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Chapter 24 - Encuentros y despedidas (Parte 2)

El camino serpenteaba lo suficiente para no darle tiempo de cargar de vuelta una flecha en el arco. Adelayn Freecs se agazapaba en el lomo de su caballo trabajosamente. Al dar vueltas saltaba por los pastizales adentrándose cada vez más en la arboleda cercana. Desde su naufragio en el Golfo de las joyas no sentía el corazón latir tan rápido. Aun si esos recuerdos le traían tristeza era preferible tenerlos en mente. Pues no sabía cuándo volvería a naufragar, o eso le gustaba pensar. Los últimos años estaba segura de que estaría destinada a una vida aburrida bajo las faldas de Cilya. Casada con algún aristócrata de Aenthos donde solo los libros y las historias de su marido le darían cuenta de más mundo del que ella conocería. Destinada a batallar con los corsés que apretaban sus costillas y su pecho. Y ahí estaba batallando con un arco que no quería tensarse, batallando por no caerse del caballo.

Niall la seguía de cerca disparando con gracilidad aun en todos los movimientos bruscos del equino. Para este punto pensó que jamás comprendería como un hombre tan robusto se movía cual zorro en la noche, su calidad de cazador no era suficiente explicación para su letalidad y talento. Eoin estaba retrasado en la carrera, lo suficiente para no verlo, pero no tanto para dejar de escuchar el galope de su caballo.

Llevaban demasiado tiempo persiguiendo el carromato de los cuervos, y aun cuando los enmascarados habían perdido ya un par de hombres, (caídos en el camino) no detenían su paso por más que les ordenaran que lo hicieran. Cargó una flecha. «¡por fin!, ahora verán» Disparó apuntando a las piernas de uno de los hombres con mascara de cuervo. La flecha se desvío hasta dar con el suelo, muy alejada de su objetivo. Otra flecha salió de la periferia de Adelayn, silbando. Dio de lleno en el hombre que conducía, apenas este dejo ver su cabeza al intentar apuntarle a ella con la ballesta.

El carromato dio un giro perdiendo el control. Los gritos de los dos hombres que yacían encima de él fueron apagados por un rugido cuando el vehículo comenzó a derraparse hasta caer en el suelo. Dio casi una vuelta completa destrozándose en el proceso. Los hombres salieron disparados entre los pastizales. «Eso les hará aprender»

Bajó del caballo con premura. Escuchó la gruesa voz de Niall desaparecer en un aviso ininteligible. Se acercó al carromato volteado buscando aquello que había hecho tanto ruido, aquella carga que los cuervos portaban. Todo lo que había escuchado de los Fantasmas de Bertrand y sus cuervos fue por parte de los mercenarios de Litae. Y una que otra cosa que logro sonsacarle a Cilya, ninguna de ellas buena, pues no eran más que criminales a su gusto. Traficaban con cualquier cosa que pudiera dejarles dinero, bienes o servicios «incluso personas —pensó horrorizada por la idea» Y se defendían imponiéndose sobre las almas (aunque ella no comprendía del todo el concepto), usando cuerpos como meros materiales y herramientas para su propósito. Aquellos que habían caído por el suelo no habían demostrado tales capacidades. «Eso no significa nada, alerta, ponte alerta» Un escalofrió recorrió su espalda al escuchar el sonido de los pastizales.

Intentó sacar la espada que llevaba en el cinturón. Cuando esta se atoró con la correa maldijo para si en un murmuro. Sus piernas se llenaron de miedo, y el nervio de la situación hacía que esa correa fuese tan fuerte como una cadena.

Un cuchillo salió de los pastizales rozando una de sus mejillas. Sintió la sangre bajar de su cabeza al con los ojos desorbitados siguió la daga. «no quería darme a mi» La daga perforó la cabeza del cuervo que había quedado tendido en el suelo. Un alarido irrumpió la tranquilidad de la noche seguido de más. El sonido humano cubrió la zona rasgando el aire en un rayo de luz de color cambiante. El cuerpo convulsionó en espasmos, su carne se expandió como si fuese a estallar en cualquier momento, cubriendo el suelo de carmín. La imagen la hizo vomitar violentamente. Un hedor se desprendió en la zona tan profundo que casi la hizo sacar el estómago de vuelta.

El cuerpo del hombre se había convertido en lo que ella solo podía definir como un monstruo. Con la piel grisácea y la cabeza similar a la de un insecto. Sus ojos y facciones habían desaparecido, y en su lugar se mantenía el espectro de un cráneo humano, Largas orejas similares a las de un murciélago se formaban tan duras como huesos, tan negros como la noche. Sus garras perforaban la tierra como hoces, brillaban con un filo digno de cualquier metal. Se disponía en cuatro patas para saltar sobre ella en cualquier momento. Por un instante Adelayn sintió que algo se derramaría de sí misma, si no era su sangre, sería su orina. Ninguna de las dos habría sido aceptable para sí misma.

Aún tenía la espada atorada en el cinturón cuando aquello comenzó a caminar hacia ella. Una flecha le perforo un costado a la criatura, dejando salir un chillido gutural que solo hizo que sus piernas temblasen más. Niall, aquel viejo hombre que le habían impuesto como instructor, se abalanzaba sin miedo sobre la criatura.

—¡Salga de aquí señorita! —Advirtió Niall, arrojando de una patada a la criatura.

Por más veces que ese viejo la sorprendía, hallaba siempre una nueva para hacerlo. Adelayn por fin logró sacar la espada de su vaina. El peso de esta le hizo tambalear por un momento. Mas de lo que recordaba al entrenar. «Sera el miedo, tranquila, tranquila»

—Te ayudare Niall —Su voz salió más aguda de lo normal, rota.

—¡Salga de aquí! —Insistió Niall. Daba cortes en el aire con la espada corta que llevaba. Defendía retrocediendo en cada golpe. «Es la primera vez que retrocede, debo hacer algo, ¡¿Eoin donde te hayas mocoso lento?!»

Blandió la espada lista para lanzar un ataque «dos contra uno no será nada» Sintió un ardor en la pierna viendo su carne abrirse en un corte. La daga que lo causó yacía en el suelo detrás de ella. Y el hombre que la lanzó, erguido por encima de los pastizales con su brazo izquierdo inutilizado. «Espero que sea zurdo»

Una sombra salió por su periferia haciéndola retroceder con la espada dirigida a él. El Cuervo tenía la máscara descolocada, su rostro raspado y cubierto en sangre mostraba una determinación palpable. Debía ser tan joven como ella y aun así portaba aquella daga con seguridad, resuelto para un solo fin.

Intentó recordar, intentó formar una de las siluetas que le había mostrado Niall durante los últimos meses. Pero aquel joven cuervo ya estaba lanzando ataques con su daga. Uno, dos, tres que logró detener. Vio un espacio para atacar, alzando la espada vacilante, con miedo, sin silueta. El muchacho la embistió acortando espacio y clavando la daga en su costado.

Soltó un alarido a causa del dolor, sintió su carne apretándose en el filo. Su conciencia se escurría entre las lágrimas que le salían de los ojos. Una flecha dio en el hombre, y luego otra y otra. Hasta que el peso del cuerpo del cuervo se apoyó en la daga resbalándose hasta el suelo. La fuerza le removió las entrañas. Un nuevo chillido se empujó por su garganta. Apenas sentía vigor en el cuerpo como para seguir parada.

Adelayn se desplomó a un lado del carromato volcado. Escuchó el silbido de otras flechas, como ecos en la lejanía. «Eres muy lento mocoso» La figura delgada y pequeña de Eoin surgió como otro zorro entre los pastizales. Tan diferente de su padre y tan cargado de talento como el curtido hombre. Adelayn posó su mano en la daga con intenciones de deshacerse de ella. Haló con toda la fuerza que tuvo y esta no se movió ni un milímetro. Arrugo el rostro con frustración antes de ver la sangre que cubría su mano.

—¡Señorita! —Exclamó Eoin, llevando sus manos a sus tupidos cabellos. Dio un par de zancadas antes de girar a ver a su padre aun intercambiando golpes con aquella criatura. Adelayn podía verlo dudar. «¡claro! su padre... moriré por ser una insensata» Eoin giró señalando a alguien más la ubicación de su padre. —¡Viento tormenta por aquí rápido!

Logró divisar un espectro de color turquesa salir de los pastizales como una onda de agua luminosa, estirarse y adoptar la forma de una garra tan grande como una persona. «La muerte me hace alucinar, viento tormenta... ¿acaso es un espíritu?» Eoin comenzó a correr a socorrerla. Rasgaba su ropa para dejar libre la herida, vertía agua para limpiarla. Temblaba frente suyo como cuando practicaron la misma secuencia para atender una herida. En aquella ocasión le gritó por dudar tanto y olvidar los pasos tantas veces. Ahora mismo no tenía la fuerza para sacar de su boca nada más que gemidos de dolor.

Cuando Eoin intentó sacar la daga de su cuerpo ella se retorció y gritó como nunca en su vida. «Me desangraré si la quitas» Quería decirle, pero no podía más que apretar los dientes. Perdió la percepción del tiempo, cuando Eoin lo volvió a intentar sin éxito. Podía llevar en el suelo un minuto como podía haber sido hace horas que soportaba aquello. Un mar de emociones se presentaba en su rostro a ratos sin saber muy bien como calmarse para que Eoin la siguiera.

—Vas a tener que aguantar el dolor... —Le decía una dulce voz que no lograba recordar. Encontró solo una figura borrosa en su periferia.

El dolor volvió a parecer punzante, le daba la impresión de que sus dientes se quebrarían por un instante. Luego cuando su cuerpo se liberó de la daga en un movimiento, un sentimiento la acogió, como una brisa que delicadamente envolvía a una flor. Su cuerpo se calentaba, sus ojos comenzaban a enfocar de vuelta.