Lu soltó el reloj. Su mano estaba llena de grietas de las cuales salían rayitos de luz azul. Volvió a ver a Bli. Él estaba paralizado y aterrado. Maldra corrió a abrazar a su hijo. La túnica verde secó las lágrimas del hombre de las cadenas. Yalep abrazó a la niña. La felicitó sin parar. Ella estaba aturdida y cansada. «Llévame con ellos».
Bli empezó a reír con lágrimas en su rostro. «Es tonto si lo piensas. Es tonto porque siempre estuve…» Lenet no pudo contener su emoción. Vio cómo el niño pelirrojo ayudaba a Lu a caminar. El corrió hacia ella y le dio un fuerte abrazo. «Eres la niña más tonta que he conocido y estoy tan feliz de que así sea». Dijo mientras la sacudía sus hombros.
Maldra alzó a los dos niños. Sacudió el cabello blanco de la niña «Eres la mejor mercancía que he tenido» bromeó con gratitud. Yalep vio contento como ellos al fin eran felices. Se sentían capaces de lograr lo que fuera. Ahora tenían el reloj.
Lenet caminó libre por los pasillos del cielo. El resto del equipo se escondía entre las columnas. Estaban camino a las puertas del jardín para poder completar la hazaña. Una voz sorprendió a Bli. Sahidra lo llamó por su nombre a sus espaldas.
—¿Y los demás? —Preguntó con eco —¿A dónde vas?
—Los tuve que eliminar —. Ella vio sus ojos enrojecidos.
La diosa suspiró. «Lamento si te hice hacer algo tan horrible, ¿cómo creerte después de tu fachada?»
—Sé que me pides hacer estas cosas porque nadie más tendría el coraje para hacerlas. No tengo palabras para agradecerte en lo que me has convertido.
—Mientras me seas obediente, no me importarán esos recuerdos no gratos.
Bli se dio media vuelta creyendo haber cumplido su trabajo. «No contestaste mi otra pregunta» Dijo la diosa. Él la volvió a ver triste. Sahidra repitió la pregunta e invocó su bastón dorado. Maldra sabía que si su símbolo de autoridad tocaba el suelo el juego se acabaría.