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Chapter 42 - Despedida.

«Hola madre. Te escribo esta carta para que sepas que estoy bien y me refiero a bien con que estoy vivo. En los últimos días ha pasado tanto que ni siquiera sé por dónde comenzar. 

Conocí el cielo y es tal y como nos lo cuentan. Es enorme y las estrellas se ven desde abajo. No pude conocer el jardín ni las famosas flores triangulares amarillas de las que tanto hablaba Maldra. Lo intentamos pero no resultó. Lo bueno es que descubrimos que Bli es el hijo de Maldra, lo malo es que todos no pudimos regresar. Lu y Lenet están bien. No pudimos traer con nosotros a Maldra. Aún no me lo creo. Aquí los ánimos están por los suelos. Lu tiene siete días con las manos azules. Bli no sale del carruaje y lleva varios días sin hablarnos. Perdí la cuenta en el día diez. 

No sé si volveré, no sé si esta es la despedida. Quisiera contarte algo mejor para que no te preocupes. Pero no puedo mentirte. Se que ella vendrá por nosotros y jamás querría llevar la pelea a casa. 

Saluda a Dall y a Toba. Dile a papá que no se preocupe por mí. 

Tu hijo: Yalep». 

El montañés entregó la carta al Halcón que fue en algún momento de Maldra. Buscó a Lu y a Lenet para cenar. Yalep cocinó y les dio de comer. La niña de cabello azul apenas probó la carne. Bli seguía sin salir del carruaje. 

—¿Ahora qué haremos? —dijo Yalep. —Podríamos ir colina abajo a las montañas de Kenot. Pero ¿quién quiere llevar la mala muerte a tu casa?

Yalep fue a enterrar las sobras. Sus ojos fueron atraídos por una luz naranja. El fuego iluminó el cabello igual al suyo. Corrió despavorido al carruaje. Una lluvia de golpes en la puerta despertó a Lenet. «Kaleck está aquí». Bli invocó su vara. Lu siguió a los dos niños. Estaba lista para lo peor. 

—¡Hermano! ¿Qué haces aquí? —dijo Lenet lleno de ira. 

Kaleck siguió inmutado disfrutando de su sopa. 

—¿Tienes que gritar? Estoy a dos metros de ti. Lo que tengas que decirme, dilo y ya. 

—Si me voy a ir de este mundo, no será obra de tus manos ¿te queda claro?

—¿Quieren sopa? Hice mucha porque creí tener mucha hambre, pero resulta que no tengo tanta. 

Los niños hablaron con el segundo enviado. Resultó que después del fiasco de la habitación del tiempo, Sahidra lo desterró por su deplorable actuación. 

—Debes odiarnos —. Dijo Yalep. 

—Con todas las fuerzas que me quedan. Luego comprendí que si los mataba le haría la vida más simple a la siempre malagradecida Sahidra. 

Lenet se atrevió a invitarlo a quedarse con ellos «No creas que he olvidado que te debo un favor». Después de dar el último sorbo a su plato, Kaleck aclaró. 

—Saben, una terrible guerra caerá sobre ustedes y no tengo ni las ganas ni la intención de participar en ella en ninguno de los dos bandos. Estoy harto de ser una pieza y ya.

Bli lo entendió y le pidió perdón por todo. Le contó lo de Maldra. «A veces olvido que eres de los pocos que realmente me conoce y no soportaría perder a otro». Los niños lo despidieron. Le desearon suerte. Kaleck dijo a los tres antes de partir: «Lamento lo de tu padre. Todo buen peleador es un buen hombre. Si me necesitan no me busquen, yo llegaré». 

Lu le dijo a los dos que tal vez ellos podían hacer como Kaleck y decidir o no participar en la batalla futura. 

—¿Podemos? —Cuestionó Bli.