El ahogó una risa antes de seguir la petición. Sintió las manos de ellas sobre las suyas, su cercanía. La timidez de sus labios sobre los suyos, una leve sonrisa en sus comisuras al tocarse.
—Aun no abras los ojos —dijo Sahely.
—¿Sabes?, pensé que la vergüenza se te iría luego de todas las veces que nos besamos.
—No es por eso por lo que te pido esto... —Un soplido apago la lámpara que se hallaba en el escritorio. Escuchó las cortinas cerrarse. —Lu, yo también te amo. y el que a veces seas muy lento con lo que pasa. Te amo desde que era una niña y los sentimientos que tenía en ese entonces solo crecieron más y más hasta ser los que tengo hoy. Te los entregare todos hoy, ¿Los aceptarás?
—¿de qué...?
Lo besó de vuelta, forzando su lengua dentro de su boca. La mano de ella temblaba al desabrochar su camisa. Alejó su confusión, su propio nerviosismo y pena para abrazarla. El beso incomodo se convirtió en uno que ellos recordaban, uno que la hizo dejar de temblar un poco.
Se entregaron el uno al otro el amor que habían hecho durante años. Aquella noche acariciaron sus recuerdos debajo de las sábanas, besaron el encendido cuerpo del otro, desprendiéndose de la vergüenza que los arropaba. La torpeza de su cariño sacaba algunas nerviosas sonrisas. Sus cuerpos se expresaban, en una palabra, sus dedos se entrelazaban derramando el dulce afecto que creaban a cada movimiento. Sahely deseaba aceptar por completo a Luciel, le dolía no poder hacerlo, y él se aseguraba que lo olvidase, que sudaran los pensamientos innecesarios de sus mentes. Las cuerdas de sus gargantas imprimían notas de placer en el oído del otro. La temblorosa duda y miedo desaparecieron en espasmos que marcaron la espalda de Luciel. bebieron del alma del otro, tintando su amor de un azul tan hermoso y profundo como el océano.
Flotaron en el sopor, hasta que ella fue consumida por el cansancio. Él se apartó cuidadosamente a recoger la ropa del suelo, buscaba a tientas, sentía algunos de los tejidos desprendidos, deshilachados.
—Realmente te gusta este recuerdo... —Dijo una alta sombra en la ventana. Luciel golpeo el suelo, reconocía el tono áspero de la voz.
—Si, me gusta, y a ti también... ¿Qué quieres Alastor? He estado haciendo todo lo posible para ignorarte
—¿Quieres también recordar el día siguiente?, cuan feliz era cuando mejoro de un día a otro...
—¡Déjame en paz!, aquí no debo escuchar a nadie, puedo estar solo conmigo mismo... y con ella.
Sentía su cuerpo aun, y sentía como si se desprendiese de sí mismo, era tan ligero que el viento podría llevárselo. Se levantó de la cama con su uniforme de pacificador de vuelta, el sueño que estaba disfrutando no volvería.
La cortina se abrió, dejando pasar de vuelta la luz azul de una luna que nunca existió. Alastor tenía una apariencia muy similar a Luciel. Las principales diferencias eran su largo cabello atado del color del acero, unas facciones más maduras marcaban su rostro, era una versión mayor de él, siempre lo vio como una.
—Siento decirte que no puedo hacer eso, negarte a escucharnos y más importante forzarte a no cambiar ha hecho que todos nosotros suframos. Luciel tú sabes muy bien como acabara todo si sigues negándote. Puedes reprimirnos, reprimir las voces de las almas, reprimir tu urgencia, pero ¿por cuánto tiempo lo harás?
—...Un año -dijo resignado
—Luciel mírate, acabas de caerte del caballo, si no fuese por el milagro de regeneración eso podría haber salido muy mal. Me forzaba en ti cada que debías hacer guardia o pelear porque no estabas presente en nada de lo que sucedía. Un año es imposible.
—No lo es, debo hacerlo, por ella, por nosotros, la promesa, ¿recuerdas?
—¿La promesa que rompimos en Astyel?
—Esta vez es diferente, Astyel fue, Astyel fue algo raro y tú lo sabes muy bien, incluso Airan lo dijo.
—Entonces, Luciel ¿Por qué no quitaste el hechizo que hace que no puedas concebir?, ¿Por qué lo has mantenido desde que salimos de la academia?
El silencio de él dejaba escuchar el sonido que hacia Sahely al dormir. Ambos la admiraron como si fuese una hermosa joya, un cristal que se pudiera romper en cualquier momento.
Un grueso cordón azul marino los unía a ella, se deshebraba en la mitad para dar una hebra a cada uno. En un momento ella dejó de hacer sonido, su cuerpo se había convertido en un pestañeo, era solo la figura de Sahely echa por estambre. Sintió que perdía forma, que algo la hacía más pequeña.
—Nunca volverá, ¿verdad? —Murmuró Luciel.
—...Ven, debemos hablar de algunas cosas, no tiene sentido que te quedes aquí mirando como se deshace tu corazón.
Un largo suspiro fue seguido de un movimiento rápido de sus manos. Alastor tomó el paisaje de la ventana, escurriéndolo dentro de la habitación, la sábana en la que se había convertido la noche hizo desaparecer a Alastor, a la habitación y el suelo. Los depositó en los jardines de la academia, no había señales de Sahely por ningún lugar, aun cuando estaba lleno de personas sin rostros, ellos dos eran los únicos que se sentían reales. Luciel quería regresar a la seguridad de aquella habitación, seguía el hilo azul que salía de su cuerpo buscando el otro lado.
—¿Recuerdas este lugar? —Dijo Alastor. Se puso cómodo en una de las bancas de piedra blanca esparcidas en el camino. El tiempo comenzó a fluir en cuanto Luciel tocó la banca.
—Si, Pase tanto por este lugar que se quedó grabado en mi mente. El jardín nunca estuvo tan bien cuidado, y todas esas flores son solo creación de Lucy o mía. Estas siendo algo evasivo, ¿qué es lo que quieres que recuerde? ¿Qué quieres hablar conmigo que no puedes solo escribir en el diario?
Los estudiantes comenzaron a avanzar cambiando cada vez más, la mayoría se convirtió en mujeres de la edad de Luciel, los uniformes se marcaban extrañamente, cambiaban su forma a una más incitante, una que solo podría haber imaginado para saciarse en algún momento.
—Quería hablar sobre esto... Luciel...
—Esto es culpa de Airan. —interrumpió Luciel
—No, no lo es. —La voz áspera de Alastor espero a que él se mantuviese callado y agregó —Lo fue la primera vez que caminamos por aquí y comenzaste a fijarte en los cuerpos de las chicas, tal vez en las primeras ocasiones que imaginaste algo, el murmullo que eran Airan en aquel entonces insistía mucho, lo sé, se hizo más grande cada vez que estabas con Sahely. Pero Airan no se creó de la nada, y más importante él no es quien pone las imágenes en tu cabeza, tu imaginas estas cosas, asi como yo lo hago de vez en vez. ¿Vas huir de lo que paso en Astyel por siempre?
—...Es bueno que seamos pacificadores, así no tendré que ir a una boda de vuelta. —Dijo Luciel. Escondió el anillo metiendo ambas manos a los bolsillos. Aun no estaba listo para dar una respuesta, quería pensar que huía de lo sucedido, pero también huía de la respuesta que debía dar.
—¿Qué hay de lo que sucedió con Camelia?, escóndelo tanto como quieras, pero ambas saben lo que pasó. ¿Pretendes ignorar el lazo celeste que creaste con ella? —Alastor puso el dorso de su mano frente a la cara de Luciel mostrando el mismo anillo platinado y agregó —¿tiramos esto entonces? Sabes que esto es una promesa, Sahely quiere vernos de vuelta.
Los recuerdos de aquellas noches con camelia corrieron por las ventanas del edificio. Otra hebra de hilo se mostró frente a él, se hallaba escondida debajo de su ropa. Un cordón azul celeste que llevaba al infinito, justo como el de Sahely.
—Un año...-interrumpió con un murmullo Luciel.
—Exacto, un año, en un año la volveremos a ver, y tu pretendes dejarte morir por... sé por qué no quieres hacerlo, me siento similar, Lucy odia la idea también, Airan está dispuesto a ser quien cargue con ello, aunque no creo que sea un problema tan grave para él.
—Es un animal, no más que una bestia que busca su propia satisfacción. No me gusta la forma en que habla sobre Sahely, Camelia o ninguna de las mujeres con las que se encuentra, es como si... es desagradable.
Luciel se puso en pies de vuelta, encontrándose en otro lugar, esta vez la enfermería, se había grabado el olor de lo que sea con que limpiaban el lugar. Había algunos quejidos de chicos que se lastimaron entrenando, con cortes o contusiones. Las hileras de camas separadas por delicadas cortinas blancas escondían ilusiones de camas en las que no recordaba haber estado más que un par de veces. El escritorio de la doctora Svilena estaba cerca de la ventana, a un lado siempre había una silla con una mesita, Sahely pasaba la mayor parte del día en esta habitación, en esa silla estudiaba y ayudaba a Svilena con todo. El la visitaba constantemente, al menos una vez todos los días se hacía espacio para venir a verla. Alastor se encontraba cruzando una pierna sobre la silla de la doctora.