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Chapter 15 - Tortura

—¡Hey hey hey! Pero si es Kuro, ¡mi basura favorita! —exclamó el hombre que apenas había entrado.

—Leonardo... —murmulló Kuro al recordar el nombre del hombre.

—¡Conoce mi nombre! Eso facilita las cosas. Verás...

Interrumpiendo su oración, el hombre de la nada apareció frente am chico, y usando el impulso del movimiento, impactó fuertemente el pecho del chico con su puño izquierdo. Quebrando las cadenas debido a la fuerza, Kuro salió volando hasta chocar contra la pared, vomitando sangre mientras sentía las punzadas de sus huesos rotos en sus músculos.

—Estoy algo molesto por la muerte de Alexander, ¿sabes? —expresó mientras extendía sus manos al chico, y una luz comenzó a rodear al mismo, curando lentamente sus heridas —Pero no puedo matarte aún así que, te haré sufrir una y otra y otra y otra vez, ¿no te parece divertido Kuro? —dijo con una gran sonrisa adornando su rostro.

El chico sentía un calor arropar su cuerpo mientras el dolor disminuía, por lo que intentó levantarse del suelo lentamente.

—Hehehe así me gusta Kuro. ¡Pelea por tu vida! —gritó Leonardo, mirando al chico a través de sus gafas de sol.

Sin perder tiempo, el chico cubrió sus puños con fuego, respirando lentamente para intentar calmarse un poco.

~No le hagas caso Kuro, solo acabar-

—Cállate. —respondió el chico.

—¿Me acabas de callar? —preguntó Leonardo insultado.

Sin responder, Kuro corrió hacia él, comenzando a atacar con una lluvia de puños directamente al pecho. Molesto con la aldea, con su poca fuerza para defenderse y proteger a Eira, y el tener que abandonar a Reiko eran situaciones que lo llenaban de ira. Decenas y cientos de golpes más tarde, los nudillos del chico ya se encontraban sangrando...

—¿Acabaste? —preguntó el aburrido Leonardo, agarrando las muñecas del chico sin problema alguno.

Las llamas no lo afectaron en lo absoluto, y lo único que se había quemado fue parte del traje que vestía.

—¿Acaso no se te ocurrió que Alexander heredó su magia de alguna parte?

Sin dar oportunidad a que este respondiera, Leonardo tomó de los pies al chico y lo lanzó al techo. Tras caer de espalda, el hombre alzó su pie lo más que pudo.

—Mi turno.

El rubió pisó con gran fuerza en el centro de la espalda del chico, y tras destruir su espina dorsal, el suelo no aguantó más presión y se quebró, causando que Kuro cayera al suelo que había debajo.

—Oops... —comentó Leonardo sobre los gritos incesantes del chico.

Descendió al suelo donde estaba Kuro, y nuevamente lo curó.

—¿Acaso no te lo dijo el jefe? Haremos de tu vida un infierno.

El chico se quedó tirado en el suelo, pero aún así, se concentró para sentir el maná de sus alrededores.

—No es divertido si no te quejas... —habló Leonardo tras darle una fuerte patada en el estómago al chico, por lo que este voló nuevamente hasta chocar con una pared.

Aún así, se mantuvo en completo silencio tras un quejido del dolor.

—Oh vamos, aún no llegamos a lo divertido...

Tras unos segundos Kuro se levantó lentamente, mirando a los ojos a su enemigo.

—Muere.

El chico cerró el puño de su mano derecha, y una sustancia oscura salió volando de todas las sombras presentes en la celda. Gracias a la poca iluminación de la luna, en un pestañeo la sustancia creó dos garras gigantes, agarrando a Leonardo en el centro y apretando cada vez más.

—¡Hahahaha! ¿Crees que el poder de Caligo hará algo contra mí? —preguntó entre risas el rubio.

Movió su cabeza bruscamente, haciendo que las gafas de sol cayeran de su rostro. Allí Kuro pudo presenciar los ojos totalmente blancos del hombre, careciendo del iris y pupila. Sin embargo, de estos comenzó a salir una intensa luz, y en cuestión de segundos las garras de tinieblas se deshicieron por completo, liberando al hombre.

—Los Silverini tenemos la bendición de Sidus, ¿creíste que sería tan sencillo?

El chico no tenía idea de a quién se refería, pero si podía eliminar las tinieblas de Caligo, solo un Dios se le vino a la mente.

Tras notar la situación, Kuro simplemente perdió las esperanzas. No podía hacer nada contra Leonardo, y mucho menos contra el jefe del mismo, Fabrizio. ¿Estaba por morir? Que importaba, igual no tenía el poder para combatir contra ellos.

Poder.

Siempre necesita más poder.

Es lo único que importa en este mundo.

Horas y horas transcurrieron mientras Leonardo torturaba lentamente al chico. Le rompía todos sus huesos, para entonces curarlo con su magia, y repetir el proceso una vez más. Por un tiempo Kuro se pasaba gritando, pero a medida que continuaba su calvario el dolor que sentía era cada vez menos.

—¡Grita! ¡Llora! ¡Sufre! —gritaba Leonardo mientras le daba repetidas patadas al abdomen contra la pared.

Nivel Aumentado

Lv 13 ---> Lv 14

X (1417) ---> C (311)

A medida que su cuerpo se quebraba y reparaba iba volviéndose incluso más fuerte, pero esto no quitaba que el chico fuera dominado por Leonardo sin problema alguno.

—Ya no es divertido. Espero verte morir en el Vermaak.

Y con esa frase, Leonardo salió de la habitación donde se encontraban, no sin antes limpiar el polvo que ensuciaba su traje.

—Once niveles...

~¿Estás bie-

—No. Gracias por nada. —respondió Kuro, sentándose en el suelo con su espalda recargada de la pared.

~ Estado ~

Kuro

Lv. 14

Índice de Divinación:

C (311)

Nivel de Gremio:

★★★★☆

☆☆☆☆☆

Atributos:

Tinieblas, Fuego

Habilidades:

Bendición Divina

Autoridad de Rey

Visualización de Estado

Manipulación Mágica Avanzada

Inmunidad al Fuego

Resistencia al Hielo

~ ~ ~

Ya había salido el sol, y a pesar de no haber dormido, el chico simplemente se quedó en aquel sitio.

"Todo es culpa de esa aldea." Pensaba Kuro una y otra vez mientras revivía en su mente la eternidad de dolor que recibió.

—Hora de despertar gusano. —una voz pudo escucharse desde fuera de la celda, y tras abrirse la puerta se encontraba Fabrizio, acomodando sus guantes blancos mientras miraba con asco al chico.

El señor chasqueó sus dedos, y la aún controlada Eira levantó al chico, y comenzó a caminar detrás de este con tal de que no escapara.

A medida que pasaban por los pasillos de aquel calabozo pudo ver a través de las ventanas de cada celda. Habían bastantes vacías, pero en las demás se encontraban diversas personas de otras razas. ¿Acaso aquellas eran las Bestias? Cada una era completamente diferente a la anterior, pero todos tenían rasgos humanoides.

El chico no pudo ver mucho, pues una brillante luz lo cegó al final del pasillo.

Al acercarse a esta, sus ojos se adaptaron para revelar un enorme coliseo sobre un árido desierto. Las paredes estaban hechas de arenisca, mientras que los asientos se extendían más de diez metros.

Aquél coliseo era más grande que el de Alos, cosa que sorprendió a Kuro. ¿Dónde estaban? Sin poder pensar mucho fue empujado por Eira, cayendo de cara justo al entrar a la arena.

Las risas de todos los que asistían inundaron los oídos del chico, quién se levantó sin decir ni una palabra.

—Pfff, ¿este debilucho es mi enemigo? ¿Tan bajo he caído? —preguntó una persona que estaba al lado contrario del coliseo.

Era un hombre Bestia, fácilmente reconocible debido al cabello blanco que cubría todo su cuerpo, y las garras filosas que se extendían de sus brazos.

—¡Bienvenidos sean todos finalmente al Vermaak de Esperance! Sé que llevan esperando mucho tiempo para esto, así que no los haremos esperar más. Nuestra primera batalla se dará entre el humano llamado Kuro, y el bestia Silva, ¡hagan sus apuestas! —declaró Fabrizio, para poco después de terminar desaparecer junto con Eira.

—Heh, te voy a destruir —Silva dijo mirando directamente al chico. Sus brillantes ojos ámbar miraban a su presa con sed de sangre, esperando el permiso para atacar —. Harás de un buen aperitivo patético humano.

Kuro cruzó sus brazos, mirando de forma aburrida la situación. De un coliseo a otro, de una batalla a otra, ya simplemente no encontraba divertida la situación.

—¡Ese chico va a morir! ¡Solo mira lo asustado que está! —gritó una de las personas que veía.

"Caligo. ¿Cómo absorbo su alma?" Pensó el chico mientras esperaba.

~No te recomiendo que lo hagas Kuro, tu no er-

"No pregunté tu opinión, pedí una explicación."

~Ahh... debes matarlo. Una vez pierda su vida intenta absorber el maná de su cuerpo.

Sentados en la primera fila, Fabrizio y Leonardo veían el panorama, mientras Eira se encontraba sentada a un lado de ellos. Sus brillantes ojos rojos se podían ver desde la arena, recordándole al chico que no podía revelarse contra los Silverini, aunque como quiera no tenía el poder para ir contra ellos.

—¡Que inicie la batalla! —gritó Fabrizio.

Silva comenzó a correr hacia el chico, dando pequeños saltos con cada paso y llevó sus garras por detrás de su cuerpo. Estando cerca de Kuro, se abalanzó contra el chico, intentando cortarlo con ambas garras.

Bastó con moverse un paso hacia atrás para esquivar aquel ataque, entonces el chico se agachó mientras se inclinaba hacia al frente, pasando por debajo de los brazos de Silva, así alzándose de golpe, agarrando el cuello del mismo con su mano derecha. Gracias a su diferencia el altura, no le fue difícil elevar a su enemigo del suelo, causándole dificultad para respirar.

Por ende, este comenzó a intentar liberarse, rasguñando el brazo de Kuro con sus filosas garras, pero su única respuesta fue la indiferencia del chico mientras apretaba aún más su cuello.

El público se mantenía en silencio viendo el cambio drástico de la situación, en especial, Leonardo estaba levantado de su asiento, sorprendido por aquello.

—Necesito tu fuerza. —murmulló el chico.

Como su última alternativa, Silva apretó el brazo del chico y cubrió a ambos con fuego, comenzando a quemar su propio pelaje. No obstante, el chico era inmune al ataque. Apretó aún más su agarre, y por fin su enemigo paró de moverse por completo, quedándose inmóvil.

—Por fin.

Aún sin soltarlo, el chico siguió las indicaciones de Caligo, cerrando sus ojos y absorbiendo todo el maná que se encontraba dentro del cadáver.

Absorción Exitosa:

Habilidad Adquirida

Hiperestesia

Índice Aumentado

C (311) --> B+ (672)

Lanzó el cadáver de Silva a una de las paredes del coliseo, y dirigió su mirada a Fabrizio, quien se encontraba callado.

—Leonardo, tendremos una charla más tarde. —expresó el jefe de la familia.

—Si, señor. —respondió Leonardo con su cabeza bajada.

—¡Ahí tenemos la primera batalla del día! El ganador puede retirarse, en unos minutos luego de la limpieza se dará la segunda batalla...

Al escuchar esto, el chico se dió la vuelta y entró nuevamente al calabozo del que provino.