—Leonardo. Dijiste que Silva sería suficiente para matarlo, ¿acaso te parece gracioso? —preguntó Fabrizio.
—No, señor. ¡Anoche no era tan poder-
Interrumpiendo la oración, el señor le dió una fuerte cachetada a Leonardo, lanzando sus gafas de sol al suelo.
—No me alces la voz, Leonardo. Que no se repita este fiasco, no podemos fallarle al Emperador. —ordenó Fabrizio.
—Entendido señor, mis más sinceras disculpas.
Tras una reverencia del hombre, Fabrizio salió de la habitación sin dedicarle una palabra más.
—Heh... se las verá en la noche.
Por otro lado, Kuro se encontraba adentro de su anterior celda. De alguna manera el suelo ya había sido reparado, aunque bueno, seguramente tenían a algún mago que controlaba ese elemento. El chico estaba acostado en el suelo con sus ojos cerrados, intentando ignorar los gritos de la audiencia que oía a la distancia.
—Pssst...
Un sonido interrumpió la paz del chico, pero seguro solo fue su imaginación.
—Hey, pssst...
Nuevamente alguien lo intentaba llamar, subiendo más la voz.
—¡Oye! —está vez simplemente gritó
—¡¿Qué quieres?! —exclamó el chico alterado, mirando por la ventana para ver de quién se trataba.
—¡Soy Held! Campeón del Vermaa-
—Interesante, no me importa. —respondió Kuro antes de la exposición de su contrario.
Cabe indicar que Held era un hombre Bestia. Su pelaje era grisáceo, teniendo franjas negras que adornaban diversas partes de su cuerpo, como si se tratara de un tigre. Sus ojos puntiagudos color verde junto con sus animadas orejas se notaba emoción detrás de su semblante.
—¡Espera! Estuviste genial allá afuera, me gustaría charlar sobre algunas cosas. —expresó Held.
—En otro momento, no me molestes más.
Ignorando por completo al joven, Kuro nuevamente regresó al suelo, cerrando sus ojos para por fin poder descansar.
Tan pronto la luna se posó sobre el centro del firmamento, la puerta de la celda se abrió de golpe, repitiendo los sucesos de la noche pasada.
—Kuro, Kuro, Kurito. ¿Me extrañaste querida rata? —preguntó Leonardo con una larga sonrisa decorando su semblante.
El chico al notar la situación simplemente soltó un suspiro, quedándose acostado sin responder al hombre.
—Con que ignorándome, ¿huh?
Se acercó el chico lentamente, y una vez a su lado, pisó con fuerza la mano derecha de Kuro. Fue con tanta fuerza que el suelo comenzaba a agrietarse mientras se escuchaban los huesos ser reducidos a polvo por el peso.
—¡AGHHHH! —Kuro gritó mientras intentaba librarse con su otra mano.
—¡Hahaha! Eso no lo puedes ignorar, ¡eh!
Leonardo se movió a un lado, agarrando la mano desfigurada del chico y encadenando la misma con su otra mano. Llevaría esta cadena hasta el techo de la habitación, dejando al chico colgando de sus manos.
—¿Cómo te atreves a sobrevivir? Me pintaste como un estúpido.
Al finalizar su frase Leonardo corrió carrera, llegando con un fuerte puño al abdomen de Kuro. Este llevaba tanta fuerza que la ráfaga de aire fue capaz de agrietar la pared detrás del chico.
No hace falta destacar como Kuro terminó, como de costumbre, vomitando sangre mientras sentía fragmentos de sus huesos cortar sus interiores.
—No tienes ni la menor idea de las ganas que tengo de matarte, maldita plaga. Pero dejaré que nuestro campeón te despedaze mañana. Heh, si es que llegas vivo.
El rubio simplemente salió de la celda, esta vez sin curar a nuestro protagonista.
Las horas comenzarían a pasar, entre quejidos y leves gemidos por el dolor.
—Aquí m-muero... —murmuró el chico.
—Pssst... es Held. Te tengo una propuesta, compadre. —expresó nuevamente el hombre Bestia de la celda vecina.
—Agh... habla. —respondió Kuro a ma medida que pudo.
—Que te parece si...
Tras una leve conversación que tomó el menor tiempo posible, el chico oyó la puerta abrirse, y al otro lado se encontraba, nuevamente, Leonardo. Sin embargo ya había amanecido, y por ende el chico dudó recibir más tortura.
—Sigues vivo, menos mal. No puedo esperar a ver tus órganos volar por los aires, hehe. —expresó mientras se acercaba.
Extendiendo sus manos, una leve luz amarilla cubrió el cuerpo del chico, y al cabo de unos segundos su mano destruida regresó a su estado original, junto con todas sus heridas sanadas.
Minutos luego, ya sé encontraban en la arena del Vermaak los concursantes.
—¡Damas y caballeros! El día de hoy comenzaremos con Kuro, el novato que nos sorprendió a todos ayer, contra el campeón consecutivo del Vermaak, ¡Held! Con las apuestas ya hechas, ¡doy inicio a esta batalla! —gritó Fabrizio desde la audiencia.
Tan pronto gritó este, Held junto sus manos y las elevó lo más que pudo. Entonces sus manos fueron cubiertas con leve luz marrón, y le pegó con toda su fuerza al suelo. Un gran pedazo de piedra que media varios metros se desprendío del suelo, elevándose varios metros en el aire.
A la vez, Kuro extendió ambas manos a sus lados, y tras unos segundos, comenzó a absorber sombras provenientes de toda la arena.
—¡Esto se pondrá bueno! —exclamó Leonardo al ver lo que ocurría.
Held, controlando la piedra con sus manos, lanzó la misma de forma vertiginosa al cielo, la cual chocaría violentamente contra la barrera que había en el lugar.
Al mismo momento, Kuro lanzó las dos esferas de sombras que tenía en sus manos al suelo. Al hacer contacto, las sombras se extendieron por todo el suelo, y posteriormente subieron por las paredes de la barrera. Debido a esto, aquél domo quedó completamente cubierto en sombras, por lo que nadie del exterior era capaz de ver lo que ocurría.
—¿Qué está ocurriendo? —preguntó el alterado Leonardo.
—Están intentando escapar. —contestó Fabrizio con calma.
Chasqueándo sus dedos, la barrera se deshizo por completo, más las sombras quedaron en la forma con la que estaban.
—¡Guardias! —exclamó Leonardo.
Decenas de guardias saltaron desde la audiencia a la arena, desapareciendo para vista de todos.
Murmullos llenaban el silencio, hasta que las sombras se deshicieron de la nada. Dentro de la arena estaban los más de 40 guardias, haciendo una pequeña formación circular en el centro.
—¡Los tenem-
A pesar de que habían dos figuras en el centro, se percataron de que estas solo eran estatuas de piedra.
—¡Cuidado! —gritó Leonardo, pero era muy tarde.
Los guardias miraron hacia arriba debido a que una gran sombra crecía en tamaño, y aquella piedra de gran tamaño que Held había lanzado caía hacia ellos.
—Boom. —dijo el campeón, con el estruendoso impactó de la piedra contra el suelo.
Bajo aquella roca quedaron los cuerpos de todos los guardias, y mientras Leonardo gritaba de enojo, la audiencia entró en pánico por la situación.
No obstante, gracias a ello, Kuro y Held lograron salir del otro lado del calabozo, y sorprendentemente la puerta llevaba a la salida. No teniendo de otra más que huir, el par continuó su carrera por las carreteras de la ciudad.
Aquel lugar era completamente diferente a las ubicaciones donde había estado el chico. Los caminos de adoquines contrastaban con la vegetación natural y verdosa. Cada edificio estaba adornado con incontables flores y lianas, embelleciendo las cabañas construidas de troncos de madera. Junto a ello, un inmenso árbol podía verse a la distancia, en el centro de la vasta ciudad.
—¡Woah! Ni siquiera puedo ver la copa del árbol... —comentó Kuro sorprendido.
Pero efectivamente, el árbol de extendía cientos y cientos de metros hacia el cielo. Incluso, no sería exageración decir que llegaba hasta las nubes, pero era difícil de saberlo.
Así de grande, se veía increíblemente ancho, lo suficiente como para soportar tanto peso, y la fuerza de los vientos sin doblarse ni un centímetro.
—Es el Árbol de Origen, pero simples plebeyos como nosotros nunca podríamos acercarnos a él... —respondió Held.
Evitando más conversación, el par siguió su camino por las calles de ma ciudad, tomando rutas alternas cada cierto tiempo para evadir a los guardias que quedaron.
Ya alejados de la zona anterior, se escondieron en un callejón a descansar unos segundos, pero Held se acercó a la pared y tocó la misma, como si estuviera buscando por algo.
—¿Qué haces? —preguntó Kuro.
Entonces el chico apretó un ladrillo en específico, y se pudo escuchar como una porción de la pared se movía hacia un lado.
—Bienvenido a nuestro escondite. —respondió Held.
—¿Nuestro? —preguntó Kuro.
—Te explicaré todo adentro, pero vamos, ahí estaremos seguros.
Saliéndose a un lado, Held le dió paso al chico, quién tras acercarse para inspeccionar, simplemente decidió entrar sin más.
"Sea o no una trampa, Leonardo y Fabrizio es lo que me espera al otro lado, así que no tengo más alternativa..." pensó el chico.
En otro lado...
—¿Nada? —preguntó Leonardo a los guardias.
—No hay rastro de ellos a 200 metros a la redonda, señor. —contestó uno de ellos.
—¡Mierda! —gritó Leonardo, dándole un pisotón al suelo y creando un pequeño cráter.
—No te preocupes Leo, él tarde o temprano tendrá que regresar, después de todo...
Fabrizio dirigió su vista a Eira, quien estaba aún sentada donde se encontraba desde el inicio.
—El alma de Caligo será nuestra, y los Silverini tendrán por fin su valiosa venganza. —continuó el hombre.
—Lo seguiré hasta el fin del mundo, mi señor. —contestó Leonardo, poniéndo una rodilla en el suelo, y su mano contraria también.
—Bien, continua así y serás mi heredero —contestó Fabrizio, mientras llevó sus ojos al cielo —. Deja que te atrape Caligo, esta vez no habrán más juegos...