Luego de terminar la ceremonia de unidad, y finalizar la celebración en que la Estrella de la Mañana hizo acto de presencia, todos regresaron a sus respectivos hogares. Sin embargo Brigit y Morrigan, como dictaba la costumbre, ambas fueron a lo que sería su "hogar secundario", para vivir una temporada junto a la persona con quienes fueron unidas: la casa de San Gabriel en el Paraíso, ubicado en el Séptimo Cielo del Panteón Israelita: un pequeño planeta lleno de vegetación silvestre, muy similar a las selvas de la India.
La casa, si se le puede llamar así, puesto que parecía una mansión por lo enorme que era su estructura, era de diseño rectangular y de dos pisos. Estaba hecha en su totalidad de piedra blanca tallada a mano; de hecho, toda la casa en sí misma era una sola roca, que fue tallada y moldeada por las propias manos del arcángel. En las paredes había degradados grises con algunos detalles naranjas. El techo presentaba algunas imperfecciones, y en total tenía ocho ventanas cuadradas repartidas por el lugar, mientras la entrada era de doble puerta ovalada.
Como tal el diseño de la casa no era nada extravagante ni majestuoso, ni se esforzaba en parecer elegante; parecía más una casa hecha por un cavernícola. La razón de esto se debía a que San Gabriel no le interesaba tener una casa llamativa y digna de una persona de alto rango; además le gustaba su casa así, sin ser elegante ni perfecta. Y la única razón por la que era tan grande, se debía a la enorme cantidad de habitaciones especiales, cuyos contenidos era enorme; como la biblioteca, cocina, sala de armas, jardín personal, salón de juegos y demás, incluyendo una gran habitación dedicada a su trabajo.
El dormitorio era amplio, rectangular y de color beige, junto con una ventana en la pared izquierda y derecha, en las que se podía apreciar que era de noche en esa parte del planeta. La habitación no tenía nada más que dos simples estantes de madera, una mesilla redonda junto con una silla, y una gran cama rectangular de color blanco con sábanas de mismo color; aunque tenía una almohada naranja, una roja y una morada.
Dicho dormitorio no se encontraba deshabitado, ya que San Gabriel se hallaba sentado en la cama; traía puesto solo pantalones holgados blancos y mantenía sus alas y aureola ocultas, aunque sus brillantes pupilas blancas seguían al descubierto. El arcángel tenía la mirada baja con un semblante deprimido, mientras pensaba en lo sucedido en la ceremonia; aquello le trajo amargos recuerdos de aquel fatídico día.
Desde aquel trágico día en que ocurrió la Gran Guerra en el Cielo, él no dejaba de escuchar relatos acerca de las atrocidades que cometía su hermano, quien una vez fue Luzbel; horribles actos hechos con el fin de preservar el Mundo Mortal, que tanto aman sus padres. No obstante, aun cuando todo lo que hace Lucifer es con el fin de mantener la seguridad de la familia y del cosmos, eso no justifica sus monstruosas acciones y el hecho de que para él, los inmortales de los demás Panteones son una amenaza que debe desaparecer, y los humanos son los verdaderos demonios que deben ser exterminados.
Es por esta visión cruda, extremista y genocida que su camino lo ha alejado del camino pacifista de sus demás hermanos, y del verdadero camino de sus padres. Sin embargo Lucifer seguía siendo parte de la familia, y por eso el Padre de ellos se negaba a eliminarlo, o tan siquiera encerrarlo.
Pero a causa de esta vacilación, Lucifer ha aprovechado su propia libertad para cometer terribles jugarretas, que no fueron del agrado para el resto de los dioses, ni menos para algunos de los otros Reyes Demonio. Y por eso lo sucedido en la fiesta fue el punto de quiebre para obligar a toda la familia del Paraíso, a tomar medidas para proteger tanto a Lucifer como al resto del cosmos; poco después de terminar la fiesta, San Miguel le dijo a San Gabriel que llegó el momento de castigar a su gran hermano mayor.
El arcángel mensajero estaba muy afectado por tal noticia; de algún modo, tenía la esperanza de que su gran hermano mayor recapacitaría, recobraría la fe en los mortales y olvidaría su deseo de superioridad y odio contra los demás dioses.
Sin embargo ya no puede seguir soñando; ya era tiempo de que él aceptará la dura realidad. Y quizás podría intentarlo justo ahora, pero ahora tenía asuntos más urgentes: San Gabriel se vio obligado a dejar a un lado su reflexión melancólica, cuando escucho la puerta abrirse y, para su desgracia, vio que había llegado el momento que tanto ha temido: consumar el matrimonio.
Brigit y Morrigan habían entrado al dormitorio llevando puesto ambas un camisón simple sin mangas, que les llegaba hasta la mitad de los muslos; la de Brigit era color rojo y la de Morrigan era negra, además de que ambos tenían un considerable nivel de transparencia. Aunque la vestimenta de ambas diosas daba mucho para la imaginación, el arcángel solo las veía con indiferencia total; sin ningún tipo de atracción.
"No sé si olvidaron que yo, aunque sea físicamente hombre, en mente y espíritu soy un ser asexual y sin forma definida. Aparte no siento ningún tipo de atracción hacia ningún género, aunque mi cuerpo físico demuestre lo contrario", pensaba San Gabriel con vergüenza. Entonces se percata de que ambas diosas fueron al lado contrario de la enorme cama.
—¿A que estas esperando angelito? Ahora si es hora de que consumar matrimonios —dijo Morrigan con una sonrisa pícara, mientras se acostaba en medio de la cama de un modo provocativo, y levantaba un poco su camisón, dejando ver más de su ejercitada y voluptuosa pierna izquierda.
—Tendrás que esperar tu turno —contestó Brigit mientras se subía a la cama y se sentaba con las piernas cruzadas, denotando cierta impaciencia y a la vez felicidad—. Yo fui la primera prometida que conoció, entonces debería ser yo la primera con quien él tenga su primer "contacto carnal".
—Sí pero... —Morrigan se levanta un poco y también se sienta, mientras veía con cierta burla a la diosa pelirroja—. No te ofendas, pero según escuche, la verdadera forma de un ángel no tiene forma definida. Y me gustaría empezar primero, para no correr el riesgo de que le carbonices el cuerpo físico y me quites la diversión.
—¡¿Todavía sigues molestándome con eso?! ¡Urraca arpía inmunda! —exclamó Brigit una vez más encendiendo su furia implacable y ardiente.
—Uy. Pero qué lengua tan sucia tienes, ¡bárbara madre de bueyes! —exclamó Morrigan también comenzando a perder la paciencia y respondiendo con igual furia siniestra.
Brigit desató una vez más su caótica aura rojiza de fuego, al mismo que Morrigan liberó su aterradora aura morada fantasmal, causando que toda la habitación se sacudiera de forma violenta por el tremendo poder destructivo que emanaban ambas diosas; de hecho, daba la sensación de que toda la casa temblaba y podría venirse abajo en cualquier momento.
"Ay no, ¡aquí vamos de nuevo! ¡Si no hago algo pronto destruirán mi casa!", pensaba San Gabriel ahora de pie y sujetándose la cabeza con ambas manos, mientras observaba al par de aterradoras diosas con preocupación y miedo total.
Ya no contaba con sus hermanos y cuñadas para que lo ayudasen, así que comenzó a pensar lo más rápido que pudo en una forma de evitar que el par de diosas destruyeran su hogar. Y por milagro se le vino a la mente una idea... bastante descabellada para cualquiera, aunque por la desesperación no se le ocurría nada mejor.
—¡Oigan si me escuchan un momento tengo la solución para resolver esto sin destruir mi casa! —propuso San Gabriel en voz alta, captando la atención de ambas diosas y haciendo que estas dejaran de liberar energía, para escuchar lo que él proponía.
El arcángel mensajero se sentó en medio de la cama, con Brigit a su izquierda y Morrigan a su derecha, y les dijo que para decidir aquel conflicto y los próximos que hubiesen entre ambas, debían de arreglarlo con un popular juego que él y sus hermanos aprendieron cuando visitaron el Panteón Chino...
—¿Puño, palma o mantis? —dijeron Brigit y Morrigan a la vez e igual de confundidas, puesto que desconocían la existencia de tal juego.
Como no conocían dicho juego, San Gabriel les explico en qué consistía y sus reglas: cada jugador cuenta hasta tres y se muestran las manos al mismo tiempo, y gana quien tenga la mano en una forma, que venza a la forma de la mano contraria, siendo el orden siguiente: puño vence a la mantis —dedos índice y medio extendidos y separados—, palma vence al puño y mantis vence a la palma.
Ahora sabiendo cómo se jugaba, el arcángel propuso que la vencedora de tres rondas sería la primera en consumar el matrimonio. Brigit y Morrigan no lo pensaron dos veces y estuvieron de acuerdo con el trato. Entonces comenzó la competencia.
Ronda 1. Brigit: palma - Morrigan: palma = empate.
Ronda 2. Brigit: puño - Morrigan: puño = empate.
Ronda 3. Brigit: mantis - Morrigan: puño = 1 victoria de Morrigan.
Ronda 4. Brigit: palma - Morrigan: puño = 1 victoria de Brigit.
Ronda 5. Brigit: mantis- Morrigan: palma = 1 victoria de Brigit.
Ronda 6. Brigit: puño - Morrigan: palma = 1 victoria de Morrigan.
Ronda 7. Brigit: mantis - Morrigan: mantis = empate.
Ronda 8. Brigit: palma - Morrigan: palma = empate.
Ronda 9. Brigit: palma - Morrigan: mantis = 1 victoria de Morrigan.
Resultado. Brigit: 2 victorias - Morrigan: 3 victorias.
—¡¿Qué?! ¡No puede ser! —exclamó Brigit furiosa e impactada, todavía mirando su mano en forma de palma, mientras que Morrigan celebraba riendo de modo triunfal, y San Gabriel quedó en absoluto shock por el resultado.
—¡Ja, ja, ja! ¡No te sientas mal Brigit! Un juego es un juego —decía Morrigan con orgullo y cinismo, para luego empezar a acercarse a un aterrado San Gabriel.
—¡Esta bien! ¡Pero que sea rápido! —gruño Brigit para nada feliz de haber perdido, al mismo en que se cruzaba de brazos y desahogaba un poco su incalculable ira en un suspiro molesto.
—Sí que eres aguafiestas —se quejó Morrigan inflando los cachetes a modo de burla, lo cual hizo gruñir más de ira a la druida pelirroja.
—¡Hey espera un momento! —decía San Gabriel mientras retrocedía con cada acercamiento de la reina fantasma—, ¡¿Por qué no mejor hacen otra competen...?!
—Tú tampoco seas tan aguafiestas.
Le callo Morrigan con aquel característico tono aterrador y dominante, haciendo que el arcángel quedará paralizado al instante del miedo; San Gabriel pensó que por su seguridad lo mejor que podía hacer ahora era obedecerla en todo sin cuestionar, para no alargar el "momento de diversión" de ella, porque se notaba por lejos en la mirada de la diosa cuervo una lujuria que rivalizaría con el de Afrodita.
Es sabido que los inmortales poseen un libido mucho más alto que los mortales; eso sumado con su alta resistencia y cualidades físicas, los hacen capaces de mantener relaciones sexuales por un día entero o más sin descanso. Y San Gabriel comprendió que Morrigan era conocida como "Diosa de la Sexualidad", por poseer un libido tan alto que rivalizaría con el de la propia Afrodita.
—Conseguí gratis un ángel con cuerpo físico masculino ¡y pienso "disfrutarlo" al máximo! —decreto Morrigan como si su palabra fuese la ley, con una sonrisa que reflejaba su desbordante lujuria y sadismo, para después sujetarse el camisón por el área de los pechos y, con lentitud, empezar a romperlo por la mitad, revelando sin vergüenza alguna su voluptuoso y atlético cuerpo—. ¡Así que guarda silencio y deja que me divierta!
[La siguiente escena contiene elementos sexuales en extremo fuertes, violentos y muy explícitos (es Morrigan, no esperen que sean leves). Por ello mi hermano San Gabriel me pidió que no lo describiera aquí (sobretodo este momento). Disculpen. Att: San Raziel]
Luego de casi una hora el turno de la reina fantasma había terminado. Brigit todavía yacía sentada en la cama cruzada de brazos y piernas, tan furiosa que no era necesario ver el aura flameante alrededor de ella para saber cuán molesta estaba, ya que su semblante iracundo y sus respiros agitados decían más que suficiente.
En el piso del lado derecho estaban los restos del camisón de Morrigan y pedazos del pantalón de San Gabriel, mientras que debajo de las sábanas se encontraban ambos; la primera se hallaba acostada encima del segundo, dándole un beso amoroso (y hasta cierto punto salvaje) en los labios, que fue cortado por la misma reina fantasma, quien aparte de estar agotada tras llegar al éxtasis, se podía ver que sus ojos ya no eran rojos sino azules, los cuales reflejaban un brillo de felicidad y satisfacción pura.
—¿De verdad no sentiste nada?... Porque... yo sí sentí mucho, mucho —dijo Morrigan respirando de forma agitada y teniendo una sonrisa satisfecha, para luego lamerse los labios con total disfrute.
—No, ¡por supuesto que no! —respondió San Gabriel mostrando que además de no estar cansado, si estaba bastante molesto.
Luego el arcángel levantó el torso de forma brusca para sentarse —con Morrigan aun encima de él, por lo que terminó sentada en su regazo—, revelando que tenía marcas de mordidas en sus hombros y cuello, junto con rasguños en su espalda, pecho y brazos; parecía que él había tenido una brutal pelea con un animal salvaje. Sin embargo cada herida comenzaba a ser cubierta por una luz dorada, para después sanar a una velocidad sobrenatural; era una suerte que los ángeles, al tener un cuerpo inmortal, poseían una capacidad de sanación en extremo alto.
—¡No sé cómo es el placer pero definitivamente no sentí nada de eso! —exclamó San Gabriel para nada feliz del "momento íntimo" que tuvo con la terrible diosa céltica.
—Que sensible eres ¡je, je, je! —bromeo Morrigan casi entre risas y hasta de muy buen humor—. Pero deberías de sentirte muy afortunado angelito. Sin duda tienes un cuerpo muy fuerte, o de lo contrario no estarías quejándote ahora. ¿Quieres un poco de consolación como recompensa?
La reina fantasma envolvió ambos brazos alrededor del cuello del arcángel —todavía molesto—, para darle otro cariñoso beso que él intentó rechazar moviendo la cabeza a un lado, ya que seguía disgustado por lo brusco que resultó el "momento íntimo" entre ambos. No obstante los gruñidos molestos de cierta diosa celta pelirroja llamó la atención de ambos.
—¡Agg! De acuerdo, ahora es tu turno fosforito —dijo Morrigan casi perdiendo el buen humor que tenía, y procede a quitarse de encima del arcángel para acostarse en el lado izquierdo de la cama, todavía debajo de las sabanas—. Solo trata de no quemarlo mucho. ¡Quiero divertirme un poco más!
—¡¡Ya era hora!! —grito Brigit liberando toda la cólera acumulada en una feroz aura flameante, que elevó su cabello igual que un fuego salvaje, pero por suerte estaba lo bastante "controlada" como para no quemar la cama, aunque no podía decirse lo mismo de su camisón, el cual empezaba a desintegrarse (muy quizás por obra de ella misma).
—¡¿Qué?! ¡¿Tu también?! ¡¿No puedes esperar hasta mañana?! —rogo San Gabriel casi igual que un niño al ser castigado una y otra vez por sus padres en un mismo día.
—¡Por supuesto que no! ¡Me sigue pareciendo injusto que Morrigan haya sido la primera! —respondió Brigit de un modo severo y dominante, para después saltar encima del arcángel, dándole un beso en los labios con tanta ferocidad que lo hizo acostarse de nuevo, esta vez con ella encima de él.
[La siguiente escena contiene elementos sexuales explícitos. Son mucho más leves que los de Morrigan, pero aun así mi hermano San Gabriel me pidió que no lo describiera aquí. Disculpen. Att: San Raziel]
[Territorio Griego]
Mientras tanto en un barranco ubicado en una costa de alguna parte del Territorio Griego, cierta estrella de la mañana recién hacía acto de presencia aprovechando la oscuridad que ofrecía la noche; con lentitud descendió por el risco, hasta llegar a pocos metros del nivel del mar, justo donde había un corte en la pared rocosa con forma de "V", y en un extremo del interior de aquel corte había otra grieta que parecía una pequeña entrada; detalle que se confirmó cuando Lucifer ingreso sin problema alguno en aquella grieta, revelando que el interior era una cueva que parecía más una habitación.
Dentro solo había una mesa con una silla y una cama en un lado. No obstante en el piso se hallaban alguna que otra vasija griega, y las paredes estaban adornadas por cuadros con pinturas de diferentes y hermosos paisajes del Paraíso, mundos e incluso galaxias y constelaciones. Y lo único que daba luz al interior era una antorcha encendida con fuego azul que colgaba en la pared.
Después de visitar el Territorio Celta, Lucifer regreso un momento al Infierno para alegrar un poco a sus esposas, "concibiendo futuros herederos", antes de volver a salir para dirigirse a ese sitio en el Territorio Griego. La razón de esta visita se debía a que esa cueva tenía un significado especial para la Estrella de la Mañana, que la hacía un sitio tan privado, que ni siquiera los demonios más confiables conocían su existencia.
El motivo de tal nivel de privacidad, por una parte se debía a que la cueva estaba ubicado en el territorio que una vez fue de su amada madre; la madre de los primeros titanes, ángeles y demonios, Khaos.
—Te tardaste demasiado.
Comentó una mujer que se encontraba debajo de las sabanas de la cama, con un tono que denotaba verdadera molestia y disgusto.
—Disculpa la demora. Recuerda que iba a visitar la boda de uno de mis hermanos. Luego de eso debía atender a mis consortes. Mis hermanas Nanma y Agrat-Bat se ponen de muy mal humor si no las consiento cada día. Y ni hablar de mis queridas siete primas.
Respondió Lucifer sonriendo, ahora con un mejor humor, mientras escondía sus alas y desaparecía su armadura en flamas azules, hasta tener solo un taparrabos negro. Después se sienta en la orilla de la cama, donde al instante fue envuelto en un cariñoso abrazo desde atrás por la misteriosa mujer. Y como reacción, entre pequeñas risas, él voltea la mirada para verla a ella, la segunda razón por la que ese lugar era tan especial y privado, al grado de que ni siquiera era conocido por los más fieles compañeros gobernantes de Lucifer.
La mujer en la cama parecía ser una adulta de 30 años, que debía ser de origen griega, sobretodo porque era de piel clara y rubia. Tenía el cabello suelto, de modo que podía apreciarse que, además de ser liso, era tan largo que le llegaba hasta por debajo de la cintura. Sus ojos eran de color azul. Y en cuanto a vestimenta, solo llevaba una toga blanca, con un nivel de transparencia que demostraba más que suficiente de su delgado, maduro y voluptuoso cuerpo.
lla era la Diosa Griega del Matrimonio; la esposa de Zeus y, por lo tanto, Reina de los Dioses Griegos, Hera.
—¿Y aún tienes energía después de "procrear" con tres diablesas y siete súcubos? —pregunto Hera con un poco de humor divertido.
—Un cuerpo inmortal creado de manera artificial, tiene sus ventajas —comentó Lucifer con igual humor—. ¿Y qué hay de ti? ¿Zeus y tus hijos no se preocuparan si pasas otra noche fuera del Olimpo?
—Zeus está ocupado con una nueva amante. En cuanto a mis hijos, ellos saben que nadie en este territorio cometería la inigualable estupidez de intentar herirme, o tan siquiera tocarme, a menos que quiera ser degollado vivo —respondió Hera con una sonrisa sádica, que el último comentario la hizo sonar y parecer tan siniestra como una verdadera demonio.
La Estrella de la Mañana se gira un poco más, quedando cara a cara con la Reina Olímpica, y sin intenciones de medir su fuerza le sujetó por debajo de la barbilla con una mano, solo para mirarle mejor los ojos. Luego esbozo una sonrisa satisfecha, mientras que ella sonreía con cierto toque desafiante y amenazador.
—Sí... por eso me agradas tanto, Hera. Esa crueldad monstruosa, esa oscuridad detrás de tanta belleza divina, esa fría mirada tuya... —decía Lucifer denotando un gran regocijo y satisfacción—. Pase tantos años recorriendo este hermoso mundo, contaminado por la plaga llamada "humanidad", para encontrar a la diosa indicada; igual a como Padre encontró a Madre. Y pensar que todo este tiempo, la diosa que estuve buscando se encontraba en la rama de mi familia materna.
—¿Y la tátara abuela Khaos, es decir, tu madre, aprobaría esto? —pregunto Hera, acercando un centímetro más su rostro al de Lucifer.
—Madre siempre soñaba con que mis hermanos y yo le diéramos muchos nietos. A ella le encantaban los niños, y por eso siempre le pedía a Padre que la ayudara a concebir más hijos. No veo porque no le agradaría que uno o dos de sus hijos tuviera a más de una "compañera reproductora".
—"Compañera reproductora". ¡Je, je, je! ¿Así es como los seres sin forma ni género llaman a sus amantes o parejas con género?
—A todos los tipos de pareja en general, en los que está involucrada la fase más sagrada e importante de la naturaleza. Y hablando de ello —Lucifer aparta la mano de la barbilla de Hera y le sujeta la toga, justo en el área de los pechos—, me apetece enseñarte un poco de "reproducción", ahora.
—¿A qué esperas entonces? Comencemos de una vez con la "clase de biología"... a fondo.