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Chapter 20 - Deshilachado (Parte 1)

Habían pasado ya tres días desde que se terminó todo su tabaco, dos semanas desde que se despidió de Nela, y no conocía cuanto desde que avanzaba en lagunas. El ultimo pueblo, uno que recordaba solo por su inexistente amabilidad, se habían negado a dejarle comprar más tabaco.

Había estado fumando demasiado, su urgencia solo crecía a cada día. Necesitaba aguantar, necesitaba disminuirla, cada vez más, cada vez más fantasías. Aun con el ruido en su cabeza y los murmullos, solo podía pensar en eso, no se alejaba de las imágenes de ellas, le perseguían cazándolo como una jauría, quería encontrar la imagen de Sahely en el fondo de su pensamiento. «Agony parece dispuesta, podrías tomarla» recordaba el murmullo de Airan, insistía en su diario. El anhelo en su corazón debía ser más fuerte, debía conformarse con su mano y su imaginación.

Recordaba en su diario todas las noches que era lo que debía hacer, y porque debía aguantar. Giraba el anillo de su dedo constantemente, lo apretaba, tarareaba sus recuerdos para calmarse, a veces buscaba en su alma el sentimiento de Sahely. Ella se encontraba al oeste de aquí, su lejanía imprecisa apretaba su pecho.

Algunas noches pensó en salir sobre Cenizo a buscarla y regresar. Lo matarían si lo hacía, de eso estaba seguro. «¿Ella estará más molesta si muero o si cedo?, es algo que solo alguien que considere ceder podría pensar, debería morir, ¿sería esa la mejor opción? O solo huyo del animal en que me he convertido» Pensó en alguna de esas ocasiones. Vagaba por las zonas donde descansaban, hasta lugares donde podía ocultar su vergüenza, su debilidad.

Notaba la atención que recibía de Sergius y Justitia, detrás de los árboles, entre los pastizales, detrás de las puertas, nunca desaparecía, cada vez más cerca de él, saltarían a morderlo. La angustia que sentía, le impedía dormir constantemente, era como estar enfermo, y probablemente lo estaba, no había otra explicación más que esa. Sentía que moriría a ese paso, algo en su cuerpo se lo decía, moriría, por una estupidez, y solo podía mantenerse vivo con pequeñas dosis de placer de su mano. «¿Cuánto durarían esta vez?» se preguntaba.

El animal que era su urgencia le pedía más. El mono se aferraba a su cuello ahorcándolo todo el camino. «¿Una semana? ¿Tres días? ¿Un día? ¿Una hora? La imagen de Sahely desaparecería, cedería. ¿A qué? No tenía importancia, cuando lo hiciera todo habría terminado. terminado con todo, él mismo seria quien terminaría con todo, con sus manos aferraría su cuello y terminaría» El mono apretaba tan fuerte como su imaginación, él se agitaba con el movimiento, forcejeaba con el mono. Casi podía escucharlo, el sonido metálico de sus dientes chocando entre ellos. El mono había clavado las garras y no lo soltaría esta vez. Un espectro en el camino apareció, como un largo trozo de hilo azul oscuro iba desde él, hacia el oeste, se deshilachaba. Él se deshilachaba. Su mano intentó alcanzarlo, no quería que el hilo se fuera de sí, debía recogerlo antes de que alguien más se lo llevase.

Luciel se aferraba con una mano a las bridas de Cenizo, buscaba con su mano derecha en el camino que pasaban. Su cuerpo brincó junto al caballo cayendo en el suelo. Rodaba levantando polvo a su paso.

Inmóvil se quedó sobre la tierra, no sentía dolor, no sentía su cuerpo, y por una buena vez no sentía al mono en su cuello. La voz de una mujer se levantaba como un eco en una cueva, lejano, como el recuerdo de un sueño. Como una luz que indica la superficie, un recuerdo de luz que iluminaba su sopor apareció en su pensamiento que se hundía cada vez más profundo, se deslizaba hacia el fondo, al abismo donde dormiría, donde soñaría, donde esperaría en letargo un recuerdo en su diario.

Los pasillos blancos de la academia estaban llenos de antorchas y guardias por las noches. habían sido pocos meses desde que les otorgaron habitaciones individuales a su generación y eso solo significaba que tendrían pocos años más antes de graduarse. Todos corrían en la recta final, buscando un lugar como pacificadores, correrían durante un año o dos más antes de que recibieran las noticias de quienes serían los nuevos pacificadores.

Luciel corría ocultándose de cualquier guardia y profesor, buscaba llegar a la habitación de Sahely. Salir de su propio dormitorio no fue complicado, se había ganado algunos favores con chicos mayores, ellos tenían una ruta bien planeada para salir por las noches. Arrastrarse y esconderse un poco no era problema pues ella había dejado en claro que fuera por la noche a hablar con ella, parecía preocupada, y eso era todo lo que tenía que saber para estar ahí. Sahely llevaba actuando extraño con él unos meses, debía ser el estrés de la época, ella nunca fue alguien dedicada al combate y ahora estaba muy centrada en mejorar.

Tocó un par de veces a su puerta, esperando que nadie escuchara. Sentía la mirada de alguien que desaparecía cuando giraba la cabeza. «¿Me habrá visto alguien? Será mejor meterme en problemas solo yo. Rápido Sahely» La puerta se abrió lo suficiente para dejar ver sus profundos ojos azules, llevaba una lámpara en la mano.

—Lu... Pasa. —Llevaba el uniforme completo, aunque habían pasado ya un par de horas desde que apagaron las Luces. Su largo cabello platinado descansaba en sus hombros. Lo jaló dentro una vez había pasado un tiempo contemplándola. —Pensé que no vendrías...

—Me pediste que lo hiciera, aquí estoy, perdón por la tardanza... ¿Estabas por ir a buscarme? —La sonrisa juguetona le subió el rubor, pero no rio.

—Tal vez... —Su mirada baja evitaba que leyera con claridad su expresión. Luciel le tomo de las manos, se agacho para hablar cerca de su oído.

—¿Qué pasa Sahely? No me iré hasta que me digas —susurró Luciel. Ella se apartó sin decir una palabra, jugaba con sus manos. Dejo la lámpara en el escritorio al sentarse en su cama, la golpeo con la palma para que se sentara con ella. El la siguió en la oscuridad seguro de que no tropezaría con nada en el suelo.

—Lu, quiero... tu, me amas, ¿cierto?

—... ¿Quién fue esta vez?, le dejare en claro cuánto te amo para que no te vuelva a molestar —su voz se levantó lo suficiente para que ella le acallara con un dedo.

—Lu, ¿quieres que venga alguien?

—Quiero que dejes de preguntarme eso cada que una chica se me acerca.

—Perdón... es solo que, no puedo evitarlo. —Ella se tiró en su pecho, se abrazaron. Su voz se rompía a cada palabra, contenía su llanto. —Ellas son más bonitas, más altas, más listas, podrías estar con cualquiera de ellas. Y yo, bueno yo no sé ni siquiera si pueda convertirme en guardia. Pase años pensando que podría ayudarte solo aprendiendo medicina y... y ahora ya no me necesitas.

—Solo necesito que estés a mi lado...

Su sinceridad terminó de romper a Sahely, su llanto se ahogaba en su pecho. La dejo ahí por unos minutos para que se calmase, acariciaba su espalda con los dedos. Alcanzo un hilo deshilachado de su chaqueta, que jaló cuando ella se apartó de vuelta.

—¿Qué pasara si no me convierto en guardia? ¿acaso podremos estar juntos si soy una monja?... ya se la respuesta, Lu no sé qué hacer, quiero seguir contigo, pero no sirvo para pelear y no comprendo nada acerca de la fuerza vital o como sea que la llamen. Quería que me ayudaras

—A decir verdad, tampoco soy un experto, puedo cubrirme en mi alma y... nada más, me cuesta un poco, me he concentrado mucho en los milagros. Perdón por quitarte el trabajo de ser mi doctora. No sé qué pasará, pero podrías venir aun conmigo, necesitaré más guardias y ellos necesitaran alguien que los cure. Me encargaré de que no tengas que pelear contra nada, te protegeré de lo que sea, ¿recuerdas?

—Si, lo prometiste

—Y lo cumpliré -Depositó un beso en la frente de Sahely.

—La doctora Svilena me dijo que tendríamos que separarnos si no mejoro. Me he estado esforzando mucho los últimos meses, pero no siento que mejore más. Tengo miedo de pelear, pero tengo más miedo de que nos separemos.

La luz de luna que entraba por la ventana tenía un tinte azul. El silencio se extendía como el hilo de la chaqueta de Sahely, cada vez más largo.

—...Entonces te ayudaré a entrenar, tanto como pueda, preguntaré a los que conozco, y a los que conozcan ellos. Alguien sabrá que podría ayudarte. Camelia practicó con ese profesor de Saya cuando era pequeña, aunque empezó tarde no creo que este atrasada, le diré a ella mañana....

—Lu... —interrumpió Sahely —Creo que sé que debo hacer... Escuché algunas cosas y pregunté a la doctora... Aunque la verdad solo estaba esperando a que tú lo sugirieras, tú me amas, ¿cierto?

—Sahely, ¿Cuántas veces preguntarás algo de lo que ya sabes la respuesta?... Te amo, a ti y a nadie más, a ti y a tus ojos, a ti y a tu forma de esforzarte, a ti y a tu torpeza, a ti y a tus expresiones, te amo a ti y a tu amor... —Sahely sonrió ante la respuesta, se levantó de la cama, él estaba a punto de hacer lo mismo, pero ella lo detuvo.

—Entonces, cierra los ojos...