el aspecto del hombre.

—Es Morgja, mañana se decidirá si se convertirá en el nuevo guardia de Maran o no, así que le estoy presentando a la gente del pueblo por si acaso —contestó Taley, sin inmutarse por la presencia del hombre.

—Pensaba que se había dicho que no íbamos a contratar a nadie más —pensó en alto el hombre, manteniendo la misma expresión con la que había estado mirando al chico todo el rato—. Bueno, suerte con eso, yo voy a ver si alguien ha pedido algo especial en la tienda —comentó, antes de comenzar a caminar en dirección a su tienda.

—Soy Reginrah, es un placer —dijo el chico, con voz aguda y dulce que contrastaba mucho con la de su padre, para a continuación irse detrás de su padre.

—Bueno, sigamos, aún faltan unas cuantas personas —mencionó Taley, yendo directa al ayuntamiento, con la intención de presentarle el alcalde a Morgja.

El chico asintió, aunque Taley no lo vio, y fue detrás de ella. En cuanto entraron en el ayuntamiento, Maber los recibió con una sonrisa, como solía hacer con todo el mundo que iba a ese lugar.

—Hola Maber ¿Está el alcalde? —preguntó Taley, mientras intentaba divisar por el lugar al hombre al que estaba buscando.

—Sí, está en su despacho ¿Quieres quejarte de César de nuevo? —preguntó la mujer, esperando que los motivos por los que la mujer quería verlo fueran otros.

—Ayer casi nos esclavizan a todos, así que podría, pero, solo quiero presentarle a Morgja —contestó la mujer, tratando el asunto de los sátiros como si fuera algo sin importancia.

—Bueno, ahora mismo no está ocupado así que puedes…¡Espera!¿¡Qué has dicho!? —preguntó la mujer, dándose cuenta a medida que hablaba de lo que había dicho la guardia.

—Ayer, cuando hice sonar la campana, fue porque una quincena de sátiros nos atacaban buscando divertirse con las mujeres y hacer trabajar a los hombres por ellos, liquidé a diez, cuando atraparon a César y me amenazaron con matarlo si no me rendía, si no fuera por Morgja lo más probable sería que hubieran conseguido lo que se proponían, aunque la verdad es que siempre está la posibilidad de que la gente de Maran pudiera repeler el ataque, al fin y al cabo Reginrah y Elfle pueden usar magia, y Reginleo está acostumbrado a lidiar con bandidos —explicó la mujer, dándole el mérito de su salvación al chico y evitando hablar sobre el momento en el que parecía que iba a traicionarlos y matarlos para conseguir el puesto de guardia.

—¿En serio? Muchas gracias Morgja —exclamó la mujer, algo más feliz de lo normal—. Me siento mal por no premiarte por lo que has hecho ¡Ya sé! Cuando tengas tiempo libre ven a mi casa, te lo compensaré como es debido —mencionó, mirando a Morgja de una forma distinta a la que había estado usando hasta ese momento.

—No hace falta, de verdad, ya es suficiente con lo que has hecho por mí —contestó el chico, manteniendo la sonrisa, a pesar de que lo que había dicho la mujer le había provocado un escalofrío por todo el cuerpo.

—Pero…

—No, enserio, solo he hecho lo que cualquiera en mi lugar haría —interrumpió el chico, procurando que la mujer dejara de insistir en premiarlo.

El chico hizo una señal a Taley para que lo llevara hacia el despacho del alcalde lo más rápido posible, y ambos desaparecieron enseguida de la vista de la recepcionista.

—Supongo que le daré la tarta a César —pensó la mujer en alto, intentando discernir por qué Morgja se negaba de una forma tan exagerada a ir a comer tarta a su casa.