El lucero del alba le despertó, Luciel se encontraba a lado suyo, con el mismo botiquín que había usado para los mercenarios en el pueblo. La cabeza le punzaba y hubo de sostenerse en el suelo con ambas manos para erguirse.
—¿Qué pasó en la noche? —dijo Luciel al sostenerlo con ambas manos. Lo examinó con la vista y agregó —¿Cómo te sientes?
Quería responder, pero no podía. El dolor no era tan fuerte ya. Todo estaba en orden y al mismo tiempo no sabía que decir. «¿bien?, ¿llore hasta que me golpearon?» Un largo suspiro salió de su boca.
—...Hice molestar a Sergius
—Se que dijiste que no me acercara de más, pero, si tienes problemas solo dime. Te ayudaré. Será mejor repartir los golpes entre dos. —La gentileza de Luciel le recordó a Jeria, hizo aguar sus ojos. Odiaba su lástima, odiaba su talento, odiaba la facilidad de todo lo que hacía, y sobre todo odiaba que fue por culpa de el que lo llevasen al calabozo.
—Estoy bien, vámonos. —dijo Justitia.
Se levantó como pudo siguiendo con el rabillo del ojo a Sergius. Se preparo para salir ignorando a Luciel cuando este se acercó a darle un ungüento. Estaba frustrado consigo mismo y aun así no podía quitarse de la mente lo que dijo Sergius la noche anterior, no podía ver o dirigirse a Luciel ahora mismo. Lo haría después, encontraría como hacerlo.
Agony se había encargado de preparar y revisar a los caballos. A veces se preguntaba de donde había aprendido eso, a veces se preguntaba si recibiría una respuesta. Sergius los llamo antes de salir, podía intuir con claridad de que hablarían.
—Muchachos, a partir de ahora estaremos siendo objetivos de ataques... —Sergius dio un momento esperando que surgiera alguna pregunta. Continuó —...Es todo, vamos suban a sus caballos.
—Creo que nos... me gustaría alguna explicación más clara señor. ¿Que? ¿Por qué? —La voz de Luciel era más dulce, casi condescendiente.
—Seremos perseguidos... —una mirada furtiva atrapó a Justitia, haciéndole recordar la noche. Sintió nauseas. Para su suerte en su estómago aún no había nada. —por demonios, caímos en una trampa.
—¿Habla de ayer?, usted sabia con antelación que debíamos buscar algo en el pueblo. —intervino Agony
—probablemente, ayer tuve un presentimiento...
—¿un... presentimiento? —Agony estaba a punto de explotar, la sonrisa de Sergius no la ayudó, tuvo que morder su labio para soportar la molestia
—Así es, y cuando soy presentado con uno de estos créeme que se cumplirá. Justitia también lo sintió ayer, un presentimiento en toda la cara, ¿no es así?
Lo estaban forzando una vez más, se estaba burlando de él. Los ojos que buscaban respuestas en el no tendrían ninguna, una vez mas no habría nada más que silencio. Asintió con la cabeza.
—¿Cuánto peligro? —La pregunta de Luciel cortó el ambiente incomodó
—¿eh?... a decir verdad, no lo sé, espero que sea mucho, pero con estas cosas no se sabe. El presentimiento me dice que nos quieren muertos, solo eso.
—Bien... será mejor que nos vayamos o la reliquia en Ilyberk será robada. —Dijo Luciel. Se montó al caballo esperando al grupo que se veía claramente confundido. Justitia no recordaba que se hubiera mencionado nada de una reliquia. —Por su reacción creo que acerté...
—Eres listo, como decían... Sera mejor que tengan cuidado chicos, les lleva la delantera.
—Nos contara más en el puerto, ¿no? Apresurémonos, antes de que algo que no sea un presentimiento nos golpee —Las palabras punzantes de Luciel eran nuevas para Justitia. «alguien más que se oculta en gestos»
—Y con sentido del humor ahora. Vamos, lleven las armas desenfundadas, esperamos contratiempos en el camino. Con suerte ninguno que nos haga detenernos.
Partieron inmediatamente, Justitia logro meterse algo a la boca en el camino. Le dolía la cabeza tanto como el propio orgullo. Nada había cambiado en todo este tiempo, ni con la cegadora que llevaba en la mano. Siempre encontraban una forma de burlarse de él. Sopesó al mismo tiempo las opciones de comentar lo que sucedió con la niña antes, la información sobre los invocadores y porque debería decirles. Elaboró varias situaciones en su cabeza en las que podría hablar con Luciel o Agony al respecto, en ninguna de ellas capturaba su propia esencia o posibilidades. La realidad le trajo de golpe, el presentimiento era correcto, en el camino habría contratiempos.
Galoparon por el camino con las armas en las manos, como corriendo a un campo de batalla. Los Aldarwas, mastines demoniacos sin rostros abrían sus cabezas mostrando mandíbulas que podrían engullir a una persona entera. Llevaban persiguiéndolos ya unas horas, aparecían de entre los pastizales más grandes buscando arrastrar a alguno. Perecían en sus filos rápidamente, y aun cuando sus números solo parecían aumentar, el grupo buscaba un refugio.
Las sombras que encontraban para descansar eran debajo de riscos perfectos para emboscarlos, repletos de matorrales y grandes pastos, rogaban por un descansó. Justitia había perdido la cuenta de cuantos había empalado y arrastrado unos metros antes de dejar sus cuerpos sanguinolentos en el camino.
Sus compañeros se habían manejado con facilidad, ni un solo rasguño en ellos o sus monturas, una victoria por donde lo vieras. Se dejaron abrazar por la tierra descubierta del primer claro que vieron. Habían de cabalgar por al menos otros dos días antes del siguiente pueblo.
El camino ya no representaba ninguna seguridad y los pastizales fuera de estos eran una trampa según las palabras de Sergius. La orden del mentor fue matar cualquier animal que apareciera en las cercanías, pues cualquiera de ellos podría ser de los invocadores concluyó para sí mismo Justitia. Algunos malos rostros acompañaron la caza indeseada, pero comieron ave durante el descanso, no conocía que ave ni les interesaba en el momento, solo seguía órdenes.
Lanzaron algunos de los animales a los mastines y depredadores con los que se cruzaban con la esperanza que los cuerpos no fueran a pudrirse en la nada. Dormir significaba dejarle una jauría de esos perros a alguien más para recobrarse. Por más pequeño que fuera el descanso les ayudaba a todos. Cuando lograron llegar al primer pueblo sin incidentes el único que se mantenía sin cansancio notable era Sergius. A Justitia le parecía que Luciel solo se notaba exponencialmente más cansado con los días, como si apenas durmiese. No negaría que era difícil conciliar el sueño, pero no para ponerlo tan enfermo en unos días.
El pueblo presentó un oasis de paz inesperado, uno que no descubrieron hasta pasada la noche. Las bestias no se acercaron, ni si quiera fueron vistas por los ingenuos habitantes. Sergius avisó su intención de probar esta teoría sobre el oasis por la mañana. No quería poner en peligro innecesario a la gente de ahí. Los habían aceptado bien entrada la noche, y aun si fuera por su posición de pacificadores tenían la opción de negarse, no lo hicieron. Le amargó la lengua, pero se quedó en silencio como siempre lo hacía. Luciel no tardo en expresar su descontento, aunque esta vez Justitia lo notaba raro, pues cedió fácilmente.
Dieron vueltas por los alrededores del pueblo buscando algo que delatara la presencia de más invocadores. Aprovechó para hablar con Luciel.
—¿Tienes fiebre? —dijo Justitia, luego de seguirlo unas calles.
—¿qué?, no, no creo. —Se tentó la frente para asegurarse.
—Te ves enfermo... ¿quitaste el veneno del demonio de tu cuerpo?
—No necesito hacerlo, mi regeneración me evita de enfermedades y venenos como ese. -Su tonó tenía una pizca de soberbia, que le molestó a Justitia.
—¿Entonces que te ha pasado los últimos días?
—Nada, solo es cansancio...
Nada en su ser demostraba la mentira que estaba saliendo por su boca. Era solo una corazonada, pero la forma de actuar del había cambiado como en el burdel. En aquel entonces había aceptado a las muchachas y conversado con ellas, las deleitaba sin pensarlo, se divertía con ellas. Quería indagar más, «pero ¿era correcto que lo hiciera?, luego de haber rechazado su a ayuda» Su silencio le hizo alejarse, de vuelta había pasado el momento para decir algo.
Pasó el resto del día sopesando la idea de que Sergius no mencionaría mucho más sobre los invocadores a nadie. ¿Por qué debía ser el que cargase con toda la información? ¿Qué habían visto en él? Que podría ofrecer a nadie más que muerte e indecisión. No era más que un cobarde a sus propios ojos, ¿y como no serlo? Las pesadillas lo atacaban cada noche, a veces lo despertaban en sudor, a veces en lágrimas, había olvidado lo que era dormir con tranquilidad. «¿tal vez por eso es por lo que a Luciel le cuesta dormir?» Durmió luego de unos intentos preparado para la pesadilla de su pasado.