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Chapter 36 - La puerta de piedra.  

Los tres bandidos y el montañés hicieron honor a su rutina. No estaban de acuerdo y discutieron si la roca con una silueta parecida a una mano en ella era la señal de la puerta. «Está en el mapa» Argumentó Lenet. A Maldra le seguía pareciendo una mancha. Él esperaba una entrada enorme con los símbolos de la autoridad celestial. Bli lo llamó estúpido. «¿Cómo sería una puerta escondida si fuera enorme y con estatuas?». El detalle definitivo fue la luz de Lu. No pudo destruirla. 

Necesitaban una estrategia. «De que nos preocupamos. Lenet tiene su vara rara, es cuestión de que los vuelva polvo a todos», recordó efusivo el niño de las montañas.  Los tres bandidos recordaron angustiados la pelea con Saigona. Lenet sabía el desenlace de antemano. Primero moriría antes de desintegrar a un celestial. 

Maldra agregó un nombre escalofriante. Era un hecho que encontrarían al padre del tiempo. Lu sugirió la posible existencia de una forma de derrotarlo.

—¿Naciste ayer niña? Es el padre tiempo. Ni sus otros cinco hermanos pudieron, ¡Ellos eran cinco de la primera generación!

—¿Entonces cómo pretendías vencerlo cuando lideraste a los herejes?

—Era un ejército. Nosotros somos cuatro. 

Ellos tenían tres objetos imposibles. Así lo repitió hasta callar al hombre de las cadenas. «Él no tiene uno» Señaló a Yalep. No quiso sumar esa responsabilidad. El montañés no aceptó desistir tan cerca de iniciar. El hombre de las cadenas lo expuso como el único sin un motivo para ir más allá de las estrellas. «Un capricho juvenil».

—¿Y qué si lo hago por ella? —señaló a la niña—. Estoy aquí para crear mi propia historia. 

—No ves que perderás a tu familia para siempre. No importa el resultado. 

—A veces se renuncia a algo para obtener lo que queremos. Eso me dijo mi padre y eso es lo que haré. 

—¿Quieres saber el final de tu historia? Yo la viví. Vagarás sin alma hasta el final de los tiempos. 

«Las historias se repiten» Señaló Lenet cuando encontró a Maldra lejos del grupo. «Alguien se enoja, se aparta del grupo, viene otro, lo ayuda a reflexionar y todo vuelve a estar bien». 

—Esto no es como nuestras discusiones. 

—¿Por qué nos mentiste a Lu y a mí con lo de tu alma? ¿por qué tus ojos no son grises? 

—¡¿A quién le gusta admitir que no tiene alma?! —Maldra respiró profundo para no perder los estribos—. Le ofrecí mi eternidad a tu madre. Ya sabes, cosas de la guardia celestial

—Pero tú empezaste trabajando para mi tía —. Interrumpió Lenet

—Vale, cálmate. Esto no es fácil —. Maldra tomó un segundo aire —. Tu mejor que nadie sabe lo que hice por ella. Le entregué mi alma sin dudar. Luego pasaron cosas y tu madre me escogió.  ¿por qué no lo pensé mejor? Diablos, lo que quiero decir es que darlo todo por alguien sin pensar en los tuyos por experiencia no es muy bueno que digamos. Lo peor que podría hacer es dejar que la misma historia se repita. 

* * *

En su historia Yalep mencionó las hazañas de su padre. El talento de su hermano. La fortaleza de su madre. Él no podía quedarse atrás. Sentía ser parte de un gran linaje. Debía honrar a sus antepasados con una gesta más grande de todas. Quería la recompensa mayor. 

—¿Soy yo la recompensa?

Yalep sonrió. «Una huella es lo que pide todo hombre. Una que lo eleve al lado de los dioses. Que puede ser más cercano a eso que ir contigo allá arriba». 

—¿Tienes una idea de lo que haremos? Estás demente —. Ella se sentó a su lado.

—Sé lo que haré. Ayudaré a la niña más genial y hermosa a cruzar el cielo y las estrellas para encontrar un lugar donde sea feliz.

—Ella tiene razón. Eres un completo desquiciado y deberías volver a casa de inmediato —. Dijo Maldra a sus espaldas. Yalep agachó la mirada—. Todos lo estamos aquí. Creía que ahora no tenía nada que perder. Ahora sé que eso es mentira. No me imagino perder a alguno de ustedes tres. Eso jamás me lo perdonaría. Por eso necesito que me prometan algo —. Dijo al mirar el rostro de los tres niños—. Nadie dejará atrás a nadie. Si las cosas se llegan a complicar nos devolveremos de inmediato. 

Así los tres bandidos y el montañés juraron frente a la puerta de piedra.