Andrea se encontraba frente a aquellos dos grandes lobos, dio unos pasos hacia atrás, los lobos se dirigían hacia ella muy despacio, pensaba que no tendría escapatoria. Entonces, empezó a sentirse mareada, puede que por el miedo, o quizás fuera porque aún estaba muy débil ya que no se había recuperado completamente. Estaba muy mareada y tuvo que sentarse en el suelo ya que sus piernas no le sujetaban. Todo se volvió negro y, finalmente, se desmayó.
Cuando abrió los ojos aún se sentía algo mareada y un poco aturdida. Se encontraba tumbada en una cama, no sabía dónde estaba. Era una habitación pequeña, con paredes de madera, no conocía aquel lugar. Intentó incorporarse pero se mareaba bastante así que tuvo que mantenerse tumbada.
— ¡Andrea, ya estás despierta!— le dijo una voz de mujer muy conocida—. ¿Estas bien?
Alguien se acercó a la cama donde estaba Andrea tumbada. Era una chica de piel morena muy sonriente, de pelo muy largo y negro y ojos castaños, era Sofía.
— ¿Dónde estamos?— preguntó Andrea muy sorprendida al verla—. Había unos lobos en el bosque que me iban a atacar ¿Qué ha sido de ellos?
— No te iban a atacar, no son lobos normales…¡Son licántropos!— le dijo Sofía—. Nos dejan quedarnos con ellos para que los vampiros no nos atrapen. Tanto los vampiros como los hombres lobo existen, esto es de locos ¿Verdad?
— ¿Licántropos? Si nos lo llegan a decir hace un mes, no nos lo hubiéramos creído… ¿Y donde estamos?
— Estamos en el poblado donde vive toda la manada— le explicó Sofía—. Quienes te encontraron te trajeron aquí.
— ¿Y tú cómo has llegado aquí?
— Las cosas con Marcus se complicaron. Cuando Marcus estaba dormido me escapé de allí, corrí al bosque y llegué aquí sin saber cómo—. Prosiguió hablando poniendo cara de tristeza—. Si te soy sincera, pensaba que Marcus podría cambiar, pero su naturaleza vampírica siempre estará ahí. Yo llegué a quererle de verdad y pensaba que él a mí también, pero me equivoqué— dijo Sofía con lágrimas en los ojos—.¿Parezco una tonta verdad? Sólo se me ocurre a mí enamorarme de un vampiro…
— No eres tonta. Estábamos tan asustadas, que necesitábamos ver un poco de luz y que mejor manera que montarnos nuestra propia película de amor con un vampiro…
— ¿Jaume y tú…?
— ¡No! Con Jaume no he tenido nada, ni lo tendré jamás. Sólo es que me atrae un poco, no sé por qué y pensé que yo a él también, pero no, también estaba equivocada…
— Supongo que somos dos tontas y que estamos un poco locas —dijo Sofía y ambas se rieron con tristeza.
En ese momento, entró una persona a la habitación. Era un hombre muy alto y grande, de pelo largo y rasgos faciales prominentes. Su aspecto imponía mucho respeto.
— Veo que nuestra otra invitada se ha despertado…— dijo mirando a Andrea—. Soy Nero, líder de la manada, ¿Cómo te encuentras?
— Creo que bien, gracias.
— Me alegra oír eso. Podéis salir a ver el pueblo si os apetece, hace un día espectacular. Sentiros como en vuestra casa chicas y si necesitáis algo, hacédmelo saber.
Nero se fue y Sofía y Andrea se quedaron solas. Andrea se encontraba mejor, ya no estaba mareada, así que ambas decidieron salir a dar un paseo por el pueblo. Hacia un día muy soleado, el cielo azul estaba completamente despejado y hacia una temperatura ideal, ni frío ni calor.
El pueblo era bastante grande, estaba formado por muchas casas de madera colocadas de una manera bastante ordenada. Había mucha gente por las calles. Les llamó la atención que había muchos hombres, sin embargo, apenas verían a diez mujeres en todo el pueblo. Tampoco había demasiados niños.
Organizaron en el pueblo una gran comida para dar la bienvenida a Andrea y Sofía. Después organizaron una fiesta con música y baile que duró hasta casi la noche. Hacia mucho tiempo que ambas no se sentían tan vivas. Ya era casi de noche y, Andrea y Sofía, se disponían a entrar en la cabaña para esconderse, por si se les ocurría aparecer por allí a los vampiros, pero alguien se acercó antes a hablar con ellas.
— ¿Qué os ha parecido el pueblo?— les preguntó Nero.
— Es maravilloso de verdad— le dijo Andrea quien se sentía muy agradecida—. Gracias por dejar que nos quedemos…
— Tengo que hablar con vosotras de algo muy importante— les dijo Nero con tono serio interrumpiéndola—. Sofía me ha contado lo que habéis vivido con los chupasangres. Quiero que seáis conscientes de la gravedad del asunto. Hace cientos de años se firmó un tratado de paz entre los vampiros y mi pueblo, la condición era que dejarán de esclavizar a personas, pero lo han incumplido. Esto supone que, lo más probable, es que se avecine una guerra, a no ser que los chupasangres terminen con lo que están haciendo y cumplan el tratado. El sello que lleváis marcado en vuestra piel simboliza que sois de su propiedad, pero como está prohibida la esclavización según el tratado, el sello no es válido y podéis elegir volver con los vampiros o quedaros con nosotros y formar parte de nuestra manada…
— ¿No podemos irnos a casa?—preguntó Andrea esperanzada.
— Habéis llegado a conocer este mundo, el cual es desconocido para el resto de las personas, para nosotros es muy arriesgado, así que no podemos dejar que os vayáis…lo siento.
Andrea y Sofía se miraron horrorizadas, pensaban que al haber escapado de los vampiros por fin eran libres y que podrían irse a casa, pero estaban muy equivocadas.
— Pero, si decidimos quedarnos ¿Tendremos que convertirnos?— preguntó Sofía.
— Sería lo más conveniente, sí—dijo Nero—. Estaréis más seguras, los vampiros odian nuestra sangre, así no correréis el riesgo de ser capturadas y mordidas por ellos otra vez.
— ¿Y que hay que hacer para convertirnos en licántropos?
— Realizaremos una ceremonia. No os voy a mentir, duele al principio, pero después os acostumbrareis y ya no será doloroso. Si queréis os dejo que lo penséis esta noche y ya mañana me dais una respuesta. Qué descanséis— dijo Nero despidiéndose de Andrea y Sofía.
Andrea y Sofía se quedaron pensativas, estuvieron un buen rato sin decir nada. Tenían que decidir si volver con los vampiros, a la vida que tenían con Marcus y Jaume, o quedarse allí y convertirse en licántropos. Ninguna de las dos opciones le convencían a Andrea, ella lo que quería era ser libre e irse a su casa y volver a su antigua vida.
En ese momento, oyeron gritos afuera. Se asustaron, pensaban que los vampiros habrían descubierto que se escondían allí y que habían ido al poblado a buscarlas para llevárselas a la fuerza. No se equivocaban, oyeron la voz de Nero discutiendo a gritos con alguien.
Abrieron la puerta y se asomaron a la calle. Vieron a Nero enfrentándose a Marcus y Jaume y varios miembros de la manada los tenían rodeados. Los vampiros lo tenían muy difícil para ganar aquella batalla, eran ellos dos solos contra toda una manada de hombres lobo, estaban en clara desventaja.