Apenas dio un paso para seguir la figura blanca y roja de Luciel, una imagen oscura se movió por el rabillo del ojo de Justitia. Posó su espada delante cubriéndola en una onda de un rosa tan claro que parecía blanco, el golpe le empujó tanto que le hizo resbalar por las escaleras. «Mierda, Mierda» Cayó dando vueltas, sentía los golpes en todo su cuerpo, escuchó el hielo partirse a su paso. Una vez había tocado el suelo del primer piso, puso su espada como protección frente suyo, anticipando un nuevo golpe que no llegó. Revisó las paredes esperando ver la figura oscura de vuelta, pero no se halló más que solo. Retomó aire de su caída subiendo de vuelta, el cuerpo le punzaba, pero no había herida en el.
La habitación con el sollozo era la principal, la más grande. También era donde el demonio se había estado alimentando de los cuerpos de las personas de familia Celko. Luciel pudo ver cuatro regados por la habitación, una mujer, un hombre y dos muchachos, todos rotos. Hubo de concentrarse de vuelta pues la mente se le escurrió un momento en los murmullos. Avanzó evitando los cuerpos, la sangre seca se les pegaba a las botas. Giraba la mirada por todo el lugar, escuchó la caída de Justitia por las escaleras. Su cuerpo reacciono moviéndose hacia la puerta de entrada, pero el sollozo lo detuvo. Venía de un armario, lo abrió sin reparo en fijarse en nada más. Dentro una niña de cabellos negros se abrazaba a sus rodillas, sollozaba en silencio. Luciel no lograba procesar como es que ella seguía viva en esta casa, pero no le interesaba. Su mente se deslizó al abismo, un recuerdo casi le hizo vomitar sobre la chiquilla.
—¡Luciel esa cosa está arriba!
—Todo estará bien, quédate ahí pequeña —Las voces sonaron casi al mismo tiempo. La niña miro a Luciel, tenía los ojos tan oscuros que parecían negros. Se abrazó a él por un momento, sollozando más fuerte.
—Aún hay peligro, pequeña.
Luciel se la sacudió sin éxito, sintiendo la premura en el cuerpo pues algo se acercaba, podía escucharlo. Extendió su alma por su cuerpo indefenso apenas vio que no tendría tiempo para hacer nada más. El zarpazo golpeo su costado, arrojándolo junto con la chiquilla por la habitación. La punzada hizo correr sangre por su uniforme, aun que esta se detuvo casi inmediatamente. Lo único que pasó por su mente era la seguridad de la niña, el dolor bajaría, su herida se cerraría, debía levantarse. La niña lloraba a un lado suyo, sin lesión a la vista. Luciel se levantó en un solo movimiento que aumentó el dolor en su costado. Esta vez extendió su alma por sus armas solamente. Comenzó a pedir a las almas que le ayudasen una vez más. Se centraba en las paredes congeladas, podía verlo moverse como una sombra en el rabillo del ojo. La niña se aferró a su pierna lo cual le quitó movimiento, no podría hacer ninguna silueta de espada así.
La sombra se movía buscando un lugar donde poder tomarlo por sorpresa. Luciel lo siguió por la pared con la mirada. La figura negra se agrandó mostrando una garra enorme salida de la nada. Extendiendo el espectro de sus espadas para cubrirle por completo. Luciel bloqueo al ser, una segunda vez.
Justitia apareció por la cornisa. Al ver el bloqueo se abalanzó sobre la aun visible garra. Acortó espacio usando Zarpazo en el vuelo. Falló cortando el aire con la silueta. Otro zarpazo empujó a Justitia por encima de la cama, rasgo sus ropas mostrando hilos de sangre en su vientre. Justitia gruñó. La superficie de la cama le hizo tambalear buscando balance. Observó a la niña que se colgaba de la pierna de Luciel apretando los dientes.
Las voces que había reunido no le dejaban pensar con claridad a Justitia, sus ojos pasaban de Luciel a las paredes sin decidirse en uno. Luciel gritó el nombre de Justitia, su alma se extendió para alcanzarlo. Justitia intentó defenderse con su espada, sin saber de dónde venía el golpe imbuyó por completo su cuerpo en su alma. Sintió una zarpa enorme empujar su pecho, las garras eran detenidas por Luciel y su propia alma, clavándose superficialmente. Lo empujaron, lo sacaron por la ventana. Sin aire pidió la ayuda que había reunido expulsando las almas al suelo. La caída fue detenida por una deformación de tierra que se levantó casi un metro. El golpe fue duro, haciéndolo caer al suelo fuera de la casa en dos caídas diferentes, se halló en el suelo intentando tomar aire.
La poca luz que entro por la ventana fue suficiente para hacer que el Shaeyvah retrocediera, quemándose en el proceso. Luciel pudo divisarlo un momento, su figura humanoide de brazos alargados, de garras tan grandes como el torso de un hombre se escurría en el suelo como una serpiente negruzca. Una flecha dio en la figura, quien chillo agudamente. El demonio desapareció, dejando un líquido verde oscuro en el suelo «su sangre». La flecha aun podía verse clavada en su cuerpo. Aunque intentó moverse, la niña aún se lo impedía. El demonio de la luz escapó por la puerta.
Luciel envainó una de sus espadas, cargo a la chiquilla en un brazo blandiendo su cegadora en el otro. Vigilando fuera de la habitación y echando vistazos fuera de la ventana, aun cuando Justitia no aparecería por ella, tampoco podía preocuparse por su estado ahora mismo. Sintió su costado, la herida ya no estaba tan abierta como antes, había dejado de sangrar. Quería esperar, pero sus piernas se movieron fuera de la habitación.
Salió de la habitación buscando alguna señal del monstruo, pero fue sorprendido por un portazo en la entrada. Quiso acercarse a la barandilla de la escalera, pero la idea de ser empujado lo detuvo.
—¡¿Justitia?!
—¡Agony! —La voz femenina se encontraba en la entrada. Luciel bajo la vista por las escaleras notando el líquido verde negruzco pintar algunos de los escalones.
—¡Esta abajo!
Bajó por las escaleras con la niña en brazos quien estaba aún sollozando abrazada a su cuello. Se encontró con la figura de Agony brillando desde los brazos y las piernas, espada en manos. No sabía que era lo que estaba haciendo, de donde salía dicha luz amarillenta, pero era como si cubriera sus venas. Su mente se deslizo una vez más, esta vez chocó con la pared sosteniéndose de ella.
—Yo me hare cargo, saca a la niña de aquí. —le ordenó Agony. Luciel no quería dejarla sola, quería ayudarle a enfrentarse al demonio. La niña se apretó más en el cuello recordándole que no podría ahora.
Por un momento una imagen apareció frente a él, una en la que Agony era atravesada por proteger a la niña en los brazos de Luciel. Tan vivida y detallada que le supo a qué sucedía en el presente. Una imagen similar había pasado por su cabeza en Astyel, una que le salvo la vida pero que al mismo tiempo le traía mucho dolor recordar. No podía obviar lo que había visto.
—Quédate con la niña, yo me hare cargo —Espetó Luciel, apartando a la niña con fuerza la dejo frente a Agony quien lo miraba con indignación.
—¿Hablas en serio?
—Te la encargo