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Chapter 9 - Reiko

Una vez el par llegó a la carretera, en esta ya se encontraba un carruaje a mitad, mirando a ambos.

—¿Kuro? —preguntó el jinete de dicho vehículo.

—Es correcto...

El jinete abrió la puerta al interior del carruaje, pero al recibir la mirada de confusión por parte de Kuro...

—¡Oh, cierto! El Gran Maestro del Gremio me contrató para buscar a un chico con una capa negra llamado Kuro, acompañado de una niña pequeña. —explicó el joven.

—¡Somos famosos! —exclamó con gran emoción Reiko.

Sabiendo que Kuro podría preguntarle más tarde, el chico simplemente decidió entrar, no sin antes bajar a la niña y dejar que esta fuera primero.

En camino, Reiko estaba pegada a la puerta, observando el exterior mientras el dúo regresaba.

—Ahora que lo pienso...

—¿Hmm? —la niña se daría la vuelta para ver a Kuro.

—¿Por qué estabas ahí? —preguntó el chico.

—Ehh... ¡no sé!

Con la confusión visible de Kuro, la niña de cabellos rubios decidió contar mejor lo que ocurrió.

—Fui a dormir... ¡y luego estaba acá! —explicó con una gran sonrisa adornando su rostro.

—¿Y tus padres?

Kuro decidió ignorar un poco cómo había llegado hasta allá, puesto que le sorprendía que no se habia despertado.

—¡En casa! —respondió la niña.

Tras un rato, por fin había llegado a la capital de Dimane.

—Ey, ya llegamos. —sacudió levemente a su acompañante.

Reiko estaba dormida, recostada en el costado del chico, y al cabo de varios segundos, por fin despertó, mirando al chico con gran sueño en su rostro.

Al cabo de unos segundos ya habían salido del carruaje.

—¿Recuerdas donde vives? —preguntó Kuro.

—Ummm, ¡no!

Como de costumbre, su emoción se filtraba hasta cuando si respuesta era negativa. Al escuchar esto Kuro suspiró, extendiendo una mano hacia la niña de ojos rojos.

—Vamos a buscarlos entonces. —sonrió Kuro.

Yendo de manos, parecían padre e hija. Con cada paso Reiko daba un saltito, divirtiéndose incluso mientras ambos caminaban hacia el Gremio.

Una vez dentro, aquellas cinco filas seguían tan llenas como de costumbre, pero aprovechando que era algo más importante que inscribirse, Kuro caminó hasta encontrarse cerca de la chica que lo había atendido en el pasado, y aquella que le había regalado el Anillo Dimensional.

—Buenas, vengo a reportar u-

—Pasa, Aureus ya nos informó. —interrumpió la chica.

"Este tipo sabe todo lo que haré, ¿o qué?" pensó Kuro debido a la situación.

Reiko se veía confundida, pues no entendía nada, pero aún así caminaba junto a Kuro debido a que este la había salvado.

Llegando a una de las habitaciones del primer piso del Gremio, la chica abrió la puerta, extendiendo sus manos para darles paso a Kuro y Reiko.

En el interior había un pequeño escritorio, con Aureus detrás de él. Habiendo dos sillas, Kuro se sentaría en la izquierda, aunque Reiko en vez de irse a la otra, se sentó en la falda de Kuro, demandando acaricias en su cabecita.

Sin más, Kuro parecía el típico villano que acariciaba a una mascota, solo que en este caso era Reiko.

—Y bien, ¿qué tenemos aquí? —preguntó el Gran Maestro.

—Dime tu, al parecer sabes todos y cada uno de mis pasos. —respondió Kuro mientras miraba directamente al hombre.

—¡Hahaha! Para nada... bueno un poco.

—Okay, eso es raro. —respondió Kuro disgustado.

—No es así, ¿okay? Cambiando el tema... —Aureus puso en el escritorio las quince monedas de oro prometidas —Ahí está, y por cierto, ya estamos buscando por sus padres. —aclaró el hombre.

—¿Sin saber su nombre? —preguntó Kyo.

—Solo cuida a Reiko hasta que encontremos a su madre.

—Eso pensaba ha-... eres raro. Deja de saberlo todo. —respondió Kuro.

—¡Hahaha! Eres gracioso joven. Ahora váyanse.

Sin decir nada, chasqueó sus dedos, y como era típico, un portal los absorbió, apareciendo en la entrada al Gremio.

—Reiko, te daré un consejo... no confíes en viejos como ese. —dijo Kuro con una sonrisa.

~ • ~ • ~ • ~

—No digas eso Yui. Kuro no era alguien malo... —expresó el héroe ante sus comentarios.

—¿Todavía lo defiendes? ¡Tú lo viste matar a Alexander! —exclamó alterada la peliverde.

—E-eso es cierto... pero no tenía de otra. —contestó Kenta.

—Y-yo apoyo a Yui... ese chico se tuvo que haber inscrito al Gremio para la batalla, y Alan debió tener razón para expulsarlo... —comentó la sanadora del trío.

—Ahh, supongo que tienen razón. No me gusta pero, como Líder de los Tres Héroes Imperiales, debo dejar mis sentimientos a un lado. —expresó orgullosamente.

A la habitación entró una figura, aplaudiendo de manera lenta ante aquel comentario.

—Magnífica respuesta, héroe Kenta. Justo lo que esperaba del futuro protector del Imperio. —comentó aquella persona.

—¿Lo conozco? —preguntó Kenta extrañado.

Un pequeño enojo se notó en el semblante del hombre, interrumpido por otra persona.

—Tranquilos chicos, este es Fabrizio Silverini, Jefe de la Casa Silverini, por lo que es de las personas más influyentes e importantes del Imperio. —explicó Alan tan pronto entró.

Entonces, Yui le daría un codazo al perdido Kenta, haciendo una pequeña reverencia ante aquella persona.

—Disculpe nuestra ignorancia, señor Silverini. —comentó la chica.

Cabe señalar que Fabrizio, a pesar de ser un poco alto y delgado, tenía un rostro algo descuidado, demostrando que fácilmente estaba en sus cincuenta y cinco, o más.

Este se acercó hacia Yui, y tomando un poco de su cabello, acercó este a su rostro y pasaría unos segundos oliendo el mismo.

—Mmm... obediente y hermosa... —dijo mientras hacía esto.

—Ahem —interrumpió Alan ante la situación —, Fabrizio vino para encargarles vuestra primera comisión. —explicó Alan.

—Oh, ¿qué tenemos que hacer señor? —preguntó Kenta.

Aprovechando el cambio de tema, Yui retrocedió varias pisadas, y el chico retomaría la posición delantera.

—Quiero venganza para mi nieto. —dijo el hombre, cambiando su expresión a una de enojo.

—Estás sugiriendo que...

—¿Qué matemos a Kuro? —Kenta fue interrumpido por Kumiko.

—Correcto. —respondió Fabrizio.

—¡Bien! Los Héroes Imperiales se harán cargo, de eso no se preocupe. —respondió Alan, y tras varias palabras intercambiadas, el Silverini saldría de la habitación.

—¿¡Acaso estás loco!?

Kenta se mostraba alterado, por lo que estaba siendo abrazado por Kumiko para calmarlo.

—Lamento no darles opción, pero Fabrizio no es una persona a la que le podamos decir que no. Además... debemos eliminar a Kuro antes de que ocurra algo. —comentó Alan.

—¿Por qué estás en contra de Kuro? —preguntó Kenta ante esta situación.

—Ah... supongo que les contaré sobre los Reyes, y la explicación de lo que sucedió en el Coliseo. —respondió Alan, sentándose en uno de los muebles de la habitación.

—Les cuento...

~ • ~ • ~ • ~

—¡Wiiii! —Reiko gritaba de emoción sobre la cabeza de Kuro.

"¿Cómo me metí en esta situación?" se preguntaba el chico mientras caminaba por las calles de Alos.

Realmente no tenían algo en mente, pero Reiko pidió dar un paseo por la capital en lo que encontraban a su familia.

Siendo controlado por los intereses de Reiko, entraban a cada tienda que llamaba su atención, para entonces salir poco después al otra cosa picar su interés.

Continuaron así por un tiempo, hasta que llegaron a la posada donde Kuro se había quedado la noche pasada: El Gato de la Medianoche.

Entrando ahí bajo sugerencia de Reiko, fueron recibidos con la sonrisa de la recepcionista.

—Buenas tardes Crystabel. —dijo Kuro al notar como esta los miraba.

—¡Buenas tardes Kuro y Reiko! —respondió esta.

—¡¿Tú también?! —preguntó sobresaltado el chico.

—¿Hmm?

—Nada... ¿podría decirle a Reiko el menú? Está interesada en probar la comida. —explicó Kuro.

—No será necesario, el Gran Maestro del Gremio se encargo de hacer un pedido en su nombre.

Sacando un plato que se encontraba bajo la mesa, puso el mismo allí encima. Para la sorpresa del chico, en el plato había helado, con diversas frutas que Kuro no lograba reconocer.

Pequeñas estrellas se veían en los ojos rojos de Reiko, mientras intentaba llegar al plato con sus manitas.

Tomando el mismo por ella, le daría el mismo, y Reiko sin bajarse de la cabeza de Kuro comenzaría a comérselo.

Tras un leve sonido de emoción, comenzó a tragarselo a velocidad luz.

—¿Debo pagar por ello?

—Tranquilo, ya está pagado. —respondió Crystabel.

—Entiendo, gracias.

El chico entonces se dirigió a la salida, y una vez en la calle, notó como a sus alrededores no había nadie. Toda la calle estaba vacía, pero al último momento el chico dió un pequeño salto hacia un lado.

En su posición anterior se pudo ver caer una pequeña bola de fuego, y tras esto, tres personas saltaron desde los tejados, quedando a varios metros de Kuro.

—Hm, pero si son los Tres Héroes Imperiales... Reiko, bájate y quédate detrás de mí. —dijo Kuro.

Usualmente la niña de cabellos dorados se quejaría, pero debido a la seriedad en las palabras del chico, esta obedeció, aunque seguía comiendo su helado.

—Bajo la autoridad ejercida a nosotros por el General del Ejército Imperial, serás ejecutado por traición, engaño, blasfemia, y asesinato. —expresó Kenta con enojo.

El chico se encontraba con su espada extendida hacia Kuro. La misma, hecha totalmente de oro, reflejaba la luz a tal punto que parecía destellar.

Por otro lado, Yui se encontraba un poco atrás del chico, portando un arco recurvo hecho con madera blanca, teniendo una cuerda negra, y con flechas hechas de oro igualmente.

Finalmente, detrás de estos dos estaba Kumiko, portando un báculo dorado que llevaba en la punta del mismo un orbe brilloso verde.

Kuro no tardaría ni un segundo en tomar su espada de su anillo, aguantando la misma con ambas manos y mirando directamente a Kenta.

—Reiko, aléjate un poco...

—¿Estarás bien? —se preocupó la niña.

—Tranquila, estaré bien. —tras su respuesta la niña se alejó un poco.

~¿Deseas mi ayuda?

"Estoy seguro de que puedo... déjame ver cómo se siente tener una fracción de tu poder."

Sin tardar mucho en pensarlo, Kenta comenzó a correr hacia Kuro de forma veloz. ¿Era rápido? Si, ¿más que el chico? Así no es.

Por esto, Kuro bloqueó el ataque de Kenta con su propia espada, dejando volar chispas debido al choque de los metales.

Ambos saltando hacia atrás, comenzarían a lanzar ataques el uno al otro. A pesar de que Kenta los bloqueaba, se podía ver como perdía territorio, y como tras cada ataque perdía un poco el equilibrio.

Kuro puso toda su fuerza en un ataque, desequilibrando por completo a su enemigo, quien cayó de espaldas al suelo.

Tras esto, una flecha a gran velocidad rozó el rostro de Kuro debido a un movimiento de su parte.

—Ya son un buen equipo huh...

—Cállate demonio. —respondió Kenta estando en sus pies nuevamente.

—Luz que todo lo ve, lanza que todo purifica. Permite que brinde la justicia divina en tu nombre...

Intentando evitar la incantación del chico, Kuro fue a hacer un corte hacia Kenta, pero a mitad de camino sintió como impactó contra una pared. Al ver bien, una barrera incolora protegía al chico, y pudo notar como el bastón de Kumiko brillaba con verde.

Ajustando sus ojos hacia ella, Kuro pensó que vencerla a ella primero era necesario para asegurar su victoria pero...

~Huye Kuro. Ese hechizo es de nivel seis, no vas a poder defenderte contra él.

"Ellos son de mi nivel, no pueden hacer un hechizo como ese, y menos Kenta."

—...ningún villano quedará indemne bajo mi dominio, y ningún mal quedará impune. ¡Retribución de la Justicia Divina!

Al gritar esto, una gran aura dorada y blanca cubrió la espada del chico, emanando una presión impresionante debido al gran poder que tenía aquel hechizo.

—Prueba mi Espada Divina. —dijo Kenta.

En un abrir y cerrar de ojos, Kuro sintió como frente a él apareció Kenta, y por instinto intentó cubrirse con su espada.

Al impactar, la espada del héroe cortó la suya como si se tratara de simple mantequilla, y con una estocada sorpresa, Kenta atravesó el abdomen de Kuro, llegando al otro lado con su espada.

El chico, tras unos segundos, se arrodilló debido al dolor, escupiendo una bocanada de sangre, mientras esta comenzaba a brotar del área donde se encontraba la gran espada del héroe.

—Recuérdalo. El mal siempre va a perecer ante el bien. —habló Kenta, y posteriormente tomó su espada y la sacaría del cuerpo de Kuro.

Este cayó boca abajo al suelo, y la sangre comenzaría a fluir a borbotones.

—¡¡¡Kuuuro!!! —gritó Reiko mientras corría hacia él.

—H-heh... supongo que tenías r...azón.

~Reitero, te pasa por arrogante.

—Cálla...te...

Cerrando poco a poco sus ojos, lo último que fue capaz de ver era como la niña corría preocupada hacia él...