La cría de Lobo negro que aún se hallaba sin nombre. Jugaba apacible en una de las callejuelas entre edificios. Perseguía un pequeño reptil que había encontrado en los parches de pasto. Justitia la observaba con una media sonrisa. Sin percatarse mucho de lo que los demás estaban hablando llamaba al animal con señas de las manos.
—¡Justitia! —Lo alertó Sergius —Bien, como decía, Luciel tuvo una buena corazonada, casi tan buena como las mías. Los Shaeyvah dejaron de aparecer mientras viajamos con los mercenarios. No hay que bajar la guardia sigue habiendo una posibilidad que reaparezcan más adelante. Por otro lado, Justitia te quedaras con la bolsa de piedras de alma que había en el carromato de los Cuervos. No hay razón para preocuparnos por ellos ahora mismo. Informaremos de su presencia una vez lleguemos al puerto. Pueden irse a ocupar su tiempo como gusten.
Alzó en brazos al cachorro dispuesto a irse por su lado. No hallaba mejor entretenimiento a caminar por los pueblos cada que llegaban. En ocasiones iba a las zonas cercadas a mirar los animales ser pastoreados y permanencia en silencio admirando la sencillez de la vida de aquellas personas y animales. Solo hasta que alguien más se le acercara a querer entablar conversación. En ocasiones se encontraba a Agony en los mismos sitios, asintiendo inexpresiva a los parloteos de los pastores de cada lugar mientras ella acariciaba a los animales.
Sergius lo detuvo con una mano en el hombro. Aun cuando no aplicaba fuerza Justitia se vio incapaz de moverse.
—Quiero hablar contigo antes —Dijo Sergius con una actitud amenazante que dejo caer rápidamente. Lo estaba molestando de nuevo.
—¿Qué pasa? —Tartamudeo Justitia como era costumbre, aunque su voz daba a entender un cansancio y resignación.
Sergius comenzó a caminar alejándose de la zona poblada, Hizo gestos con la mano para que lo siguiera. No comenzó a hablar hasta que todas las personas habían desaparecido en rededor.
—Veras, hable con Luciel y parece que él ha tomado el camino que esperaba —El tono de Sergius era uno monótono, no ocultaba sus emociones, era seco. Cosa que el cuerpo de Justitia advirtió como señal de peligro —Uno muy malo si me lo preguntas, pero uno que le hará crecer como pacificador. En tu caso, ¿aun no decides que hacer con la información de los invocadores?
—No —Tartamudeo más de la cuenta. «¿Porque insiste en que yo lleve la carga? Que se la de a alguien más. Poena aceptara gustoso»
—Puede que parezca que solo estoy buscando que te enojes y en parte es cierto. Me gusta hacerlo. —El mismo tono lo hacía enfadarse. Justitia barría su mente continuamente, la enfriaba —Pero Justitia, cuando dije que eres tan talentoso como Luciel no mentía. Ahora tu capacidad se ve mermada por tu estado mental. Culpa al director Abraham por ello, yo lo hago. No veo cual es el punto de esforzarse tanto en romperlos si pierden toda utilidad una vez salen del calabozo. Tus dos compañeros no son diferentes, un talento desperdiciado, uno que se ha decidido desechar... ¿conoces la historia de porque me llaman Troll del Norte?
Desconocía los detalles de la historia pues todo cuando le dijeron al prepararlo para la ceremonia de graduación había sido un montón de palabras sin contexto para él. Escuchó un poco cuando Sergius la contó al chico llamado Eoin.
—Un poco —Los tartamudeos iniciales habían parado lo suficiente para poder hablar con más normalidad —Usted paso tanto tiempo en las cumbres del norte que los lugareños lo confundieron con un Shaeyvah que estaba alimentándose de otros monstruos.
—Lo básico —Sergius arrugó la cara antes de verlo a los ojos —... La iglesia me mando a investigar dos cosas. Un puerto donde había tráfico de Aedha, Antiguos, aquellas aberraciones que nacieron de la combinación de humanos y Shaeyvah. Seres como tú. Algunos barcos los reportaron así que me enviaron por mi origen Ka'òl. La segunda razón era que en la zona montañosa conocida como las vértebras de la bestia hay muchas zonas selladas por los paladines de marfil. Una en especial había sido violada según las tribus, una justo en el volcán que ellos llamas las fauces del dragón. La ordenes eran simples ir a revisar que había pasado. Pero los traficantes eran listos y no mostraron ni una sola huella de que se hallasen en la zona —Sergius paseaba su pulgar por la barbilla y labios, parecía cavilar como contar cada detalle. No se detenía lo suficiente para hacer pensar a Justitia que debía contestar algo —Así que fui a investigar el volcán... cuando llegué ahí me encontré con un viejo que me mando a un reflejo, una pesadilla donde pase cinco años viajando a través de las vértebras de la bestia por cuevas, soportando el invierno y alimentándome de nada más que Shaeyvah que aparecían. Hasta que un hombre con ojos amarillentos como de bestia me saco de ahí, desconozco su identidad más sé que no era humano, había dejado de serlo hacia mucho tiempo... Para ese entonces había perdido la cabeza. Según me dijeron después cuando mi cordura regreso, nunca deje la realidad y solo había estado comiendo y atacando a todo quien me encontraba por la zona. Por lo menos eso fue lo que dijeron, yo recuerdo más cosas. Me mantuvieron en observación durante un año en las mismas celdas donde creciste. Fue hace mucho tiempo así que no creo haber escuchado tus gritos. Pero ahí fue donde pude ver que era lo que sucedía en los calabozos. Como era que los Viento tormenta eran formados. La locura que viví durante cinco años me ayudo a despertar sobre el hechizo que tenía la iglesia sobre mí. Las tribus del norte dicen que Gabriel nunca asesinó a la bestia y que esta solo se haya en un letargo. Congelada en el tiempo por sus dioses paganos.
Justitia procesaba las palabras del hombre que tenía delante suyo. Mas importante para él, examinaba si no le estaban realizando de vuelta una jugarreta. El tema que tocaba su remedo de mentor era uno que le calaba en los huesos. Uno lo suficientemente delicado como para no hablarlo con nadie más.
—Que... —Sus labios se movieron temblorosos —¿Qué tiene que ver todo eso conmigo?
Sergius se plantó delante suyo con un suspiro tan grande como los que Justitia estaba acostumbrado a dar.
—Pretendo mostrarte la libertad de la que has sido negado. Todos ustedes. Como los veo a ustedes tres Viento tormenta, ahora mismo no es diferente de esos cachorros que recogieron. Indefensos, sin posibilidad de tomar una decisión por ustedes mismos. Van donde la iglesia les diga, comen lo que ella les da. Perros de caza, es en lo que se convierten todos los pacificadores que son ascendidos a arcángeles.
Justitia estaba atónito a las palabras de Sergius. Escuchaba atentamente como si ello fueran las instrucciones de alguien más. Había aprendido a la mala que debía apagar todo pensamiento de desprecio a la iglesia. Ellos se enteraban de alguna forma. Rehuía de cualquier cosa que no fuera escuchar a Sergius. Sentía que había dejado de respirar.
—He visto con mis propios ojos cuan desechables somos para ellos. He escuchado con mis oídos el sufrimiento que pueden causar. He saboreado el miedo de un castigo divino por algo de lo que no soy culpable. He olido la fetidez de mis compañeros muertos, una que no es comparable con la que despiden las manos de hombres como Abraham. He sentido en carne lo que significa estar frente a un poder que me supera tanto que parece que no puedo hacer nada más. Hube de pasar por un infierno helado para conocer el que ustedes, los viento tormenta pasan. Si los pacificadores son forjados en Ideales ustedes son forjados en odio. Les han privado de todo cuanto ustedes deberían ser capaces porque para ellos son peligrosos. No han perdido las ganas de seguir adelante, pero les han arrebatado el deseo de querer encontrar una respuesta por ustedes mismos. Justitia debes comenzar a avanzar por tus propios pasos, seguir tu propio camino y no uno impuesto por la iglesia...
—No, no, yo no puedo hacer eso —Justitia negaba con la cabeza, empujando al vacío imagines de sus pesadillas. La imagen de Jeria le causaba accesos de vomito. La bilis amargaba su paladar.
—¿Entonces cuánto tiempo has de pasar siguiendo órdenes? ¿Pararas cuando te halles en el suelo sin vida? o ¿Esperaras a que se presente el ejecutor a decirte que ya no eres necesario? —La voz de Sergius se alzó con severidad que le hizo encogerse sobre sí mismo.
Eran pensamientos que había olvidado. Pensamientos que inundaron su cabeza años antes, muchos años antes. Cuando aún tenía un deseo de hacer algo cuando viese la luz del día una vez más. Aquel deseo que había olvidado cuando fue roto.
—No, no lo se. —Las palabras salieron junto a algunas lágrimas.
—Eso pensé. Escucha Justitia, no digo todo esto para que huyas. Si lo haces sabes muy bien que te espera. Mi posición de mentor en este grupo al igual que la de ustedes tres probablemente se deba a la misma razón. Una de la que sigo siendo ignorante. La razón por la que nos dirigimos a Ilyberk pudo tener una mejor escolta. Lo digo para que comiences a ver el mundo por lo que es y no por lo que te dicen. Hay una gran diferencia entre negarte a morir y encontrar algo que te haga querer volver a vivir... Desea algo de nuevo Justitia.
—No entiendo... —Sus palabras salieron resignadas, aplastadas por su desanimo
—Está bien que no lo hagas, pero recuerda lo que te dije. —Sergius le sonrió de una forma que le parecía más correcta, más acorde a lo que el recordaba, aunque no comprendía que decía esa sonrisa —Ahora iré por ahí buscar algo de diversión para mí.
Sergius se alejó hacia el pueblo contando monedas en la mano. No volteo la cabeza a Justitia en ningún momento.