El olor de tabaco y alcohol llenaba la sala principal, donde había al menos una docena de mesas con hombres curiosamente variados. Desde los granjeros y pastores que vio Luciel más temprano, hasta uno que otro finamente vestido ocultándose en las separaciones de algunas de las mesas más apartadas.
La lúgubre habitación de la tarde encontraba una nueva vida, llena de pequeñas piedras luminosas como joyas que cubrían las paredes. Ninguno de los Pacificadores tenía idea de que eran esas piedras. Les fascinaron apenas entraron.
El sonido del fuego era acompañado de la suave guitarra portada por el bardo que se encontraron en la posada de Vaduk. Las criadas iban y venían sin parar con comida y bebidas, entre ellas se encontraban Jalena y otra chica más de la posada. Las mujeres de ropas coloridas se sentaban en algunas mesas a hacer compañía y plática, encimadas sobre los hombres de ropas finas. De vez en cuando subían a la parte de arriba a completar sus negocios. La premura inicial con la que entraron Justitia y Luciel la primera vez no les dejó ver lo grande que era el establecimiento. Las voces se callaron en cuanto entraron. El desdén con el que los miraban hizo agachar la cabeza a Justitia.
—¡Sigan en sus asuntos! —Gritó Nela.
El grito hizo que todos los hombres regresaran a su actitud anterior. Arrastró a Agony y la niña un buen tramo antes de toparse con la mujer a cargo, de cabello castaño rizado, lleno de líneas de canas, llevaba un vestido de colores similar al de las demás mujeres, pero este en tonos oscuros. Se llamaba Zlatka, había escuchado antes su nombre. Quien por la expresión que llevaba se le figuró a Luciel estaba regañando a Nela, pero no logró escuchar nada de su conversación.
Nela al final de la conversación desapareció por la puerta de atrás seguida de Agony. Zlatka llamó a las muchachas que llevaban de los brazos a Luciel y Justitia mostrando con una seña donde ponerlos.
La mesa estaba apartada de la mayoría, arrinconada. Separada por un muro de piedra que daba a un pasillo y las escaleras, no era la mejor ubicación a primera vista. El espacio estaba adornado y limpiado con pulcritud. El sitio era usado solo por nobles, aristócratas o cualquier mercader rico que no quisiera hacer ver su privacidad en el establecimiento afectada.
Las muchachas insistieron una vez más en que contrataran sus servicios dándoles un descuento sustancial. Luciel tuvo que rechazarlas con los ojos cerrados, mientras que Justitia se limitó a negar con la cabeza. Sus ricitas alertaron a Zlatka, que apareció para llevárselas a trabajar.
—Puedo ofrecerles descuento por haber ayudado a Nela y Konrad, pero solo eso —dijo Zlatka
—Lo agradecemos... —dijo Luciel. Mientras el vestido desaparecía por el pasillo llevándose a rastras a las chicas.
La sensaciones y aromas que le dejaron las muchachas lo tenían aferrado a una de sus piernas. Su mente se esforzaba por no vagar en su imaginación, su respiración se hizo algo descompasada como si estuviera cansado. Su mente se deslizaba ligeramente a ratos. Paseaba sus manos por su frente y sus piernas, buscó algo de calma en su pipa. El humo en su exhalación le permitía liberarse de la ansiedad con más facilidad. Había hallado el sabor del tabaco horrible hace un año y ahora se encontraba aferrándose a él para no perderse por completo. Sacó su libreta y comenzó a escribir rápidamente todo lo que había sucedido hasta ahora.
—Perdón por no poder ayudar más —dijo Justitia en voz queda.
—Ayudaste más que suficiente
—No, no se siente así, además pareces agotado por los milagros que has hecho durante todo el día.
—Si, puede que solo necesite descansar. Estoy bien, mira, sin heridas, deberías preocuparte más por ti y que no vaya a estar envenenada esa herida tuya.
—Estás agitado, ¿por qué usas tanto los milagros? Perderás la cordura. Te hace parecer como los brujos que buscamos. Además, además de curarte antes de que llegáramos, llevas en cima por lo menos dos milagros y ninguno de ellos sencillo. Como, ¿Cómo soportas eso? —Cuestionó Justitia. Quien se acercaba a Luciel con cada palabra, levantaba un poco la voz. Suspiró poniéndose de vuelta en la silla. —¿Es que no tienes miedo de volverte loco?
—Lo-Los atenderé de vuelta —Interrumpió Jalena parada en el pasillo.
—Tráenos algo que tu recomiendes, confío en tu gusto —dijo Luciel. lo cual la hizo sonrosar levemente. —Tomaré lo que tengan no tengo preferencia en alcohol.
—Les traeré enseguida —La muchacha desapareció sin dirigirse a Justitia. Con la mente en las nubes solo lograron escuchar como tropezó con algo.
—...Claro que me da miedo —dijo Luciel con aspecto sombrío.
—¿En-Entonces porque lo haces?
—No quiero solo mirar lo que pasa frente mío sin hacer nada al respecto. Si me quedo a pensarlo habrá pasado la oportunidad de hacer algo. —dijo Luciel sin ver a Justitia. El silencio entre los dos creció durante un largo momento. —Llevo mantenidos solo cuatro milagros.
—Yo, yo ya no sé qué decirte... estás loco.
—...Afortunadamente aun no.
Jalena llegó para darles sus bebidas, acompañada de Sergius y Agony. Robaron la atención de la joven para que les trajera algo de comida y bebida. Jalena puso un gesto asco en la cara pues Sergius despedía un hedor que calaba en las narices de quien pasara a su lado.
—Son rápidos, y yo que quería divertirme un día más antes de irnos. -dijo Sergius limpiándose el cuello y barba con un pañuelo. Se asomaba por la separación de vez en cuando, miraba a las mujeres sin importar si llevaban trajes coloridos o fuesen criadas. La sonrisa en su rostro espantaba a algunas que cruzaban por ahí. Ellas estaban acostumbradas a tipos como Sergius, aparecían de vez en cuando, siempre generando problemas por querer pagar menos, por maltratar a las chicas. Ninguno que Jozef o Nela no pudieran manejar, pero un pacificador que causara problemas, ellas ya sabían cómo iba la historia. Lo ignoraron haciendo como que las llamaban en alguna otra mesa. —Y bien, ¿Qué pasó? ¿Dónde está el otro? Si se murió, díganme que tomaron su cegadora. —agregó sin poner mucha preocupación en sus palabras.
Justitia intentó explicar a su propia manera, faltaban detalles, pero se comprendía que la situación estaba resuelta. trabándose con la situación de Poena y como este lastimó civiles. Agony interrumpió en algunas ocasiones mencionando que ella se puso a interrogar en la primera posada con la que se cruzó, y no fue hasta que hubo pasado todo el incidente que alguien fue a avisarle sobre Poena y ellos dos. Jozef fue quien le comunicó a ella a donde se dirigían sus compañeros y como llegar, para después buscar a Poena y llevarlo. La explicación de Agony era mucho más congruente y llena de detalles que la de Justitia por lo que él dejó de dar su parte a la mitad. Luciel se mantuvo en silencio escribiendo.