¡Nos atacan los caballeros del Reino del Norte! — Gritó un guardia mientras entraba corriendo a la plaza. Al escuchar esas palabras la multitud que había acudido a ver la ejecución, rápidamente entró en pánico corriendo lo más rápido que podían mientras se empujaban unos a otros.
Todos en esta ciudad eran criminales, por lo cual siempre estaban escapando constantemente de la búsqueda del Reino, que tenía la fama de ser extremadamente despiadado con cualquier tipo criminal, por lo que no dudaron ni un instante antes de salir corriendo, tratando de escapar.
Estos tipos temían el ataque del Reino más que cualquier otra cosa, ya que sabían que una vez que el ataque se realizara, no habría ni un solo sobreviviente.
En medio de todo el desorden, Asher fue el único que pudo mantener la calma, observando con sus astutos ojos como el guardia que grito la alarma, se estaba acercando hacia él.
Nadie impidió su paso ya que incluso sus captores habían huido. En cuanto el hombre llegó a su lado, Asher al fin pudo ver su rostro y se asombró.
—¿Viejo zorro? — dijo Asher al ver la cara del hombre.
—Maldito niño, eres un imbécil al ser capturado así— gruñó el hombre, una sonrisa torcida contradecía su tono áspero mientras trabajaba en las cadenas de Asher.
—¿Por qué, por qué me estás ayudando, desde que tengo memoria, nunca has dudado en dejarme atrás, entonces por qué ahora es diferente? — preguntó Asher.
Él conocía desde su nacimiento a este bastardo y nunca se había preocupado por salvarlo, por lo que Asher jamás pensó que este viejo zorro viniera a rescatarlo, aún más conociendo su actitud cautelosa.
—Tenemos que salir rápidamente de la ciudad antes de que todos se den cuenta que no estamos bajo ningún ataque —el estafador no respondió la pregunta de Asher, mientras trataba de liberarlo con una ganzúa.
—¡Responde la pregunta! —gritó Asher.
—¡NO LO SÉ, NIÑO IDIOTA, INCLUSO YO NO SE POR QUÉ DIABLOS ME ESTOY ARRIESGANDO! —respondió.
Él de verdad no se entendía a sí mismo. El estafador que había crecido en esta ciudad de crímenes, había aprendido desde temprana edad qué si quería sobrevivir en esta horrible ciudad, debía ser cruel y desalmado, entonces ¿Por qué se había arriesgado a salvar a Asher? Incluso él no lo entendía.
Al principio el solo había visto a este niño como una herramienta, después de que su madre se lo dejara, él pensaba que podría criarlo hasta que crezca lo suficiente como para venderlo como esclavo.
Pero cuando vio que el niño tenía un cuerpo débil, supo que no ganaría mucho dinero vendiéndolo, por lo que lo mantuvo con él, para usarlo como carnada de emergencia en caso de que alguna de sus estafas saliera mal. Pero no importaba cuántas veces lo traicionara ese niño simplemente volvería una y otra vez.
Acaso era idiota, no, incluso un idiota trataría de por lo menos escapar de esa clase de vida, pero este niño estúpido seguía regresando a su puerta, sin mostrarle ni siquiera un poco de odio.
Poco a poco incluso él que se consideraba indiferente a las demás personas, se acostumbró a su presencia. Entonces cuando de pronto escuchó que iba a ser ejecutado, un dolor inexplicable lo embargó. Él se dio cuenta que si no hacía nada, aquel niño no volvería a tocar su puerta.
Al final, después de atormentarse por un tiempo, no pudo aguantar más. Rápidamente armó un plan improvisado y vino a rescatar a Asher.
Un sonido de metal chocando contra el suelo se escuchó cuando unas cadenas cayeron al suelo.
—Vámonos no hay tiempo para más charla — dijo emprendiendo la marcha.
Asher aún tenía muchas dudas, miró un momento al estafador y comenzó a correr junto a él, como lo había hecho en múltiples ocasiones. De pronto, el sonido de una flecha atravesando el aire resonó en sus oídos.
—¡AAAHH! — un gritó resonó en su costado y Asher se giro para ver la punta de la flecha sobresalir del pecho del estafador.
—¡Nooo, no otra vez! — Asher sostuvo su cuerpo sangrante mientras miraba al lugar desde donde había venido la flecha. Él pudo ver cómo un guardia con un arco, volvía a cargar una flecha y amenazaba con lanzarla contra ellos.
—No escaparan malditas escorias— gritó el guardia mientras los apuntaba.
Asher apenas tuvo tiempo para reaccionar y se lanzó hacia adelante cargando el cuerpo del estafador. La flecha pasó rozando su cara, causando que una gota de sangre, se escurriera por su rostro. Con gran dificultad logró ocultarse detrás de una esquina, arrastrando a su padre con él.
—Oye niño, lo mejor será que ... nos separemos y nos reagrupemos luego ... de perderlos —balbuceó el estafador, su voz temblorosa mientras la sangre corría por su boca.
—¿Qué? — al escuchar esas palabras, Asher no podía entender el significado de ellas.
Él había escuchado esas palabras muchas veces antes, pero ahora mismo parecían tener un significado totalmente diferente.
Era como si dijera "me toca ser la carnada". Los ojos del estafador lo miraron, en ellos Asher podía ver una especie de sentimiento extraño que rara vez había visto.
«No por favor no, si me tratas bien solo atraerás a la calamidad» pensó Asher preocupado.
Él que había vivido casi por más de 15 años con este hombre, nunca había visto esa clase de mirada en sus ojos.
Aunque el generalmente lo había tratado mal, lo cierto era que Asher siempre regresaba a su casa, él podría haberse engañado de que era por comodidad, pero la verdad era que se sentía solo. En la casa de ese estafador, al menos podía dormir tranquilo y de vez en cuando se reía escuchando sus ridículas historias.
—¡Hey viejo deja de decir tonterías y solo concéntrate en seguir avanzando! — dijo Asher, tratando de cargar su cuerpo para avanzar, mientras la sangre del estafador empapaba todo su lado derecho.
Mientras trataba de avanzar con todas sus fuerzas, cada paso que daba era una tortura, y sus músculos ardían con cada movimiento. En toda su existencia nunca había maldecido tanto al cielo por tener un cuerpo débil que ahora.
—Lo si...siento —murmuró el estafador. Luego de eso la visión del hombre se volvió oscura, mientras sus ojos se cerraban para no volver a abrirse jamás.
—¡Hey deja de hacerte el dormido, no creas que te cargaré todo el camino si lo haces! — dijo Asher casi gritando. Su voz tenía un leve temblor que amenazaba con romperse.
—¡Está bien, te cargaré todo el camino solo habla conmigo un poco! —dijo Asher, su voz se hacía más temblorosa con cada palabra que pronunciaba. El ya no podía escuchar la respiración del estafador, pero no quería aceptar la inminente verdad.
Al fin sus débiles piernas no pudieron más y tropezó. El cuerpo se Asher y el estafador cayeron a un costado del otro. Entonces cuando al fin pudo ver su rostro claramente, supo que no podía negar más la verdad.
—¡aahh ...aahh ... AAAHHH¡— los gritos de Asher se volvieron cada vez más intensos mientras miraba el cuerpo de su último padre. La tristeza de cientos de vidas que normalmente reprimía lo golpearon nuevamente.
—¡OTRA VEZ NO PUDE HACER NADA, SOY VERDADERAMENTE INÚTIL, AAAHHH, ¿POR QUÉ?, ¿POR QUÉ? —gritó con toda la fuerza de su ser, su voz resonando en las callejuelas vacías, su lamento no solo abarcaba el dolor de esta vida, sino todas las anteriores.
El lloró desgarradoramente, durante una hora, expulsando toda la pena que tenía guardada.
Cuando al fin se tranquilizó un poco y se disponía a levantarse, una lanza atravesó su pecho. Él ni siquiera volteó a ver a su asesino ¿Qué importaba ahora? Mientras la sangre empapaba su ropa, el frío comenzó a extenderse por su cuerpo.
Mientras su vida se acababa nuevamente, él pensó «Maldición, soy tan débil, ¿acaso nunca podré escapar de este destino?»
«Hijo mío deja de temer y huir de tu destino y enfréntalo, debido a que este te forjara para enfrentar desafíos que otros no podrían ni imaginar.» de pronto el recuerdo de la voz de Arslan resonó en su mente.
«Soy verdaderamente imbécil, si no puedo mejorar mi suerte, solo me queda afrontarla ¡Quiero ser fuerte!» fue su último pensamiento antes de que su alma abandonara su cuerpo.
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Asher hace bastante tiempo que había perdido la cuenta de la cantidad de vidas que había vivido, pero aun así él sabía que habían sido más de cuatrocientas. En sus últimas vidas él había abandonado por completo la idea de aumentar su suerte, él había entendido que la única forma de avanzar era entrenar su fuerza. Pero aún no podía encontrar ningún método efectivo.
«!AAHH, no sé qué hacer!» pensó mientras se devanaba los sesos tratando de encontrar alguna forma de entrenarse. Después de mucha reflexión el decidió comenzar con lo más básico.
«Supongo que debería tratar de hacer entrenamiento físico»
Para su "buena suerte" en esta vida él era un hombre libre, el único problema era que le había tocado ser un lisiado al que le faltaba un brazo y era sordo. Además, sufría una enfermedad que le causaba dolores intensos constantemente. Pero aun así había logrado escapar hacia un bosque, dónde había encontrado refugio dentro de una pequeña cueva.
Lo bueno era que después de tantas vidas, Asher había aprendido un poco de supervivencia básica, por lo que podía sustentarse comiendo algunas raíces y frutas silvestres. Además, en este bosque no habitaban bestias poderosas y en su mayoría no atacarían a los humanos.
Día tras día, intentaba levantar rocas más grandes, pero su brazo único temblaba bajo el peso, y muchas veces caía al suelo antes de lograr cualquier avance. Correr por el bosque era aún peor; sus pulmones quemaban tras unos pocos metros, y el dolor constante en su cuerpo lo dejaba jadeando en el suelo, incapaz de moverse por horas. Después de un año de esfuerzos inútiles, a duras penas, notó algún progreso, pero era tan insignificante que solo lo frustraba más.
«!Esto es inútil¡» Finalmente tuvo que aceptar la verdad de que le imposible mejorar de esta manera.
Esto se debía a dos grandes factores. En primer lugar, gran parte de los alimentos que podía conseguir eran vegetales y frutas, por lo que no tenía una nutrición adecuada para formar músculos.
Y en segundo lugar, debido a que la fuerza y resistencia base de su cuerpo era demasiado baja, por lo que por mucho que se esforzara, no podía aguantar entrenamientos intensos.
—¡AAHH, maldito seas, Dios! ¿Por qué diablos no me diste al menos un cuerpo decente? — gritó Asher, mirando al cielo con frustración.
Reclamarle y maldecir a Dios se había convertido en una amarga costumbre.
Al principio, Asher dudaba de la existencia de un ser superior. Pero con el pasar de tantas vidas y sufrimientos, aquella duda se desvaneció, transformándose en la amarga certeza de que algo, o alguien, debía estar detrás de todo. Después de tantas tragedias, ¿cómo podría todo ser simple casualidad? No, para él, un Dios existía, pero no era benevolente. Era un ente cruel, un ser demoníaco que disfrutaba con sus penurias, riéndose a carcajadas mientras lo observaba caer una y otra vez.
Sacudiendo la cabeza, Asher se obligó a despejar esos pensamientos. No le servían de nada, y necesitaba concentrarse en su problema actual.
Sabía que este tipo de entrenamiento físico era inútil. Con un cuerpo tan débil y enfermo, nunca lograría alcanzar el nivel de fuerza que deseaba. Ni siquiera podía esperar vivir lo suficiente como para ver un progreso significativo. Era un hecho doloroso que debía aceptar, por más esfuerzo que pusiera, este método no lo llevaría a ninguna parte.
«Olvídalo, esto no servirá de nada, debo encontrar otra forma de aumentar mi fuerza» reflexionó mientras se sentaba con las piernas cruzadas en el suelo.
«Lo mejor sería entrenar en el usó del Ki, pero ...»
El entrenamiento en la energía del Ki que usaban los artistas marciales atraía mucho el interés de Asher, pero había muchos impedimentos que le hacían imposible su práctica. El primero de ellos era que no tenía ni idea de cómo comenzar a practicar. Asher sabía que normalmente si alguien quería aprender a usar el Ki, tendría que unirse a una secta o clan Marcial, pero él sabía que este tipo de entidades jamás aceptarían a alguien con un cuerpo tan débil.
Ahora tratar de robar algunos de los libros de estas entidades era incluso una peor idea. Asher sabía que, si intentaba hacer eso, sería rápidamente detectado por los agudos sentidos de los artistas marciales, para luego ser ejecutado cruelmente.
El segundo impedimento era que se tenía que superar un cierto umbral de talento para poder entrenar su Ki, por lo cual incluso si aprendía los métodos de entrenamiento, era muy probable que no les sirvan de nada.
Por último, se decía que para avanzar en el camino Marcial, se requería consumir ciertos ingredientes y píldoras especiales que solo se vendían en las grandes ciudades, pero Asher no podía ir a estos lugares, debido a que sabía que algo malo le pasaría y podría morir o perder su libertad. Esto sería una molestia, pero aun así no asustaba especialmente a Asher, aunque él prefería evitarlo.
«Espera, cómo hicieron los primeros practicantes de Ki para aprender, es probable que ellos tampoco tuvieran ningún tipo de guía cuando iniciaron, pero aun así lograron cultivar el Ki en sus cuerpos, quizás si lo intento también podría llegar a aprender por mi mismo» reflexionó.
Después de todo Asher tenía el tiempo y la determinación para practicar durante siglos.
Lo que él no sabia, era que los primeros practicantes que habían descubierto el Ki, habían nacidos en planetas con una gran concentración de Ki por lo que era muchísimas veces más fácil para sus cuerpos asimilarlo naturalmente.
«Además, aunque no puedo llevar la fuerza entrenada para la vida siguiente, aún puedo acumular lentamente mi nivel de comprensión a través de varias vidas, por lo que aún si mi talento es extremadamente bajo, aún podré lograrlo algún día ¿verdad?» pensó Asher.
De sus múltiples vidas él había aprendido que la velocidad de cultivo del Ki, dependía principalmente de dos factores.
La primera era la aptitud innata para asimilar el Ki del cuerpo con la que uno nacía.
La segunda era la comprensión, que era la capacidad de que tenía un practicante de Ki para entender, asimilar y utilizar los conocimientos para el cultivo marcial.
Si bien era un desastre en la primera, la segunda le era muy favorable, ya que la acumulación de conocimiento progresivo en largos periodos de tiempo era su especialidad, forjada a través de incontables reencarnaciones.
Asher contaba con algunas ventajas sutiles pero significativas. En vidas anteriores, había experimentado la muerte a manos de artistas marciales, grabando en su memoria la sensación del Ki destrozando su cuerpo. Además, su técnica de meditación para manipular la suerte involucraba la circulación de energía, proporcionándole una comprensión básica del control y uso de energías internas.
Decidido, comenzó nuevamente su largo entrenamiento. Su línea de pensamiento en realidad no estaba muy equivocada y de hecho había algunas similitudes entre el método de entrenamiento de Ki que usaban los artistas marciales, con su método de meditación.
El trató de percibir el Ki, durante varios años, pero pronto se dio cuenta de que había subestimado la dificultad de esa tarea. El probó diferentes cosas durante más de veinte años, pero aun así no logró nada al final. Poco después su enfermedad se agravó, causándole la muerte.
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Bajo la luz de la luna, un joven vestido de negro atravesó los terrenos de la secta marcial, un lugar de sombras alargadas y estructuras de madera que se erguían imponentes bajo el cielo nocturno.
Él sostenía un libro, mientras un par de guardias lo perseguían.
—Malditos sean los bastardos de esta secta Marcial —murmuró entre jadeos—. ¿Cómo es que son tan meticulosos de poner mecanismos de alarma incluso en los libros de bajo rango? ¿Es que acaso no tienen nada mejor que hacer? Trabajen o búsquense una novia y dejen de molestarme.
Mientras corría, intentaba echar un vistazo al contenido del libro, su curiosidad insaciable superponiéndose momentáneamente al peligro inminente.
Originalmente él no había considerado como la opción de robar algún manual para cultivar el Ki, pero después de varias vidas sin lograr el más mínimo avance, no pudo evitar darse por vencido y decidió intentarlo.
Esta no era la primera vez que lo intentaba, de hecho era la cuarta vez, en cuanto a los tres primeros intentos, solo digamos que no tuvieron un final feliz. Pero esta vez al fin lo había conseguido y logro infiltrarse dentro de la biblioteca de la secta.
Para lograr esta hazaña, Asher había hecho uso magistral del engaño, el disfraz y su habilidad con las ganzúas, talentos heredados de su vida con el estafador. Todo su plan había resultado a la perfección y lo había logrado, pero quién habría adivinado que apenas cogiera un libro, se desataría una alarma que alertaría a los guardias.
—¡Maldito mocoso, detente y te daremos una muerte rápida! — Gritó uno de los guardias.
—No gracias, preferiría que me torturaran lentamente en un lugar tranquilo— respondió Asher con sinceridad. Después de todo ya estaba acostumbrado tanto a dichos tratos, que le era mucho más fácil practicar en ese tipo de entornos.
Asher continúo corriendo mientras leía tratando de memorizar el libro en su cabeza. Esto no era demasiado difícil para él, ya que quizás, la única cosa de la que podía jactarse, era de su memoria eidética.
Los guardias lo estaban alcanzando rápidamente. Asher era consciente de que, incluso sin la distracción de la lectura, pronto lo atraparían, por lo que prefirió, por tanto, aprovechar cada precioso segundo para absorber todo el conocimiento posible.
Desafortunadamente, apenas había terminado de leer el primer capítulo cuando una lanza lo atravesó. El dolor era agudo, pero Asher, aferrado al libro, seguía pasando las paginas mientras la sangre manchaba sus manos. No pensaba desperdiciar sus últimos momentos.
Fue entonces cuando sus ojos se posaron en un párrafo que lo dejó helado: "Esta técnica de cultivo, además de fortalecer el Ki, está diseñada específicamente para armonizar los ciclos naturales del cuerpo femenino, haciendo de este manual de la Orquídea Celestial uno de los más buscados por las practicantes jóvenes".
Asher se quedó pasmado un segundo y dijo — No...no me digas que este es un manual para mujeres. El lanzó una bocanada de sangre que se debía más a la ira que sentía, que a la lanza en su abdomen.
—¡@#$%&!— Asher aprovecho su ultimo aliento para mandar emitir una serie de majaderías contra los ancestros del autor del libro.