La alegría y diversión en el ambiente fue reemplazada por un mortal silencio, que mezclaba la confusión con el terror y la conmoción de los presentes. Pero sin duda los más afectados eran San Miguel, San Rafael y San Gabriel, quienes incluso por el shock de la inesperada visita sorpresa, quedaron congelados; de todos los lugares de la existencia, no esperaban ver a su hermano mayor exiliado en aquel lugar, ni mucho menos en tal situación.
Pero mientras ellos estaban en un estado de incredulidad y desconcierto total, muchos estaban confundidos porque desconocían la identidad del nuevo visitante. Otros sin embargo fueron presa de un intenso miedo que los paralizó, porque lo conocían más que suficiente. Mientras algunos lo miraban con ira, porque lo conocían demasiado bien.
—Siempre me han encantado las bodas. He tenido diez de hecho. Me gustaría tener más. Pero a duras penas soporto a diez esposas, sobretodo a mis hermanas Nanma y Agra-Bat. Así que me conformo con asistir a otras bodas, como a las de mis queridos hermanos por ejemplo —decía Lucifer, con cierta nostalgia en su mirada y diversión en su voz, mientras se acercaba caminando al centro de la celebración con una mano en la cintura, hasta que fue detenido por alguien.
—¿Quién eres tú?
Pregunto, de un modo muy intimidante, además de confiado y divertido, un hombre irlandés bastante corpulento, calvo y con prominente barba rojiza, estando frente a Lucifer con una jarra de cerveza en la mano derecha. Tenía los ojos azules y alguna que otra cicatriz en el rostro y los brazos, producto de viejas batallas; después de todo era un gran guerrero: su llamativa e imponente armadura lo demostraba. Era el Dios Guerrero Celta Ogma, hermano de Dagda.
—Soy el entretenimiento. Y veo que eres un voluntario. así que te haré una demostración —respondió Lucifer con una actitud casual, y entonces empieza a beber de una jarra de cerveza que sujetaba en su mano derecha, y había aparecido de la nada.
Ogma miro la jarra de cerveza bastante confundido, dado a que no tenía idea de donde Lucifer la saco. Pero no tardó en descubrirlo cuando se dio cuenta de que ya no tenía su propia jarra de cerveza; Lucifer le había quitado la jarra de la mano, sin que el mismo Ogma se diera cuenta.
—¿Qué te pareció mi acto de magia? ¡Maravilloso! ¿No? ¿Quieres otra demostración? Mira esto... —alardeaba Lucifer bastante divertido, para luego voltear su jarra y, sin saber siquiera cómo, Ogma quedó bañado de cerveza, porque el contenido de la jarra en vez salir y caer al suelo, cayó encima de él como por arte de magia—. Te diría cómo fue posible tal truco. Pero un buen mago no revela sus secretos ¡Ja, ja, ja!
—¡Hijo de la gran puta! —exclamó Ogma totalmente enfurecido y listo para dar un puñetazo.
—¡Hermano no lo ataques! —advirtió Dagda alarmado y asustado como jamás lo estuvo en su vida.
Sin embargo Ogma hizo oídos sordos a la advertencia de su hermano; levantó el brazo derecho, preparando cada fibra de sus músculos, con el único fin de destrozarle la cara a quien lo insultó de semejante forma. Pero Ogma terminó golpeando el aire en vez del rostro de Lucifer, debido a que éste último desapareció de su vista.
—¡Pero cuantas caras conocidas hay aquí!
Comentó Lucifer, estando ahora detrás de Ogma, feliz igual que alguien al ver a viejos amigos reunidos en un solo lugar. Pero a Ogma no le importo como el ángel caído se "teletransporto" detrás suyo; estaba tan cegado por la furia, que inmediato se volteó con la intención de atacar con un simple puñetazo derecho, lo cual no le agrado a la Estrella de la Mañana.
—Amigo es de mala educación pelear en una boda —advertía Lucifer ahora mostrando una sonrisa, que junto con su tono, inspiraba verdadero terror. Y después, sin nada de esfuerzo, se volteó un poco hacia atrás para después, con la filosa uña del dedo índice de su mano derecha, darle un pequeño toque al puño de Ogma.
Al instante el dios celta sintió como el interior de su brazo derecho se hizo añicos, igual que una estatuilla de porcelana frágil al caer al suelo; aquel simple toque le fracturó el brazo en su totalidad. Y como inevitable reacción él cayó al suelo, sujetándose el brazo fracturado mientras gruñía de terrible dolor, más no dio ni un pequeño grito: Ogma era demasiado orgulloso y fuerte como para gritar de dolor.
Y de todos modos tal terrible sensación fue opacado por la ira que aumentaba en su interior, motivandolo a volver a intentar atacar sin pensarlo dos veces. Pero fue detenido por su hermano Dagda, quien había llegado corriendo a paso veloz hasta él, evitando pasar cerca de Lucifer, quien tras darle esa pequeña lección al dios celta continuó su caminata teatral hacia el centro del lugar.
Ogma estuvo a punto de ignorar a su hermano. Pero al ver su mirada de terror, comprendió que la situación era más crítica de lo que parecía; pocas cosas podían asustar a un dios como Dagda, y que él estuviese así, tan asustado, era una clara señal de peligro. Así que, a regañadientes, Ogma obedeció y se abstuvo de intentar atacar otra vez a la Estrella de la Mañana, quien justo ahora pasaba cerca de la mesa de comida mientras los demás se alejaban lo más que podían.
Quienes conocían a Lucifer sabían muy bien cuán peligroso podría ser, en especial Atenea, quien desde otro punto de vista ella era un miembro de su familia por parte de Urano y Gaia, los hermanos titanes de Lucifer. Y por eso, por precaución, invoco su lanza y escudo para estar lista en caso de tener que pelear. La diosa hada Clidna también conocía de sobra al famoso ángel caído, y por eso también se preparó; invoco su arma, una vara de madera parecida a la de un pastor que ella utilizaba para ejercer su poder.
Pero ambas diosas no fueron las únicas en prepararse: San Miguel y San Rafael decidieron no quedarse de brazos cruzados, por lo que en un breve parpadeo aparecieron frente a su hermano mayor, para encararlo antes de que ocurriese una tragedia.
—¿Qué haces aquí, hermano? —preguntó San Rafael con un semblante serio, aunque no tanto como su hermano Miguel, quien no estaba para nada feliz de ver al gran hermano caído.
—¿Acaso no puedo asistir a la boda de uno de mis queridos hermanos menores? —contestó Lucifer mostrándose herido en términos sentimentales, aunque de forma dramática—. ¿Y por qué no me invitaron a la boda de ustedes y a la del hermano Azrael? No tienen idea de cuando me dolió que no lo hicieran. Lastimaron mi pequeño corazoncito oscuro —Lucifer se toca el pecho izquierdo, aparentando estar deprimido de forma exagerada, y al instante vuelve a su postura feliz—. ¡Pero de todos modos ¿qué clase de hermano mayor sería si no asistía al día más feliz de mis hermanos?!
—No juegues con nosotros Lucifer —contestó San Miguel con suma frialdad e intimidación, demostrando cuán molesto estaba—. Sabemos bien que no vienes para nada bueno. Te hemos estado observando.
—Que pervertidos —regaño Lucifer a modo de burla—. ¿No te basta con mirar a tu esposa como el desgraciado Zeus la trajo al mundo, literalmente? Porque déjame decirte que las diosas griegas tienen un cuerpazo, que solo nosotros los ángeles podríamos haber tallado: son mucho mejores que las mujeres demonio. Sí que te sacaste la lotería con la mismísima diosa Atenea.
—Vuelve a decir algo sobre Atenea... —amenazaba San Miguel cambiando a una expresión feroz, que hacía ver su hostilidad y furia en todo su esplendor.
—¡Tranquilo hermanito! No estoy diciendo nada malo. Solo estoy felicitando tu gloriosa suerte. Y ni hablemos de ti hermanito Rafael; no solo te casaste con una hada, sino con una que es matriarca con busto y glúteos muy bien trabajados.
—Si dices otro "halago" así de Clidna, no me haré responsable de lo que pueda pasarle a tu bella cara —contestó San Rafael cruzándose de brazos y teniendo una sonrisa falsa, que contrastaba con su mirada llena de deseos por moler a golpes a alguien.
—¡Uff! Qué carácter. Y eso es muy raro en ti —dijo Lucifer bastante divertido de la reacción de sus dos hermanos, para después fruncir el ceño—. Pero ustedes dos no son los únicos malditos suertudos —la mirada de Lucifer cae en San Gabriel—. ¿Verdad hermano pacificador?
—¡Lucifer déjate de tus jue...! —San Miguel no pudo terminar de hablar, porque su hermano mayor desapareció en flamas azules, y reapareció otra vez en dichas flamas a unos pasos frente a San Gabriel.
El arcángel mensajero se levantó de la silla casi de inmediato para encarar a su hermano mayor. Brigit también se levantó y se situó al lado derecho de su compañero angelical de forma protectora. Y Morrigan —quien se quitó de encima del arcángel para que éste se pudiese parar— permaneció de pie al lado izquierdo de San Gabriel, con una mirada seria y disgustada al ver a una de las "ovejas negras" de la familia del Creador y la Destructora.
—Qué curioso e irónico resulta la vida. Mi hermano menor fue unido con dos diosas, a las que les gustaría tener mi cabeza en una estaca —dijo Lucifer poniendo ambas manos en la cintura, casi riéndose.
—¿Ahora que jugarreta hiciste, hermano? —preguntó San Gabriel también estando ahora serio, aunque a diferencia de sus dos hermanos su mirada no denotaba molestia, sino tristeza.
—Veras hermano, décadas atrás el anterior marido de esta diosa ardiente —Lucifer señala a Brigit—, hizo un pacto con el diablo, o sea con vuestro servidor —Lucifer se toca el pecho de forma caballerosa—, a cambio de que lo ayudara a ser rey de la tribu Tuatha Dé Danann. Por supuesto el pacto fue muy caro. No pudo saldar la cuenta, así que cuando perdió el trono, huyó con la cola entre las patas; perseguido por mí y toda esta tribu furiosa. Desde entonces Brigit me ha estado culpando, diciendo que yo y mi amigo Satanás lo influenciamos.
—¡Porque es verdad! —exclamó Brigit furiosa y volviendo a tener el cabello levitando cual fuego iracundo.
—Oh pero que mujer tan ingenua —gruño Lucifer con verdadero disgusto y centra su mirada en Brigit—. Mi colega y yo no influenciamos a nadie; son ellos quienes hacen atrocidades y estupideces por voluntad propia. Bres sucumbió a su oscuridad y acudió a mí. Al igual que yo, él era hermoso por fuera, pero monstruoso por dentro. Como diría Satanás: la maldad es igual que la gravedad, y solo necesitas un empujón para caer en el abismo. Además Satanás está más ocupado planeando su revancha contra ese aterrador y salvaje dios llamado Rudra. Y yo ni siquiera causó pleitos; solo los provocó.
Luego de explicar eso, la Estrella de la Mañana centró su mirada en Morrigan, quien no dejaba de verlo como si él fuese una criatura repulsiva y asquerosa que ella desearía erradicar con solo la mirada.
—En cuanto a la urraca de malagüero —decía Lucifer con igual repulsión—, me odia a muerte por el... "pequeño romance" que tuve con su hermana menor, Banba, hace dos años atrás. Digamos que... quería variar un poco en el menú. Así que comencé a viajar por el Mundo Mortal, para buscar una buena y oscura diosa. Y cuando conocí a Banba, creía que ella era la diosa que buscaba. Pero me equivoque, y por eso la deje.
—¡¿Qué cosa?! —exclamó San Gabriel apenas creyendo que su hermano hiciera tal cosa, y de remate lo dijera todo como si no fuera nada importante, más que un simple juego.
—No fue nada personal. Simplemente ella no era lo que buscaba. Y ni siquiera pensé que se deprimiría tanto. Pero no te preocupes, hace poco encontré a la diosa perfecta —Lucifer vuelva a centrar su mirada en Morrigan, quien le devolvía la mirada con repudio—. Y ahora que lo sabes urraca, dile a Banba que ya estoy con alguien, y que ya puede olvidarme de una maldita vez. Sus mensajes pidiendo la reconciliación están colmando mi paciencia y la de mis esposas. Y deja de verme con esa mirada llena de intenciones asesinas. Aunque, ahora que lo pienso, ¿Acaso planeas vengarte de mí, lastimando a mi propio hermanito?
—Por supuesto que no —respondió Morrigan sonriendo de forma burlona, mientras sujetaba el brazo izquierdo de San Gabriel—. Puedo ser muy vengativa. Pero a diferencia de sabandijas como tú, no caigo tan bajo como para lastimar a la familia de mis enemigos. Mi madre me daría una lluvia de molestos sermones por eso, si aún viviera. Es una pena que tú no le hagas caso a la tuya. Cuán triste estaría ella si viera cuan bajo has caído... literalmente. ¡je, je, je!
Con la mención de la madre de Lucifer, la expresión de éste pasó de una divertida y dramática, a una feroz e iracunda de un modo tan repentino que varios se asustaron al verlo, y preocupó en gran medida a San Miguel, San Rafael, Atenea y Clidna.
Y con el último comentario de la reina fantasma, la furia inconmensurable que transmitía la mirada de Lucifer se elevó a un nivel, que de golpe la misma ira emergió de él a través de una horrible aura a su alrededor, llena de tanta agresividad y sed de sangre, que podría hasta matar a una persona normal, por la intensidad de la presión que ejercía. Incluso el cielo comenzó a oscurecerse y se oía el retumbar de los truenos.
—¡No me extraña que terminarás uniendote con mi hermano budista! ¡Al igual que él eres una maldita ofensa andante que merece una lección! —exclamó Lucifer, ahora con un tono de voz estremecedor muy diferente al carismático y dramático de hace un momento, mientras daba un paso al frente que agrieto e hizo temblar el suelo.
Brigit y Morrigan se prepararon para la inminente confrontación al igual que San Miguel, San Rafael, Atenea y Clidna. Pero antes de que la Estrella de la Mañana descargara su inconmensurable furia contra quien tuvo la osadía de insultarlo, San Gabriel se situó entre él y Morrigan, de forma desafiante hacia el primero y protectora hacia la segunda.
Lucifer mostró real sorpresa ante la acción desafiante de su hermano menor, tanto que la sorpresa logró calmar un poco su ira, pero no lo suficiente como para que no hiciera algo impulsivo, por lo que seguía siendo una potencial amenaza.
—Es increíble que ahora puedas encararme de esta manera —dijo Lucifer, ahora mostrando una sonrisa que denotaba una salvaje emoción—. Antes no hubieras ni podido mirarme así. Y no tienes idea de cómo me encanta esa hostilidad, transmitida a través de esos majestuosos ojos naranjas. Es algo que jamás podré apreciar en ningún otro hermano ángel, porque tú eres el único ángel con los ojos de ese color. Tienes la misma mirada que nuestra querida madre.
—Hermano no lo repetire: lárgate ahora mismo —dijo San Gabriel, por primera vez mostrando una seriedad y autoridad, digna de un sabio y estricto guerrero sin miedo a la muerte, y que sin duda a Morrigan le pareció bastante atrayente, mientras que a Brigit le cautivo.
—Vaya, vaya, echándome como todo un macho alfa. Eso me llena de orgullo —Lucifer, aun sonriendo, da un paso atrás—. Veo que ya has empezado a volverte todo un hombre, y eso me hace muy feliz; como desearía que madre estuviera aquí para verlo —su sonrisa divertida desaparece, para dar paso a una mueca de disgusto—. Lo único que aún me desagrada, es que apestas a humano. A ti siempre te ha encantado vivir entre animales, humanos y bestias. No por nada has sido uno de los favoritos de Padre y Madre.
—Estar mucho tiempo en la oscuridad te hizo mucho mal de la cabeza. Padre y Madre nunca tuvieron favoritos.
El semblante de Lucifer por un momento volvió a ser molesta. Pero al instante regresó a su expresión calmada, y retrocedió unos cuantos pasos más, mientras esbozaba una sonrisa fría.
—Si es así, entonces, ¿Por qué yo, el primero de los ángeles y de todos sus hijos, me nombraron Querubín, mientras que a ti te nombraron Arcángel jefe de los Querubines? O sea, ¿mi superior? —decía Lucifer, con una mano en su barbilla, de forma pensativa y exagerada, mientras se alejaba otro paso—. ¿Y al hermano Miguel, el Arcángel jefe de todo el Ejército Celestial? ¿Por qué a ti te hicieron el mensajero principal de Padre? Y sobretodo, ¿Por qué a ti te dieron el poder más peligroso para un dios? ¿Será porque sabían que jamás lastimarías a un miembro de la familia? Eso sí que es seguro; jamás lo harías.
—Es cierto. Pero esa regla moral la voy apartar por este día, si no regresas al Infierno ahora mismo —San Gabriel cierra sus ojos al cambiar su expresión molesta por una de lastima—. Aunque...
"Aquí va otro de sus comentarios sinceros", pensaron San Miguel y San Rafael con pena, sabiendo que su hermano soltaría otro de esos comentarios sinceros, pero en el fondo a ambos ansiaban escucharlo.
—Me dijeron que desde hace cinco años has estado saliendo muy seguido del Infierno. ¿Planeas jubilarte y cobrar la pensión? Porque te lo recomiendo. Te ves terrible. Estar condenando a otros puede condenarte también —terminó de decir San Gabriel de forma lastimosa y con sinceridad pura mientras se rascaba la nuca, sin ningún motivo de burlarse o sonar divertido. Solo decía lo que pensaba, pese a que era un comentario gracioso para todos, e insultante para su hermano mayor.
Morrigan estalló en risas, al igual que muchos de los presentes, e incluso Brigit no pudo evitar soltar una pequeña carcajada adorable. San Miguel, San Rafael, Atenea y Clidna se taparon el rostro con sus respectivas manos de forma simultánea, pero sonreían con diversión, aguantando lo más que podían las risas internas. No obstante, aquello no fue nada divertido para la Estrella de la Mañana.
—Primero la urraca de Morrigan, y ahora tú. No hay duda de que son tal para cual, como un molesto palomo y una horrible cuervo. Y la caliente de Brigit no se queda atrás; tú y ella juntos me recuerdan un poco a papá y mamá. Sin duda a madre le hubiera encantado tenerla como nuera —comentó Lucifer volviendo a sonreír, solo que esta vez se notaba demasiado que era fingida, puesto que en su mirada se veía por lejos su incalculable furia—. ¿Pero qué opinará Bres?
—Según sé, él rompió su matrimonio con Brigit —contestó San Gabriel abriendo los ojos, con seriedad y la característica honestidad que lo define.
—Lo hizo, para poder llevarse a Ruadán con él, a la Tribu de los Fomorianos. Y ahora con su hijo muerto, ya solo le queda su ex-esposa, a quien todavía no ha olvidado. Lo sé, porque conozco bien a los que son como él; en el Infierno hay muchos iguales —explicó Lucifer bastante divertido—. ¿Y cómo no olvidarla? Semejante diosa hace dudar de la sexualidad a cualquiera. Hasta yo tengo una magnífica esposa pelirroja: nuestra dulce hermana menor, Agrat-Bat, por si la olvidaste. ¡Je, je, je! De lo que se pierden los imbéciles odia pelirrojos.
Dicho eso, la Estrella de la Mañana se voltea y comienza a caminar a paso lento, hasta ir alejándose de su hermano peliplateado y pasando cerca de los otros dos, mientras que estos y el resto de los presentes, tras haber terminado de reírse, volvieron a estar alerta y fijos en cualquier movimiento que hacía Lucifer. Por primera vez desde que Lucifer llegó a la fiesta, muchos tuvieron un genuino terrible presentimiento.
—¿Pero qué es lo que Bres dirá, al saber que fue reemplazado por una entidad sin género? Yo no lo sé. Pero aunque me colmes la paciencia de esta forma, si Bres llega a acudir a mí para hacerte algo malo, yo no lo ayudare, porque a pesar de todo, los sigo amando a todos ustedes y a padre —proseguía Lucifer, mientras movía las manos de forma casual y teatral, para dejar en claro lo que decía.
A simple vista parecía que caminaba de vuelta por donde vino para irse. Pero Dagda y Ogma notaron que Lucifer se acercaba a ellos, y es entonces que ambos ven cómo la sonrisa de la Estrella de la Mañana se agranda, como la de un verdadero loco, y lo pareció aún más con lo siguiente que dijo.
—Sin embargo conozco otras formas de darte una lección, hermanito.
Al decir lo que pareció una obvia y grave amenaza, la Estrella de la Mañana ya estaba a pocos pasos de pasar cerca de Dagda, y antes de eso bajaba la mano izquierda, a medida que desprendía una pequeña chispa azul en la filosa uña del dedo índice. San Gabriel fue el primero en notarlo, y al instante se desató un feroz vendaval en toda la zona.
El par de arcángeles, Atenea, Clidna, Brigit, Morrigan y muchos otros estuvieron a un movimiento de alzar sus armas para atacar, mientras que el resto estaba paralizado del shock. Esto obviamente no fue a causa del repentino golpe de viento, sino de lo que la provocó: San Gabriel, a una velocidad inimaginable, avanzó de donde estaba y con la mano derecha sujetó el brazo izquierdo de Lucifer, la cual tenía en el dedo índice pequeñas chispas azules.
—Ni siquiera lo pienses... hermano... —dijo San Gabriel con un tono hostil, que le dio un aire intimidante a su semblante serio, a la vez que él levantaba con lentitud el brazo izquierdo de su hermano mayor—. No permitiré derramamiento de sangre en este lugar.
—Veo que pelear con unos cuantos dioses, te ha hecho mucho bien. Si hubieras peleado con ellos antes de la Guerra del Cielo, Miguel no hubiera necesitado de la Espada para derrotarme; contigo habría bastado —dijo Lucifer con una sonrisa divertida, aunque su mirada y el aura que transmitía era igual de hostil que la de su hermano peliplateado.
—Me desaparezco por un momento, ¡y ya está a punto de comenzar una guerra!
Antes de que la tensión estallara en una batalla todos escucharon otra voz que reconocieron bien, por lo que no hubo necesidad de ver que pertenecía a San Raziel, quien venía acercándose a San Gabriel y Lucifer desde el mismo sitio por donde llegó éste último. En su mirada se reflejaba el disgusto que sentía en el interior, no solo por ver a su famoso hermano mayor, sino también por el hecho de que estuvo a punto de armarse un desastre de proporciones bíblicas en plena celebración.
—¡Vaya, vaya! ¡Pero si es el hermano ermitaño más misterioso de todos! —dijo Lucifer ahora con el brazo libre, después de que San Gabriel le soltara al ver que llegó el hermano ermitaño—. ¿Qué cuentas? ¿Cómo va tu saga literaria? Me muero por leer las viejas aventuras que vivimos todos juntos como familia, y las que viviremos ahora con nuevos miembros.
—Genial, ahora que tengo buen material para trabajar. Y me gustaría agregar una batalla emocionante en esta escena. Pero por desgracia tienes que irte ahora —contestó San Raziel con un poco de seriedad y molestia, mientras se cruzaba de brazos— . Ya asististe a una boda, ya te divertiste, así que te puedes ir.
—Sí, me divertí bastante. De cierta forma, extrañaba la hostilidad de Miguel y Rafael. Y aunque odio admitirlo, también extrañaba los comentarios sinceros de Gabriel —respondió Lucifer con sarcasmo, para después dar un par de pasos más cerca de su hermano Raziel—. Cuando sea la próxima boda invítenme por favor; también quiero ver a Uriel, y divertirme un poco con esos patéticos y debiluchos dioses japoneses.
—Por supuesto, si es que no estás muy ocupado con la otra "rama familiar". Hasta resulta muy curioso que asistas a una boda. ¿No te dijo tu "otro yo" que las bodas son mejores a buena hora? —dijo San Raziel, mostrando una sonrisa bastante divertida y hasta pícara.
Aquel comentario lleno de confusión a todos, puesto que no lo entendieron para nada. Ni siquiera los tres arcángeles, quienes ya estaban acostumbrados a los comentarios en código que en algunas ocasiones soltaba su hermano misterioso, de modo que no se molestaron en darle importancia. Sin embargo Lucifer era un caso distinto: había quedado estupefacto y conmocionado, casi como si lo hubieran descubierto con las manos en algo, o en alguien. Pero al instante cambio a una expresión cansada, con su característica sonrisa fría.
—Claro, lo olvide, "Ángel de los Secretos". Tu habilidad Secreto Universal te deja ver fragmentos del futuro, presente y pasado; los suficientes como para que tu prodigiosa mente arme el rompecabezas. Nunca dejas de sorprenderme hermano —dijo Lucifer con diversión sarcástica y luego retoma la marcha, pasando cerca de San Raziel, aunque no si antes decir unas últimas palabras antes de retirarse—. Es una lástima para ti, que por esa misma habilidad no puedes revelar tus secretos, hasta que dejen de serlo. Ese es tu don, y tu maldición.
Dicho eso, Lucifer termina de avanzar hasta adentrarse en la oscuridad de los bosques irlandeses, y finalmente desaparecer. Después de esa peculiar visita inesperada de inmediato una indescriptible relajación invadió el ambiente. Los druidas terminaron de sanar el brazo derecho de Ogma hasta dejarlo como nuevo.
Dagda agradeció a San Gabriel con un fuerte abrazo de oso por haberlo salvado de lo que pudo haber sido una horrible muerte. Y como si no fuera suficiente, luego de que Dagda lo soltase para a hablar y calmar a los invitados, San Gabriel recibió otro aplastante abrazo, esta vez por parte de Brigit.
—¡¡Gracias por salvar a mi padre!! —agradeció Brigit con tanta alegría que estallaría de felicidad, lo cual podría ser literal, dado a que su cabello levitaba igual que flamas, pero mucho más tranquilas que en su reciente discusión con la reina fantasma, quien también estaba acercándose a ellos dos.
—¡Esta bien no pero no me abraces tan fuerte! —suplico San Gabriel casi asfixiado y resistiendo para no ser aplastado.
—¡Lo siento! ¡Perdón! —se disculpó Brigit bastante avergonzada, al mismo en que lo soltaba y tomaba un poco de distancia para que él recuperara el aliento.
—¿Por qué salvaste a alguien como Dagda? —pregunto Morrigan acercándose con una mano en su cadera, y teniendo una confusión enorme acerca de la acción benevolente del arcángel, aunque su pregunta y la forma tan cínica en que lo dijo hizo elevar otra vez la furia ardiente de Brigit.
—No importa si al que salve es una buena o mala persona. Lo importante es que no se derrame sangre, ni mucho menos en una boda o Ceremonia de Unidad. No quiero que el... mejor... día.... de... ustedes, sea recordado así —respondió San Gabriel con mucha dificultad en lo último, al ser incapaz de decir que era el mejor día de él, dado a que todavía lo consideraba el día de su condena eterna.
—¡Ohhhh! ¡Que dulce eres! —halago Brigit sonrojándose y juntando las manos en el pecho, ahora calmada por el enorme encanto que le hizo sentir el arcángel con aquellas palabras.
—¡Ja, ja, ja! De verdad que eres un ser extraño. Pero eso solo te hace más interesante —dijo Morrigan entre risas, y aún más interesada en el arcángel, haciendo que éste sintiese un mal presentimiento al verla sonreír así y escucharla decir esas palabras.