Los tres sátiros restantes estaban sentados frente a la hoguera que habían hecho con la leña que Royha había ido a buscar, en el caso del líder con el brazo rodeando la cintura de Taley; los tres estaban riendo mientras bebían el vino que habían llevado hasta ese lugar.
—Esta ha sido la mejor idea que hemos tenido —exclamó el líder de los sátiros eufórico, mientras usaba su fuerza para apretar el cuerpo de Taley contra el suyo.
—Ni que lo digas, en cuanto vuelvan Holjo y Phiemas con el resto de pueblerinos nuestra vida estará solucionada —contestó Royha, igual de feliz que su jefe, antes de dar un trago a su bolsa de vino.
—A ver si acaban rápido ¿Verdad guapa? —preguntó el líder de los sátiros, intentando forzar a la guardia a que lo besara; sin embargo, Taley se resistía todo lo que podía y en cuanto el sátiro acercó sus labios a los de ella la chica le dio un cabezazo.
—Escúchame engendro, puede que esté retenida contra mi voluntad, pero no por eso voy a permitir que hagas lo que quieras conmigo —explicó la guardia, manteniendo el ceño fruncido, mientras miraba a los sátiros como escoria.
El líder de los sátiros se enfadó por el comportamiento de la mujer, y la agarró con fuerza por las mejillas, Taley no se inmutó por ello y seguía mirando directamente a la cara del sátiro con ira.
—¿Quién te creés que eres para hablarme así? No estás en una situación en la que puedas elegir, o si quiera resistirte, somos más, más grandes y más fuertes que tú, harás lo que queramos que hagas en el momento en el que queramos ¿Lo has entendido? —preguntó, deteniendo la fuerza que estaba haciendo sobre la cara de la mujer para que esta contestara, pero Taley no contestó lo que enfadó todavía más al sátiro—. ¡He dicho si lo has entendido! —gritó, perdiendo la calma por culpa de la actitud de la guardia.
Taley asintió haciendo que el sátiro soltara sus mejillas, su expresión de ira se había intercambiado por una de tristeza y sumisión, no obstante, en cuanto el sátiro bajó la guardia, la mujer volvió a fruncir el ceño y a continuación le dio otro cabezazo. El líder de los sátiros se puso en pie y agarró a la mujer del pelo, para a continuación lanzarla junto a César, buscando calmarse y no cometer algún error como golpearla y dejarle alguna marca que le quitara atractivo o incluso matarla por no controlar su fuerza a la hora de pegarle.
—Vamos Libar, cálmate, no es propio de ti actuar de esa forma —dijo Royha, intentando que su líder dejara de actuar de forma tan precipitada.
Libar volvió a sentarse delante de la hoguera y cogió una bolsa de vino para continuar bebiendo, y así poder reanudar la diversión que estaba teniendo con sus compañeros hasta ese momento. Los tres sátiros pasaron diez minutos contando historias y chistes mientras bebían.
—Cuanto están tardando ¿No?¿Creéis que les habrá pasado algo? —preguntó Anmes, el sátiro de la espada, mirando en dirección al pueblo.
—¿Qué les iba a pasar? Hemos capturado a los guardias, y no creo que haya nadie allí que pueda hacerles frente —exclamó Libar, intentando que su compañero dejara de preocuparse.
—De verdad sois unos idiotas —exclamó César, haciendo que los tres sátiros miraran hacia él enfurecidos por la sonrisa con la que los estaba mirando el guardia.
—Vigila tus palabras rubito, a ella la queremos intacta, pero a ti no te necesitamos para nada —mencionó Anmes, amenazando a César.
—No, déjalo que hable ¿Por qué somos unos idiotas? —preguntó Libar, intentando descubrir por qué el chico estaba lo suficientemente confiado como para insultar a sus captores.
—En el pueblo tenemos a dos magas, una de ellas es una prodigio, además, seguro que mi buen amigo Morgja está ahora mismo viniendo hacia aquí para salvarnos, él ha venido desde la capital para ser guardia del pueblo —contestó César, orgulloso de lo que estaba diciendo, sin darse cuenta de que eso solo había alertado a los tres sátiros de un posible ataque enemigo.
—Espera ¿Cómo que ha venido para ser guardia?¿Cuándo?¿Por qué no me has avisado cuando cambiamos de turno? —preguntó Taley, aparentemente molesta con su compañero, más porque le hubiera ocultado información que porque se la hubiera dado a sus enemigos.
—No me pareció importante y…
—¿¡No te pareció importante!?¡Si salimos de esta te voy a matar! —gritó la mujer, interrumpiendo al chico.
Mientras los dos guardias discutían, los sátiros se pusieron en pie para ir al pueblo y asegurarse de que todo estaba yendo sin ningún problema, y el único motivo por el que sus compañeros tardaban tanto era porque había muchos habitantes en ese lugar y todavía no habían atrapado a todos. Tras unos cuantos metros a paso apresurado, los sátiros comenzaron a escuchar un silbido y a continuación, una flecha salió de la oscuridad e impactó en el centro de la cara de Royha; los dos sátiros restantes miraron atónitos durante unos segundos como el cuerpo sin vida de su compañero se precipitaba al suelo.
—Os dije que Morgja vendría a salvarnos —exclamó César, eufórico al ver que el chico se había deshecho enseguida de uno de sus captores.
Anmes desenfundó su espada y puso su escudo delante de él con la intención de detener las posibles flechas que pudieran llegar de repente y Libar se agachó detrás de él por la posibilidad de que su enemigo apuntara hacia él por no poder defenderse de los proyectiles.
Todo estaba en silencio mientras los dos sátiros no sabían qué hacer, por culpa de la oscuridad no veían si el arquero seguía delante de ellos o si había aprovechado para desplazarse y atacar desde otro lado.
—Vamos a por los rehenes, no podrá dispararnos si le amenazamos con cargarnos a sus amigos —indicó Libar, buscando una solución para el problema en el que estaban metidos en ese momento. El líder de los sátiros empezó a caminar lentamente hacia César y Taley mientras Anmes retrocedía a la misma velocidad, intentando evitar que su compañero recibiera un disparo antes de llegar a su objetivo.
De nuevo, los sátiros pudieron escuchar el silbido de una flecha, Anmes esperaba que la flecha fallara o impactara en su escudo, sin embargo, atravesó su rodilla en diagonal desde la derecha; Anmes perdió la fuerza en esa pierna y se cayó sobre ella haciendo que sintiera todavía más dolor del que había sentido inicialmente por el impacto de la flecha; al ver que su amigo estaba en serios aprietos, Libar dejó de acercarse de forma cautelosa a los rehenes y comenzó a correr hacia ellos, alcanzándolos al instante.
—¡Oye tú, el que nos está disparando, si no quieres que les pase nada a tus amigos ríndete sin oponer resistencia! —gritó Libar, colocando su hacha en posición para partir la cabeza de César en dos.
—Eres un iluso si crees que Morgja es tan tonto para caer en eso —exclamó César seguro de que su amigo no cedería ante el chantaje del sátiro.
—Definitivamente si este sátiro no te mata me encargaré de hacerlo yo —murmuró Taley, enfadándose todavía más de lo que estaba.
Por segunda vez, los alrededores quedaron en completo silencio, Anmes aún mantenía el escudo en alto con una mano, mientras con la otra intentaba sacarse la flecha de la pierna; Libar miraba a su alrededor, esperando a que el arquero dejara su posición o disparara de nuevo una tercera flecha. Tras un minuto de espera, comenzó a escucharse a alguien silbando una canción, haciéndose cada vez más sonora, en un instante Morgja había salido de la oscuridad sin el arco ni las flechas, y se acercaba con tranquilidad a la posición de los sátiros; cuando llegó hasta Anmes lo ignoró por completo.
—¿¡Qué haces!? No sigas moviéndote o te juro que acabo con tu amigo —gritó Libar, desconcertado por lo que estaba haciendo su enemigo.
—Morgja no te preocupes por mí y aca…
Antes de que César terminara de hablar el chico comenzó a gritar de dolor, en un instante, Morgja había sacado una de las dagas que le había quitado a Holjo y se la había lanzado, clavándosela al guardia en la pierna.
—Vaya, he fallado —exclamó Morgja, mirando con una sonrisa a César—. Esto me pasa por lanzarla sin apuntar —comentó, a continuación, sacando la otra daga.
—¿¡Qué haces!? —gritaron Taley y Libar al mismo tiempo, ambos desconcertados y asustados por lo que el chico acababa de hacer.
—Sinceramente, preferiría ahorrarme tener que explicar mis acciones, pero bueno, ahí voy, no tengo casa, ni trabajo, ni dinero, mis posibilidades de arreglar eso son convirtiéndome en el guardia de este pueblo, pero, no es muy probable que lo vaya a conseguir, dicen que solo necesitan dos guardias, así que he pensado, si uno de los guardias muere no tendrán otra que contratarme, y todos mis problemas se solucionarán en un instante —explicó el chico, mientras jugaba con la daga sin borrar la sonrisa de su rostro.
—¡Tienes que estar de broma, si piensas que te van a contratar después de lo que acabas de hacer! —gritó Taley.
—¿Por qué no lo harían? A sus ojos seré el héroe que ha acabado con los horribles monstruos que mataron sin ninguna piedad a los dos valientes guardias que lo dieron todo por el pueblo —preguntó el chico retóricamente, insinuando que también planeaba matarla a ella—. Ahora ¿Puedes hacerme el favor de matarlos? Así me ahorras tener que hacerlo yo, y deprisa, aún tengo que matarte a tí y a tu amigo.
Libar apartó su hacha de la cabeza de César y fue corriendo hacia Morgja con la intención de acabar con él antes de que el chico pudiera matarlo; el sátiro efectuó un movimiento horizontal con su hacha en cuanto entró en el rango para alcanzar a su enemigo, el cual dio un paso hacia atrás esquivándolo sin ninguna dificultad. Libar continuó haciendo tajos hacia delante, sin ningún plan en mente, demostrando la poca experiencia que tenía en el combate cuerpo a cuerpo, o por lo menos que todos los combates que había ganado hasta el momento habían sido gracias a la fuerza bruta y probablemente sus aliados.
Morgja esquivaba los ataques del sátiro, esperando que en medio de estos se cansara o cometiera un error que le pudiera ayudar a acercarse y así acabar rápidamente con él, finalmente el sátiro levantó su hacha verticalmente intentando partir a Morgja por la mitad desde arriba, el chico lo esquivo hacia la derecha y aprovechó para acercarse al sátiro, el cuál estaba respirando con fuerza por culpa del cansancio. El chico intentó apuñalar el cuello del sátiro, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, este soltó su hacha y lo agarró de la muñeca deteniendo la punta del arma antes de que alcanzara su cuello.
—Has picado —exclamó el sátiro, antes de darle un puñetazo al chico en la cara—. ¿Qué habías dicho que ibas a hacer? Matarme a mí y a mi amigo ¿No? —preguntó antes de intentar darle otro puñetazo, pero siendo interceptado por la mano del chico, inmediatamente el sátiro agarró la otra muñeca de Morgja—. Por encima, esta es una de las dagas de Holjo, y apuesto lo que sea a que el arco y las flechas eran de Phiemas, sumado a Royha, eso son tres de mis amigos a los que has matado, por si fuera poco, también has herido a Anmes, comprenderás que no tenga piedad contigo ¿Verdad? —preguntó retóricamente, mientras acercaba la mano derecha de Morgja hacia el cuello del chico con la intención de cortarle el cuello con el cuchillo que sujetaba en ella.
—Se te sube demasiado a la cabeza tener un poquito de superioridad —exclamó Morgja, soltando la daga—. Ahora estamos iguales —dijo, a continuación, aún sonriendo a pesar de que el sátiro tenía la ventaja gracias a su fuerza.
—No veo cómo…
El sátiro fue interrumpido por una patada de Morgja en la entrepierna, siendo forzado a soltar al chico y a encogerse sujetando la zona por culpa del dolor; Morgja se agachó a recoger la daga.
—Que vuestra raza tenga priapismo de Aker es bastante favorable, para mí, estoy seguro de que eso te ha dolido dos o tres veces más de lo normal, bueno, no te preocupes, acabaré con tu…
Morgja se calló por completo y se dio la vuelta, recibiendo un corte entre las costillas y la cadera por parte de Anmes que estaba destinado a ser una puñalada que le atravesaría la espalda por la zona del abdomen; Morgja echó su mano izquierda a la herida y a continuación apuñaló a Anmes varias veces en el estómago, dejando el cuchillo en su torso y aprovechando para quitarle su espada. En cuanto el cuerpo de Anmes cayó al suelo, Morgja se dio la vuelta, dándose de cuenta que Libar tenía su hacha en las manos y lo miraba con furia.
—Se acabó —susurró el chico, manteniendo la sonrisa de su rostro.
—Idiota.
Antes de que el hacha contactara con el cuello de Morgja, Taley lo tiró al suelo y se puso en su lugar; cuando el chico pudo darse cuenta de lo que había pasado, vio como la mujer había detenido el hacha del Sátiro con su mano izquierda mientras con su mano derecha le había clavado una espada en el estómago. Taley retiró la espada del cuerpo del sátiro, haciendo que este soltara el hacha y cayera sobre sus rodillas.
—Llevo mucho queriendo hacer esto —exclamó la mujer, antes de cortarle la cabeza de un solo golpe.