El cadáver de Libar yacía en el suelo junto a su cabeza, la cual se había quedado con una expresión de sorpresa en el rostro. Taley se dio la vuelta y se puso delante de Morgja sin enfundar su espada, la mujer todavía tenía el ceño fruncido y miraba al chico de la misma forma que había hecho con anterioridad con los sátiros; Morgja no se había dado cuenta de esto y se estaba intentando levantar para hablar con la guardia.
—Gracias, casi…
—Quédate ahí —tumbando al chico y colocando su pie en el pecho de este mientras lo apuntaba con su espada—. Solo te he salvado porque gracias a la daga que le lanzaste a César pude desatarme, ahora dime ¿Lo hiciste a propósito o por el contrario dijiste la verdad cuando dijiste que fallaste?
—¿Si digo que sí simplemente te lo creerás? Lo siento, pero no —contestó el chico, recuperando la sonrisa que había perdido hacía un rato.
Taley apartó el pie y enfundó su espada para levantar a Morgja por el cuello de su camiseta, separándolo del suelo, a pesar de que la mujer seguía mirándolo con ira y parecía que la había enfadado lo suficiente como para querer matarlo a puñetazos, el chico se mantenía tranquilo mientras seguía sonriendo.
—¿¡A qué estás jugando!? —gritó la mujer, antes de lanzar al chico por los aires, consiguiendo que aterrizara a varios metros de distancia cerca de César—. ¡Efectúas un ataque sorpresa con éxito pero en lugar de continuar decides salir de tu escondite arriesgarte a combate cuerpo a cuerpo contra dos sátiros que te superaban en tamaño y tenían armas de mayor alcance que la tuya! —gritó la mujer, acercándose lentamente hasta el chico—. ¿¡Qué intentabas con eso!?
—¿No crees que te estás pasando con él? —preguntó César, intentando que su compañera dejara su actitud agresiva hacia Morgja.
—No, hace un rato confesó que su intención era matarnos, así que no descarto que fuera verdad, pero no me encaja, si hubiera querido matarnos primero se desharía de los sátiros disparando desde la oscuridad y después nos mataría y diría que fueron ellos —explicó Taley, calmándose un poco—. ¿Cómo puedes tú estar tan calmado? Te clavó una daga en la pierna y aseguró que había fallado.
—Lo sé, pero no sé, simplemente no me creo que Morgja tuviera malas intenciones, seguro que si lo dejas explicarse en lugar de apalearlo podremos aclarar algo —contestó César—. Por cierto ¿Podrías desatarme antes? —añadió a continuación, esperando que su compañera lo liberara de sus ataduras.
—De acuerdo, vamos, habla —indicó la mujer, mirando a Morgja esperando una respuesta.
—No maté a los sátiros disparándoles desde lejos porque el que tenía el escudo me tapaba la vista del jefe y temía fallar el tiro, y si hubiera disparado al que tenía el escudo el jefe hubiera matado a César; mi plan era convencerlos de que os preferiría muertos para que se centraran en mí y se alejaran de vosotros y, a continuación, matarlos cuerpo a cuerpo, no esperaba ni el ataque sorpresa ni que utilizaras la daga para desatarte —explicó Morgja, manteniéndose sentado en el suelo para no enfadar a la mujer y lo interpretara con que tenía la intención de atacarla.
Taley se quedó mirando a Morgja sin decir nada, la mujer había dejado de mirarlo con agresividad y parecía que se había creído lo que el chico había dicho, confirmándolo en cuanto enfundó la espada y se giró para mirar a César.
—Vamos Taley, suéltame —insistió César, mientras la mujer lo miraba con una sonrisa sin mover un solo dedo para ayudarlo.
—Te ayudaré, en un rato, antes, recuérdame una cosa que has dicho ¿Eres un iluso si crees que Morgja es tan tonto como para caer en eso? —preguntó la mujer, de una forma aparentemente inocente pero que en realidad encerraba cierto rencor y hostilidad hacia César; el guardia lo notó enseguida y se asustó inmediatamente.
—Bu-bueno, verás, me refería a que...Esto, solo quería…¡Lo siento! —gritó el guardia asustándose por completo.
—¿Por qué se disculpa? —preguntó Morgja al no entender lo que estaba ocurriendo entre los dos guardias.
—Verás, toqué la campana de alarma porque eran muchos sátiros, fue antes de darme cuenta de que eran unos inútiles y unos debiluchos, cuando ya había matado unos cuantos César llegó para ayudar, y perdió enseguida, fue capturado y me amenazaron con que lo matarían si no me rendía, cuando dijo que no eras tan tonto como para caer ante el chantaje me llamó idiota indirectamente —contestó la mujer, poniéndose en pie y caminando hacia la atalaya—. Ni se te ocurra soltarlo, quiero que recapacite sobre lo que ha hecho, y cuidado con lo que haces en el pueblo, si intentas algo me enteraré y tu final no será muy bonito —amenazó la mujer, antes de comenzar a subir las escaleras para llegar a su puesto de vigilancia.
—Morgia, no me vas a dejar aquí ¿Verdad? —preguntó César, recibiendo un "Lo siento" por parte del chico—. ¡Traidor! —gritó el guardia, sin embargo, Taley había comenzado a tocar la campana para avisar a todos de que la emergencia había terminado.
Morgja comenzó a caminar de vuelta a la posada, a pesar de la herida que tenía en el cuerpo, empeorada por culpa de la agresión por parte de Taley, el chico caminaba sin ninguna dificultad ni mostraba verse afectado en lo más mínimo a pesar de que estaba sangrando una gran cantidad sin parar. El chico llegó a la posada a las once menos cuarto, y víctima del hambre fue directo a la taberna, en ese momento el local estaba vacío con excepción de Elfle, quien estaba detrás de la barra limpiando un par de jarras en el fregadero; Morgja se sentó en la barra y esperó sin decir nada a que la chica terminara con su tarea.
—He venido a comer —dijo el chico en el momento en el que Elfle terminó, haciendo que se sobresaltara y casi tirara una de las jarras al suelo por culpa del susto.
—Has llegado tarde, el cocinero ya se ha ido —contestó la chica, dándose la vuelta y mirando a Morgja con tristeza—. ¿Qui-quieres que cocine para ti? —preguntó, dudando de si de verdad era una buena idea que lo hiciera y confiando en que César le hubiera dicho lo que había pasado con su anterior comensal.
—Claro, cualquier cosa me sirve la verdad, no te esfuerces mucho —contestó el chico, manteniendo su sonrisa habitual antes de apoyar la cabeza sobre la barra para descansar de todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo, mientras esperaba a que la chica terminara de preparar su cena.
—Espera ¿Has dicho sí?¿César no te ha explicado lo que pasó con la última persona que comió mi comida? —preguntó la chica, intentando asegurarse para no provocar un accidente de nuevo.
—Algo mencionó —contestó el chico, insinuando que le daba igual lo que hubiera ocurrido en el pasado y se arriesgaría a comer lo que le preparara; en ese momento, la chica comenzó a sonrojarse mientras sonreía de forma muy exagerada, cosa que Morgja no pudo ver por culpa de la posición en la que se encontraba.
Elfle fue corriendo a la cocina para preparar la comida a su cliente. Cuando terminó colocó todo lo que había preparado delante de Morgja, el chico levantó la cabeza de la barra y divisó lo que sería su comida, un plato que tenía un filete, lechuga, ajos y tomate, todo cubierto por una salsa blanca con manchas verdes; aparentemente era comestible, así que sin dudarlo el chico cogió el cuchillo y el tenedor y cortó un trozo del filete, mientras lo acercaba a su boca Elfle lo miraba fijamente esperando saber si lo había hecho bien, o si por el contrario tendría que llamar a alguien para que la ayudaran a llevar a Morgja al hospital. El chico metió el trozo de carne en su boca y comenzó a masticarlo, mientras lo saboreaba miraba a su alrededor extrañado porque no fuera tan horrible como se lo había imaginado; Morgja tragó la comida que tenía en la boca y continuó su degustación, esta vez con la lechuga y el tomate juntos.
—¿Está bueno? —preguntó la chica, sorprendida de que Morgja no pusiera ninguna pega en la cocina, y alegrándose de por fin haber conseguido elaborar algo comestible—. ¿Me dejas probar un bocado.
Morgja cortó un trozo de filete y lo pinchó con su tenedor para acercárselo a la chica, en el momento en el que Elfle se metió la comida en la boca un sentimiento de repulsión seguida de una arcada floreció en ella provocando que escupiera todo rápidamente sin ni siquiera masticarlo.
—¿Cómo puedes comerte eso? —preguntó la chica, comenzando a intentar quitarle el plato a Morgja para que dejara de, según su punto de vista, forzarse a comer algo asqueroso para no herir sus sentimientos.
—A mí me gusta —contestó el chico, resistiéndose a que la chica le quitara el plato, al mismo tiempo que aprovechaba para meter trozos de comida en la boca.
Al escuchar lo que el chico le acababa de decir, Elfle dejó de intentar quitarle el plato y volvió a sonrojarse mientras sonreía de forma exagerada, por lo que ella consideraba un cumplido hacia su comida, a pesar de que ella misma sabía que lo que el chico estaba comiendo no estaba a la altura ni para dárselo a los animales.
Morgja terminó de comer sin decir nada más y a continuación se puso en pie, mostrando a Elfle su herida, y haciendo que la chica fuera corriendo hacia él.
—¿¡Estás bien!? —preguntó preocupada por la cantidad de sangre que todavía estaba saliendo de la herida del chico.
—Sí, no te preocupes, solo es una herida superficial —contestó el chico, quitándole importancia al asunto para intentar irse a dormir.
—Esta herida es de todo menos superficial, quédate quieto, no sé ni cómo has aguantado tanto en esta situación —ordenó la chica, obligando a Morgja a sentarse de nuevo en el taburete en el que había comido, a continuación, Elfle cerró los ojos mientras apuntaba con sus dos manos hacia la herida del chico—. Fuego abrasador que todo lo purga, purifica las heridas de mis aliados y haz que dejen de sufrir —dijo, haciendo que sus manos se iluminaran con un tono carmesí—. ¡Burning Remedy! —gritó, haciendo que la herida de Morgja también se iluminara y comenzara a cerrarse rápidamente hasta no dejar ni una cicatriz—. Ya está —dijo la chica, mirando con una sonrisa a Morgja, sin embargo, el chico no le respondió de la misma manera y simplemente se puso en pie para comenzar a caminar hacia su habitación.
—Un consejo para la próxima, no vuelvas a meterte en lo que no te importa —comentó el chico de forma arisca antes de salir de la habitación, dejando a Elfle con la boca abierta.
Morgja se fue a su habitación, y en el momento en el que cerró la puerta cayó de rodillas y se cubrió el rostro con las manos mientras se contenía para no gritar con todas sus fuerzas.
—Burning Remedy ¿Por qué todo suena tan estúpido? —se preguntó en alto el chico—. No me puedo creer que haya vuelto a ser ayudado por algo como eso.
Cuanto más pensaba en el asunto peor se sentía, finalmente, Morgja se tumbó en su cama y comenzó a intentar dormirse para olvidarse del asunto, cosa que no le era posible por recordar constantemente lo que había sucedido.