El resultado dejó a Meír paralizado por la incredulidad. El todopoderoso Tian, el ser más arrogante e invencible que jamás había conocido, había caído. Por unos instantes, su mente fue incapaz de procesar lo que sus ojos presenciaban. El campo de batalla que antes era un bosque lleno de enormes arboles, ahora era una extensa planicie devastada con enormes cráteres y arboles destrozados en el suelo, era un testimonio del poderío de la batalla, y del abrumador desafío que Tian había enfrentado.
Después de casi un minuto al fin pareció reaccionar.
«¡Qué oportunidad más perfecta, ambos se destruyeron mutuamente, es mejor asegurarse de que ambos estén muertos!» pensó haciendo una mirada astuta.
Sin embargo, justo cuando dio un paso para acercarse a los cuerpos, un estruendo sacudió el aire. Desde el cielo, Xeltar cayó como un meteoro, haciendo que el suelo temblara bajo su peso. A su lado, Beltseri aterrizó con la suavidad de una pluma, pero su presencia irradiaba un poder inquietante.
—¿Eeeehh, que diablos pasó aquí? —la voz de Beltseri rompió el silencio mientras sus ojos recorrían el entorno destrozado.
—¿Ese es Tian? —continúo diciendo en voz alta cuando vio el cuerpo de un hombre sumamente herido tendido en el suelo.
—¿Qué? ¿Dices que es Tian? —dijo Xeltar mientras lo levantaba con una mano mientras lo miraba de cerca.
Su mirada era extraña, parecía que no podía reconocerlo a pesar de que lo veía de cerca. Comenzó a voltearlo en diferentes posiciones como si de un muñeco se tratara, observándolo de diferentes ángulos.
—¡Idiota!, deja de moverlo así o lo matarás no ves que está al borde de la muerte —le gritó Beltseri cuando se recuperó de su sorpresa inicial.
—Seri estás segura que es Tian, no creo que él pueda hacer una expresión tan lamentable— dijo Xeltar rascándose la cabeza con la otra mano.
—Bas... tardo — una voz débil salió de la boca de Tian antes de desmayarse.
Cuando lo escucho Xeltar se sorprendió al reconocer su voz, luego soltó una carcajada y dijo —¡Kukuku!, tenías razón Seri si es Tian.
—¿Qué sucedió aquí Meír?, ¿Por qué Tian está tan herido? ¿Acaso encontraron una bestia clase "SS"? — una serie de preguntas salieron de la boca de Beltseri, mientras interroga a a Meír.
«Maldición, tenían que llegar en este momento, si se hubieran tardado un minuto más podría haber matado a Tian» maldijo interiormente Meír.
Ahora él no podía matar a Tian delante de ellos.
Él había formado este equipo hace poco y si el mataba a uno de sus integrantes sin ningún motivo aceptable, lo más probable es que el resto pierda su confianza y se vuelvan recelosos al tratar con él.
Resignado, Meír empezó a contarles a todos lo ocurrido.
—¿Qué, dices que una Hume dejo a Tian en ese estado, no estarás mintiéndonos solo por qué eres de la misma raza? — preguntó Beltseri con una expresión perpleja.
—Por qué no lo comprueban ustedes mismos ella está tirada por allá — dijo Meír señalando con su dedo la dirección en la que estaba Élis.
Xeltar llegó rápidamente y se quedó mirando el cuerpo de Élis. Después de examinarla un momento Xeltar se río y dijo— Kukuku... ¿Quién diría que una enana de este tamaño podría enfrentarse a Tian?
—Pero si lo que dice Meír es cierto será un problema si se recupera, debemos matarla de inmediato— dijo Beltseri extendiendo su mano mientras un aura oscura se arremolinaba alrededor de ella.
—¡No, quiero pelear con ella! — dijo Xeltar con voz resuelta agarrando el brazo de Beltseri.
—Idiota, aún no has conseguido hacer que Tian se ponga serio en una pelea, entonces ¿Cómo planeas pelear con alguien que es igual de fuerte que él? — Le reprochó Beltseri.
—¡No, un enemigo poderoso debe morir en batalla, solo los cobardes matan de esta manera! — grito Xeltar mientras miraba fijamente a Beltseri.
—¿Que estás insinuando? — dijo Beltseri mientras un aura peligrosa emanaba de su cuerpo.
Xeltar no retrocedió. Sus ojos se encontraron en un desafío silencioso, donde dos fuerzas poderosas se medían sin necesidad de palabras adicionales.
—¡Boom! — pero mientras discutían una explosión se escuchó a su costado.
A un lado se podía ver a Meír que apuntaba con uno de los cañones de su arma hacia donde había estado el cuerpo de Élis.
—¡Meír que crees que haces! — gritó Xeltar mientras lo tomaba por el cuello levantándolo sobre el suelo.
—Puedes decir que soy un cobarde, pero ella es la peor amenaza que podríamos enfrentar, lo mejor es eliminarla ahora o todos podríamos morir en sus manos — respondió Meír con calma.
La nube de polvo que se había levantado por el ataque de Meír se dispersó, revelando que en el lugar donde se encontraba Élis no había nada más que polvo.
Aunque la mirada del enorme Xeltar estaba delante de él, Meír creía firmemente que había hecho lo correcto.
Después de unos segundos Xeltar pareció calmarse un poco y soltó a Meír.
—¿Sabes por qué los cobardes siempre son los más débiles? — dijo Xeltar con voz firme, sin apartar sus ojos de Meír. — Es porque no derrotan a sus enemigos. Matar a alguien sin haberlo vencido en batalla solo refuerza tu incapacidad para enfrentarte a ellos. Te vuelves más débil con cada enemigo que eliminas sin luchar. Y cuando finalmente te encuentres con alguien verdaderamente poderoso... — Xeltar hizo una pausa, su voz llena de convicción — ...no estarás listo. Y entonces, la muerte será lo único que te espere.
Las palabras resonaron en el aire como un juicio inquebrantable. Meír, aún recuperándose del agarre de Xeltar, sintió una extraña incomodidad en su interior. Había algo en esas palabras que agitaba algo profundo dentro de él, como una semilla de duda que comenzaba a germinar.
—Eso no pasará, después de que completamos nuestra evolución, no habrá nadie en el universo que pueda hacernos frente —respondió Meír.
—¿No dijiste lo mismo de Tian? Míralo ahora — dijo Xeltar, con una seriedad que rara vez mostraba. — Estoy seguro de que alguien lo suficientemente fuerte aparecerá algún día. Y entonces no estarás preparado para enfrentarlo.
Él tono profético que usó Xeltar hizo que algo en la mente de Meír se agitará, haciendo que un sentimiento extraño lo molestara.
Luego de decir esto, Xeltar se acercó a Tian y colocó su mano sobre su pecho, poco después una intensa luz brilló, mientras derramaba su intensa energía vital sobre él.
Las heridas de Tian se empezaron a sanar a un ritmo asombroso. Los cortes se cerraron, los huesos rotos se alinearon, y el semblante de Tian se relajó, liberado del dolor que lo atormentaba.
—Llevaré a Tian a la nave —Xeltar habló con frialdad mientras levantaba a Tian sobre su hombro con facilidad, como si llevara un saco de piedras en lugar de un guerrero gravemente herido. Con un potente salto, desapareció entre las nubes, dejando a Beltseri y Meír detrás.
—¿Quién diría que ese idiota tendría un lado tan serio? —dijo Beltseri algo pensativa.
Pero lo cierto era que sus palabras la habían afectado un poco, después de todo quien podría asegurar que en el vasto universo no habrían peligros que la amenazaran.
Por esto decidió ser más seria con su entrenamiento y dijo — Meír vamos a cazar, ya nos hemos atrasado mucho por culpa de este incidente—
Meír que había estado perdido en su pensamiento, por fin despertó —tienes razón, vamos.
Él sabía que ahora que Xeltar se había interpuesto, le era imposible eliminar a Tian.
--------
Élis estaba consciente cuando Meír lanzó el ataque. Desde su perspectiva, el tiempo parecía desacelerarse. Podía ver, como si cada segundo se alargara infinitamente, mientras el destello del arma acercándose hacia ella. Sabía que no había forma de esquivar ese ataque. Su cuerpo, agotado, ya no le respondía en lo absoluto.
Ella no quería resignarse, la furia y la impotencia la consumían mientras esperaba su fin en una intensa agonía. Su intensa voluntad de vivir creo un efecto extraño, haciendo que, de manera casi inconsciente, su alma se separara de su cuerpo, poco antes del impacto.
«¿Estoy muerta?» se preguntó Élis, ella de alguna manera había visto como cada célula de su cuerpo había sido destruida, por lo que estaba asombrada de aún tener consciencia.
—Quizás, pero no puedo estar seguro —respondió una voz familiar en su mente.
—¡Capitán! —exclamó Élis, sintiendo una mezcla de alivio y alegría al escuchar a Einar.
—No solo él —añadió otra voz. Era Drake.
—Todos estamos aquí —habló Siena, su tono reconfortante como siempre.
Aunque sus formas eran etéreas casi traslucidas, eran tal cual los recordaba por lo que gran parte del miedo que tenía se desvaneció ,pero entonces recordó lo que había pasado y habló con tono triste —Lo siento, de verdad lo siento, aunque me prestaron su fuerza no pude vengarlos.
—¿De qué hablas? Nosotros ganamos esa batalla —La voz de Aren era suave pero firme.
—Sí, definitivamente barriste el suelo con ese bastardo. Si no hubiera sido por los refuerzos, ese desgraciado habría muerto por las heridas que le causaste —continuó Liam con su habitual tono relajado.
Escuchar a sus amigos hizo que Élis se sintiera mejor.
—Entonces, supongo que ahora estamos muertos... —dijo Élis, finalmente aceptando lo que creía inevitable.
En este momento su mente acepto fácilmente su muerte sin temor alguno, debido a que lo que más temía de la muerte era tener que separarse de sus amigos, pero al ver como todos estaban juntos se sintió mucho mejor.
—Ese parece ser el caso —respondió Einar, aunque su tono era tranquilo, casi resignado.
—Bueno, ¿y qué hacemos ahora? —preguntó Élis, un poco más relajada ante la idea de estar junto a sus amigos, aunque fuera en la muerte.
—Sigamos el camino —respondió Einar.
—¿Camino? ¿Cuál camino? —Élis frunció el ceño, confundida.
—¿No lo sientes? —preguntó Drake.
—¿Sentir qué...? —Élis miró a su alrededor, pero no podía ver ningún camino, solo oscuridad.
—Síguenos —instó Siena.
Élis intentó seguir las auras de sus compañeros, pero algo extraño ocurría. Por más que se esforzaba, por más que intentaba avanzar, algo invisible la retenía. Era como si estuviera atrapada en una barrera invisible que la mantenía separada de sus amigos. Su alma, por más que se esforzara, no podía moverse en la misma dirección que las de ellos.
—¿Qué pasa? —preguntaron al unísono.
—No lo sé... no puedo seguirlos... —dijo Élis, su frustración evidente.
Hubo un breve silencio antes de que Einar hablara de nuevo, esta vez con un tono más solemne.
—Me lo suponía, Élis, creo que no estás muerta —dijo Einar con tono solemne.
—Pero eso es imposible, mi cuerpo fue desintegrado —Élis balbuceaba, incrédula.
—He oído historias... —interrumpió Einar, reflexionando —...de personas que sobreviven en forma de alma, sin la necesidad de un cuerpo físico. Los magos de alto nivel dicen que pueden separar sus almas de sus cuerpos y seguir existiendo en forma de alma. Por otro lado, también está lo que dicen de algunos artistas marciales pueden usar técnicas prohibidas para abandonar sus cuerpos, para convertirse en espectros.
No se como lo lograste pero tu estado parece ser similar.
—Pero entonces ¿no...puedo ir con ustedes? — a medio camino de la frase la voz de Élis se empezó a quebrar, reflejando la enorme tristeza que sentía.
Aunque ahora mismo todos eran almas, aún podían sentir la tristeza de Élis.
—Lo siento Élis, pero parece que tu tiempo todavía no se ha acabado — dijo Einar.
—¡No quiero, quiero ir con ustedes, si me quedo estaré otra vez sola! ¡No quiero! ¡Por favor llévenme¡— Élis se ponía más frenética a medida que sus sentimientos afloraban, parecía que en cualquier momento rompería a llorar.
Nadie sabía que hacer, todos comprendían cómo se sentía Élis, pero no había forma de que pudiera venir con ellos.
Después de un momento Einar volvió a hablar — Élis, recuerdas cuál es la primera promesa que me hiciste.
Élis pensó un momento antes de responder —Lo siento, no puedo pensar en este momento —pero algo en ella indicaba que estaba mintiendo.
—Se qué lo sabes, la primera promesa que todos me hicieron, fue que nunca se rendirían con su vida y qué no importa lo que pasara siempre buscarían la forma de seguir adelante.
—Pero... — interrumpió Élis.
—¿No decías todo el tiempo que serías la mejor exploradora espacial? —Einar sonrió con nostalgia—. Que visitarías más planetas que cualquier otro explorador, que dejarías tu huella en cada rincón del universo. Aún no has cumplido ese sueño, Élis.
—Pero... sin ustedes nada será igual, qué sentido tiene conseguir todo eso si al final estaré sola —El tono de Élis era cada vez más triste conforme expresaba sus pensamientos.
Einar guardó silencio por un momento, como si considerara sus palabras cuidadosamente antes de responder.
—Élis —empezó con una suavidad sorprendente—, sé que cuando tus padres murieron te sentiste perdida... hundida en un abismo de dolor y soledad.
Élis bajó la mirada. Las cicatrices de esa época seguían presentes en lo profundo de su corazón.
—Pero saliste de ese abismo —continuó Einar—. En ese momento, seguramente también pensaste que estarías sola para siempre... pero al final, nos encontraste.
Élis cerró los ojos, recordando cómo, en medio de su dolor, había encontrado una nueva familia en su equipo. Recordaba las risas, las aventuras y los momentos compartidos. Pero ahora, ese vínculo se desvanecía ante sus ojos.
—Estoy seguro de que alguien tan radiante como tú no tardará en encontrar otra familia —dijo Einar, su voz calmada pero firme —así que prométeme que no te rendirás.
—¡No quiero otra familia! —gritó Élis, el dolor y la desesperación se mezclaban en sus palabras— ¡Si se van, no me quedarán ganas de vivir!
Einar la observó en silencio por un momento, antes de responder con una intensidad que hizo que su voz retumbara en el vacío que los rodeaba.
—¡Mientes! —gritó, sorprendiendo a Élis.
Ella lo miró, atónita.
—Sé que tienes más ganas de vivir que cualquiera de nosotros —continuó Einar, su voz llena de convicción—. Lo veo en tu forma de ser, en la energía que pones en cada sueño que tienes, en cada paso que das.
Élis se quedó en silencio, sus lágrimas brotando de sus ojos mientras sus emociones se desbordaban.
—Ahora es hora de que nos vayamos, Élis —dijo Einar, con una mezcla de tristeza y orgullo en su voz—. Pequeña e imprudente Élis, aunque suelo ser inflexible con las reglas, nunca pude detenerte. Tu espíritu desenfrenado hizo que este equipo fuera mucho más animado, más vivo.
Hizo una pausa, y luego, con un tono de despedida, agregó —Adiós, pequeña Élis. Te estaremos esperando al otro lado.
—Te veo después, pequeña enana —dijo Drake, con una calidez en su voz que contrastaba con la frialdad del momento.
—Cuídate mucho, Élis... y perdóname por regañarte tanto —añadió Siena, su tono suavizándose con un cariño que nunca antes había mostrado.
—Trata de no meterte en problemas, Élis —dijo Liam, intentando hacerla sonreír una vez más, aunque su propia voz delataba la tristeza que sentía.
—No te apresures en seguirnos —murmuró Aren, siempre tan tranquilo, pero con un toque de melancolía que hacía eco en el corazón de Élis.
Y, de pronto, el silencio cayó. Las presencias de sus amigos desaparecieron, desvaneciéndose como humo entre los dedos de Élis.
—¡Nooooo, nooooo... No sé vayan, por favor¡ — El dolor que sentía Élis al separarse de sus amigos era incluso peor al que cuando sus padres habían muerto.
En ese entonces aún tenía la esperanza de que volvieran, por lo que no había sentido realmente su perdida hasta muchos años después. Pero está vez las circunstancias la golpearon sin ningún aviso, por lo que le era imposible mantener la compostura.
Sus piernas se doblaron y cayó al suelo, atontada, incapaz de aceptar lo que había sucedido. Intentaba convencerse de que era una pesadilla, de que despertaría y todo volvería a ser como antes. Pero, a medida que los segundos pasaban, la verdad se hacía cada vez más clara: ellos ya no estaban.
Nadie puede mentirse para siempre.
Finalmente, cuando la verdad se asentó como una pesada losa en su pecho, Élis dejó que las lágrimas fluyeran sin contención. Sollozaba, rota por dentro, mientras su corazón luchaba por sanar una herida que parecía incurable.
El tiempo pasó, aunque para Élis fue imposible medir cuánto. Solo cuando sus lágrimas se secaron y el cansancio de su cuerpo de alma la dejó vacía, pudo hablar, aunque su voz apenas era un susurro, frágil y temblorosa.
—Adiós, mis queridos amigos.
Luego de decir esto se puso en marcha.
Así fue como se embarcó en un largo viaje que duraría varios años, vagando por el vasto universo como un alma perdida en absoluta soledad.
Ella no sabía que hacer, ni hacia donde ir, lo único que la impulsaba era su deseo de encontrar una nueva familia.