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Chapter 16 - Perseguidos en sueños (Parte 1)

No sabían si Sergius se había ablandado o cual era la razón de que esta vez su prisa en llegar al puerto les permitiera descansar y comer algo. Galoparon a la velocidad de Poena hasta el mediodía antes de bajarse de los caballos. El descanso para comer fue ambientado solo por el sonido del viento golpeando los pastizales, el graznido de las aves y la curiosidad de los animales cercanos.

Justitia se sentía a gusto con este silencio, con él silencio. No era que esperase mucho mas de Poena y Agony, pues ellos nunca hablaron demasiado con él, ni él hubiese querido que lo hicieran. El silencio le permitía descansar la mente, no había parado de pensar desde que comenzaron el viaje. Luciel no le dejaba tener la mente en paz. El recuerdo de la niña pasó por su mente, pero ella también debía desaparecer, no podía quedarse mucho tiempo o la culpa no lo dejaría dormir por la noche, la chiquilla de blanco también le invadió. «¿qué debería hacer?» Intentó buscar respuestas observando a Luciel y Sergius, pero ellos no las tendrían, pedirlas a otros nunca iba bien aun si él no quería pensarla por sí mismo.

Sergius a mitad de la comida comenzó a hablar sobre las chicas del burdel, las describía como un bardo describiría una fantasía. La atención de todos estaba dispersa, Agony aún tenía el malhumor encima, se esforzaba por no mirar mal a Sergius al comer la ración que tenía en sus manos. Él sabía que la misión era una mierda para ella y para él, aun si no al mismo nivel, era como se sentía. Le sorprendió escuchar a Luciel llevarle la conversación a Sergius, no aportaba mucho, pero le daba pie a que siguiera hablando y mofándose de todas las jovencitas con las que había estado o pudo haber estado. Sergius los aduló en varias ocasiones a Luciel y el por su trabajo, les dejó entendido que debían aprovechar las muestras de agradecimiento sin importar cuales fueran.

La sola idea de haber aceptado y de acercarse a una persona de esa forma le aterraba, le asqueaba. No sabía en qué momento había pasado, pero no quería ese tipo de cercanía, no quería acercarse a nadie, solo quería sentirse seguro de vuelta. Quería que alguien le dijera las respuestas, que alguien le dijera que hacer, que decir. Su respiración se descompasó un instante en que el sonido del viento aulló como si fuese cortado por un látigo. La conversación había seguido cuando se dio cuenta, hablaban de algo más, intuyó que Luciel evadió contestar de alguna manera. Le agradeció en la mente no tener que decir nada.

Continuaron su camino durante una jornada más, se detuvieron nuevamente al caer la noche. Quedaron en medio del campo, cubriéndose en algunas piedras lo suficiente grandes para que sirvieran de algo. Luciel escribía de vuelta en aquella libreta, como si le fuera la vida en ello. Agony y Poena se dedicaban a existir a un lado del fuego como parte de la propia naturaleza, «unas piedras más en el camino. pero quien soy yo para decir algo sobre esos dos, de los tres probablemente soy el peor.» pensó Justitia. Sergius les indicó como repartir las guardias para la noche.

Caminaba cubriendo la zona delineada por su mentor. Podía ver a Poena de vez en cuando por el rabillo del ojo, que daba vueltas como un perro encadenado a la fogata.

—Mantén la vista al horizonte —interrumpió Sergius.

—S-si Señor —Justitia tensó el cuerpo esperando un golpe que nunca llegó.

—Tu... —Sopesaba si seguir con la frase, jugaba con sus barbas dando unos pasos sin alejarse de Justitia. —¿Qué les dio la muchacha del arco?

No tenía idea de que Sergius se dio cuenta de ello. Justitia pensó que debería contestar, las opciones parecían infinitas y muy dentro de si no comprendía la razón por la que quería guardar silencio respecto a lo sucedido con la niña y las canicas que dejó.

—¿Y bien? —insistió Sergius

—...Se-sería mejor preguntar a Agony o Luciel

—¿En serio crees eso?, porque yo creo que estoy hablando con quien necesito —dijo mordaz Sergius.

—S-sí, y-yo no soy bueno hablando.

—Lo sé, pero Agony me tiene rencor, ella no hablara más de unas cuantas palabras y Luciel, bueno él es diferente de ustedes. Si me mintiera en la cara me lo tragaría como una zorra... Así que dime que pasó, antes de que te lo ordene.

—¿Qué hay de Poena?

—No es más que un perro de caza con una cegadora. —Sergius se sentó en una roca, su tono se impacientaba a cada palabra. La espalda de Justitia le picaba y la frente le dolía, sus uñas pasaron por sus cabellos tentando, como si quisieran encontrar algo que ya no estaba ahí.

—...Lo que me habían dicho era cierto, pero no pensé que fuera tan malo... Es una orden, dime que pasó. —dijo Sergius luego de un suspiro. Su miraba punzaba en la cabeza de Justitia.

—Y-yo. La...la niña desapareció por la mañana, nos dejó esto... —Justitia entregó la canica que guardaba en su bolsillo.

Sergius inspeccionó la canica como si fuera un joyero buscando cualquier indicio de que querían estafarlo. Y se la volvió a entregar a Justitia.

—Revísala buscando algún hechizo. —dijo Sergius sumido en sus pensamientos.

—¿Por qué?

—Solo hazlo...

Justitia la observó buscando cualquier indicio que le dijera que había un hechizo en él. Las ordenes le hacían sentir ligero, es más sencillo solo hacer lo que te decía, no le gustaba Poena en ningún sentido, pero a veces envidiaba esa parte de él.

—No hay hechizo en ella. —concluyó Justitia.

—Dámela, y recemos porque me esté equivocando —Las palabras de su mentor hicieron que casi dejara caer la canica al suelo.

La canica se veía diminuta entre los dedos de Sergius, se concentró un momento. Una leve onda de color rojizo pasó de sus dedos a la canica. Un corte limpio la había partido por la mitad, ambos pedazos se deslizaron en los dedos de Sergius, una gota de líquido surgió del corte. Sergius se acercó a olerla, luego la dejó caer en la palma de su mano, para tocarla con la punta de su lengua. Arrojó las dos partes al horizonte con furia en el rostro.

—¡Mierda! —Exclamó Sergius acallando su voz.

—¿Qué era?

—Sangre niño, sangre... —Las manos de Sergius se movían por su sien. Observaba el camino por el que vinieron, y a donde se dirigían como si algo estuviera en ambos lados. Justitia no comprendía que había pasado, esperaría a que le contara o hasta la mañana para que todos supieran, ellos sabrían que hacer, él no podía hacer más que escuchar.

—Cierto... ustedes crecieron en el calabozo. Luciel dijo que había visto una niña en Madalena, ¿no?

—si...

—¿tú la viste?

—...Pu-puede

—Dime como se veía. ¿se veía como la que se encontraron en el pueblo?

—no, no. Te-tenía cabello blanco, un vestido blanco con una rosa en él, como una alucinación en medio de la calle.

—...Son ellos Justitia... había escuchado rumores de que había vuelto, no creí que realmente... —La voz de Sergius se emocionaba, pero también había un pequeño tinte de miedo en ella. Uno del que Justitia se contagió.

—¿Quienes? —interrumpió Justitia.

—Raezal muchacho, los invocadores. Aquellos por lo que libramos una guerra en nuestras propias tierras. Aquellos que creímos haber enterrado hace 7 años. Lo peor de todo es que estamos marcados.

—Dices... ¿La niña?,¿Porque nos marcarían? ¿Qué haremos?

Sergius se volvió a sentar con una mano en la barbilla pensaba en silencio. Su mirada le perforó como una daga.

—Tu decide...

La declaración de Sergius le dio un mareo. Las palabras de sus recuerdos, de sus pesadillas resonaban en su cabeza «¡decide!, ¡será tu culpa!, ¡deprisa ¡» retumbaban, con imágenes escondidas en sangre. Tambaleo buscando donde sostenerse, mareado comenzaba a respirar más rápido, era cada vez más difícil, su pecho se presionaba, se ahogaba con el aire. Sus rodillas tocaron el suelo cuando la voz de Sergius le llamó.

—El director Abraham realmente los dejó inservibles... —La mano de su mentor se apoyaba en su espalda, lo tomó de la ropa y lo jaló haciéndolo caer de sentón en el suelo.

—n-no... no puedo decidir —Resopló Justitia aun recobrando el aliento.

—Eso veo... Sigo siendo tu mentor así que te contare algo. El director Abraham solo ve un futuro en ti y Luciel.

—Soy... soy el peor de los tres y no puedes compararme con Luciel...

—Podrías, si tan solo pudieras decidir algo...dime, ¿Cuántas personas murieron por tu culpa? —La pregunta hizo que otra ronda de imágenes llenaran su cabeza. Hizo que Justitia vomitara en el pasto —El director tiene planes muy interesantes para los dos, son sus favoritos. ¿Realmente crees que Poena y Agony son pacificadores?, ellos son solo los guardias de ustedes dos. Desechables así es como los ven, ¿Serán los siguientes que morirán por tu culpa?

Las lágrimas cubrieron los ojos de Justitia. Se acurrucó en el suelo sollozando. Miraba a la luna como si ella fuera a darle consuelo. Por un momento recordó los viajes en la espalda de Jeria, esas noches escuchando sobre estrellas, sobre héroes de países de los que no había escuchado nunca y hazañas de las que no se creía capaz. Vio la pesadilla de un recuerdo, a la única mujer que le mostró un amor genuino frente a él rogando que la eligiera. Un gemido se alzó levemente con el poco aire que le quedaba en el pecho. Su llanto ahogado sorprendió incluso a Poena, quien se acercó a ver sin preguntar nada a Sergius que se mantenía calmado.

—Duérmelo —Dijo Sergius dedicando un escupitajo al muchacho.

Los nudillos de Poena le dieron en la sien de lleno. Justitia dejo de sollozar y moverse. Su respiración hallo calma en la noche, y su único consuelo fueron los brazos de Poena que lo acomodaron en sus sábanas.