Apenas inició la mañana Lu despertó. Sabía el significado de ese día. Haría todo lo posible para ser mejor.
Tanto Yalep y Lu repetían los movimientos que Bli les enseñaba. «La resistencia de nuestros adversarios es cinco incluso seis veces la de ustedes dos juntos. Ellos tendrán más oportunidades de acertar con sus truenos. Por eso cada patada, cada puñetazo debe ser letal. A lo mucho tendrán dos o tres oportunidades».
Corrían, practicaban reflejos con los ataques de Luz de Lenet, hacían flexiones, cargaban peso. Su descanso era tres horas de meditación. Lu prefería subir y bajar la montaña dos veces más. Al tiempo se dio cuenta que le daba ventaja a Yalep ya que la concentración en sí mismo, daba buenos reflejos. Prefirió repasar la experiencia en su cabeza hasta perderle el significado. Eso la dejó cerrar sus ojos por las noches.
Era imprescindible aprender a esconderse. El bosque de los abetos rojos era perfecto para la práctica». «Sean observadores. Vean como los cervatillos se alejan del peligro. Recuerden como los huele pecados atacan. No es simple suerte. Son códigos que llevan generaciones perfeccionando sus sentidos». El viento podía atraer al enemigo. La altura podía ser una ventaja. La tierra un señuelo. El crujido de una rama una advertencia.
Para Bli no fue gran tarea retomar los entrenamientos con Yalep. Él estudió lo básico en la academia en las montañas, el inicio de lo avanzado con él detrás de su casa. Las coreografías del primer nivel eran pan comido para el segundo alumno. Lenet sabía que su aprendiz en cuanto a categoría de maestro rayo, era un relámpago en camino a ser una nube negra.
El camino tomado por la primera alumna no era el adecuado según su maestro. Su conocimiento en patrones era muy cercano a nulo. Bli reconoció el esmero de la niña con el cabello azul. Aun así, era fácil de sorprender en el bosque. Ella intentaba hacer señuelos con las huellas de sus manos. Se escondía en el barro. Las líneas la delataban. En esas condiciones no le alcanzaba ni para llegar a ser un meditante. Por ello trabajaron los dos todas las noches, menos cuando había luna llena.
Cinco o seis veces debía explicarle lo mismo a Lu para que entendiera. La atención de la niña era corta. Solo la conversación de cuántos lados tiene un círculo, les llevó toda una noche.
En el bosque Lu fue sorprendida más de cinco veces. Lo intentaba más los señuelos se volvieron tarea difícil con sus líneas azules interviniendo todo el tiempo. En las sesiones nocturnas cuando no entendía algo se ofuscaba y maldecía a sí misma.
Lenet replanteó su estrategia. Sabía que Lu era fácil de sorprender. Tal vez esa era su ventaja. «¿Qué es una nube?». Así permitió a la niña tomar el rumbo de su aprendizaje. La abrumó con datos. Con ello se ganó la atención de ella. Las constantes interrupciones ahora eran útiles. La niña de cabello azul descubrió su fascinación por su alrededor. Empezó a prestar más atención al bosque. Ya no era tan fácil de atrapar.
No todo era bueno. Esa curiosidad le trajo malos recuerdos al maestro. Ella preguntó por las razones por las que las grietas azules no desaparecían de su brazo. Para pasar por alto la incomodidad, Lenet optó por inducirla a la introspección. Vio dentro de ella a alguien aterrador. De inmediato despertaron.
—Normalmente te diría que aceptaras lo que sucedió. ¿Cómo pedírtelo si ni siquiera yo lo he hecho?
—Si quieres contármelo, te escucharé sin juzgarte.
—Creo que me siento mal porque le fallé a Maldra y creo que existe la posibilidad, —Lu cruzó sus brazos en señal de que le podía contar la verdad— está bien. Lo admito. Intenté expiar mi culpa contigo. Es decir, aun creo que fallaste, pero yo fallé el doble.
—¿Por qué dices semejante cosa? —dijo Lu preocupada.
—Debí pensar en algo, en una forma de salir todos, pero no pude.
—No pudimos —. Corrigió la niña al sentarse al lado de Lenet—. Si quieres que te de algo de mi culpa, debes darte el lujo de sentirte miserable, como yo.
—Cuanto lo extraño —. Bli se recostó al hombro de Lu—. Pero creo que extrañar a alguien en compañía es mejor.