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Chapter 4 - 4. Jaume

Jaume se despertó, se había quedado dormido viendo la televisión, que aún seguía encendida. Miró la hora en su reloj y se levantó dando un salto. Tenía que asistir a una reunión con sus padres, le habían avisado el día anterior, aunque no sabía para que querían reunirse. Bajó las escaleras y vio a la humana tumbada en el sofá, aún seguía dormida, así que salió sin hacer ruido y cerró la puerta con llave.

Fue rápidamente hasta llegar a casa de sus padres. Cuando entró todos le miraron, estaban sus padres y su hermano Marcus, pero también estaban Julio y Anaria allí, eso extrañó mucho a Jaume, pensaba que sería una reunión familiar.

— ¿Qué ocurre? —preguntó Jaume sorprendido —¿Qué están haciendo ellos aquí?

— Tenemos que hablar contigo, sobre tu chica —le dijo su padre—. Ayer nos dimos cuenta de que aún está intacta ¿A que estás esperando?

— Lo que haga con ella solo es asunto mío, a vosotros no os concierne…

— Te equivocas Jaume, estamos teniendo muchos problemas últimamente para seguir consiguiendo esclavos humanos —dijo Anaria.

— Tiene razón hijo, si seguimos llevándonos así a más personas al final se darán cuenta de que algo está ocurriendo y terminarán descubriendo a nuestro pueblo. Llevamos mucho tiempo viviendo en paz, si nos descubren los humanos está tranquilidad se terminará. Y ya sabes que ocurrirá si descubren los lobos lo que hacemos…

— ¿Os preocupan esos chuchos? Ellos nos tienen miedo, jamás se atreverían a ir en nuestra contra —dijo Marcus riéndose.

— Estas equivocado niñato —dijo Julio mirando fríamente a Marcus —. Tenemos firmado desde hace cientos de años un tratado de paz, pero no durará si descubren lo que hacemos con los humanos…

— ¡ Se lo de ese tratado, estúpido!

— Se lo de ese tratado solo nos permite usar a humanos que nadie echará de menos, gente sin familia y sólo para poder alimentarnos, pero llevamos años incumpliéndolo y esclavizándolos.

— ¿Qué queréis decirme con esto? —preguntó Jaume mirando a sus padres.

— Hijo, te lo voy a decir bien claro —le dijo su padre seriamente —. Vamos a tener que reducir el número de humanos, no podremos seguir trayendo a tantos , así que si no vas a usar a la humana para el fin con el que te la entregamos, se la daremos a otro de los nuestros. No vamos a permitir que la tengas de mascota.

— ¡No podéis hacer eso! Me la entregasteis, ahora es de mi propiedad.

— No has probado su sangre y estoy seguro que ni siquiera le has puesto el sello de nuestra familia. No entiendo que un vampiro tenga a una humana a su alcance y ni la toque, si en dos días no la has hecho tuya, te la arrebataremos -le dijo su padre.

— Pero…

— ¡No me discutas! Está es mi última palabra al respecto.

Jaume salió de allí enfurecido y se fue a casa. Por el camino pensó en las palabras de sus padres. Era tradición de los vampiros estampar el sello de su familia en la piel de sus esclavos humanos. Para así hacerlos definitivamente de su propiedad y que todos supieran que pertenecía a algún miembro de esa familia. Sabía que tenía que hacerlo aunque también sabía que la humana sufriría porque el sello se estampa por medio de un líquido abrasivo que quema la piel de los humanos y eso sería muy doloroso para ella.

Jaume no entendía sus propios sentimientos, ella era una simple humana y él un vampiro, no tendría que importarle ella para nada, pero no sabía por qué en el fondo si le importaba su bienestar. No deseaba hacerla sufrir ni que nadie le hiciera daño y esos sentimientos que tenía hacia ella los detestaba, le hacían parecer muy débil, sería una vergüenza para su familia si ellos o alguien se enteraba de ello.

Si quería conservar a la humana tendría que morderle y estampar en su piel el sello de su familia, así que tomo una decisión, nada más llegar a casa lo haría y no habría vuelta atrás, ese mismo día sería suya.

Llegó a casa todo decidido, cuando entró vio que la humana seguía dormida, le extrañaba que llevara todo el día durmiendo pero tampoco le dio importancia. La observó durante unos instantes como dormía y no quiso despertarla, se le veía dormir tan plácidamente que decidió que la haría suya al día siguiente. Subió a la habitación de un salto, se tumbó en la cama y encendió la televisión.

A penas pudo dormir ese día, no dejaba de pensar en cómo haría suya a la humana, sería su primera vez y era un inexperto. Lo que tenía claro es que, después de ese día, ella le odiaría para siempre, estaba seguro de que jamás se lo podría perdonar. Al final, se quedó dormido con todos esos pensamientos pasando por su cabeza.