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Chapter 48 - III herejía. 

Mientras los dos niños intentaban salir del bosque a como diera lugar. El crepúsculo fue el segundo en alcanzarlos. Primero fueron rodeados por los herejes. Tanto Lu como Yalep estaban listos para la batalla. Welick salió entre sus hombres y aclaró sus intenciones:

—No es bueno que ustedes dos anden solos en medio de este bosque tan peligroso.

—Sabemos defendernos, lárgate de aquí. 

—Sé cómo te sientes niña. Te pareces a mi cuando perdimos a Maldra en las puertas del jardín. Ahora es peor, se fue para siempre. 

—¿Cómo lo sabes? —Yalep no cedía su confianza. 

—Fui muy unida a él. Siempre supuse que cuando muriera lo sabría y míranos aquí. A punto de hacerle honor a su arte favorito. 

A pesar de que Yalep no confiaba mucho en ellos, Lu los siguió a su campamento. «Debemos salir de aquí. Ellos conocen el bosque. Recuerda la lección de nuestro maestro». Welick los recibió complacida en su toldo rojo agujereado. La niña tenía sospechas confirmadas por las palabras de la líder hereje. «La historia de la libertad ha dado un giro inesperado. Tenemos una oportunidad valiosa y no podemos dejarla pasar así de simple». 

—Entonces admites que soy solo un arma para ti —. Dijo Lu siendo consciente de su atrevimiento. 

Welick explicó sus motivaciones. Su alianza con los niños era motivada por la expulsión de las estrellas rojas de los dominios mortales. «Eso no es lo único» externó Yalep. Riendo al servirse un vaso de un líquido desconocido para los alumnos de Bli confirmó la sentencia del montañés. Los herejes soñaban con una reconquista de las estrellas. 

Lu aceptó. Yalep volvió a ver a la niña. Ella tenía su cara sería como si se alistara para golpear el rostro moreno de la líder de los herejes. Él sabía que esa era una fachada. «Debe estar aterrada». 

—Que quede claro hija de la tierra —Yalep se sorprendió de las palabras de Lu. Por un segundo creyó escuchar a Lenet —. Si me tiendes una trampa o alguna de tus jugadas de hereje, —Lu invocó el reloj— no tendré la compasión de Lenet. ¿te quedó claro?

La mujer de ropas blanca y manchadas por el polvo no contuvo sus carcajadas «Eres como una versión más joven y pálida de mi». Se levantó de su escritorio. Habló con ellos de espaldas en la entrada de su toldo. «Lenet es un líder despiadado. No dudará en tomar ventaja sobre los que más quieren. Ustedes deben ir montaña abajo». 

Una tormenta eléctrica cayó sobre el campamento. La líder junto a los dos niños no pudieron mantener el equilibrio. La tierra quería sacudirse de los herejes. Sin poder levantarse Welick continuó su advertencia: 

—Regresen y avisen que la III herejía ha comenzado. Que todo hombre o mujer que pueda pelear esté listo. Estaremos ahí en menos de una semana.

Al ver como las estrellas rojas barrían con los herejes la niña preguntó asustada «¿Quiénes?». 

—Los que queden de pie.

La luz de la líder hereje abrió paso en medio del sin fin de rayos. Sus patadas destruyeron más de cinco cabezas de las estatuas de piedra celestial. Ella desplegó discos blancos de sus manos para partirlos en mil pedazos. Tapando las salidas los soldados de Golowy rodearon a Welick y a los dos niños. Uno de sus hombres le alcanzó un arco. Su color interno eran las flechas.

Yalep devolvía los truenos. Recordó la enseñanza de su maestro. La energía estaba en sus ojos. Como un huracán embistió a sus enemigos. Con una voltereta y su pie enterrado en el suelo acabó con cinco estrellas rojas de un solo ataque. 

Los rayos de luz azul de Lu eran fulminantes. El reloj la protegía y su color los deshacía. Abrió zanjas en el suelo para detener su paso. Los herejes las usaban como escondite para hacer ataque con sigilo. 

Yalep, Lu y Welick avanzaron en una de las zanjas protegidos por el campo de fuerza. Con el brazo blanco de la niña resistía las investiduras de las líneas amarillas. Con un movimiento coordinado y circular con sus manos pegadas entre sí, ella invocó un anillo de luz que rodeó el campo de fuerza. Así barrían con cualquier cosa que se interpusiera en su camino. 

Antes de subir al carruaje en el que escaparían, Yalep confrontó un ataque de luz con uno de sus truenos. El impacto sacudió las ramas de los abetos rojos. Lu distinguió a su maestro a la distancia. Con un casco arrugado de metal con una estrella pintada de rojo. Ellos cruzaron miradas. La piel de la niña se erizó. Welick los despachó de inmediato. Ella distrajo al enviado. Evitó que usara su vara con una de sus flechas.

—Parece que alguien no podrá capturar a la bestia de Maldra —. Welick estaba lista para pelear con el enviado. 

—¿No puedo? Me sonroja tu inocencia hija de la tierra. Es más. Te aseguro que Lu se rendirá por su cuenta en menos de lo que tú crees.

—¿Por qué? Ellos escaparon con facilidad de tus tropas. No tienes oportunidad contra nosotros. 

—Nuestras acciones valen tanto si son recordadas por nuestros enemigos. Créeme, nunca olvidarás este día.

* * *

Mientras se alejaban los dos niños vieron como relámpagos y luz blanca salían disparados hacia el cielo.  Lu se refugió su cabeza en sus antebrazos. No quería saber nada más. 

Yalep despertó a la niña. Después de un largo viaje, llegaron al pueblo montañés. Yalep no pudo contener su emoción al volver a ver a su madre. Lu se escondió en el establo. No quería hablar con nadie más. 

—Mira cuanto has crecido mi niña —. Sorprendió Weledyn a la niña llorando callada —. Recuerdo cuando llegaste aquí sin ni siquiera un nombre. Ahora mírate. 

—Sigo siendo la misma. Arruino todo lo que toco. Perdí a Maldra, lo arruiné con Bli. Sé que debo ser fuerte, pero no puedo más. ¿Cómo lo voy a hacer si ni aguanté un mísero segundo más? Debí entregarle mi alma a Lenet y nada de esto estaría pasando. 

—Entregarle el alma a alguien es una decisión muy difícil. Se le da a quien se ama. 

—Yo lo amo. 

—Yalep me lo contó todo. Se que no fue tu decisión. Si él realmente te correspondiera hubiese respetado tu decisión. Solo tú puedes entregarle tu vida eterna a otra persona. Nadie más puede.

Refugiada en los brazos de la madre repetía «Debo ser fuerte como Maldra». 

* * *

Yalep le contó a su padre y al resto de hombres sobre el significado de la señal en el cielo. La incertidumbre se adueñó de sus rostros. La III herejía comenzó.