—La doctora nos llamó de la misma forma, una bestia que solo lastimaría a Sahely...
—Lo somos. Desagradables.
—El deseo desinhibido, Sahely se asustó mucho cuando pasó. Cuando se notó
—No había recibido un castigo antes, fue su primera vez en el calabozo.
—La doctora fue la primera que te amenazó de muerte.
—Fue la que me permitió fumar también, y la que me explico que era muy similar a una enfermedad
—Roto, fue como te llamó
—Da igual, no podía detenerme, no quería hacerlo, cada vez quería más de Sahely.
—Y después tomamos a Camelia.
—Sahely lo aceptó
—Que haya dicho que si, no significa que estuviera feliz con la situación. Es por eso por lo que ahora el lazo de Sahely es un espectro, algo cambio luego desde esa vez. Volverá a cambiar, y cuando lo haga debes estar preparado.
—¡¿Y cómo podría?!... Prometí verla solo a ella, pensar solo en ella, que Airan y mi problema no se meterían entre nosotros. No soy más que un mentiroso, escoria eso es lo que soy. No pude mantener mi palabra en algo tan simple.
—Debes tolerarlo, aceptarlo. Ella sabe por lo que pasas, investigó mucho para ayudarte. Vio de frente lo que te causaba abstenerte, el sufrimiento por el que pasa tu cuerpo es una enfermedad, Sahely nos lo dijo en aquella ocasión.
—También dijo que encontraríamos una solución...
—Aun no la tenemos, debes seguir adelante no importa que debas hacer. Morirás si sigues huyendo
—No quiero... no quiero lastimarla
—Avanza hasta que la encuentres
—¿una solución? ¿Una cura?
—una respuesta
—¿de qué hablas?
—¿Cuánto tiempo más pasaras mirando las ascuas? Puedes llorar tu dolor, tu frustración y tu culpa. Mantenernos atrás te llevara a la muerte, te dejara mirando de vuelta mientras otros te protegen. Si tú no puedes protegerte alguien más tendrá que hacerlo...
—Pero yo quiero ser el que protege
—Entonces sigue avanzando hasta que encuentres la fuerza de dar una respuesta. Lo que necesitas hacer y lo que quieres hacer no siempre será lo mismo.
Un suspiro salió de la boca de Luciel, sus manos cubrían su cara. Las lágrimas escurrieron de sus mejillas en sollozos apagados. Una dolorosa risa comenzó a salir de su boca mientras lloraba. Tomo un fuerte respiro para calmarse
—Nunca regresará —dijo Luciel
—¿El que?
—El amor que se ha deshilachado en el camino, todo el camino desde Astyel... tal vez desde antes.
—Siempre has sido muy dramático —La voz de Alastor estaba llena de comprensión, algo que rara vez mostraba. Luciel no pudo evitar resoplar con algo de humor por la interacción. Agregó —de ser así, cuando vuelvas a verla habremos de tejer un nuevo amor.
—Mira quien habla... primero debo encargarme de Airan
—¿Al fin lo aceptarás?
—No, aun no, antes debo domesticarlo, tener cierto control de él... de mí.
—Me gusta como lo pones, te ayudare con ello desde aquí... desde ahora recuerda estar más atento, más presente.
—Debería volver —La habitación comenzó a deshacerse como acuarelas, se alejaba de su inconsciente ser.
—Espera...
La áspera voz de Alastor se quedó atrás, inadvertida por la conciencia de Luciel. Se forzó por volver a su cuerpo, algo se lo evitaba, algo que le hizo terminar en otro recuerdo, uno bastante reciente.
La mañana aun no iluminaba aquel día. El sentimiento de la pequeña y suave mano de Sahely se apretaba a la de él. Sus alientos se iluminaban con la lampara que llevaba en la mano, el frio coloraba el rostro de ambos, la expectativa encendía el de ella. Avanzaban a hurtadillas por los pasillos, ella repetía los problemas que tendrían si los encontraban, y que no debían hacerlo. El sugería irse a cada frase que ella retrataba en el aire, hasta que llegaron a los establos. Al cerrar las puertas de madera oscura detrás de ellos, estas les ofrecieron un abrigo contra el viento. La gran mayoría de los caballos habían sido llevados a otro establo el día anterior, y los animales que aún se encontraban ahí no les dirían que se fueran.
La conciencia de Luciel vio el recuerdo como un sueño de vuelta, uno del que no tenía ningún control, uno que le perforó el corazón.
Se vio a si mismo buscando un escondite junto a ella, las sonrisas de sus caras, el peligro que los excitó en aquella ocasión. Querían que la última vez que estuvieran juntos dentro de la escuela la recordaran. La idea había llegado de Airan, como muchas de las cosas que probó, la sopeso por unos días antes de contársela a ella, y como era costumbre ella lo rechazó, para regresar días después aceptándola.
Se dejó llevar por el sueño, por la diversión que tenían ambos aquella mañana. Se desenvolvían y le ofrecían al otro lo que más le gustaba, conocían sus cuerpos a la perfección.
El rostro de ambos estaba maquillado en deseo. Apoyados a un medio muro que no los cubría, escondían un instinto, y una pasión que descubrieron con el tiempo, una pasión que Luciel no lograba controlar, una que se amplificaba a cada movimiento.
El éxtasis lo regreso a la realidad.
La luz de la luna que entraba por una pequeña ventana en el establo le dio de lleno en la cara. Una pared de madera pálida lo separaba de cenizo y los demás caballos, la paja donde apoyaba sus rodillas tenía un color dorado. Percibía los olores animales del lugar, y un aroma agrio justo delante suyo.
Los ojos medio abiertos de la joven que tenía en los brazos eran color miel, casi idéntico al de su cabello. Sus manos se encontraban en el cuello de la chica, sin fuerza. Cuando la dejo en la cama de paja ella ofrecía apagados sonidos de goce, tomaba sus ropas para cubrirse aun con cierta vergüenza. El rostro de la joven estaba embelesado, confundido por lo que acababa de pasar. Se abrigaba en una fatiga que le cerraba los ojos.
La respiración de Luciel se descompasó mucho más de lo que ya estaba, sentía que estaba por tener un ataque. Algunas lágrimas aparecieron en sus ojos, se negó a dejarlas correr, voces aparecieron por un instante. Apretó sus uñas contra las palmas de sus manos. Rebusco por el suelo buscando alguna oportunidad de controlarse, algunas de las prendas de la chica estaban regadas por el lugar. Su túnica estaba apoyada junto a su mochila, la levanto revelando una canasta llena de bolas de estambre y utensilios de costura. Un flujo de vomito se quedó atrapado en sus dientes. Se levantó entregándole la túnica a la muchacha.
—¿A dónde vas? —La aguda voz de la joven sonó como un suspiro
—Debo... quiero ir a buscar algo de agua... regresaré
No giró su cabeza a la muchacha que le respondió con el mismo volumen cansado. A cada paso que daba una lágrima se le escurría.
«Dijiste que estabas preparado»
«Lo sé, lo sé, solo... sigue doliendo»
Se apoyo en la puerta del establo, derramando lágrimas en silencio por unos minutos. La casa de la chica estaba a lo lejos, los campos de cultivo y pastoreo recién estaban creciendo, no reconocía el lugar. La laguna en su mente le recordó que debía buscar su diario, Airan debía haber anotado todo lo que necesitaba saber ahí, incluido el nombre de la chica con la que recién se acaba de acostar. Tomó un par de respiros profundos para alejar los pensamientos innecesarios. Decidió primero saber que pasó mientras Airan estaba en su cuerpo, después lidiaría con Sergius.