Lenet se decidió a curar las grietas en los brazos de Lu. No le prometió quitarle el brillo de sus manos. Él invocó su vara y también un disco dorado lleno de símbolos. La niña de cabello azul entró en un trance de quietud mental. Bli hizo una leve simplificación del código de su alumna.
Debía reactivar su regeneración mediante una rehabilitación de una versión anterior al daño. En el momento que vio el componente más simple de Lu el primer enviado se paralizó. Vio algo en un dónde no debía estar. Se asustó y la niña despertó de su trance. La niña de piel blanca preguntó por lo que pasaba. Bli se excusó en lo tarde que era.
Al otro día tanto Lu como Yalep notaron que Bli actuaba diferente. No regañaba tanto a la niña de cabello azul ni corregía la postura del pelirrojo. A veces reía con nervios cuando hablaba con la primera alumna. El montañés estaba seguro de que la trataba mejor.
En la clase individual de Yalep, Lenet le explicó al niño la fase siguiente de su entrenamiento.
—Aunque no domino el rayo, el siguiente paso en tu educación me ayudó a ser quien soy.
—¿A qué te refieres? —preguntó el segundo alumno.
—Tú de seguro sabes que no tengo alma o código como lo llamo yo. Nadie puede dominar la luz sin algo que ilumine su interior. Pero mi tía, la madre de los conquistadores del rayo me pasó la siguiente sabiduría del rayo, pero aplicada a la luz. Tú, maestro del rayo no creas energía al igual que yo no tengo luz. Lo que hacemos los dos, indirectamente en tu caso es reflejar la energía que nos rodea, como la de la estrella mayor o la de la fuente más poderosa —. Lenet se acercó—. Del alma de nuestros enemigos. Los ojos de nuestros rivales son la ventana a su energía interior. Por eso debes tener tu mirada en la del rival. Ya entiendes por qué debes conocer a tu entorno. Para moverte por él mientras prestas atención a lo más importante.
—¿Entonces podemos vivir sin alma?
—No. Quitarle el alma a alguien suele dejar secuelas graves. Mírame a mí. Tres generaciones y parezco de la misma edad. Además, claro, si mueres no vas ni al jardín ni a las tinieblas. Eso en el mejor de los casos. Bien pude haber muerto.
Yalep expresó lo horripilante de tener un destino así. Lenet se mostró inmutado ante su inevitable fin. Le ayudaba a estar concentrado en la pelea. Él solo existía en el hoy. Por eso era precavido.
Lenet envió a sus dos alumnos a pescar la cena. De camino Yalep notó que Lu sonreía después de muchos días de no hacerlo. Preguntó por los motivos de su felicidad y ella le contó su secreto.
—Antes creía que Bli hacía lo que hacía por su tía. Ahora veo que no. Entiendo por qué me defendió el día que su tía me encontró en la cueva, por qué nos defendió a mí y a Maldra de Saigona y por qué me perdonó lo de arriba. Creo que le importo como él me importa a mí.
—¿No será esto como lo que pasó en las montañas con Maldra o sí?
—Él me lo dijo. Extrañar a alguien en compañía es mejor.
Yalep tragó su orgullo y aceptó su derrota. No tuvo como negarse. Sí eso la hacía feliz en medio de tiempos difíciles, él gustoso recibiría esa noticia.
Lenet invitó a la niña a meditar a pesar de la luna llena. Fue con miedo al principio, pero a su lado se sentía a salvo. Lenet confesó sentirse triste por el símbolo en el cielo. «Un día simplemente desapareces». En el lugar de sus secciones a la luz del símbolo de la creación Lu le dijo con toda sinceridad:
—Si pudiera hacer algo para que recuperaras tu alma sin duda lo haría —. Dijo conmovida la niña.
Lenet sonrió.
Un grito despertó a Yalep. Lu estaba en peligro. Pensó que Bli y ella fueron encontrados por las estrellas rojas. Siguió como instintos las enseñanzas de su maestro. Un gran estruendo le dio la ubicación exacta. Corrió desesperado. Encontró a la niña tirada en el suelo. Ella se limpió sus labios con su brazo azul. La cara de ella estaba dividida en brillo y piel. No podía levantarse. Lenet tenía su respiración exaltada y sus manos llenas de grietas azules.
—¿Qué demonios pasó?
—Puedo explicarlo —. Lenet tomó un respiro—. Para poder enfrentar a los caídos del cielo necesitamos tiempo el cual no tenemos o podemos recurrir a una mejor opción —. Yalep ayudó a la niña a levantarse—. A mí en mi versión completa. Por eso necesito mi alma y ella la tiene.
—¡La pudiste matar animal!
—Un pequeño error en mis predicciones. Si lo vuelvo a intentar estoy seguro de que lo lograré.
—¡No! ¿Cómo sabes que no volverás a fallar?
—Ni siquiera sabes de lo que hablas Yalep.
—¿Tengo que repetírtelo? Ella pudo haber muerto.
—No discutiré más contigo. Apártate —Lenet invocó su vara.
—¿Por qué quieres hacer esto a Lu?
—Es mi alma y es por el bien de todos. —Antes de que Lenet golpeara su vara contra el suelo Lu lo atacó con un rayo de su luz azul. Bli cayó al suelo. Yalep y Lu huyeron.